Details in the fabric
Jean Barto tenía razón: tenía que crecer. Después de un par de semanas a bordo del Polar Tang había crecido casi 10 cm. Ya no tenía que saltar para abrir y cerrar la ducha, pero seguía utilizando una silla para ayudar a Penguin en la cocina. Crecer tan rápido suponía ciertos problemas. Tenía un dolor sordo, suave y constante en piernas y brazos. Estaba más delgada que nunca. Podía comer cuanto quisiera, pero su cuerpo parecía no estar interesado en anchear ni medio centímetro, sólo en crecer.
Esto no había escapado la atenta mirada del capitán. El día después de quemarse la mano la llamó a la sala médica para ver cómo iba curando, añadir más ungüento y cambiar las vendas. Le hizo demasiadas preguntas para recordarlas. Cuando descubrió que tenía 9 años frunció el ceño. Dijo que aparentaba sólo 6. La midió, pesó, tomó muestras de sangre y le miró los dientes. Ella pasó todo el proceso aterrorizada por la idea de hacer algo mal y que él se enfadase. Cuando terminó, Law escribió un montón de cosas en un papel y le pidió que se lo llevara a Penguin.
- Tendrás que comer bastante de todo esto durante una temporada, y te iré haciendo revisiones para vigilar que no vaya nada mal. Llevas demasiado tiempo pasando hambre, a tu cuerpo le faltan prácticamente todos los nutrientes que necesita para crecer.
- Lo siento capitán. - Se miró los pies, cambiando el peso de una pierna a otra. Sujetó el papel con ambas manos, apretándolo contra el pecho.
- Está bien, no es culpa tuya - Se agachó frente a ella - Tiene arreglo, así que no pasa nada. Además, no creo que te quejes porque te mande comer, ¿verdad?.
- ¡Claro que no! - Levantó la cabeza, hablando demasiado alto. Se encontró sus ojos clavados en ella. Sonreía, sólo un poquito, una pequeñísima curva en la comisura de los labios. Se puso colorada. A él le llegó la sonrisa a los ojos.
- Ahora ve, dale eso a Penguin, y vuelve aquí mañana a la misma hora para que podamos seguir tratando esa mano.
Se levantó y dio media vuelta. Ella balbuceó un suave "sí capitán" antes de salir de la sala. Penguin le dijo tras leer la lista que tendría que comer más pescado y carne y verduras. Luego frunció el ceño, y murmuró algo sobre tortura y aceite. Esa noche descubrió a qué se refería cuando después de la cena se acercó a ella con una botella de cristal oscuro y una cuchara grande. Tenía que tomar al menos dos cucharadas de aceite de hígado de bacalao con cada comida. Penguin estaba asqueado solamente con el olor, pero ella lo encontró bastante agradable.
⬧⬧⬧
Le habían asignado distintas tareas, pero para ser sinceros no había demasiado que hacer a bordo. Lavaba los platos, ponía la mesa y limpiaba las ventanas. Esta última tarea resultó ser su favorita, y normalmente le llevaba mucho más tiempo del necesario hacerla. Miraba encandilada a través de cada ventana por al menos cinco minutos mientras la frotaba una y otra vez. Las profundidades marinas eran absolutamente hipnóticas: los colores eran preciosos, la luz y las algas jugaban cerca de la superficie dibujando toda la gama de azules y verdes que ella pudiera imaginar; algunos peces pasaban nadando a velocidades asombrosas, dejando estelas de burbujas detrás, otros pasaban más despacio y podía ver sus diversos colores y formas. Sachi se reía de ella diciendo que ahora tenían las ventanas más limpias de todo Grand Line.
Ella descubrió que Sachi solía ser un peluquero cuando la ayudó a atarse el pelo. Ella no lo daba manejado con sólo una mano, así que la peinaba todas las mañanas y le recogía el pelo de cien maneras distintas. Parecía disfrutar un montón haciendo aquello. A Airi le gustaba hablar con él. Era muy divertido, y hacía bromas sobre cualquier cosa. Gracias a él descubrió qué son los peluqueros, a dónde se dirigían y cómo habían llegado a Wano. Él intentó enseñarle a peinarse cuando su mano mejoró lo suficiente, pero ella acabó pidiéndole que le cortase el pelo. Él se negó en rotundo, argumentando que era la única que le dejaba peinarla, que era algo que echaba de menos de antes de ser pirata, y que entonces ya no tendría a quién torturar todos los días con sus bromas. Ella estuvo de acuerdo
⬧⬧⬧
Una de las cosas que descubrió que podía hacer en su tiempo libre era entrenar. Jean Barto la llevó a la sala de entrenamiento tan pronto como pudo sostener un palo con la mano quemada y trató de enseñarle a luchar. Resultó en un completo desastre. Sus técnicas estaban basadas en su fuerza y pensadas para sacar provecho de su gran cuerpo. Esto, obviamente, no funcionaba con ella. Pero era divertido. Lo intentaba una y otra vez, golpeando más fuerte cada vez, pateando más rápido. Lo que más le gustaba hacer era trepar por las cuerdas hasta el techo. Al principio era un reto conseguir llegar arriba, pero pronto se convirtió en un juego contrarreloj.
