Capítulo 19: Imposibles (editado)
—¿Que quién está qué? —preguntó Taissa. Él la miró con esos ojos como oro fundido. Siempre parecía estar sopesándoles, midiendo sus palabras, pensando en sus movimientos.
—Vuestro padre, alteza —repitió él, tras una expresión de duda. Taissa supuso que al saber quién era, no sabía cómo dirigirse a ella—. El rey está vivo.
Cleavon, en alguna parte muy profunda de su corazón quiso creer que lo que le estaban contando era verdad, que esa chica, que bien podría tener su edad y muchísima más inexperiencia, era su princesa. Aunque hubiese deseado que llegase con un ejército y no con las manos vacías, era mejor que nada. Así, Cleavon se pudo permitir creer que ésta podía marcar una diferencia respecto al rey, que lo haría cambiar.
—No es posible —respondió Alyssa, quien parecía estupefacta.
—¿La reina...? —preguntó Taissa, y él negó.
—El rey apareció días más tarde buscando a la princesa, a vos, alteza —dijo.
—Con mi nombre está bien —Cleavon no parecía estar muy seguro sobre ello, pero aceptó.
—Estaba casi muerto, pero consiguieron salvarlo. Protegió nuestras tierras casi hasta su último aliento, sólo para descubrir que su reina estaba muerta —Él miró a Taissa momentáneamente—, y que su hija estaba desaparecida. Todos la dimos por muerta.
—Pero estoy viva —le contestó. Eso cambiaba las cosas, aunque Taissa no sabía muy bien cómo. Aunque en lo único que Taissa podía pensar era en que ahora tenía a alguien. Taissa jadeó, ocultando su boca entre sus manos.
Mi padre está vivo.
Mi padre está vivo.
Mi padre está vivo.
—Así es —afirmó, aunque su tono tenía la duda implantada. Todavía no se fiaba de ella.
—Tienes que llevarnos con su majestad —respondió Alyssa.
—Oh, no —soltó él—. No pienso llevar a ningún humano a nuestro refugio —Él miró con odio a Rob. Taissa imaginaba lo que debía sentir, lo que debía pensar, ya que él no lo conocía.
—Cleavon, ¿cierto? —Él asintió—. Ese hombre, ese humano, es una de las pocas personas a las que les confiaría mi vida ciegamente. Tú no lo sabes, pero me ha salvado la vida de formas que ni siquiera sabía que podía ser salvada.
—Deanna —dijo Cleavon. Taissa se sorprendió. Era cierto. Taissa le había dicho que podía llamarla por su nombre, y él había supuesto que se había referido a ese, pero Taissa no pudo evitar sentirlo como el nombre de una desconocida—. No sé qué relación tenéis con este hombre, aunque comprendo que es importante para vos, pero es humano.
Taissa intentó pensar en algo que decir que le convenciera cuando Alyssa dijo —También es importante para mí.
Ella se arrodilló, apoyando sus codos en las rodillas del chico, pero él no se sintió incómodo. No sentía que hubiera invadido su espacio personal.
—He vivido más que cualquiera de esta casa, más que todos juntos y multiplicado por 10, he visto humanos, los he conocido, los he odiado y los he amado, justo como a los faes. Hace dieciséis años, cuando asesinaron a tu familia, Rob tenía tres años, era poco más que un bebé. Sé que lo has pensado, sé que poco te ha importado, pero lo conozco desde hace meses, hemos vivido bajo el mismo techo y le diría lo que fuese, porque confío en él.
—¿Lo que fuese? —Ella asintió, y Taissa no pudo evitar mirar a Rob. Parecía sorprendido, aunque no tanto como ella había esperado, pero a decir verdad, todo lo que decía era cierto.
—Tengo miles de años, aunque como soy una señorita, no diré la edad exacta —Taissa rió—. Y puedo tardar cientos de años en confiar en alguien cuando siento que algo está mal.
—Lo sé, pero-
—La sierra Inova, situada en el ducado agreste, justo antes de que la tierra virgen se vuelve hielo, es donde está toda mi especie escondida —Todo lo que decía, lo hacía mirando a Rob—. Mi padre, mi familia, mi clan —Justo cuando acabó volvió a mirar a Cleavon—. Todo. Le confío mi vida y la de mi familia.
Aunque no era que estuvieran realmente escondidos. Todos sabían donde estaban, pero ninguno era lo suficientemente estúpido como para ir tras los seres más poderosos de toda la creación. Los fae sabían que por su credo de mantenerse al margen no participarían en ninguna guerra, aunque Alyssa estaba segura de que no dejarían de intentarlo, y los humanos siempre que no se acercasen a ellos, lo cual hacían, los dejarían en paz.
Cleavon escondió el rostro entre sus manos, cansado y meditando, Alyssa sabía que no quedaba mucho, solo un empujoncito. Tenía que aceptar. Rob estaba en búsqueda y captura como Taissa, por lo que no podía volver a casa, y ¿qué iba a hacer ahí solo? Podría intentar ponerse en contacto con Dylan, pero sinceramente, Rob era demasiado impaciente, incauto. Tanto Taissa como Alyssa lo querían cerca de ellas. Hacía tiempo que no era el mismo, y sin ella o Alyssa para vigilarlo, Taissa temía que lo pillasen y lo ahorcasen. Taissa no se lo perdonaría. Y no habían llegado tan lejos como para dejar a alguien atrás.
