Panic room

Airi despertó en su cama, temblando, llorando y con ganas de gritar. No recordaba qué había soñado. Le dolía el pecho como si alguien la aplastara y tenía todo el cuerpo agotado, como si llevase horas corriendo. Salió de la habitación haciendo el menor ruido posible. No quería despertar a Ikkaku; no sabía por qué, pero había empezado a tratarla mejor, y sabía que despertarla lo estropearía todo. Se quedó un rato en el pasillo, echa un ovillo contra la pared, hasta que reunió fuerzas suficientes para subir las escaleras. Llegó a la cocina y vio por las ventanas que aún era noche cerrada. Cogió un vaso y lo llenó de agua. Se sentó en el suelo, con la espalda contra los muebles.

Bebía a sorbitos, sujetando el vaso con las dos manos. Entonces oyó un golpe, y luego un sonido ahogado. Se acercó al otro extremo de la cocina y abrió la puerta del pasillo. Se veía luz por debajo de la puerta del capitán. Volvió a oír el sonido ahogado. Se acercó despacio a la puerta y llamó con dos golpes suaves. No recibió respuesta. Escuchó un sonido extraño, como si un animal arañase madera. La curiosidad pudo con ella y abrió la puerta. Apenas una pequeña rendija. El capitán se había dormido sentado en el escritorio. Tenía la cabeza apoyada sobre el brazo derecho, y la mano izquierda se clavaba en la madera de la mesa. Respiraba con dificultad. Airi se acercó, esquivando libros y papeles que había por el suelo, y trepó a la pila de libros que hacía a las veces de silla para ella. "¿Capitán?". Law abrió los ojos, tenía la vista desenfocada. "¿Capitán estás bien?". Law se incorporó despacio, con los ojos clavados en ella, aún sin enfocar. Se puso en pie y cogió su katana. Airi se puso de pie sobre los libros, con los brazos extendidos hacia Law, en un ademán tranquilizador. "¿Capitán?". Law lanzó un golpe con la katana sin desenvainar. Le dio en las costillas y la lanzó al suelo. Se golpeó la cabeza contra el pie de la cama y cayó en medio de un montón de libros y papeles. Se incorporó, aturdida, buscando al capitán con la mirada. Vio cómo levantaba la katana, esta vez sin funda, cargando otro golpe. "¿Por qué...?". Rodó por el suelo y esquivó el golpe por poco. Se arrastró hacia la puerta. Todo daba vueltas a su alrededor. Notaba el punto donde había golpeado la cabeza contra la cama arder. Se incorporó apoyándose en la pared. Avanzó lo más rápido que pudo hasta el final del pasillo. El capitán gritaba en un idioma que ella no entendía. Abrió la puerta justo cuando Law le dio una patada. Chocó contra las sillas, tirando dos al suelo.

Law avanzó hacia ella. Levantó la katana y la descargó, cortando el aire. Se escuchó un zumbido. La katana golpeó contra el suelo de metal. Airi había desaparecido.

Capitán, ¿qué demonios...?

Sachi ve a buscar a Bepo.

Penguin empujó a Sachi escaleras abajo y se encaró con el capitán, que avanzaba hacia él con la katana en la mano y la mirada perdida.

- Capitán despierta. Soy yo, Penguin, ¿no me reconoces? - Law lanzó un golpe impreciso. Penguin lo esquivó y se escabulló hasta la mesa. Cogió una silla para usarla como escudo. - ¡Capitán! ¡Despierta! Sólo es un mal sueño... - Law lanzó otro golpe, partiendo la silla por la mitad. Penguin la soltó y cogió otra. - Capitán, joder, despierta. - Otro golpe. Penguin le lanzó los restos de la silla. Law los apartó sin inmutarse. - ¡Law! ¡Despierta! ¡No quiero hacerte daño!. - Se cubrió con otra silla del siguiente golpe. Bepo llegó corriendo por las escaleras, seguido de Sachi.