Bepo se unió a ella en la sala de entrenamiento un día. Él estaba a lo suyo mientras Airi golpeaba un gran saco una y otra vez, tan fuerte como podía, tratando de tumbarlo. Era uno de los muchos ejercicios que Jean la animaba a hacer a diario. Nunca había conseguido tumbar el saco. El saco se mantenía en pie en una esquina de la sala. Jean le había prometido que la dejaría luchar contra él si tumbaba el saco. Ella sabía que Jean podía aplastarla sólo con una mano, pero tenía curiosidad por saber cómo se sentía luchar, así que cada día intentaba tirar el saco con unas pocas más de fuerzas.
Bepo intentaba ignorarla. Estaban los dos trabajando en silencio. Airi se sentía un poco intimidada por el oso, pero al menos ahora sabía (gracias a Sachi) que Bepo no la odiaba. Simplemente "le costaba hacer amigos", lo que sea que eso significase. Sachi le dijo que todo iría bien mientras no le gritase. Se sentía fatal y se deprimía cada vez que alguien le reñía, aunque fuese una nimiedad. También parecía avergonzado de ser un oso. Ella no entendía nada, pero trataba de ser lo más educada posible cuando estaba con él y nunca llamarle oso.
Bepo suspiró y la miró, jadeando un poco. Ella sudaba y estaba muy roja, pero seguía golpeando el saco.
- Nunca vas a tumbarlo así - Dijo. Ella paró, con la respiración entrecortada. - Sólo conseguirás hacerte daño. Tienes que luchar usando lo que tienes. Pegar fuerte está bien para Jean, pero no para tí, no tienes suficiente fuerza. - Ella notó como se le formaba un nudo en la garganta, y empezó a dudar todo lo que Sachi y Penguin le habían dicho sobre que Bepo no la odiaba. Se miró los pies, cambiando el peso de una pierna a otra.
- Lo siento señor, no le molestaré más. - Se dirigió a las escaleras mirando al suelo, avergonzada.
- ¡Perdón! ¡Espera! lo siento, no quería sonar así, perdón, sólo quería decir que podrías probar a luchar de otra manera, lo siento, no tienes porqué irte, perdón. - Levantó la cabeza, confusa por el repentino cambio de actitud, y le vio doblado mirando al suelo en una disculpa formal. Ella dio un paso atrás, sin saber qué hacer. El silencio crecía por segundos. Bepo acababa de levantar la cabeza cuando ella tuvo una idea.
- ¿Podría enseñarme a luchar?
- ¿¡Qué!?
- ¡Enséñeme a luchar, por favor! Haré cualquier cosa que me mande. Le vi luchar una vez cuando pasaron por mi aldea y ¡fue genial! podía saltar tan alto y patear y pegar tan fuerte, ¡fue increíble! - Saltaba y golpeaba el aire mientras hablaba, entusiasmada. - ¡Por favor señor! ¡Enséñeme a luchar! - Se inclinó hacia adelante y se quedó muy quieta, siendo de repente consciente de todo lo que acababa de decir y rezando silenciosamente para que se la tragara la tierra. Pasó un segundo, luego otro, un tercero, cuarto, quinto... Bepo suspiró.
- Vale, pero harás lo que te diga, sin preguntar.
- ¡Sí, señor!
- Y mi nombre es Bepo, no señor, por favor, perdón.
Después de un par de días entrenando con Bepo consiguió tumbar el saco. Se puso tan contenta que se pasó cinco minutos saltando y corriendo por la sala hasta que Bepo la hizo parar. Le enseñó a moverse rápido y a esquivar golpes. aprendió dónde tenía que golpear para desestabilizar al rival y dónde para hacer daño. Entrenó duro tratando de no decepcionar ni a Bepo ni a Jean, que dejó de mandarle ejercicios y la animó a seguir el entrenamiento de Bepo cuando vio los resultados.
