Problem child
Era noche cerrada cuando Airi terminó de limpiar los fogones. Desde que había empezado a dormir con Ikkaku la semana anterior había reducido sus horas de sueño. Era la última en irse a dormir y la primera en despertarse todos los días. Le había pedido a Penguin que le dejase limpiar no sólo los platos sino también el suelo y los fogones. Con eso tenía excusa para irse a dormir tarde, y las pesadillas la despertaban siempre demasiado temprano.
Fue a la despensa a por la escoba y la fregona para limpiar el suelo. Barría despacio, recorriendo la sala mecánicamente de un extremo a otro, apartando las sillas una a una y juntando el polvo en montoncitos. La puerta se abrió con un chasquido cuando Law entró en la cocina. Tenía en la mano el plato vacío de la cena y aspecto de haber dormido aún menos que ella la última semana. Airi dejó de barrer y le miró desconcertada. Era la primera vez que alguien venía a la cocina tan tarde.
- ¿Qué haces limpiando a estas horas? ¿Penguin se ha vuelto a escaquear?
- No, le pedí que me dejara limpiar hace días.
Terminó de barrer en silencio. El capitán calentó una taza de agua y le añadió varias hojas de té. Se sentó en una esquina de la mesa a darle vueltas a la infusión. Airi arrimó una silla al fregadero para llenar el cubo de agua para fregar.
- ¿Me pasas el bote de azúcar, por favor?
La petición cogió a Airi un poco desprevenida. No tenía ni idea de dónde estaba el azúcar, pero supuso que estaría con el resto de las especias. Arrastró la silla a la izquierda y la usó para subirse a la encimera. Abrió el armario y se enfrentó al batiburrillo de tarros de cristal. Todos tenían etiquetas, pero no tenía ni idea de qué decían. Había varios que contenían polvo blanco. Los miró un segundo, indecisa, y acabó por coger uno al azar. Lo abrió y olió el contenido. Se le llenaron los ojos de lágrimas y empezó a toser. Pimienta blanca. Cerró el tarro y lo dejó donde estaba. Cogió otro frasco y lo abrió. Acababa de olerlo cuando escuchó la voz del capitán mucho más cerca de lo que debería.
- Eso es sal, y el anterior pimienta. - Airi cerró el bote y lo dejó en su sitio. Se quedó mirando los botes, no sabiendo qué hacer. Law estaba de pie a su derecha. Aún estando subida a la encimera él era más alto. - ¿No sabes leer? - Airi negó con la cabeza. Siguió mirando los botes, deseando entender al menos una de las etiquetas. Notaba los ojos del capitán clavados en ella. Se le anudó la garganta y empezó a cambiar el peso de una pierna a otra. Law estiró un brazo, cogió uno de los tarros y se quedó mirando la etiqueta, pensativo. - ¿Quieres aprender?. - Airi giró la cabeza despacio. Law la miraba por el rabillo del ojo. Estaba serio, pero le brillaban los ojos, como riendo de un chiste que sólo él entendía.
- Sí. - Airi notó cómo se aflojaba el nudo de su garganta. Una sonrisa se apoderó de su cara sin que pudiera evitarlo. - Sí por favor.
- Ven
Law se giró y fue a la mesa, le puso dos cucharadas de azúcar a la taza mientras Airi bajaba de la encimera y dejaba la silla en su sitio. Fueron a la habitación del capitán. Law acercó una pila de libros a su escritorio y sentó a Airi encima. Apartó el libro que estaba leyendo y cogió papel y pluma. Empezó a escribir el abecedario, pronunciando los kanjis uno a uno según los plasmaba en el papel. Los dividió en grupos fonéticos. Cuando terminó miró a Airi, que observaba atenta el papel. "Te toca". Señaló el primero de ellos. Airi le miró, desconcertada, luego miró la hoja otra vez. Pronunció el kanji con voz queda, como preguntando. Law asintió y señaló el siguiente. Dijo la primera mitad sin un solo fallo, la segunda mitad se le atragantó un poco. Law le corregía cada error pronunciando el sonido correcto. A la tercera ronda Airi los dijo todos del tirón. Law empezó a preguntárselos salteados. Dudaba con algunos, pero no fallaba. Law cogió otro folio, y escribió varios en grupos. La miró sonriendo de lado. Airi frunció el ceño cuando señaló el primer grupo. "A-i-ri". Abrió mucho los ojos y miró al capitán, que asintió y señaló el siguiente. "Sa-chi". Asintió otra vez. "U-ni". Otro asentimiento. Continuó leyendo los nombres de la tripulación. Entonces llegó uno que no conocía. Frunció el ceño, no reconociendo la palabra. Miró al capitán expectante. Law la miró, luego miró el papel. Frunció el ceño y arrugó la hoja sin contestar. Cogió otra hoja y escribió otra batería de palabras. Airi decidió no preguntar qué eran los otros siete nombres. Siguió leyendo palabras, una detrás de otra, cada vez más rápido.
