8. Roronoa Zoro, Relato de Un Asesino

Feliz año!!!

_______________________

8. Roronoa Zoro, Relato de un asesino

Era sólo cuestión de tiempo para que terminara en la enfermería otra vez. En cuanto el médico se aseguró que sus heridas no tuvieran efectos adversos más adelante, limpió y cubrió cada una de ellas con vendas y gasas. Mientras le atendía, la mirada de su paciente se perdía en algún punto de la habitación; hasta ese momento no había proferido palabra, y, por sus años de experiencia, el médico sabía que no escucharía ni una sílaba suya hasta que se sintiera seguro; mas la seguridad era considerada un lujo en aquella prisión, por lo que sabía exactamente cuánto tiempo tomaría.

- hemos terminado, Kuroashi- avisó el médico, recostando al rubio en la cama- sólo una pequeña inyección y listo- tomó una jeringa y la llenó de una sustancia transparente; hundió la aguja en el brazo de Sanji, dejando correr el líquido por sus venas, para luego retirar la aguja- te ayudará a descansar un poco y a disminuir el dolor. Tendrás que quedarte aquí un tiempo, ¿está bien?

-...- Sanji se limitó a asentir; pues la mayor parte de su mente estaba ocupada remembrando lo que había hecho Zoro... esos ojos mordaces, la furia mal contenida... estaba claro que algo le había sucedido al peliverde y, sin saber el porqué, él había terminado pagando los platos rotos

- ¡Doctor!- gritó alguien desde la parte de afuera de la enfermería. El médico se apresuró a abrir la puerta, dejando pasar a un par de guardias, quienes cargaban a otro paciente.

- déjenlo sobre la mesa de revisión- indicó, señalando una plancha metálica donde atendía a los heridos.

Al virarse hacia el nuevo paciente, Sanji no pudo hacer otra cosa más que mirarle incrédulo; sus heridas no eran más que simples rasguños comparadas con las de Law; su cuerpo desnudo estaba cubierto de cicatrices, moratones y sangre mezclada con un líquido blanquecino escurriendo de todas partes; el brazo derecho estaba completamente dislocado y pequeñas protuberancias se asomaban en diferentes lugares, sin mencionar que estaba inconsciente. Al dejar al moreno sobre la mesa, el médico corrió una cortina, asegurándose de trabajar en privado. Los guardias abandonaron el consultorio, dejando al rubio con la mirada fija en la cortina hasta que, debido al medicamento que le administró el doctor, comenzó a quedarse dormido.

**********************

La poca luz de sol que se colaba por la pequeña rendija le indicó que ya había amanecido. Aún mareado por el medicamento, Sanji se sentó en su cama, masajeándose las sienes para despejarse; poco después un guardia entró con dos bandejas de comida en sus manos; le entregó una al rubio y la otra a Law, que recién despertaba, y salió de la enfermería. Sanji miró la comida con cierto asco, pues tenía pinta de todo menos de comida

- Luffy...- musitó, tomando su cuchara y empezando a comer. Al recordar que no estaba solo, miró discretamente a su compañero de habitación; el moreno se veía realmente mal, y no sólo físicamente

- parece que no fui el único- sonrió triste el pelinegro- fue Roronoa, ¿no es así?- al no recibir respuesta del otro, continuó- te lo advertí. Esa bestia no tiene corazón... ninguno lo tiene...

- no es así- dejó sus cubiertos sobre la charola, manteniendo su mirada en su desayuno- sé que no quería hacerme daño, todo este tiempo me había tratado bien; estaba molesto...

- ... no fue su culpa- completó Law- sólo quieres justificar sus actos, creer que no hizo a propósito, que aún hay algo bueno en él... que, de alguna forma, siente algo por ti...- sin darse cuenta, una cristalina lágrima escapó de sus orbes- pero en el fondo sabes que sólo te está utilizando... y aun así, no puedo...

- Law...