Un día estaban los tres entrenando. Llevaban ya medio entrenamiento completado cuando Jean le preguntó si quería pelear. Bepo protestó antes de que ella dijera nada, pero Jean insistió argumentando que era una promesa, y que tendría cuidado. Al final Bepo accedió. Fue una derrota abrumadora. Bepo y Jean estaban felices con el resultado porque Airi había demostrado que había aprendido algo. Había intentado tirar a Jean al suelo, golpeando en los lugares correctos, pero no era suficientemente fuerte. Ella estaba feliz también. El subidón de adrenalina resultó ser una experiencia maravillosa.
Jean dejó la sala cuando Uni vino a buscarle. Ella estaba sentada en el suelo, jadeando. Bepo la miró.
- Vas a tener que cambiarte de ropa.
Ella se puso de pie y se miró. La capa interior del kimono se le pegaba al cuerpo por el sudor. Se veía vieja y desgastada. Se dio cuenta de que una de las mangas apenas estaba sujeta ya por un par de hilos. Ahora que había crecido era demasiado corto. La capa superior del kimono se había desgarrado por la espalda hacía un par de días cuando se agachó durante el entrenamiento. Había intentado coserla con Penguin, pero la tela estaba tan desgastada que los hilos se les deshacían entre los dedos. La idea de no tener nada con qué vestirse hizo que le cundiera un poco el pánico.
- Intentaré arreglarlo esta noche.
- ¿No tienes nada más que ponerte? - Airi miró al suelo y cambió el peso de una pierna a otra.
- No, sólo esto. La parte de afuera se rasgó el otro día y no pude arreglarla. - Bepo la miró, frunciendo el ceño.
- Ve a ducharte, te conseguiré algo de ropa.
Salió de la sala por las escaleras sin hacer ningún otro comentario. Ella levantó la cabeza y le vio marchar, preguntándose de dónde iba a sacar la ropa, e imaginando por un segundo cómo se vería con uno de los gigantescos monos del oso. Subió las escaleras y fue directamente al baño. Se quitó el kimono, arrancándole la manga en el proceso. Se metió en la ducha y se lavó. Las duchas eran mucho mejores ahora que no tenía que saltar y había descubierto que había agua caliente.
Estaba intentando secarse el pelo con la toalla como Sachi le enseñó cuando alguien llamó a la puerta. Se enrolló con la toalla y fue a abrir. Se encontró a un Bepo sonriente con un paquete en las manos.
- Creo que esto valdrá. Puedes quedártelos, no creo que volvamos a necesitarlos. Si sigues creciendo hay algunos más, pero por ahora te llegará con esto. - Ella cogió el paquete, curiosa. Bepo la miró y se dio cuenta de que sólo llevaba la toalla. - ¡Perdón!
Dio media vuelta y abandonó el pasillo escaleras arriba. Airi abrió el paquete y encontró cuatro monos perfectamente doblados, con los trajes interiores y todo. Los miró detenidamente. Eran como los que usaban todos los demás. Había cosas escritas en la parte interior de los cuellos. Eran todas distintas, pero no sabía qué significaban. Cogió el más pequeño y se lo puso. Le venía un pelín grande, pero doblando un poco los puños de las mangas y las piernas le quedaba perfecto. Volvió a meter los otros en el paquete y fue al dormitorio. No se había atrevido a volver a pedirle a Ikkaku dormir en su habitación, y Sachi y Penguin no la habían echado. Descubrió que normalmente dormían uno encima del otro. Le parecía gracioso, y además implicaba que siempre tenía más espacio libre en la cama del que podía usar.
entró en la habitación y se dio cuenta de que no tenía dónde guardar la ropa. La dejó junto a la cama de Penguin, esperando que no molestase a nadie. Fue escaleras arriba a ayudar a Penguin con la cena. Cuando entró en la cocina él ya estaba cortando verduras en la encimera. Fue directamente al mueble a por los platos para poner la mesa.
- ¿¡Airi!? ¿¡Dónde conseguiste esa ropa!? - Penguin la miraba con los ojos muy abiertos.
- Bepo me la dio, a mi kimono se le descosió una manga hoy. - Se quedó de pie, avergonzada, cambiando el peso de una pierna a otra.
- No sabía que aún los teníamos, hacía siglos que no los veía. - Se acercó a ella y se inclinó sobre su cabeza, tirando del cuello del mono para ver el interior. - Te queda bien. Yo me sentí como un saco de patatas la primera vez que me lo puse, pero ahora mismo puedo asegurarte que es la ropa más cómoda del planeta. - Le revolvió el pelo y volvió a cortar verduras a la encimera.
Ella puso la mesa en silencio. Cuando todo estuvo listo se puso a lavar las ollas que Penguin ya no necesitaba.
