Lemon tree

Airi pasó el día y la noche siguientes en el cuarto del capitán. Law le medía la temperatura a ratos, y le dio de comer una crema espesa y un poco amarga. Le sentó bien. Airi le pidió que siguiera enseñándole a leer. Le dejó un libro sobre plantas medicinales, lleno de ilustraciones. Airi lo leyó despacio, maravillada con los dibujos. Le dolía la cabeza y le costaba un poco enfocar la vista, pero prefería leer a dormir. Sachi y Bepo iban y venían con aire alicaído. Ikkaku fue a mediodía. Le dejó la comida al capitán y a ella le dio las dos piezas de su mono, limpias y secas. Se fue sin decir nada, pero parecía menos enfadada que las otras veces.

Cuando terminó el libro Law le dejó otro, un poco más complicado. Se tumbó con ella en cama. Ella leía, él le corregía los errores y le explicaba lo que no entendía. Pasaron horas así. Al final Airi se quedó dormida mientras Law le explicaba cuál era la forma correcta de secar las amapolas para conservar todos los opiáceos. Law se quedó en silencio, ojeando el libro. Se lo sabía de memoria, pero seguía siendo el mejor compendio plantas medicinales con efecto sedante que había encontrado hasta la fecha. Al rato Airi se agitó en sueños, abrió un poco los ojos y empezó a llorar. Se incorporó y miró alrededor. Sus ojos no enfocaban nada, y movía los labios sin emitir ningún sonido. Law la miró un segundo, frunciendo el ceño. Le acarició la cabeza y volvió a acostarla. La notó temblar, pero ya no tenía fiebre, y no estaba fría. Siguió acariciándole la cabeza, a falta de una idea mejor. Cuando por fin se quedó quieta intentó retirar la mano. Airi volvió a abrir los ojos, pero esta vez sí enfocó la vista. Miró primero al capitán, luego al libro abierto, y al capitán otra vez. Se sentó y se frotó los ojos. Le temblaban la manos.

- Perdón - Balbuceó. Volvió a fijar la mirada en el libro abierto. Tenía los ojos llorosos, y los movía por la página mientras su boca intentaba articular alguna palabra, sin conseguirlo. Law volvió a colocarle la mano sobre la cabeza.

- No pasa nada, puedes dormir, es tarde. - Airi giró la cabeza y le miró. Parecía asustada. Empezaron a rodarle lágrimas por las mejillas.

Law la miró, y por un segundo demasiado largo volvió a tener nueve años. Estaba de pie frente a un armario en el hospital. Decía algo, pero no recordaba qué. Palabras tranquilizadoras, mentiras. Había cerrado la puerta. No volvería a verla.

Airi se hizo un ovillo contra su pecho y le sujetó la camiseta con la mano izquierda. Seguía temblando. Law le pasó el brazo por encima, abrazándola. Se quedó quieto, con los ojos abiertos fijos en la pared, recordando que alguien le había abrazado de forma parecida, hacía demasiado tiempo, cuando el plomo ámbar le destrozaba el cuerpo por la noche. Bepo los encontró varias horas después durmiendo en esa misma postura. Les echó una manta por encima, apagó la luz y cerró la puerta despacio.

Les despertaron los gritos de Sachi. Entraba luz por la ventana, pero aún no había salido el sol. Law gruñó, intentó girarse y se encontró a Airi aún agarrada a su camiseta. Tenía los ojos muy abiertos, mirando asustados la puerta de la que venían los gritos. Law le soltó las manos y fue directo a la cocina. Cuando abrió la puerta los gritos se escucharon más fuerte. Entonces sonó un golpe. Otro grito. Silencio. Airi salió de la cama y se dirigió por el pasillo a la cocina. Vio a Penguin apoyar la espalda contra la pared. Se dejó caer hasta sentarse y se cubrió la cabeza con las manos. Airi entró en la cocina sin hacer ruido. Law y Sachi se habían ido. Miró a Penguin, que se había quedado sentado contra la pared.