- te dije que no te enamoraras

- ¡te equivocas! ¡Sólo un imbécil como tú terminaría enamorado de alguien como Kid!

- nadie puede decidir a quién amar- hizo una pausa, limpiándose las lágrimas que recién notaba en su rostro- te voy a contar algo, Sanji... yo no estaba con Kid porque necesitara protección...

- ¿estabas?- el rubio tragó saliva, ¿Law le estaba diciendo que lo habían desechado?

- puedes negarlo todo lo que quieras, pero yo puedo ver la verdad en tu mirada... amas a Zoro, ¿no es así?

**************************

- mhnn...- ni siquiera podía hablar con esa cosa metida en su boca; aquel rígido, húmedo y caliente órgano entraba y salía al compás de sus acallados gemidos; su saliva escapaba lentamente por la comisura de sus labios, juntándose en la base de su cuello. El otro sonreía al verle así; arrodillado frente a él, devorando su hombría cada vez con más afán.

- si te la acabas ahora no podrás disfrutarla después- le dijo malicioso, tomándolo de la negra cabellera para apartarlo de su entrepierna. Su rostro era algo digno de admirarse; lleno de ira, pero con ese toque de lujuria apenas perceptible para los astutos ojos del rubio

- maldito...- como las veces anteriores, sus manos permanecían esposadas a la espalda, por lo que no le era posible moverse con libertad. El otro movió una de sus piernas, friccionando su erección con la punta de su pie- ahhh...- el gemido le salió involuntariamente, haciendo que incluso él se sorprendiera

- eres una verdadera putita Cro~co~chan...- habló burlón y meloso, haciendo sonrojar al mencionado. Doflamingo sujetó su hombría con su mano disponible, estimulándola con salvajes movimientos hasta correrse. Con el semen impregnado en ella, el rubio dirigió su mano a la boca del otro, introduciendo tres de sus dedos en ésta- límpiala bien- el pelinegro comenzó a lamer los dedos del alcaide, limpiando la blanquecina sustancia que, a su vez, reemplazó con su saliva

- Alcaide Doflamingo- llamó alguien a la puerta, probablemente uno de los guardias- hay alguien que le busca

- dile que estoy ocupado- no había nada que le molestara más que ser interrumpido en sus juegos con Crocodile

- pero, señor... es sobre la vacante para guardia...

- tsk- muy a su pesar retiró su mano de la cavidad del pelinegro y se subió los pantalones; limpió descaradamente los rastros de semen en la boca del otro con una lamida y lo levantó- déjalo pasar- la puerta se abrió, dándole paso a un par de guardias y al invitado. Los policías se llevaron a Crocodile y, cuadrándose, se retiraron- lo estaba esperando, tome asiento- dijo señalando la silla frente a su escritorio. El recién llegado, un pelinegro de semblante serio y ojos dorados, se acomodó en la nombrada silla mientras el alcaide rebuscaba en los cajones de su escritorio hasta sacar una serie de papeles de considerable grosor- usted es Dracule Mihawk, ¿cierto?- inquirió mientras hojeaba los papeles

- así es- dijo con seriedad

- los exámenes médicos no mostraron nada anormal, tampoco detectaron uso de sustancias tóxicas, su examen físico fue impecable, el antecedente penal está limpio y su antecedente laboral... ¿ah?- hizo una breve pausa- ¿Ex Coronel del ejército?- sonrió- ¿y se puede saber, Señor Dracule, por qué dejó su antiguo empleo?

- después de tantos años, llega a hacerse aburrido servir al país- cruzó los brazos sobre su pecho, dándole un aspecto aún más reservado- prefiero afrontar retos nuevos

- ¿y por qué eligió ser guardia de seguridad en Impel Down?