- ¡Capitán! - Bepo sujetó a Law por detrás, reteniendo sus brazos. Este soltó la katana y se revolvió, sin ganas. Penguin se acercó y le dio un golpe en la cara al capitán, con la mano abierta. Law bajó la cabeza y se quedó quieto. Bepo lo dejó en el suelo, sujetándolo para que no cayera.

- ¿Despertaste ya? - Penguin le puso una mano en el hombro al capitán. Law asintió y se frotó la cara con las manos. Miró alrededor desorientado.

- Decidme que no ha pasado otra vez, por favor... - Bepo le abrazó por detrás. Penguin bajó la cabeza.

- ¿Estáis los dos bien? - Sachi estaba recogiendo los trozos de sillas rotas y se había quedado mirando el suelo. Penguin y Law asintieron - Entonces... ¿La sangre de quién es? - Penguin se giró sin entender. Law levantó la cabeza, y al ver las sillas volcadas abrió mucho los ojos.

- Mierda...

Se deshizo del abrazo de Bepo y bajó corriendo las escaleras. Abrió la puerta de la habitación de Ikkaku sin llamar y encendió la luz. Escuchó a la ingeniera quejarse desde la cama del fondo, y vio las otras dos camas vacías. Volvió a salir al pasillo y fue directo al baño. Vacío también. Iba hacia la habitación de los chicos cuando Sachi le sujetó el brazo.

- ¡Capitán! - Murmuró - Es medianoche, vas a despertarlos a todos, ¿qué demonios pasa?

- ¿Dónde está la mocosa? - La voz de Ikkaku les hizo girarse. Sachi miró primero a Ikkaku, luego la cara pálida de Law, recordó la sangre en el suelo. Soltó al capitán.

- Capitán, ¿qué demonios ha pasado? - Law se apoyó en la pared y se dejó caer hasta el suelo.

- No lo sé. - Negó con la cabeza baja - No lo sé...

⬧⬧⬧

Penguin volvió a la cocina cuando el sol asomó por el horizonte. Había pasado toda la noche con Sachi buscando a Airi. Habían registrado el submarino de arriba abajo dos veces. Ikkaku había registrado el motor y tampoco la había encontrado. Habían mirado hasta en la santabárbara, aún sabiendo que era imposible que Airi se escondiera allí. Sachi había trepado al mástil. No la había encontrado arriba ni la había visto desde esa altura. Habían recorrido la playa llamándola a voces. Bepo se había llevado a Law a su habitación para intentar hacerle recordar qué había pasado, sin éxito. Después de desayunar irían a buscarla al bosque, y si no la encontraban irían al pueblo. Si tampoco la encontraban allí...

Penguin sacó la olla para el arroz y escuchó un zumbido, seguido de un golpe y del sonido de sillas cayendo al suelo. Se giró, desconcertado. Airi estaba hecha un ovillo bajo la mesa, había dos sillas en el suelo. Penguin dejó la olla en la encimera y se acercó a ella. Apartó las sillas.

- ¿Airi? - Ella se puso en tensión, cubriéndose la cabeza con las manos. - No pasa nada, soy yo, Penguin. - Airi aflojó un poco la tensión y giró la cabeza para mirarle, muy despacio. Tenía los ojos enrojecidos de llorar. Penguin se agachó, estiró el brazo y le acarició la espalda. - Ven, sal de debajo de la mesa. - Tiró un poco de ella. Airi se arrastró hasta salir de debajo de la mesa y se sentó de rodillas, secándose la cara con la manga del mono. Sólo llevaba la capa interior. - No pasa nada, ven. - Penguin le sonrió y estiró los brazos para abrazarla. No sabía cómo demonios había llegado allí, pero le daba miedo asustarla y que desapareciese otra vez. El capitán sostenía que se había esfumado ante sus ojos. La había abrazado una vez y se había calmado, podía volver a funcionar. Airi se levantó y dio un paso hacia él, aún sujetándose la cabeza. Se tambaleó y Penguin la cogió antes de que cayera al suelo. Ella soltó un quejido en cuanto la tocó y se apartó de él de un empujón. Cayó al suelo sobre su costado derecho. Volvió a hacerse un ovillo. Respiraba muy rápido y le rodaban las lágrimas por las mejillas. Entonces Penguin se dio cuenta de las manchas rojizas en la ropa y el pelo de Airi. Le colocó la mano sobre el costado. Soltó otro quejido e hizo ademán de apartarse. Penguin le pasó con cuidado una mano bajo las rodillas y otra por la nuca. No se movió. La levantó con cuidado del suelo. Tenía el lateral derecho de la cabeza lleno de sangre fresca. Bepo entró en la cocina por la puerta que daba a la habitación del capitán.

