24
Camila
Celeste está bailando con el trapeador mientras limpia y no puedo evitar reír al verla. Se nota que está muy aburrida, odio los días de lluvia y frío porque no viene mucha gente, cuando debería ser al revés. El café debería ser su abrigo... quizás voy a tener que empezar a hacer una campaña así en las redes.
Me quedé pensando en las palabras de Merlina, ¿será que necesito a alguien que organice todo esto? Últimamente yo estoy demasiado estresada y no le presto atención a nada, estaría bien que ella se encargue de la organización de los sábados.
Andrés sale del baño con un bufido y lo miro divertida. Ahora es él mismo quien se ofrece a limpiar esos cuartos.
—¿Todo bien? —le digo. Asiente con la cabeza y me mira con expresión interrogante—. ¿Qué?
—Tenés cara de que querés decirme algo —manifiesta—. ¿Me vas a echar? Seguro que sí, solo estabas esperando a que termine de limpiar el baño.
Suelto una carcajada. De repente tengo una vibra de buen humor que ni yo entiendo, él esboza una sonrisa y entrecierra los ojos.
—No te voy a echar, hay algunas chicas que vienen todos los días gracias a vos. Si te despido, pierdo al menos seis clientas. De hecho, la pelirroja viene como dos veces por día —respondo. Arquea una ceja.
—¿Estás diciendo que soy atrayente? —cuestiona con tono seductor. Ruedo los ojos—. Y hace mucho que no la veo a Diana, aunque sigue con ese juego de que soy su novio.
—Sí, es por culpa de esas entrevistas tontas que arreglaste con tus amigos —mascullo. Suelta una risa por lo bajo.
—¿Estás celosa? Yo te ofrecí ser mi novia de mentiritas y no quisiste —replica haciéndose el interesante. Bufo y me distraigo jugando con un hilo suelto de mi camisa.
—No estoy celosa, pero es que no entiendo para qué es esa cosa que graban acá —digo.
—Primero, para hacerle publicidad a la cafetería. Segundo, para hacerme publicidad a mí y que sepan que sigo vivo, porque aunque no lo sepas, antes fui una superestrella. Y ahora terminé cantando en una cafetería —contesta arrugando la nariz.
—Si no te gusta, te podés ir —digo con tono cortante. Otra vez me puse de mal humor—. Seguro que con ese reality show de tu vida te va mejor.
—Probablemente sí, pero no quiero dejarte, morocha —susurra acercándose a mí.
Ese gesto que hizo sin aviso me tambalea un poco y tiene que sostenerme de la cintura para que no me caiga. Me sonrojo y me alejo rápidamente.
Celeste se aclara la voz.
—Tortolitos, no quiero interrumpirlos, pero tenemos un problema —dice haciendo un gesto con los ojos para que miremos detrás de ella.
Hay un grupito de diez chicas adolescentes, la que parece mayor no debe tener más de veinte años, y tienen una bandera que dice "Fans Club de Andy". Contengo una carcajada y me escondo detrás del mostrador haciendo de cuenta que estoy limpiando, pero en realidad me estoy muriendo de risa.
La expresión de Andrés me hizo estallar. No se esperaba eso para nada, pero creo que mucho menos se esperaba que sus admiradoras sean menores de edad. En cuanto lo ven, sueltan grititos y llantos, cosa que hace que mi prima se esconda junto a mí, pero para protegerse, porque todas se abalanzaron hacia el pobre músico que no sabe cómo reaccionar. Los pocos clientes que hay murmuran y miran la escena con diversión. Yo no puedo parar de reír, hasta las lágrimas se me salen, y Celeste me mira como si estuviera loca.
—Ayuda —pide Andrés por lo bajo.
Respiro hondo intentando tranquilizarme y me acerco al grupo de desaforadas.
—Chicas, por favor, no pueden estar acá. Siéntense y Andrés va a acercarse a firmarles autógrafos y sacarse fotos —digo calmando los ánimos. El interpelado esboza una sonrisa forzada y asiente.
—Sí, mis amores, siéntense que en un minuto ya estoy con ustedes —agrega.
Arqueo las cejas y él se encoge de hombros. ¿Mis amores? ¿No se le podía ocurrir otra cosa? Por lo menos logramos que las chicas se tranquilicen y se vayan a las mesas. De paso, Celeste se acerca para ver si alguna quiere tomar algo.
Andrés me agarra del brazo y me tira hacia abajo para que hablemos detrás del mostrador. Pobre mueble, para lo único que sirve es para que nos escondamos.
—¿Acaso te da risa que esas locas me griten en el oído? —me pregunta él con seriedad. Aprieto los labios para contener otra risotada, pero se me escapa y me tapo la boca con los labios.
—Perdón —expreso—. Es que tu cara me pareció muy graciosa.
Noto que está intentando no sonreír, pero no lo logra.
—¿Sabés que sos hermosa cuando reís? —inquiere cerca de mi rostro—. Deberías hacerlo más seguido, aunque correría el riesgo de enamorarme aún más.
Un cosquilleo me recorre por completo al escucharlo hablar de esa manera. ¿Enamorarse? ¿Qué no soy solo un capricho? Noto que está observando mis labios y miro hacia otro lado mientras me aclaro la voz.