- parece un lugar interesante

- y usted alguien muy interesante, sin duda, jajaja- se puso de pie, extendiéndole la mano- felicidades, Señor Dracule, el empleo es suyo

- se lo agradezco- respondió, tomando la mano del alcaide

- realmente llega en un buen momento, dentro de poco recibiremos la transferencia de un recluso muy importante...

*************************

Mientras tanto, Zoro no dejaba de darle vueltas a lo que había pasado; aunque los guardias se habían encargado de limpiar la sangre que adornaba la celda, el peliverde seguía viendo las huellas de su atroz comportamiento plasmado en el piso, fresco e intacto, como si tuviera apenas unos segundos de haber ocurrido.

- lo odio- maldijo en voz baja, dejándose caer en su cama. Se llevó el antebrazo al rostro, cubriendo su mirada, pensativo- odio esto... maldito cocinero, ¿qué me hiciste?- suspiro, tratando de ordenar su mente- no debería estar sintiéndome así...

--Zoro Flash Back—

Estaba destinado a terminar en ese sitio incluso antes de nacer; su padre estuvo en el ejército al igual que su abuelo y su bisabuelo y el padre de éste. Todos los varones de la familia Roronoa descendían de una cadena interminable de militares trazada hace décadas, y en cuanto tuvo edad, Roronoa Zoro debía seguir el camino de sus ancestros. Su padre era un hombre que se enorgullecía de su profesión y su linaje, por lo que educó a su hijo con la más estricta disciplina para formarlo como el hombre que debía y deseaba que fuera. Justo antes de marcharse a la escuela militar, su padre le dedicó las siguientes palabras:

"Lo más importante para un soldado es la compostura. Debes mantenerte firme ante cualquier situación, sin dejar que tus emociones te perturben; recuérdalo, Zoro, la objetividad ante todo"

Con esas palabras en mente, Zoro partió hacia el inicio de su nueva vida como soldado. Nada más al entrar en la milicia, se le entregó su uniforme, sus placas de identificación y una navaja y, junto con otros, se le asignó el rango de soldado raso para dar inicio a su entrenamiento. Todos los novatos fueron reunidos y formados en la explanada de la institución para conocer a sus superiores a cargo de su entrenamiento; poco después, dos hombres uniformados aparecieron frente a ellos.

- Soy el Teniente Coronel Portgas- se presentó uno de ellos, paseándose entre las filas para examinar a los recién llegados- sólo hay una regla en este lugar; los capaces son los que sobreviven- al terminar de revisarlos, se paró de nuevo frente a ellos y, colocándose junto al otro uniformado, comenzó a pasar lista. Al escuchar su nombre, cada cadete respondía con un "aquí" y un paso al frente- Roronoa Zoro...- el mencionado sólo dio un paso al frente y regresó a su posición- Sa...

- espera- le detuvo el hombre junto a él, quien se había mantenido expectante de todo- eres hijo del Coronel Roronoa, ¿no es cierto?

- sí señor- respondió rápidamente el peliverde

- al frente- ordenó el hombre, a lo que Zoro obedeció- combate conmigo...

- pero, Coronel...- se apresuró Ace a intervenir

- quiero comprobar si el hijo es tan bueno como su padre- sonrió ligeramente, clavando sus ojos en Zoro- será combate uno a uno, ¿te parece?

- como diga

- Coronel Dracule Mihawk- completó su superior, dando unos cuantos pasos hacia atrás

- será combate uno a uno entonces- terció el Teniente Coronel, aún en desacuerdo por la decisión de su Coronel- quien inmovilice primero a su contrincante es el vencedor

Una vez dada la señal, el combate dio inicio. Los movimientos de Zoro eran rápidos y precisos, pero su contrincante los neutralizaba sin dificultad alguna; un par de minutos después, el peliverde estaba en el piso, derrotado y con el orgullo hecho añicos, si su padre supiera que había perdido en una batalla cuerpo a cuerpo sería la vergüenza de su estirpe, por lo que se propuso recuperar lo que había perdido derrotando a ese hombre.