Despertó desorientada, empapada en sudor, con ganas de gritar y los ojos llenos de lágrimas. No recordaba qué había soñado. Estaba en su cama. Ikkaku dormía profundamente dos camas más allá. Se levantó con piernas temblorosas. No recordaba haberse dormido, no recordaba haber ido a la habitación, ni haberse metido en cama. Aún tenía puestas las dos capas del mono, nunca dormía con las dos. Salió de la habitación y fue hasta el baño. Se había acostumbrado a ducharse por las mañanas, el agua fría la ayudaba despejarse y sacar de su cabeza los recuerdos desagradables. Se cruzó con Penguin en la puerta del baño. Llevaba sólo la capa interior del mono, y el pelo mojado se le pegaba a la frente.
- Buenos días, ¿dormiste bien? - Airi asintió y se hizo a un lado para dejarle salir. Penguin dio un paso y sujetó la puerta para dejarla pasar. Airi no se movió. Miraba al suelo, con la cabeza baja y los hombros caídos. - ¿Se ha enfadado Ikkaku? - Negó con la cabeza. Había conseguido no hacerla enfadar desde que compartían habitación. Cuando Ikkaku descubrió que Airi no tocaría nada más que la cama y el baúl había dejado de amenazarla, pero seguía mirándola como si le molestase su mera existencia. - ¿Estás bien? - Vaciló un segundo, luego asintió despacio. Penguin se agachó frente a ella, girando la cabeza para intentar verle la cara. - Si te encuentras mal o necesitas algo puedes hablar conmigo, ¿lo sabes no?. - Volvió a asentir, con un poco más de ganas, sin despegar la vista del suelo. Penguin la miró en silencio, esperando alguna respuesta. El silencio creció, incómodo y denso. Airi empezó a cambiar el peso de una pierna a otra. Penguin suspiró y se levantó. - ¿Vienes a poner la mesa cuando termines? Hoy saldremos a superficie, hay que cambiar el aire. Desde el piso de arriba se ve mejor. - Airi levantó la cabeza. Estaba pálida. Tenía cara de haber llorado, y unas ojeras demasiado profundas para alguien tan joven. Penguin le había visto demasiadas veces esa expresión al capitán cuando lo conocieron. Decidió no preguntar.
- Claro, me daré prisa.
Airi se escabulló al interior del baño. Se soltó el moño que le había hecho Sachi el día anterior de un tirón, dejó el mono en el suelo y se metió bajo el agua helada. Se frotó con ganas, hasta dejarse la piel rosada. Salió de la ducha con los labios morados y la piel de gallina, pero mucho más tranquila. Se vistió intentando recordar la noche anterior. Había fregado los platos y barrido el suelo, había llenado el cubo de la fregona... pero entonces se había ido con el capitán. Había estado no sabía cuánto tiempo con él leyendo. Se le aceleró el pulso. Cogió el mono por el cuello para mirar el interior. "Law". Recordó los kanjis, la hoja donde estaban ordenados, cómo escribir su nombre. La lista de nombres, los siete que no había leído, todas las palabras que vinieron después, pero seguía sin recordar quedarse dormida.
Se ató el pelo como pudo en un bollo sobre la nuca. Subió corriendo las escaleras y encontró a Penguin mirando desconcertado el cubo de fregar lleno de agua limpia que ella había abandonado la noche anterior junto al fregadero. Había una taza con su cucharilla sobre la encimera.
- Perdón, anoche olvidé fregar.
Penguin la siguió con la vista mientras ella recogía el cubo y lo llevaba una esquina. Abrió el armario y colocó la vajilla para el desayuno a toda velocidad. Recogió la taza del fregadero, la limpió, secó y guardó antes de que entrasen los demás. Airi terminó de desayunar a toda velocidad y se tomó las dos cucharadas de aceite de rigor. Se quedó con la botella en la mano, leyendo la etiqueta una y otra vez. Leyendo. Le hacía una ilusión tremenda poder descifrar lo que ponía en todas partes. Mientras los demás terminaban, cogió un periódico de los que Penguin guardaba en un armario. Lo llevó a una esquina de la mesa y se sentó a leer. Recordaba los kanjis del día anterior, pero allí había muchos que no conocía. Demasiados. Al final entendía dos o tres palabras de cada página.
- Aún te queda para poder leer eso. - Casi se cayó de la silla del susto. Law se sentó a su lado con una taza humeante de café. Ya sólo quedaban Sachi y Penguin aparte de ellos en la cocina - Los periódicos se escriben con otros kanjis, los que te enseñé ayer sólo los usan para los nombres propios y algunas palabras. - Empezó a hojear el periódico, frunció el ceño y lo cerró para ver la portada. - Penguin, ¿se puede saber por qué tienes periódicos de hace cinco años?
- Para encender el fuego de la cocina. Con lo poco que salimos a la superficie nunca sé cuándo vamos a conseguir uno, así que tengo una reserva. - Law siguió mirando el periódico. Airi miraba, buscando palabras que pudiera leer.