- ¿Dónde la has...?

- Avisa al capitán - Bepo frunció el ceño

- Está durmiendo. ¿Dónde...?

- Bepo, tiene una brecha en la cabeza, avisa al capitán. La voy a llevar abajo.

Bepo volvió al pasillo y Penguin llevó a Airi hasta la sala médica. Intentó dejarla en una camilla libre, pero ella se le agarró a la pechera del mono. Le miraba aterrorizada. Se sentó en la camilla con ella en el regazo e intentó que dejara de llorar. Casi lo había conseguido cuando Law entró en la sala, tenía aún peor aspecto que de costumbre. Al verlo, Airi se puso pálida y se revolvió, intentando alejarse de él. Penguin intentaba sujetarla sin hacerle daño. Law se detuvo al ver su reacción. Sabía que no podría hacer nada con ella si no se estaba quieta.

- Airi, tranquila, no va a hacerte daño - Penguin le hablaba en voz baja, como si fuese un animal asustado. - Hay que hacer algo con la herida de tu cabeza, y él es el que mejor puede arreglarla. - Airi seguía intentando escaparse, pero cada vez que estiraba el tronco o movía la cabeza un rayo de dolor la detenía. - Airi por favor para quieta, no queremos hacerte daño, de verdad. - Penguin recordó algo que hacía con Sachi para calmarlo cuando eran pequeños. Le cogió con suavidad la barbilla a Airi, girándole la cabeza hacia la suya. Se agachó y juntó sus frentes. - Tranquila, no pasa nada, nadie va a hacerte daño. - Airi se revolvió un segundo, luego paró. Empezó a respirar más despacio. Dejó de llorar. Penguin se separó lentamente y la enderezó despacio hasta sentarla sobre su regazo.

Law empezó a coger cosas por la sala y ponerlas en una de las bandejas de aluminio. Airi se adormiló en los brazos de Penguin. Law se acercó a ellos con la bandeja y la farola con ruedas. Se sentó a la izquierda de Penguin, encendió la luz, se puso unos guantes azules e intentó apartar el pelo de la herida con una mano. Airi se removió un poco, pegó la cara al pecho de Penguin y se quedó muy quieta. Law acabó cogiendo unas tijeras y cortando mechones de pelo llenos de sangre seca. Al final consiguió ver la herida. Era una brecha de casi cinco centímetros, irregular, y profunda hasta el cráneo. Recortó el pelo del borde, la limpió y le dio veinte puntos diminutos. Le aplicó una cataplasma para que cicatrizase mejor y le vendó la cabeza para que no se le enredase el pelo en la herida. Empezó a recoger las cosas.

- Espera - Penguin le detuvo, seguía sosteniendo a Airi en brazos. - Tiene algo en el costado izquierdo. - Law se giró. Usó su habilidad para escanearla y vio el cardenal alargado formándose en su costado. Tenía varias fisuras en las dos costillas que habían recibido el golpe. Law recordó vagamente la imagen de Airi sobre la pila de libros, cómo había impactado la katana contra ella y el golpe de su cabeza contra la cama. Se le revolvió el estómago.

- Tiene fisuras múltiples en dos costillas, y un cardenal encima. Sellarán solas, pero tiene que guardar reposo al menos una semana. - Airi se giró despacio, buscando a Law con la vista.

- ¿Qué es reposo?