***********************

El entrenamiento no significaba nada para Roronoa Zoro, pues su padre lo había adiestrado en todo tipo de combates, manejo de armas y su resistencia física era fuera de lo normal; pero sus constantes siestas y retrasos para sus lecciones le restaban puntos, por lo que ascendía muy lentamente, mas no le importaba, ya que su único objetivo era derrotar a Mihawk, a quien, sin darse cuenta, comenzaba a admirar.

Pasaron algunos meses antes de que el peliverde tuviera la oportunidad de recobrar el honor de su familia. Mihawk había aceptado otro combate con él, mas las reglas serían diferentes, pues no habría limitaciones, esta vez el perdedor sería quien suplicara piedad primero. La cita era a media noche, el lugar, la bodega de armas, y los testigos eran unos cuantos soldados seleccionados por el Coronel.

Al ser una "reunión" privada, Zoro tuvo que esperar a que su compañero de cuarto se durmiera para salir de la cama y escurrirse por los pasillos de los dormitorios, dirigiéndose al lugar del encuentro. Sin embargo, con el poco sentido de orientación que tenía, se perdió un rato en las instalaciones antes de llegar a la bodega. Maldiciéndose internamente, el peliverde entró, admirando la variedad de armas de fuego con las que contaba el ejército para su uso personal. Se quedó un rato mirando a su alrededor hasta que se dio cuenta que estaba solo... pensó que se había equivocado de hora, o peor aún, su rival se había cansado de esperarlo, por lo que revisó su reloj... 12:36am

- [¿se acobardó?]- pensó Zoro con una sonrisa triunfal en el rostro. Sin embargo, la intuición le falló. Mihawk y cinco cadetes más entraron segundos después- Coronel, pensé que no vendría- dijo altanero, cruzándose de brazos

- no me perdería este duelo por nada- respondió el mayor- dime, Roronoa, ¿estás listo?

- por supuesto- se puso en guardia, dando inicio al combate. Los movimientos de Zoro habían mejorado desde la última vez que se enfrentó al Coronel, pero éste no se había quedado atrás, después de todo, el entrenamiento en el ejército era constante.

Entre patadas y puñetazos, Mihawk lo sujetó del brazo, le dio la vuelta y lo golpeó en la nuca con tal precisión que cortó por unos momentos el oxígeno que iba al cerebro y el otro cayó inconsciente en el piso. A Zoro le tomó un par de minutos recuperarse; y al despertar, su situación había cambiado radicalmente; estaba sentado en el suelo, con ambas muñecas atadas arriba de su cabeza a unas tuberías que sobresalían de una de las paredes. Miró furioso a su superior y a los hombres que le acompañan, exigiendo una explicación; los presentes sólo se miraron entre sí y comenzaron a reírse.

- realmente ha sido fácil- comentó uno de los soldados, relamiéndose los labios mientras veía al peliverde

- ¿qué cojones pasa aquí?- Zoro tiró con fuerza de sus brazos para liberarse, mas su técnica no resultó, los amarres eran muy resistentes- ¡suéltenme!

- grita lo que quieras, nadie va a escucharte- habló el Coronel, agachándose un poco, acariciando la mejilla del peliverde antes de darle una bofetada- procura ser un buen chico, Zoro,... recuerda, un buen soldado jura obediencia absoluta a sus superiores...

- bastardo- le lanzó un cabezazo al mayor, golpeándole de lleno en la frente, alejándole lo suficiente de él. Enfurecido, Mihawk sacó el revólver que siempre llevaba consigo y, sujetándola por el cañón, golpeó al peliverde con tal fuerza que logró marearlo.

- mocoso obstinado- guardó el arma y se quitó el saco, dejándolo tirado en alguna parte- si así lo quieres, será por las malas- se levantó las mangas de la camisa, lamiéndose el antebrazo en el proceso. El cuerpo de Zoro se sacudió... no, eso no podía estarle pasando a él, tenía que ser una jodida broma... no a él... no Mihawk... eso no era una broma, tenía que ser una pesadilla...