—Podrías agarrar los papeles en los que hacemos los tickets y firmarlos, así se los das —digo para cambiar de tema. Suspira con cansancio y termina asintiendo.
—¡Diana! —exclaman las chicas, y nuevamente se forma un alboroto.
Mi compañero y yo rápidamente miramos lo que está sucediendo. Las fans, al parecer, también son muy admiradoras de la pelirroja, la cual está en actitud diva saludando a todas las chicas y sacándose fotos como si fuera una actriz reconocida de Hollywood. Ruedo los ojos.
—¿Qué se siente estar con Andrés? —le pregunta una. Me tapo la cara con vergüenza, esto es demasiado.
—Es lo mejor del mundo —replica Diana.
Muerdo mi lengua para no soltar ninguna barbaridad y Andrés, que en este momento tiene el autoestima elevada al mil, se acerca a su novia de mentiras y le planta un beso apasionado en sus labios.
En ese momento, Celeste abre los ojos y me mira para ver mi expresión, pero solo hago una mueca burlona y hago de cuenta que no me interesa que esté besando a otra. De todos modos, ¿quién soy yo para tener celos? Ni siquiera le doy chances, así que no tendría que cortar su libertad. Las fans gritan y los clientes resoplan. Se supone que una cafetería tiene que ser tranquila, así que me acerco a los escandalosos y los separo.
—Están molestando a los clientes, contrólense —manifiesto en voz baja.
Se muestran algo culpables, así que se quedan calladas y vuelven a sentarse. La pareja falsa se separa y la pelirroja se queda sin saber qué hacer, tocándose los labios con expresión sorprendida. Andrés la toma de la mano y le dice algo en el oído, a lo que ella sonríe y asiente, cruzando una mirada de complicidad. Bufo y me dedico a limpiar una mesa que acaba de quedar vacía. Tengo ganas de vomitar por el asco que me acaba de dar la escena de recién.
¿Cómo se les hace tan fácil fingir que se quieren? Sobre todo a él...
Bueno, pensándolo bien, es un mujeriego nato, obvio que sabe cómo manipular, ser seductor y hacer creer a cualquier chica que está enamorado de ella, así como me está haciendo a mí.
No puedo seguir cayendo en esto, tengo que elegir bien una vez en mi vida. No puedo seguir eligiendo a hombres mentirosos y falsos, que ofrecen la luna y terminan dando el infierno. ¡Dios! Por una vez en la vida, dame un príncipe azul, quisiera que ahora mismo apareciera alguien con una buena personalidad, que sea tierno y divertido y a la misma vez que esté más caliente que el sol. Si voy a pedir, voy a hacerlo bien.
Entonces, como si el dueño del universo hubiera escuchado mis súplicas, la puerta se abre de par en par, dejando pasar a un hombre alto, cabello rubio y corto casi rapado, de ojos azules y con un saco azul. El sol resplandece detrás de él como si fuera una señal divina y entra a paso lento, llamando la atención de todas las mujeres, sobre todo la mía, porque es el mismísimo príncipe azul que acabo de pedir.
Se sienta en el taburete del mostrador frente a mí y esboza una gran sonrisa, con una dentadura perfecta y blanca que brilla tanto como sus ojos. Tengo que obligarme a cerrar la boca.
—¿Sí, qué va a pedir? —pregunto casi sin aliento.
—Tú número primero, y después un café cortado —replica guiñándome un ojo.
Y así es como se rompe mi ilusión. Otro mujeriego más, por supuesto. ¿Cómo no iba a serlo, con semejante belleza? Me río y solo le sirvo el café, no pienso volver a caer en eso de "dimi ti nimiri". Andrés también empezó así.
Esta vez voy a ser fuerte.
—No le doy mi número a desconocidos —expreso cruzándome de brazos. Sonríe con diversión y estira la mano.
—Mucho gusto, soy Hernán. —Como ve que no le estrecho la mano, se ríe y hace una mueca de vergüenza—. Empecé con el pie izquierdo, ¿no?
—Y... sí —contesto sonriendo. Suspira y le da un trago a su café.
—¿Empiezo de nuevo? —pregunta.
Me quedo mirando la escena que transcurre detrás de mi nuevo acompañante. Andrés, siendo un buen actor, con Diana agarrado de la mano y demasiado cariñoso con ella. Respiro hondo.
—Bien, Hernán, solo una oportunidad para demostrarme que no sos tan mujeriego como lo aparentas —le digo. Suelta una carcajada.
—Trato. Voy a venir todos los días hasta que te des cuenta de que no soy un mujeriego.
Nos quedamos mirando y sonreímos. ¿Está mal? Probablemente, aunque me da igual. Si mi empleado va a jugar a ser el novio perfecto, entonces que juegue, pero yo quiero seguir con mi vida y no dedicarle un segundo más de mi tiempo a alguien que sé que va a romper mi corazón.
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¡Hola! Bienvenida a las lectoras nuevas y un saludo a las lectoras viejitas jaja
Muchas gracias por la espera y por leer!!
¿Qué opinan de Hernán como primera impresión? Las leo en los comentarios!
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