- Estarse lo más quieto posible. Tumbado o sentado. No correr, no levantar peso, no entrenar, no trepar. - Law miraba al suelo mientras hablaba. Tenía los guantes manchados de sangre. Airi asintió despacio con la cabeza. Law se giró, dio dos pasos y dejó la bandeja sobre un lavadero metálico. Se quitó los guantes. Y bajó la vista hacia sus manos, repasando los tatuajes. - Lo siento. - Airi le pidió a Penguin que la dejara en el suelo y se acercó con pasos vacilantes al capitán. Le tiró del pantalón para que la mirara.

- ¿Puedo hacerle una pregunta capitán? - Law giró la cabeza y la miró. Asintió. - ¿Cuándo se van las pesadillas?

La pregunta cogió a Law a contrapié. Se acuclilló para quedar a su altura, buscando una respuesta. Ambos tenían demasiadas ojeras y muy poco color en la piel. Abrió y cerró la boca, sin saber qué decir. Miró a Penguin en busca de ayuda, pero el cocinero miraba al suelo, con los ojos tapados por su visera. Volvió a mirar a Airi a los ojos. Ella bajó la cabeza, dio un paso adelante y abrazó a Law por el cuello, poniéndose de puntillas. Law la abrazó con cuidado, intentando no tocar el golpe de su costado. Se quedó muy quieto hasta que Airi le soltó.

- ¿Puedo leer durante el reposo?

- Claro - Airi sonrió un poco - Deberías comer algo, ¿No tienes hambre? - Airi vaciló un momento, luego asintió. - Ve con Penguin a la cocina entonces.

Subieron a la cocina y encontraron a Sachi colocando sobre la mesa una olla humeante. Ikkaku y Jean ocupaban sus sitios habituales. Sachi y Jean sonrieron al verla. Ikkaku tenía una expresión más bien interrogante.

- ¡Airi! Te estuvimos buscando, nos tenías preocupados. - Sachi se acercó a ella. Tenía una expresión de alivio evidente - ¿Quieres desayunar? Hice sopa, no es tan buena como la de Penguin pero es lo único que sé hacer. - Airi asintió, y la cocina dio vueltas alrededor de ella. Se agarró a la pierna de Penguin por miedo a caer.

- Intenta no mover rápido la cabeza, al menos hoy. - Penguin se agachó y la cogió en brazos. El olor a ingredientes de cocina y sábanas limpias opacó el de la sopa.

La sentó a la mesa y se sentó a su derecha. Sachi se colocó de pie a su izquierda y repartió el desayuno. Airi notaba las miradas que Jean le lanzaba al vendaje de su cabeza. Ikkaku no se molestaba en disimular su curiosidad. Agradeció para sus adentros que ninguno hiciera preguntas. Desayunó sopa y arroz. Terminó de primera. Cruzó los brazos sobre la mesa y apoyó la cabeza sobre ellos. El mundo dejó poco a poco de dar vueltas a su alrededor.

Se despertó cuando notó cómo la cubrían con una manta. Abrió los ojos. Estaba en su cama. Le habían puesto la capa exterior del mono. Se encontró con los oscuros cristales de las gafas de Sachi. En la ciudad donde habían parado había conseguido unas gafas nuevas, sorprendentemente parecidas a las anteriores. Se había quedado quieto, muy cerca de ella, con las manos aún sujetando el borde de la manta. Airi se movió para intentar incorporarse. No quería dormir. Entonces vio algo extraño. El reflejo se movía sobre las gafas de Sachi. Se quedó muy quieta, mirando fijamente su diminuto reflejo en el cristal tintado. Sachi soltó la manta y giró la cabeza, incómodo.

- Perdón, no quería despertarte. - Airi se incorporó despacio hasta quedar sentada.

- La del reflejo soy yo, ¿verdad? - Se llevó una mano a la cara, palpando su mejilla y su nariz. Sachi se giró para mirarla, extrañado. Entonces lo entendió.

- Sí, ¿no te habías visto antes? - Airi iba a negar con la cabeza, pero recordó en consejo de Penguin de no moverla.