- aléjate- murmuró al ver que el pelinegro se acercaba a él, recorriendo sus piernas con ambas manos- no me toques...- con un par de patadas logró quitarse de encima las manos de su superior; pero Mihawk quería salirse con la suya costara lo que costara; sujetó los verdes cabellos de su subordinado con una mano mientras que la otra le golpeaba furiosamente la cabeza hasta que la sangre comenzó a recorrer su rostro.

Aprovechando la confusión de Zoro debido a los golpes, el Coronel rasgó las prendas superiores con sus manos, dejando al descubierto el bien formado pecho del menor. Acarició la morena piel, pellizcando sus pezones antes de morderlos con fuerza, marcando sus dientes en ellos. Al terminar con sus pezones, Mihawk se deshizo de las prendas inferiores de Zoro con la misma brusquedad que lo había hecho primero; levantó las piernas del menor, colocándolas sobre sus hombros hasta tener una perfecta vista de su entrada.

- q...- ni siquiera había terminado de hablar cuando sintió la lengua del Coronel paseándose en su entrada antes de introducirse en ésta- esp... maldito cerdo... voy a...- tragó saliva, conteniendo sus gemidos, mientras seguía moviéndose en busca de liberarse- de... déjame...- cerró sus ojos, evitando ver lo que le hacía ese hombre; mas su cuerpo aun sentía cómo la lengua entraba y salía de su ser, mojando todo a su paso.

El Coronel bajó las piernas del otro de sus hombros y las colocó alrededor de su cintura, deslizando lo suficiente la bragueta de su pantalón como para liberar su hombría y penetrar a Zoro lentamente hasta llegar al fondo antes de empezar a mover sus caderas, sintiendo cómo el interior del otro se contraría alrededor de su pene. El peliverde se mordió los labios, tratando de contener el dolor, la humillación y la vergüenza que estaba sintiendo... apretó con más fuerza sus párpados, rogando internamente porque su superior parase... de pronto, sintió un líquido caliente corriendo en su interior, despertando el temor que había estado guardándose; abrió los ojos, viendo cómo Mihawk se alejaba de él. Del miembro del otro resbalaba una sustancia carmesí mezclada con otros fluidos viscosos que intentó ignorar, pero el escozor en su entrada le advirtió lo que ocurría; no sólo lo había violado, sino que había tenido el descaro de correrse dentro de él.

- todo suyo, chicos- le dijo el Coronel a los soldados que estaban presentes

- ¿en verdad podemos, Coronel?- preguntó uno, tocándose por sobre la ropa- creí que sentía algo por el novato...

- menuda estupidez- se burló Mihawk, subiéndose el cierre del pantalón. Caminó hasta una de las esquinas del cuarto y se recargó en la pared, asegurándose de tener el mejor puesto para el espectáculo que sus subordinados le ofrecerían.

- ábrela grande- ordenó uno de los soldados, sujetando su hombría frente al rostro del peliverde. Éste giró la cabeza y apretó los dientes lo más que pudo- vamos, Roronoa, la pasaremos bien- dijo sonriente, meneando de un lado a otro su hombría. Con tal de salvar el poco orgullo que le quedaba, Zoro le lanzó una mordida a aquel pedazo de carne que se movía frente a sus ojos, rasgando todo lo que pudo con sus dientes, quedándose con el sabor metálico de la sangre en sus labios; el otro comenzó a gritar desesperado, asestándole una patada en el estómago hasta que al fin le soltó- serás cabrón- profirió enfadado, sosteniéndose sus partes bajas, o lo que quedaba de ellas, con sus manos

- largo de aquí- habló otro soldado, empujando a su compañero- te enseñaré cómo se debe hacer- con sus manos, presionó en el cuello del peliverde, dejándole sin respiración unos instantes para obligarlo a abrir la boca; en cuanto su cavidad estuvo expuesta, introdujo con rapidez su hombría hasta donde le fue posible- será mejor que te controles si no quieres que te arranque las bolas- amenazó, embistiendo la boca del otro en un frenético compás, calentando al resto de sus compañeros.