- Voy a decirle a Bepo que suba. Hay una isla cerca, así que podemos bajar a por provisiones. - Law se levantó y salió de la cocina escaleras abajo. Airi empezó a recoger la loza. Iba a ponerse a fregar cuando Penguin le dio un toquecito en el hombro.
- Deja eso para después, vamos arriba, te va a gustar.
Siguió a Penguin y a Sachi escaleras arriba. Nunca había estado arriba. Era una salita pequeña, con una puerta y ventanas en todas las paredes. Se veía el Polar Tang desde arriba. Toda la extensión de la cubierta, gris metal, y el exterior del submarino, amarillo. El suelo vibró un momento, y Airi notó cómo el suelo presionaba sus pies al ascender el submarino. Se le taponaron los oídos. Se tapó las orejas con las manos, sin saber cómo deshacerse de aquella desagradable presión. Sachi la miró riendo. Abrió mucho la boca y la cerró varias veces. Le indicó a Airi que hiciera lo mismo. Cuando lo imitó, la presión desapareció. Vio cómo el agua se volvía cada vez más clara por las ventanas y se acercó a una de ellas. Dio un saltito y se sujetó al borde de la ventana. Tiró de su cuerpo hacia arriba mientras trepaba con los pies por la pared. Acercó la cara al cristal hasta que su respiración lo manchó de vaho. Podía ver la superficie acercarse. Le encantaban los dibujos que hacía el sol con las olas. Penguin la levantó por detrás, alejándola de la ventana. La llevó a la puerta, que tenía una ventana más grande y más alta en medio.
- Es como tener doce años otra vez. - Sachi miraba abstraído por una de las ventanas a su izquierda.
- Pero ahora no tenemos que trepar para ver por la ventana. - Penguin sonrió. Tenía la cara inclinada hacia el sol y se había quitado el gorro para acercarse mejor al cristal. Sus ojos parecían mucho más claros.
Se giró con una enorme sonrisa para mirar a Sachi, y lo encontró con la cabeza baja, frotándose los ojos por debajo de las gafas. Le colocó a Airi los pies sobre el pasador de la puerta y la dejó mirando por la ventana. Se acercó a Sachi y le quitó primero el gorro y después las gafas. Sachi le miró con las manos tapando su cara, separando un poco los dedos, sin decir nada. Penguin le apartó las manos de la cara. Sachi bajó la cara y cerró los ojos. Penguin le levantó la cabeza por el mentón y le acarició la mejilla. Sachi le esquivaba la mirada. "Son muy bonitos, y nunca me dejas verlos. Son tuyos, no de ella. Por favor, sólo una vez.". Sachi miró a Penguin a los ojos. Sólo un segundo. Tenía los ojos violetas. Penguin sonrió y le dio un beso rápido en los labios. Luego lo abrazó, y Sachi enterró la cara en su hombro. Se quedaron muy quietos mientras el submarino terminaba de emerger.
Airi se esforzaba por mantener la vista al frente. Tenía la sensación de que no debería haber visto aquello, pero no sabía por qué. Vio las olas que formó el submarino en la superficie al subir. Vio el borde del agua pasar por delante de la ventana como una barrera invisible entre dos mundos. Vio la enorme masa de agua desparramarse por la cubierta y escurrirse por los huecos de la barandilla que la rodeaba. La repentina claridad la hizo parpadear varias veces. Se quedó colgada de la ventana, viendo subir y bajar el submarino con las olas. Le pareció ver una isla en la distancia. Penguin volvió a cogerla en brazos. Sachi abrió la puerta. Se había vuelto a poner las gafas de sol y el gorro, igual que Penguin.
Una bocanada de aire húmedo y salado le llenó los pulmones. Saltó al suelo y corrió afuera. Los pies le patinaban sobre el suelo mojado. Se detuvo al llegar a la barandilla. El mar se extendía infinito a su alrededor, mezclando su azul oscuro y profundo con el vibrante y claro del cielo en el horizonte. Penguin subía por una escalera al tejado de la sala donde estaban antes, seguido de Sachi. Airi empezó a recorrer el perímetro del barco. La barandilla le llegaba a la frente, y los barrotes estaban separados casi dos metros los unos de los otros, así que mantenía una distancia prudente. Descubrió que la cubierta tenía dos alturas. Bajó a la otra y reconoció la estructura redonda del cuarto de navegación que se veía desde las ventanas de la cocina. Vio la enorme silueta de Bepo moverse dentro del cuarto redondo, tocando cosas aquí y allá. Siguió recorriendo el perímetro, con los ojos clavados en el horizonte.