- No... - Sachi la miraba con la boca torcida, como preguntando.

- ¿Te gustaría verte? - Airi giró la cabeza muy despacio. Nunca se había visto en un espejo. Lo más parecido era ver su reflejo en el agua, pero siempre era borroso.

- ¿Puedo? - Sachi sonrió y estiró los brazos hacia ella.

- Ven.

Airi se dejó coger en brazos. No le gustaba demasiado, pero caminar no parecía una idea segura y sentarse a hombros como otras veces parecía aún peor. Sachi la llevó al baño y se paró con ella frente al lavabo. Airi tenía que ponerse de puntillas para lavarse las manos, así que nunca lo había visto desde aquella altura. Había un cuadrado colgado sobre el lavabo que reflejaba los azulejos blancos. Sachi se giró un poco y le vio en el espejo. Sonreía, divertido, mientras la miraba. Pero no la miraba a ella. Miraba su reflejo. Airi se encontró con su propia mirada en el espejo y entendió un poco mejor por qué a los niños del pueblo les daba miedo. Tenía un aspecto horrible. El blanco de su piel rivalizaba con el de los azulejos. Tenía la cara demasiado delgada y los ojos muy hundidos en unas cuencas oscuras. Tenía los labios finos y pálidos y una nariz muy recta. Se sorprendió al ver el mono en el espejo. Le gustaba, con él no parecía tan delgada, y viéndose junto a Sachi casi le pareció que era parte de la tripulación. Casi. Entonces se vio el pelo. No había dos mechones del mismo largo. Tenía pegotes de sangre seca y enredos por todas partes. La venda había atrapado algunos mechones sí y otros no. Por zonas parecía que alguien le hubiese pegado a la cabeza trozos de lana a medio cardar. Se llevó una mano a un nudo del tamaño de una uva y tironeó un poco para intentar deshacerlo. Sachi le apartó la mano con delicadeza y le acarició el pelo.

- Normalmente tienes mucho mejor aspecto, te lo aseguro. - Airi bajó la mirada, huyendo de su propio reflejo. - El capitán no suele tener mucho cuidado con estas cosas: sólo le importa arreglar la herida lo mejor posible. - Airi asintió. El baño empezó a girar a su alrededor. Enterró la cabeza en el hombro de Sachi. Olía a sábanas limpias, igual que Penguin, pero también olía como el mar.

Sachi le acarició la cabeza, intentando evitar la herida y todos sus enredos. Más de uno de sus antiguos compañeros de la peluquería le habría dicho cuatro cosas al capitán por hacer semejante monstruosidad con el pelo de alguien. Tal vez enseñarle su reflejo a Airi en ese preciso momento no había sido la mejor de las ideas.

- Si quieres cuando el capitán te cambie las vendas hablo con él y le pregunto si puedo arreglarte un poco el pelo. - Sabía que dejar aquello bien iba a requerir varios milagros, pero no es que se pudiera estropear más.

-¿Se puede arreglar? - Airi le miraba con los ojos muy abiertos, interrogantes.

-Claro, ya verás como después de lavarlo y peinarlo se ve mucho mejor. Además, lo podemos cortar para igualarlo un poco. - Sachi iba mirando los mechones mientras hablaba, consciente de que igualar aquello sin raparle la cabeza era imposible, pero confiando en poder improvisar algo sobre la marcha. - Si no te gusta siempre puedes ponerte el gorro de aviador y cubrirlo todo. - A Airi no le cabía la sonrisa en la cara. Sachi se relajó un poco. - No has dormido nada hoy, ¿verdad? ¿quieres volver a la habitación a dormir? - La sonrisa se esfumó.

- No por favor. - Sachi le apartó un mechón de pelo de la frente.

- ¿Tienes problemas con Ikkaku? - Airi bajó la cabeza.

- No... - Sachi esperó un segundo a ver si decía algo más. La sentó sobre el lavabo, de espaldas al espejo. Se agachó un poco para quedar a su altura.

