25
Andrés
—¿Quién es ese tonto? —le pregunto a Celeste mirando al tipo que está en la barra haciendo sonreír a la morocha.
Hace dos días que ese tipo viene, se sienta ahí y le habla de cosas que vaya a saber cuáles son, pero estoy más que seguro de que le está endulzando el oído para arrastrarla a la cama.
—Ni idea —replica mi compañera encogiéndose de hombros—, pero está muy bueno.
La miro con expresión enojada y ella se ríe.
—No hagas que caiga —le digo. Rueda los ojos.
—Mi prima es selectiva, ella elige con quién quiere estar de manera razonable. Si ahora se deja llevar por ese desconocido, es porque vos habrás hecho algo que no le gustó —dice—. ¿Ya pensaste qué vas a cantar mañana?
—Sí, voy a cantar Dirty Diana, la de Michael Jackson —expreso. Arquea una ceja y suelta una carcajada.
—No te da el tono de voz, no te hagas el imitador —comenta.
—No, pero lo voy a cantar como a mí me sale. Fue a pedido de Diana, una vez hice cover de ese tema y justo ella me fue a ver a ese concierto.
—¡Ves! Ahí está lo que no le gustó, besaste a Diana delante de ella y ahora le vas a dedicar una canción. Si estás haciéndote el enamorado, al menos que se note —replica tirándome el trapo con el que estaba limpiando la mesa a la cara.
Chasqueo la lengua mientras se va enfurruñada. Quizás tiene razón, pero es que la jefa tampoco me da una sola chance. Si le digo algo lindo, solo mira para otro lado y cambia de tema. Yo me canso, me aburre tener que esforzarme todo el tiempo en conquistarla o que admita que ya la conquisté. Soy humano y mi tiempo es oro. Si ella quiere coquetear con ese tipo que parece un muñeco Ken, que lo haga, ya me cansé de remar en una piscina sin agua.
Limpio las mesas a toda velocidad y me acerco al mostrador. La morocha arquea las cejas en mi dirección al verme tan serio, y yo solo le devuelvo una mirada fría.
El muñequito de torta me escudriña con sus ojos azules y lo miro desafiante. Él sonríe y se pone de pie.
—Bueno, Eve, nos vemos mañana —saluda antes de irse.
—¿Eve? —cuestiono llamando su atención en cuanto el tipo se va—. ¿Es enserio?
—¿Qué cosa? —interroga confundida. Me río con ironía.
—Que a un desconocido le decís tu nombre al otro día de conocerlo y a mí, que soy tu empleado, ni siquiera me dijiste con qué letra empezaba. Así quedamos.
—¿Así quedamos con qué? —pregunta—. ¿Qué problema hay con que le haya dicho mi nombre a Hernán y no a vos?
—Hernán —repito con mala cara—. Hasta ya se presentaron formalmente y todo. —Sonrío con falsedad y ella bufa—. Bueno, Eve, entonces supongo que no hay problema en que le ofrezca una relación seria a Diana.
—Me da igual —contesta rodando los ojos.
Claramente no le da igual, me lo dijo con su mirada. Esbozo una pequeña sonrisa a lo que ella responde con un suspiro. Se cruza de brazos, como si estuviera insegura, y apoyo mis manos en sus hombros.
—Si querés que me vaya de tu vida, decímelo de una vez —expreso.
—¿Qué? —inquiere alarmada.
—Te molesta que esté cerca de vos, y también te molesta que esté lejos. ¿Qué es lo que querés?
—¿Estás celoso de Hernán? —quiere saber de repente, esbozando una pequeña sonrisa. Me quedo atónito.
¿Alguna vez sentí celos? No, creo que no. De hecho, poco me importaba si una de "mis" chicas se iba con otro.
¿Qué son los celos? ¿Son esos pinchazos horribles que me dieron el estómago hace un momento al ver que otro tipo está haciendo sonreír a esta mujer?
—No sé —manifiesto con sinceridad—. Ni siquiera sé qué son los celos, ni siquiera sabía lo que era estar enamorado, hasta que te conocí.
—Dejá de mentir —dice soltando un resoplido. Mira hacia otro lado, como siempre, pero esta vez la sostengo de las mejillas para que, por una vez, me mire a los ojos.
—Estoy enamorado —repito. Traga saliva y sus labios tiemblan—. Y si tengo que dejar de hacer esa farsa con Diana, lo voy a hacer, pero por favor, dame la oportunidad a mí y no a ese rubio que parece muñequito de torta.
Suelta una pequeña risa y lleva sus manos hacia las mías.
—Dame tiempo —pide en voz baja—. Creo que tengo que sopesar mis posibilidades.