Airi dobló los puños de la sudadera hasta que las mangas le llegaron cerca del codo. Limpió la estufa, la cargó y la encendió. Puso un cazo con agua al fuego. Cogió dos tazas y las dejó sobre la encimera. Se subió a la silla y abrió el armario de las especias. Rebuscó entre los botes. Agradeció una y mil veces haber aprendido a leer, aunque fuese sólo un poco. Encontró los que buscaba. Manzanilla, tila y anís. Puso un poco de los tres en una taza, y en la otra puso sólo anís. Guardó los tarros. El agua comenzó a hervir y llenó las tazas con ella. Cogió las tazas y las dejó en el suelo al lado de Penguin. Se colocó frente a él. Tenía los nudillos blancos de apretar el gorro contra su cabeza, y el cuerpo completamente rígido. Airi apoyó sus manos sobre las de él. Penguin dejó caer los brazos a los costados. Airi le separó un poco las rodillas, buscándole la cara. Tenía una mancha roja en la mejilla, y sangre seca en la comisura del labio. Estiró una mano y le levantó la visera para verle los ojos. Estaba a punto de llorar. Airi se colocó a su lado y le puso la taza con manzanilla en la mano. Penguin miró la taza, desconcertado, y luego a ella. Airi cogió su propia taza y dio un sorbito. Se quedó quieta, expectante. A Penguin le llevó un par de segundos, pero cogió la taza con las dos manos y dio un trago. Airi se sentó a su lado, con las piernas estiradas y la espalda contra la pared. Siguieron bebiendo en silencio. Airi vio por el rabillo del ojo cómo se secaba las lágrimas con la manga. No dijo nada, pero se acercó a él hasta estar pegada a su costado. Al final Penguin dejó de llorar y se terminó el té. "Gracias", murmuró. Giró la cabeza para mirar a Airi. Ella tenía la taza vacía entre las manos y una enorme sonrisa en la cara. "De nada". Notó un pinchazo en el labio partido al devolverle la sonrisa.

Penguin fue a limpiar las tazas. Airi recogió su mono de la habitación del capitán y fue a la ducha. Bajo la sudadera estaba toda pringosa de la cataplasma que le había puesto, y tenía el pelo rígido por la salitre. Se frotó con ganas, con agua caliente y jabón. No recordaba la última vez que había dormido tan bien como la noche anterior. Se secó con la toalla y se puso el mono. Penguin tenía razón: era increíblemente cómodo. Recogió la sudadera del capitán y volvió con ella a la cocina. No tenía ni idea de cómo lavarla. Encontró a Penguin en la despensa, anotando cosas en una libreta. Le dijo que le quitase el grueso de la mancha bajo el grifo, y que luego la metiese en una tina con agua y jabón del que usaban para los platos. Cuando terminó, le pidió que bajara al cuarto del motor y le preguntara a Ikkaku si necesitaba comprar algo en tierra. Ikkaku le dio una hoja con una lista de materiales, le dio las gracias y volvió a las entrañas del motor. Airi se preguntó qué había hecho para que de repente la tratase tan bien. Volvió a la cocina y le dio la lista a Penguin. Se sentó con él a la mesa, repasaron las dos listas en silencio.

- ¿Quieres venir a tierra a por provisiones? - Airi le miró. Giró la cabeza y miró por la ventana. Se veía una playa con un bosque detrás. - Me vendría bien otro par de manos para poder llevar todo esto. - Airi asintió. Se moría de curiosidad por ver cómo era el resto del mundo. - Ve a buscar a Jean, dile que coja la carreta.

El bosque era mucho más denso de lo que parecía desde el submarino, pero los caminos estaban bien cuidados. No tardaron en llegar a una ciudad pequeña. Penguin llevaba a Airi a hombros y Jean tiraba de una carreta de dos ruedas. Las casas se apiñaban en la ladera de una colina, rodeadas de campos de cultivo. Un poco más allá se distinguían los tejados de tela de colores propios de los mercados. Jean comentó que habían tenido suerte, sería más fácil conseguir todo allí que en un pueblo pequeño. Penguin asintió; no había dicho nada desde que bajaron a tierra y caminaba mirando al suelo. Airi se comía el mundo con los ojos.