—Sé que no confías en mí —admitió Rob—. Sé que no hay nada que yo te pueda decir para que lo hagas, pero hay una revolución en marcha, una en la que he sido partícipe.
»No tengo familia fae, ni un primo, ni un tío, ni un bisabuelo, soy 100% humano, y aún así, sé qué es lo correcto. Y la masacre de una especie entera no lo es. Puedes aceptarme o no, encontraré otra manera de ayudar, pero he llegado hasta aquí traicionando a mi propio reino por mis creencias, he perdido a mi padre en el camino y no sé de mi madre desde entonces, así que lo único que no te voy a permitir es que niegues todo lo que he hecho hasta ahora porque soy humano. Humanos murieron en mis tierras luchando a vuestro lado. No soy un monstruo, como tampoco lo eres tú.
—Rob... —dijo Taissa extendiendo su mano para alcanzarlo. Él la rehuyó.
—Avisadme cuando haya tomado una decisión, voy a tomar aire —Se metió las manos en los bolsillos y se largó.
—Sigo sin confiar en él —dijo el fae. Alyssa gruñó, y lo agarró de la camisa levantándolo de ésta. Sus dedos estrujaron la tela y obligaron a Cleavon a estar a centímetros de distancia de su rostro, pero el ceño hundido de ella no era bonito de ver tan cerca.
—Acaba de abrirte su corazón —Casi estaba mostrando los dientes como un animal furibundo—. Ten algo de respeto.
—¡Lo siento, ¿vale?! —Él se desembarazó de ella, y se puso de morros—. Pero es que da igual lo que haga, el escudo de exspirabits va a ponerse a brillar como una estrella en cuanto de un paso hacia él. Va a dar la alarma.
—Eso da igual —respondió Alyssa, aunque Taissa no veía cómo podía dar igual—. Van a saber que es humano en cuanto lo vean.
—¿Acaso quieres que me maten? —preguntó Cleavon ofendido.
—No seas dramático —le contestó ella.
—¿Qué se supone que vamos a hacer? —le preguntó Taissa a Alyssa, ya que parecía ser la única con la respuesta.
—Fácil, un segundo —pidió antes de desaparecer por la puerta. Taissa se quedó a solas con Cleavon, y se permitió observarlo. Su piel era oscura como el ébano, como sus rizos, en un peinado que los dejaba libres por arriba y rapado por los lados y por la parte de atrás. Tenía unos labios gruesos y unas pestañas largas que enmarcaban unos ojos dorados, que realmente eran hermosos. Era apuesto.
—¿Habéis vivido todo este tiempo en el mundo humano? —le preguntó sorprendiéndola. Taissa asintió.
—En Cryum.
—En el epicentro, como dijisteis.
—Así es —respondió—, y al principio pensaba que era humana, o que por lo menos, tenía algo de sangre humana. Así que no se lo pongas tan difícil, nuestra sangre no nos dicta quiénes somos.
—¿Cómo era? —Taissa suspiró. Podía contarle muchas cosas, como el temblor que le había recorrido las manos cuando había cogido ese libro en aquella biblioteca del castillo de Corona, que había robado. Parecía que había sido milenios atrás. Pero sabía que no era lo que quería saber.
—No lo entendía realmente —admitió—. Era demasiado pequeña para entender lo que había pasado. Ya no recuerdo nada de hace tanto, pero sí que mis padres adoptivos estaban encima de mí todo el tiempo, lo que me hacía tener más miedo, pensando que alguien iba a alejarme de ellos, aunque no sabía exactamente por qué.
Pero Taissa no se atrevió a decir lo demás. Que creía que su padre, Hugo Owens, le había dado pócimas para olvidar los momentos mágicos de su vida hasta que habían sido demasiados como para no tener efectos nefastos, y que por eso tenía lagunas en su infancia. O que creía que él había matado a las criaturas que de niña habían llegado a ella hasta que el resto tuvo el suficiente miedo como para no volver.
—Debió de ser duro —dijo él.
—Tu te has pasado el mismo tiempo que yo viviendo bajo tierra, sin familia —contestó Taissa—. No tengo comparación.
—Gracias a los dioses me quedaba alguien que se hiciera cargo de mí —dijo, aunque Taissa tampoco creía que se llevasen tan bien por su expresión—. Pero yo no he vivido ninguna mentira. Jamás.
—¿Pero no echas de menos a tus padres? ¿No preferirías haber vivido con ellos en el mundo humano, aún viviendo una mentira? —Él suspiró.
—Mis padres siempre nos trataron a mí y a mi hermana con sinceridad y cariño, con mucho de esto último. Así que sí, supongo, sí.
—Lo siento —Él negó justo cuando entraron Rob y Alissa, con un Rob todavía malhumorado.
—A ver, esto es lo que vamos a hacer.
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