—¿Qué te promete él? —inquiero—. ¿Demostrarte que no es un mujeriego? —Hace una mueca y chasqueo la lengua—. Ja, eso ya lo vi, morocha... No, no lo vi. ¡Lo hice! Va a venir todos los días a la cafetería mientras te saca temas de conversación, te cuenta lo pobrecito que fue en su vida y... ¿no te suena a que eso lo hice yo también? ¿Cuál es la diferencia? ¿Que él es rubio y tiene más músculos?
—Andrés... —expresa con tono de regaño. Bufo y asiento.
—Está bien, tenés que elegir entre el rubio y el negro, ya entendí.
—Es que no tengo que elegir. —Se ríe con incredulidad.
Sinceramente no la entiendo, ¿entonces a qué juega? Nota mi confusión y niega con la cabeza.
—En fin, voy a seguir trabajando —dice—. Mañana tenemos el show y llamé a tu cuñada para que me ayude a organizarlo. ¿Qué vas a cantar?
—¿A Merlina? Qué bien, confío mucho en su trabajo —replico para ganar tiempo y buscar alguna otra canción en mi mente. Si le llego a decir que voy a cantar Dirty Diana se cancela la oportunidad que me va a dar—. Eh... la verdad es que no sé. ¿Preferís una en español o en inglés? ¿Tranquila o como para bailar?
—Lo que vos quieras, cualquier cosa te sale bien —comenta y luego se da cuenta de que acaba de halagarme. Esbozo una sonrisa y le guiño un ojo.
—Gracias. Voy a preparar varias canciones, igual capaz se me ocurre hacer un concierto, porque el otro día se me perforaron los tímpanos con el karaoke —replico y suelta una carcajada.
—Sí, pero es divertido —dice. Cada vez que sonríe me dan ganas de comerla a besos—. O bueno, yo no tengo tu oído crítico, así que no lo escucho tan mal.
—¿Te molesta si te sigo diciendo morocha? Es que Eve es de Evelyn, ¿no? —interrogo. Por un momento parece medio perdida, pero luego asiente.
—Sí, sí, me llamo Evelyn.
—No tenés cara de Evelyn —le contradigo.
—¿Ah, no? ¿Y entonces qué nombre me pondrías? —pregunta divertida.
—Un nombre más dulce... algo como Camila. Sí, ese nombre pega con vos.
Hace una mueca y la puerta se abre, dando paso a mi cuñada y al Chino. Me dirijo a ellos para saludarlos con calidez y Merlina mira el lugar con detenimiento.
—¿Qué hacen? —inquiero siguiéndolos por los rincones, ella está tomando nota y él le hace gestos extraños.
—Ah, vamos a traer mi cabina de DJ —expresa mi amigo—. Mañana este lugar aburrido se va a convertir en una maldita fiesta. —Me guiña un ojo.
—¿Cómo que aburrido? —repite Celeste con mala cara—. ¡No es aburrido! A mí me parece la mejor cafetería del mundo.
—No te enojes, bonita, era una manera de decir. Obvio que no es aburrido. —Se acerca a mí para hablar en voz baja—. No sé cómo podés trabajar acá, de verdad que sí es aburrido.
Le señalo con la cabeza a la morocha y él lo entiende todo, así que sonríe y asiente con la cabeza, dándome un puñetazo en el hombro.
—Estoy enamorado, bro —manifiesto. A lo que él suelta una carcajada que casi me hace saltar del susto.
—¡Ja, ja! Qué buen chiste.
—No es un chiste —contesto con seriedad. Arquea las cejas.
—¿Y esa colorada que está en el reality haciéndose pasar por tu novia qué es? ¿Una actriz? —interroga.
—Es una fan que se ofreció —respondo en un mascullo—. Pero no pasa nada, bueno, la estoy ilusionando un poco, pero mi corazón está con mi jefa. ¿Y sabés lo peor de todo? ¡Es que no me da ni la hora!
—Te debés estar volviendo loco —comenta el Chino con tono burlón. Le doy una cachetada juguetona y Merlina me hace un chistido.
—Estamos trabajando —dice.
Hago una mueca de culpa y me voy a limpiar unas mesas que acaban de dejar libres. Vuelvo a mirar a la morocha, que está cuchicheando con su prima con expresión preocupada. Celeste solo hace un gesto de poca importancia y se ríe. Bufo y me siento un instante para descansar. Me siento un poco mareado y débil. ¿Será porque se me pasó la hora de almorzar?
Entonces, y sin previo aviso, la vista se me oscurece y caigo al suelo. Lo último que siento son las manos frías de la morocha tocando mis mejillas.
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