La puerta de la cocina se abrió de un golpe seco. Uni corría con el puntiagudo gorro de Clione en la mano. Llevaba un bañador corto y Clione le perseguía con la parte interior del mono a medio poner. Uni reía a carcajada limpia y Clione maldecía con más palabrotas de las que Airi había escuchado nunca. Empezaron a correr por la cubierta. Cuando pasaron por al lado de Airi, Clione se lanzó sobre Uni, tirándolos a ambos al suelo. Intentando esquivar aquella maraña de brazos y piernas, Airi dio dos pasos atrás, y de repente su pie izquierdo no encontró suelo. Notó la barandilla rozar su cabeza y braceó en el aire tratando de sujetarse a ella. Golpeó la rodilla izquierda contra el borde del submarino, y el pie derecho se escurrió. Calló de espaldas contra el mar. El azul del cielo le llenó los ojos un segundo antes de que las olas se la tragaran. Movió brazos y piernas frenéticamente, intentando salir a la superficie. Le ardían los ojos con el agua salada. Intentó gritar. Se le llenó la boca de agua helada y vio las burbujas alejarse hacia la superficie, cada vez más lejana. El mar tiraba de ella hacia el fondo y drenaba sus energías. Dejó de moverse. No tenía aire en los pulmones; gritar había sido una mala idea. Se le emborronó la vista. Le ardía el pecho. Intentó desesperadamente no coger aire, porque sabía que sólo conseguiría llenarse los pulmones de agua. Miró el sol jugar con las olas, cada vez más lejos. Notó un pinchazo en el abdomen, como si le dieran un puñetazo, abrió la boca y un enorme trago de agua le entró en los pulmones. No tenía fuerzas para toser. La superficie era un borrón en la distancia, cada vez más oscuro. Notó otro pinchazo y tragó más agua.
Algo le sujetó la muñeca y tiró de ella hacia la superficie. Se le cerraron los ojos. "Respira". La voz le llegó como de muy lejos. Notó el viento en la cara e intentó abrir los ojos. "Respira". Notó un pinchazo en el abdomen, más fuerte que los anteriores. Se le llenó la boca con el agua caliente de sus pulmones cuando intentó coger aire. "Respira". Notó cómo tiraban de ella y la sacaban del agua. El mono, empapado, se le pegaba al cuerpo. La apoyaron sobre algo sólido y frío. "Respira". Un cuarto pinchazo le llenó la boca de agua caliente. Se retorció y notó el agua caer, hirviendo, por el lateral de su cara. Algo la sujetó por el abdomen y la colocó boca abajo, como a cuatro patas. Consiguió abrir los ojos y vio sus propias manos sobre la cubierta metálica. Intentó coger aire y le dieron arcadas. Vomitó agua salada. Le lloraban los ojos y seguía ardiéndole el pecho. Volvió a intentar respirar y esta vez tosió. Le salía agua por la boca y por la nariz. Después de varios intentos consiguió meter algo de aire en los pulmones. Empezó a respirar, entre toses y arcadas cada vez menos frecuentes. Estaba agotada, tiritaba de frío y le dolía todo. Intentó enderezarse para ver alrededor. Se dio cuenta de que eran las zarpas de Bepo las que la sujetaban. Giró un poco la cabeza y vio al enorme oso a su lado, igual de empapado que ella. La ayudó a incorporarse. Parecía preocupado. Airi intentó darle las gracias y sólo consiguió vomitar el desayuno. Bepo la sujetó con una mano y le frotó la espalda con la otra, despacio. Le llegaban gritos a lo lejos, como si se estuviera cubriendo los oídos con las manos. Levantó la cabeza y tardó un momento en enfocar la vista. Uni intentaba levantarse del suelo, mientras se sujetaba el abdomen con cara de dolor. Sachi sujetaba a Penguin por detrás, intentando, sin éxito, que dejara de golpear a Clione. Un puñetazo le acertó a Clione en la cara, tirándolo al suelo. Airi giró la cabeza, y notó cómo una gotita se le escurría por cada oreja. Entonces le llegaron los gritos.
- ¡PODRÍAIS HABERLA MATADO!
- ¡Penguin! ¡Para, por favor!
- ¿¡EN QUÉ DEMONIOS ESTABAIS PENSANDO!? - Le dio una patada a Clione.
- ¡Para! Penguin por favor para, entra en razón, no arreglas nada así...
- ¡JODER! - Se giró para volver a golpear a Uni, que había conseguido levantarse, y seguía sujetándose el costado.
- ¡Fue sin querer! ¡No la vimos! - Una patada en las costillas, sobre el lado malo, lo mandó de vuelta al suelo.
- ¡PARA PENGUIN! - Penguin se soltó y se giró hacia Sachi, que empezó a retroceder. - Por favor, para, mírame Penguin soy yo, por favor, para...