Fueron directamente al mercado, esquivando el pueblo. Penguin dejó a Airi en el suelo cuando llegaron al mercado y se acercó a uno de los primeros puestos, lleno de manzanas de varios colores. Tuvo una discusión breve con la tendera, y volvió junto a la carreta mirando al suelo con dos bolsas grandes, una de manzanas verdes y otra con manzanas rojas. Airi se había pegado a la pierna de Jean, temiendo que la arrollara la gente al pasar.

- ¿Cuánto?

- 200

- ¿Estás perdiendo facultades? - Jean sonreía, con aire divertido.

Penguin se quitó un momento el gorro, se pasó una mano por el pelo para despejarse la cara y se lo volvió a poner. Echó a andar sin decir nada hacia el siguiente puesto. Jean cogió a Airi y la sentó sobre su hombro.

- ¿Tú sabes qué le pasa? - Airi negó con la cabeza - Le encantan los mercados, siempre se enzarza en regateos absurdos. Debería haber pagado la mitad por esas manzanas.

- ¿Se va a enfadar el capitán?

- Lo dudo. Si no fuese por Penguin nos habríamos muerto todos de hambre, varias veces para ser sinceros. - Penguin volvió a la carreta y dejó dos bolsas cerradas.

- 50 - Se dio media vuelta y siguió caminando. Jean cogió la carreta y le siguió.

- Eso es más propio de él. A veces sólo hay que picar un poco a la gente.

Siguieron recorriendo el mercado. Penguin regateaba e iba llenando la carreta. Airi empezó a hacerle preguntas a Jean sobre lo que veía. Era todo muy distinto a Wano. Las ropas de la gente no tenían nada que ver, las frutas y verduras eran distintas también. Había un puesto lleno de pescado, y no pudo reconocer ninguno. Cuando ya habían recorrido medio mercado Penguin volvía a mirar al frente al caminar, y se le formaba una pequeña sonrisa cuando dejaba las cosas en la carreta. Jean y Airi hablaban sin parar, comparando Wano con aquel lugar, y con otros en los que Jean había estado y que Airi no podía esperar a ver. Al final llegaron a una gran plaza donde había varios puestos de comida. Había un corro de gente en uno de los laterales. Desde los hombros de Jean, Airi vio a una joven bailando. Llevaba un sencillo vestido azul. Daba vueltas sobre sí misma haciendo ondear el vestido al ritmo que marcaba la música. Tres chicos jóvenes tocaban instrumentos: uno soplaba algo demasiado largo para ser una flauta; otro estaba sentado con un pequeño tambor entre las piernas; el último llevaba un instrumento de cuerda en brazos. Movía las manos a toda velocidad. La canción terminó y la gente del corro aplaudió. Le lanzaron monedas al cuarteto, que hacía exageradas reverencias. La gente se dispersó un poco y empezaron a tocar de nuevo. Esta vez hubo risas. El del instrumento de cuerda empezó a cantar junto a la bailarina, y pronto todo el mundo cantaba y bailaba una animada canción. A Airi le pudo la curiosidad. Saltó de los hombros de Jean al suelo y se escurrió entre la gente hasta el corro de mirones. Se colocó en la primera fila. La música le llenaba los oídos y acabó saltando de un pié a otro siguiendo el ritmo. Una silueta familiar se colocó frente a ella. Sachi se sacó el gorro en una reverencia burlona y le ofreció la mano. Airi se la dio, pensando que iba a sacarla de allí, pero Sachi tiró de ella al medio de donde bailaban los más alocados. La levantó y la colocó sobre sus pies. Bailó con ella hasta que terminó la canción, haciéndola girar sobre sí misma y levantándola varias veces del suelo. Cuando terminaron le dolía la cara de sonreír. Sachi le dio una moneda para lanzarle a los músicos y salieron del corro, que se reordenaba para la siguiente canción.

Jean le contaba algo al capitán, que comía distraído una bola de arroz. Penguin se había sentado en la carreta, de espaldas a ellos, y revisaba las listas una y otra vez. Airi se acercó a él, sonriendo. Penguin tenía los ojos vidriosos fijos en las listas. Airi trepó a la carreta y se sentó a su lado.

- ¿Faltan muchas cosas aún? - Penguin se giró hacia ella, y la miró como si le sorprendiera encontrarla allí. Se frotó los ojos.