- ¡Es una mini pirata de Heart! - Gritó Jean en cuanto la vio. - ¿De dónde demonios sacaste ese mono chiquilla?
- Me lo dio Bepo - Se puso colorada y siguió frotando la olla. Jean arqueó una ceja.
- ¿De dónde lo sacaría?
- Pues... - Penguin no llegó a empezar la frase, Sachi lo interrumpió en cuanto vio a Airi y fue corriendo hacia ella.
- ¡Woah! ¡Eres una mini nosotros! ¿De quién es este? - Tiró del cuello del mono de Airi para mirar el interior. Ella dejó de fregar y se quedó muy quieta. - No puede ser, ¡es el del capitán! ¿Sabe algo de esto?
- ¿Saber sobre qué? - Law entró en la cocina por la puerta que daba a su habitación. Parecía cansado y serio, como siempre. Sachi y Penguin se quedaron clavados en el sitio, pálidos. Jean Barto miró alrededor igual de perdido que Airi. Hubo un tenso silencio mientras Law caminaba hacia la mesa. Miró hacia ellos, esperando una respuesta. Cuando vio a Airi lo entendió. - Parece que Bepo tenía razón, sí que te sirve. - Se acercó a Airi y miró el interior del cuello como había hecho Sachi. - El mío era el más pequeño, guarda el resto para cuando crezcas.
Sachi y Penguin miraban a Law y a Airi sorprendidos, pero al menos ya no estaban pálidos.
- ¿Podría alguien por favor explicarme de dónde ha salido esa mini ropa? - Preguntó Jean.
- ¡Sí! - Respondió Penguin, con una sonrisa en la cara - Son los monos que conseguimos la primera vez que subimos a bordo del Polar Tang como tripulación. El que lleva Airi puesto era el del capitán. Les habíamos escrito los nombres en el cuello. No sabía que aún los teníamos. - Giró la cabeza justo a tiempo de ver cómo Sachi le robaba el gorro a Law y se lo ponía a Airi en la cabeza.
- ¡Ahora tenemos un mini capitán! - Sachi estaba muerto de risa, con los ojos llorosos, Penguin intentaba no reír, pero sin demasiado éxito. Jean miraba alternativamente a Law y Airi. Law miró a Airi con una intensidad extraña, como mirando a través de ella. Se quedó muy quieta, no sabiendo qué hacer.
- Yo era más alto que ella - Dijo Law, recuperando su gorro.
La cena transcurrió entre anécdotas de los inicios de la tripulación. Se negaron repetidas veces a contar cómo se habían conocido los cuatro miembros iniciales y de dónde habían sacado un submarino, pero la velada no estuvo exenta de datos insólitos. Había tormentas y mapas mal interpretados, comida quemada y cruda, fallos de motor, animales salvajes y muchas burlas.
Cuando terminaron de comer Law llamó a Ikkaku a su habitación. Salió cuando Airi aún estaba fregando los platos. Parecía enfadada.
- Tú, mocosa. Recoge tus cosas y tráelas a mi habitación, duermes ahí a partir de hoy. Pobre de ti como toques mis cosas, rompas algo o hagas ruido.
Dio media vuelta y salió escaleras abajo. Airi tragó saliva y vio por el rabillo del ojo cerrarse la puerta que daba al cuarto del capitán. Terminó de fregar en silencio y fue al cuarto de los chicos a por sus recién adquiridas pertenencias. Sachi ya estaba roncando y no se enteró de nada, pero Penguin parecía preocupado y le hizo prometer que huiría de la habitación si Ikkaku se enfadaba.
Airi cruzó el pasillo con la ropa en brazos y el corazón en un puño. Llamó a la puerta de la habitación de Ikkaku y esperó a que la dejara pasar.
La habitación era mucho más pequeña que la de los chicos. Había tres camas contra la pared izquierda y un gran armario al fondo de la habitación. La pared de la derecha tenía un tablero lleno de herramientas colgadas.
- Duermes ahí, al lado de la puerta. Mete tus cosas en ese baúl, y no toques nada más.
Airi se giró hacia donde señalaba Ikakku. Era una cama estrecha con un baúl pequeño a los pies. La cama era estrecha comparada con la de los chicos, pero era más que de sobra para Airi, y el baúl también era más pequeño que los del resto, pero con su ropa no llenaba ni la cuarta parte.
Ikkaku se metió en su cama, la más cercana al armario, y apagó la luz. Airi tanteó los bordes de su cama y se metió dentro. Le encantaba el olor de aquellas mantas, pero echaba de menos a los chicos. Se hizo un ovillo y se durmió acurrucada contra la pared.
Entonces volvieron las pesadillas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top