- Airi, ¿Por qué no quieres dormir? - Hubo un silencio tenso. Sachi sabía de primera mano lo complicado que podía ser responder a esa pregunta. También sabía que a veces hablar podía ayudar.

- Pesadillas

La palabra fue apenas un murmullo. Sachi se esperaba esa respuesta. Dejó que el silencio se tragase la conversación. Iba a ofrecerle a Airi ir a ver a Bepo entrenar cuando ella empezó a hablar. Le temblaba la voz, había apretado las manos en dos puños sobre sus muslos. Tenía la cabeza gacha y los hombros encogidos. Le habló de su familia, de su padre y su madre. Trabajaban de mensajeros, igual que ella. Ellos no eran de Wano, pero ella había nacido allí. Viajaban todos los días. Su madre siempre cantaba y le había enseñado los nombres de las estrellas. Su padre la llevaba a hombros y siempre las hacía reír.

Un día, cuando ella tenía 4 años, su padre había ido a llevar un encargo a la ciudad desde el pueblo en el que habían parado y no había vuelto. Su madre había esperado con ella tres días enteros, luego le había pedido a los aldeanos si podían cuidarla esa tarde y había ido a buscarle. Tampoco había vuelto. Había escuchado a los aldeanos decir que no volverían, que había habido revueltas en la ciudad y había muerto mucha gente. Había demasiados cadáveres para identificarlos a todos. Airi se había fugado a la ciudad y les había buscado, primero por las calles principales, luego en los callejones, luego preguntando a gente, hasta que vio las pilas de cadáveres amontonadas frente al palacio. Tampoco había encontrado a sus padres en ellas.

Había vuelto al pueblo porque no tenía a dónde ir. Los aldeanos la habían cuidado, pero apenas tenían para comer ellos, así que había empezado a trabajar como sus padres, de mensajera, a cambio de comida, de agua, de lo que fuera para vivir un día más. Los primeros años pensó que volverían. A veces pensó que la habían abandonado. Acabó por asumir que los habían matado junto a los demás en las revueltas. Ella se había quedado en el pueblo porque no sabía a dónde ir. La gente del pueblo moría de hambre y de frío por las noches, y ella se acostumbró a estar sola.

Recordaba los nombres de las estrellas y sus historias, como su madre le había enseñado. Recordaba cómo orientarse usando el sol, como había aprendido de su padre. Apenas recordaba la canción que su madre solía cantar. Ya no recordaba la risa de sus padres. Había olvidado sus caras, el sonido de su voz, su olor.

Por las noches les veía alejándose de ella por el camino. Caminaban cogidos de la mano, sin mirar atrás. Ella corría, intentando alcanzarlos, pero nunca llegaba. Tenía las piernas demasiado cortas, tropezaba, algo tiraba de ella. Cuando los alcanzaba se encontraba sus cuerpos en el suelo cubiertos de sangre.

- Otras veces despierto y no sé qué pasó, y eso es peor, porque vuelvo a perderles sin saber cómo. - A Airi le pasó un escalofrío por la espalda, haciéndola temblar. - Quiero recordar sus caras, pero no puedo. Quiero recordar algo bonito de ellos, los echo de menos, ¿Por qué no puedo recordar nada más que las estrellas y el sol?

Sachi no sabía qué decir. Airi lloraba, intentando ahogar los sollozos, pero las lágrimas se escurrían por su cara y caían sobre sus manos. Tenía los nudillos blancos. A Sachi todo aquello le sonaba demasiado familiar, pero él siempre había tenido a Penguin. No podía imaginarse lo que era pasar aquello solo. Abrazó a Airi con cuidado de no tocar su costado. Penguin le había avisado. Airi se aferró a él con brazos y piernas, enterrando la cabeza en su hombro. Sachi la levantó aún abrazándola y se quedó muy quieto con ella en brazos, hasta que dejó de llorar. Cuando se calmó del todo la ayudó a lavarse la cara. Fueron a su cuarto y recogieron el casco de aviador. Le venía un poco grande, así que no le presionaba la herida. La cogió en brazos y fueron a ver a Bepo y Jean entrenar.

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