Bepo la soltó, dejándola sentada sobre sus talones, y fue corriendo hacia ellos. Sujetó a Penguin por detrás, atrapándole los brazos, y lo levantó en el aire. Penguin se removía lanzando patadas diestro y siniestro, mientras Sachi intentaba que se calmara. Airi decidió ir a buscar al capitán. Temblando, se quitó la parte exterior del mono, empapada, pesada y fría, y la dejó hecha un bollo en el suelo. No tenía fuerzas para moverse con ella. Clione estaba boca arriba en el suelo y no se movía. Uni estaba hecho un ovillo, jadeando. Bepo seguía sujetando a Penguin, que seguía intentando soltarse y había empezado a gritar todo tipo de palabrotas. Sachi seguía intentando calmarle, sin demasiado éxito. Airi consiguió ponerse en pie y avanzar con piernas temblorosas hasta la puerta de la cocina. Se metió dentro y fue derecha a la habitación del capitán. Cruzó el pasillo apoyándose en la pared. Se derrumbó tosiendo contra la puerta cuando intentó llamar. Law abrió la puerta y la miró, desconcertado. Estaba empapada, con sólo el interior del mono y no dejaba de toser.
- ¿Qué...?
- Penguin - le interrumpió ella, entre toses - pelea - señaló hacia la cocina y empezaron a darle arcadas de nuevo.
Law salió corriendo hacia la cocina. Airi escuchó la puerta abrirse y escuchó al capitán gritar, sin entender lo que decía. Por un segundo le llegaron los gritos de Penguin, luego se quedó en silencio. Vomitó más agua y el resto del desayuno. Tosió y volvió a salirle agua por la nariz. Se quedó de rodillas, apoyada en la pared, hasta que volvió a respirar con normalidad. Aún temblando, fue a la cocina, cogió periódicos y la fregona, y volvió a limpiar el estropicio que había dejado frente a la puerta del capitán. Usó los periódicos para absorber el agua y otras cosas y los fue metiendo en una bolsa. Le costaba moverse, le dolía respirar, y los temblores hacían difícil sujetar cualquier cosa, pero se negaba a dejar aquel desastre en la puerta del capitán. Cuando ya no pudo quitar más con el papel empezó a fregar. No había conseguido limpiar el suelo del todo cuando escuchó a Sachi gritando su nombre. Quiso contestar, pero acabó doblada por la mitad, vomitando más agua y bilis. Miró el suelo y se preguntó si conseguiría limpiarlo alguna vez. Volvieron a darle arcadas. Sachi apareció por la puerta que daba a la cocina. Corrió hacia ella.
- ¡Airi! ¿Estás bien? - Se agachó y la sujetó por los hombros. Tenía el cristal derecho de las gafas agrietado, y se le había doblado la montura. Tenía una marca enorme y roja sobre el pómulo derecho. Se estaba poniendo morada en el centro, donde la piel se había desgarrado. Airi asintió. Entonces empezó a toser otra vez. Sachi la soltó y la sujetó como había hecho Bepo antes, por el abdomen. Tosió menos agua, pero vomitó más bilis que antes. Le fallaron las piernas y Sachi la sentó despacio de rodillas en el suelo. Airi se incorporó, jadeando.
- Gracias... - Volvió a toser. Notaba agua en los pulmones pero no la daba sacado. Sachi la miraba preocupado, con el ceño fruncido.
- Airi, ¿confías en mí? - Ella asintió - Puedo ayudarte a sacar el agua, pero es desagradable. Muy desagradable. ¿Quieres intentarlo? - Ella volvió a asentir. Respiraba rápido, con inspiraciones breves. - Te voy a poner boca abajo y tienes que respirar muy hondo, lo más que puedas, intenta llenar los pulmones y la barriga de aire. Te van a dar arcadas, y ganas de toser. No intentes evitarlo. Va a doler, pero es lo más rápido. - Volvió a asentir, temblorosa.
Sachi la puso en pie con cuidado. La sujetó por las rodillas con un brazo y la levantó. La giró hacia el costado, dejándola boca abajo, y con la mano libre le echó la frente un poco hacia atrás. Notó como inspiraba hondo y soltaba el aire. Una vez, dos, tres. Le sujetó las rodillas con más fuerza mientras tosía. Vomitó agua y bilis. Cuando paró volvió a respirar, hondo, muy hondo. Tosió un par de veces. Se llevó las manos a la nariz y él le inclinó un poco más la cabeza. Estuvieron un rato entre toses y arcadas. Cada vez salía menos agua, las arcadas eran menos frecuentes, y las toses más secas. Cuando consiguió respirar diez veces seguidas la enderezó despacio. Temblaba, tenía los labios morados y estaba pálida como un muerto. Tenía el pelo empapado, y la capa interior del mono se le adhería al cuerpo. Airi no había dejado de llorar desde que la encontró fregando. Todo el rato, gruesos lagrimones le rodaban por las mejillas, pero parecía no notarlos. Le escurrió el pelo con una mano mientras pensaba cómo hacer que entrara en calor. Meterla en la bañera quedaba completamente descartado; débil como estaba no sabía qué pasaría si volvía a meterla en el agua. Pensó en darle algo caliente de beber, y desechó la idea. Probablemente su estómago no sería capaz de retener nada hasta dentro de un par de horas, y no necesitaba vomitar más líquido. Entonces tuvo una idea.