- Sólo un par de cosas, pero habrá que ir a buscarlas a la ciudad, no creo que las vendan aquí. - Volvió a bajar la vista hacia las listas. El capitán se paró frente a ellos.

- ¿Vas con Sachi a por lo que falta? - Penguin abrió la boca y volvió a cerrarla. Giró un poco la cabeza para ver a Sachi hablando con Jean por el rabillo del ojo. Devolvió la vista a las listas.

- Sí capitán.

Law le hizo un gesto con la cabeza a Airi indicándole que lo siguiera. Jean cogió la carreta y se dirigió con ellos de vuelta a la playa. Airi se giró para ver a los dos que quedaban atrás: Penguin miraba al suelo y Sachi miraba al capitán alejarse frunciendo el ceño. Tardaron poco en llegar a la playa. Law usó su habilidad para llevar a Jean y a la carreta al barco, dejándolos a él y Airi solos en la playa.

- ¿Te importa si probamos algunas cosas con tu habilidad? - Airi le miró, sorprendida, e hizo una pequeña negación con la cabeza. - Si no recuerdo mal para mover cosas al pasado tienes que intercambiarlas, pero para moverlas al futuro no, ¿Verdad? - Airi asintió - ¿Has probado alguna vez a usar tu habilidad sobre algo en movimiento? - Airi lo pensó un segundo. Había usado su habilidad pocas veces, siendo sinceros. Volvió a negar con la cabeza. - ¿Lo intentamos? - Airi asintió.

Pasaron varias horas en la playa. Law descubrió que la habilidad de Airi funcionaba mucho mejor cuanto más cerca de ella estuviera el objeto. Si lo estaba tocando controlaba perfectamente cuánto lo movía en el tiempo, pero a partir de los cinco metros empezaba a fallar. Si trataba de adelantar algo 10 segundos a veces lo adelantaba 5 y a veces 15, sin ningún patrón. Le resultaba más sencillo adelantar objetos estáticos. Cuanto más rápido, más tenía que concentrarse. Le llevó cinco intentos mover una piedra que Law lanzaba hacia arriba suavemente, y más de diez mover una que lanzaba al frente. Los objetos que movía en el tiempo conservaban el movimiento. Para probar con varios objetos a la vez, Law acabó utilizando su habilidad. Acabaron creando una cúpula de piedras flotantes que aparecían y desaparecían, rotando en el aire a distintas velocidades. Pararon cuando Law se dio cuenta de que Airi jadeaba. Al parecer su habilidad agotaba al usuario, igual que la suya. Se sentaron a descansar bajo los árboles del borde de la playa. Airi no tardó en aburrirse, ya que Law no daba mucha conversación. Se levantó y miró los árboles, buscando el más alto. Se colocó frente a él, lo observó detenidamente un segundo, y luego trepó hasta las ramas más altas a toda velocidad. Desde allí veía la playa entera, el Polar Tang, y el camino que cruzaba el bosque y llegaba a la ciudad. Se quedó allí arriba disfrutando del sol y del viento, sentada en una de las ramas con la espalda contra el tronco del árbol. Sachi y Penguin volvieron cerca de mediodía. Hablaban en voz baja entre ellos y sonreían. Airi los vio desde la copa del árbol. Se quedaron hablando con el capitán. En un momento Law señaló hacia ella, y los otros dos giraron la cabeza para verla. Sachi la saludó agitando una mano en el aire y luego le hizo señas para que bajara.

Comieron en playa. Habían comprado unas empanadas en el mercado que estaban deliciosas. Sachi y Penguin le dieron un gorro que habían comprado para ella en la ciudad. Le dijeron que era un casco de aviador. Jean les había dicho lo mucho que le gustaba trepar, y ese casco protegería su cabeza un poco si caía. El capitán les dio el resto del día libre. Muchos aprovecharon para dormir la siesta o acercarse al pueblo. Airi se entretuvo curioseando en la playa y en la linde del bosque. Encontró dos plantas sobre las que había leído con el capitán y se las llevó. A Law le sorprendió que las hubiese reconocido, y cuando Airi empezó a preguntarle dónde crecían el resto de plantas se la llevó al bosque y estuvieron toda la tarde identificando y recogiendo hojas, raíces, flores e incluso algún bulbo. Volvieron al barco para cenar y dormir.

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