La cogió en brazos y entró con ella en la habitación del capitán. La sentó un momento en el suelo, y rebuscó en un baúl a los pies de la cama. Si tenía que bajar con ella hasta su cuarto tardaría una eternidad, y al capitán no le importaría que le robase una sudadera un rato. Sacó la sudadera más gruesa que encontró, y una camiseta más fina.
- Airi, hay que quitarte la ropa mojada para que entres en calor, ¿necesitas ayuda?.
Ella se incorporó un poco y se llevó los brazos a la nuca, para deshacer el cierre. Entre los temblores y el entumecimiento, se le quedaron las manos a casi un palmo de distancia de la nuca. Sachi estiró las manos despacio hacia ella y soltó el lazo. Se dio cuenta de que tenía la mirada perdida. Tiró un poco del cuello, hasta liberarle los hombros. La tela mojada se pegaba a la piel y hacía difícil desvestirla. Airi tiraba de los puños de las mangas, intentando quitárselo sin mucho éxito. Cada vez temblaba menos, pero seguía igual de fría. Aquello era mala señal. Le puso la sudadera por la cabeza, como un poncho.
- Airi, voy a quitarte la ropa mojada, y te voy a secar, ¿vale? - Ella hizo un pequeño asentimiento de cabeza.
Tiró del mono hacia abajo y fue palpando con las manos para liberar brazos y piernas. Airi estaba helada y rígida, pero no ofrecía resistencia. Cogió la camiseta y la metió bajo la sudadera, frotándole el cuerpo con ella. La cogió en brazos y la llevó a la cocina. Le colocó la camiseta alrededor del pelo, intentando que este no mojase la sudadera. Pensó dejarla sobre una silla, y optó por dejarla en el suelo contra los armarios por miedo a que se cayera. Vio cómo se le cerraban los ojos. La sacudió un poco.
- Ey, no te duermas, quédate conmigo. Intenta hablar, cuéntame cualquier cosa, pero no te duermas.
Abrió la puerta de la estufa que daba calor a los fogones. Agradeció una y mil veces que Penguin siempre la dejara limpia y con la madera lista para prender. Notó cómo le ardía la mejilla al pensar en él. Encendió una cerilla y la coló entre los papeles. Encendió otra e hizo lo mismo. La tercera la puso sobre las virutas de madera.
- Huele... bien... - Airi tenía los ojos entornados y había metido la cabeza hasta la nariz por el cuello de la sudadera.
Sachi la levantó en brazos y se sentó frente a la estufa con ella entre las piernas. Le apoyó la espalda contra su pecho y empezó a frotarle los brazos. La estufa prendió y empezó a calentar. Siguió frotando sus brazos y notó como empezaba a temblar violentamente. Escuchó sus dientes castañear. Airi se llevó las piernas al pecho, bajo la sudadera, y él aprovechó para frotárselas también. Cuando apenas volvía a tiritar, la acercó un poco más a la estufa. Ella estiró las piernas y acercó los pies al fuego. Seguía estando fría, pero volvía a tener la piel de un color normal y los labios rosados en vez de morados. Al rato empezó a cabecear. Esta vez Sachi la ayudó a acomodarse de lado contra su pecho y no impidió que se quedase dormida. Tardó un poco más en dejar de llorar. Aprovechó para soltarle el pelo y secarlo al calor del fuego.
Para cuando Law entró en la cocina, Airi tenía el pelo seco y seguía durmiendo entre los brazos de Sachi. Metió dos trozos más de leña en el fuego y se sentó junto a ellos frente a la estufa. Parecía cansado.
- ¿Puedes explicarme qué demonios pasó o vas a ser igual de incongruente que los demás? No veía a Penguin tan enfadado desde Apperford. - Murmuró. Sachi tragó saliva y miró a Airi. Se revolvió un poco en sueños, le acarició la cabeza y volvió a quedarse quieta. Llevaba así desde que se durmió, no pasaba tranquila más de cinco minutos.
Le contó al capitán lo ocurrido lo mejor que pudo. Habían subido a cubierta, Penguin y él habían subido al pie del mástil, Airi había bajado a la otra cubierta. Entonces habían salido corriendo Uni y Clione. Airi se había apartado para que no la aplastaran y había caído al mar. Penguin se había puesto a gritar. Había ido corriendo a la cubierta baja, él lo había seguido. Clione y Uni seguían peleando en el suelo. Bepo había salido del cuarto de navegación y había evitado que Penguin se tirase al mar. Bepo nadaba mejor, pero tardó mucho en sacar a Airi del agua. Penguin había montado en cólera y había arremetido a golpes contra Uni y Clione. Él había intentado pararlo, pero no había servido de mucho. Bepo había vuelto con Airi, la había dejado en cubierta y había conseguido sujetar a Penguin. Omitió la patada que Penguin le dio en la cara cuando se acercó demasiado, a pesar de que era obvio. Entonces había llegado Law. Había desmembrado a Penguin por completo con su habilidad y no le permitió volver a juntarse hasta que se calmó. Entonces los habían bajado a la sala médica a través de la sala de navegación. Él se había acordado de Airi y había vuelto a cubierta a buscarla, pero sólo encontró el mono empapado. Le contó al capitán cómo la había llamado a voces y la había encontrado frente a su cuarto, vomitando agua y ácido. Le pidió que no fuese por allí hasta que hubiesen limpiado. Entonces se puso rojo y le contó cómo había conseguido que Airi entrase en calor. Le pidió perdón por cogerle la sudadera y la camiseta.
Se quedaron en silencio, mirando el fuego. Airi seguía revolviéndose de vez en cuando, y habían empezado a coloreársele las mejillas de rojo.
- Lo siento, soy un inútil. No pude hacer nada - Sachi miraba hacia abajo con los hombros caídos. Law levantó el brazo y dejó caer el puño cerrado sobre la cabeza de Sachi.
- No hay inútiles en mi tripulación. Airi se habría muerto de hipotermia si no llegas a venir a por ella. La estufa fue una buena idea, y ponerle ropa seca también.
Volvieron a quedarse en silencio. Sachi acariciaba distraído la cabeza de Airi. Law miraba el fuego consumirse poco a poco, mientras se le cerraban los ojos.
- ¿Estás seguro de que traerla con nosotros fue una buena idea? - Law giró la cabeza para mirar a Sachi. Seguía teniendo la cabeza baja, pero había enderezado un poco los hombros. Law estiró una mano y le apartó un mechón de pelo de la cara a Airi. Frunció el ceño y le tocó la frente.
- Mierda, está ardiendo. - Sin demasiados miramientos, metió una mano bajo la sudadera, palpando el resto del cuerpo. - Tráela a mi habitación, tiene fiebre y abajo no quedan camillas. - Law se levantó y se dirigió a la puerta.
- Espera, el suelo...
- ¿Crees que voy a ver algo peor que alguna resaca que habéis pasado en esta cocina?
Sachi enmudeció y le siguió. Esquivó los charcos y la fregona en el suelo. Al entrar en la habitación vio el mono tirado en suelo, con un pequeño charco alrededor, y el baúl abierto con la ropa revuelta. Law ignoró todo eso y fue directo a la cama. Movió libros y papeles sin muchos miramientos al escritorio. Sachi tumbó a Airi en cama, sobre las mantas. La sudadera le llegaba a las rodillas, haciéndola parecer aún más pequeña.
- Ve a la cocina y llena una tina con agua fría, trae varios paños limpios también.
Sachi salió a toda prisa de la habitación. Law cerró los ojos, cansado. Miró a su alrededor y suspiró. Utilizó su habilidad para intercambiar varios papeles sueltos por un termómetro y varios frascos con diversos contenidos. Se frotó el puente de la nariz, e intercambió también un mortero, una botella oscura, un cuenco grande y un frasco de cristal vacío. Empezó a machacar hierbas en el mortero. Sachi volvió con una tina pequeña y varios trapos. Antes de que Law le dijera nada, metió uno en el agua y se lo puso a Airi en la frente. Abrió los ojos, sin enfocar la vista, y empezó a llorar en silencio otra vez. Sachi intentó limpiarle las lágrimas, sin demasiado éxito. Entonces notó una mano en el hombro.
- Perdón, ¿Qué?
- Mostaza, en grano. - Sachi se quedó quieto, viendo cómo Airi volvía a cerrar los ojos y seguía llorando. Law tiró de su hombro, obligándole a girarse - Sachi, mírame. Los problemas de uno en uno. Ahora necesito mostaza, en grano. Tiene que haber en la cocina, ve a por ella.
Sachi salió atropelladamente de la habitación. Law pasó el polvo del mortero al frasco de vidrio. Añadió líquido de la botella y se giró buscando con qué remover. Volvió a frotarse el puente de la nariz. Estaba agotado. Usó de nuevo su habilidad. Intercambió una varilla de metal y varios botes de hierbas más, pinzas, algodón, y varias botellas. Removió la mezcla en el frasco de vidrio y la dejó a un lado. Puso más hierbas en el mortero y volvió a machacarlas. Sachi le trajo la mostaza y la añadió al mortero. Fue a cambiarle el paño a Airi.
- ¿Eso del pasillo fue lo último que vomitó?
- Sí, después de ponerla boca abajo no echó nada más.
- ¿Puedes ir limpiando?
Sachi no dijo nada, se levantó y se fue a la cocina para volver al rato con más periódicos para limpiar el suelo. Vio que Airi había limpiado la peor parte y se preguntó de dónde había sacado fuerzas para moverse en ese estado. Law escaneó a Airi. No le quedaba agua en los pulmones ni en el estómago, lo cual era buena noticia. La mala era que tenía el estómago completamente vacío. No podía darle la medicina sin que comiese nada, y conseguir que tragase algo y no lo vomitase iba a ser imposible. Terminó con las hierbas y pasó el polvo resultante al cuenco grande. Añadió agua de la tina con las manos y mezcló con la varilla de metal. Consiguió una pasta de mal aspecto. Cogió un puñado con la mano y la metió bajo la sudadera, extendiéndola por el esternón. Airi volvió a agitarse en sueños, y sin pensar le acarició la cabeza como había hecho Sachi. Airi volvió a quedarse quieta. Rascó el cuenco con la mano para recoger toda la pasta restante y se la aplicó por la barriga, y un poco más por el pecho. Se limpió la mano en la propia sudadera de Airi. Le puso el termómetro, le tapó las piernas y le cambió el trapo frío de la cabeza. Volvió a centrarse en el mortero, cogiendo otras hierbas y machacándolas. Les añadió un poco de líquido de otra botella, y formó otra pasta dentro del mortero. La dejó sobre la mesa. Se giró hacia la puerta a tiempo de ver a Sachi desapareciendo por el final del pasillo. El suelo estaba limpio. Miró el termómetro de Airi. 39'2 °C. Volvió a colocarlo. Sachi volvió al poco rato.
- ¿Algo más capitán?
- Te toca, siéntate. - Le señaló la silla del escritorio.
- Estoy bien capitán, es sólo un golpe.
- Es sólo un golpe, pero si no le hacemos nada en un par de horas tendrás la cara hinchada desde la ceja hasta el mentón, y el cardenal durará semanas. Se te hinchará el labio por dentro y te dolerá al comer y al hablar. Siéntate.
Sachi obedeció. Se sentó muy quieto mientras Law le desinfectaba el desgarrón de la piel. Cerró los ojos cuando le quitó las gafas para ponerle la pasta del mortero. Law cubrió todo con un parche de gasa para evitar que perdiera humedad. Le devolvió las gafas cuando terminó. Airi se removió en sueños y emitió un sonido extraño, abriendo un poco la boca, como si quisiera gritar y se estuviera ahogando al mismo tiempo. Sachi se levantó y fue a acariciarle la cabeza. Tardó un poco más en quedarse quieta.
- Si quieres baja con los demás, me quedo yo con ella.
- Está Bepo con ellos. De todos modos dormían como troncos cuando salí. No creo que despierten hasta mañana. - Se quedaron un rato en silencio. Sachi acabó por sentarse en el borde de la cama. Law cogió un libro y se sentó en la silla.
- ¿Qué demonios le habrá pasado? Cuando dormía con nosotros estaba mal, pero no tanto. No veía a nadie así de mal desde que tú... - Law fulminó a Sachi con la mirada. Este último cerró la boca y lo dejó estar.
Pasaron el resto de la mañana leyendo, cambiando los paños de la frente de Airi y evitando que ella se despertara. A la hora de comer Law fue a la cocina, le bajó algo de comer a Bepo, que charlaba con Ikkaku y Jean en la sala médica, y llevó algo para Sachi y él a su habitación. A media tarde, tras varios cambios de sitio, Law empezó a cabecear. Se había sentado en el suelo, apoyando la espalda contra la cama. Sachi estaba sentado sobre la cama a su izquierda. A Airi le había bajado la fiebre, pero no del todo. Se removía bastante menos, y no había que cambiar el paño con tanta frecuencia. Al final Law se quedó dormido. Oscilaba entre estar derecho y apoyarse contra la pierna de Sachi. Este vigilaba que no cayese hacia el otro lado, y hacía exactamente lo mismo que con Airi: le acariciaba la cabeza despacio cuando se removía en sueños, hasta que paraba. Vio ponerse el sol por la ventana sobre el escritorio. Hizo una escapada fugaz para encender la luz del pasillo y dejar la puerta entreabierta. No quería quedarse completamente a oscuras.
Bepo apareció cuando ya era noche cerrada. Abrió la puerta un poco más y metió la cabeza. Sachi se llevó un dedo a los labios pidiéndole silencio. Bepo le preguntó por señas si quería algo de comer. Sachi asintió. Bepo se fue y volvió al cabo de un rato largo con dos cuencos de arroz con verduras y pescado. Sachi agradeció enormemente la comida caliente. El capitán era bueno en muchas cosas, pero en la cocina era un desastre, y la comida de mediodía había sido terrible. Bepo se sentó en el suelo y cenaron en silencio. Sachi acariciaba ya por inercia la cabeza de uno y otro cuando se removían. Al final Bepo volvió en silencio a la sala médica. Sachi acabó por sentarse en el suelo a la derecha del capitán. Airi ya no tenía fiebre, y llevaba casi una hora sin removerse. Se quitó las gafas y el gorro y los colocó a su lado en el suelo. Abrazó al capitán para que no cayera hacia su izquierda y lo enderezó. Lo inclinó un poco hacia él y apoyó la cabeza en su hombro. No tardó en notar la cabeza de Law sobre la suya. Escuchó cómo se le calmaba el pulso.
Se durmió recordando noches en vela de hacía más de diez años, llenas de pesadillas de las que nunca hablaban y horas llorando en la oscuridad.
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