Uno de ellos introdujo su hombría en el cuerpo de Zoro, moviéndose violentamente dentro de él, destrozándolo por dentro. El que había recibido la mordida del peliverde se dedicó a estimular la virilidad de éste, lamiéndola y regresándole la misma mordida que le había propinado a él antes de meterse toda la extensión la boca, degustando su sangre y probando al mismo tiempo el semen que comenzaba a emanar. Los otros dos sólo se masturbaban ante la escena, asegurándose que su semilla cayera en el rostro del moreno.

- te comportas como una verdadera puta, Roronoa; mira cómo te has puesto- se mofó el que devoraba su hombría- vamos, gime como la perra que eres...

- me vengo... ahhh...- después de correrse en la boca de Zoro, se apartó

- maldita sea, quiero follármelo ya

- espera tu turno, aún no termino aquí

- no aguanto más- sacó su navaja, cortando la soga que ataba al peliverde. Le sujetó por los brazos tras la espalda, recostándolo sobre su compañero en el piso- con el cuerpo de puta que se carga, seguramente le caben dos

- pervertido- sonrió el que quedó abajo, separando las nalgas del peliverde con sus manos. El otro respondió con otra sonrisa e introdujo su miembro

- mhnn... está muy apretado... ahhh...- dijo para empezar a moverse junto con el otro soldado. Un tercero introdujo su miembro en la boca del sometido mientras los otros frotaban sus hombrías contra su espalda, muslos y todo lo que pudiesen tocar.

Zoro no pudo contenerse más, con su orgullo por los suelos, dejó el llanto caer de sus orbes; lo único que quería en esos momentos era morir... quería librarse del sufrimiento y la deshonra... y no había mejor forma de hacerlo que dejar de existir. Con los ojos hinchados y humedecidos, buscó alguna forma de librarse del dolor... a unos metros de él vio una navaja, y, un poco más allá, unos par de ojos dorados observaban todo- vamos putita, aprieta un poco más- los demás soldados seguían balbuceando entre jadeos, disfrutando el mancillar el cuerpo de Zoro

- tu culo es tan jodidamente bueno... ahhh...

- ya te has corrido dos veces, ¿lo disfrutas, verdad?

- no eres más que una zorrita caliente, Roronoa... basta con sólo mirarte...- esas palabras fueron el detonante para que la ira creciera en su interior, en cuanto lo soltaran se cobraría por todo lo que le habían hecho.

La esencia de esos pervertidos llenó cada rincón de su boca y su ano, escurriéndose por sus piernas hasta quedar en el piso, con un inconfundible tono rojizo en ella. El par restante se conformó con descargar su semilla sobre su cuerpo, deslizándose por su espalda y fundiéndose con su sudor. Los cinco soldados se apartaron de él, con una obscena expresión de lujuria y satisfacción dibujada en sus rostros; en cuanto se vio libre, Zoro comenzó a buscar con la mirada aquella navaja que había visto. Esperó el momento adecuado, siguiendo cada movimiento de esos sujetos hasta que le dieron la espalda para salir de la bodega... el momento perfecto... Zoro se levantó del piso con increíble rapidez, considerando su estado, tomó la navaja y corrió hacia sus agresores, clavando el arma en la espalda de quien, por desgracia, iba hasta atrás de la fila. Sin desencajar la navaja de su víctima, el peliverde sujetó la cabeza del hombre con una mano y la otra la puso en su mandíbula, dando un fuerte tirón que le rompió el cuello y acabó con su vida en instantes. Zoro retiró el cuchillo del cuerpo inerte del sujeto y lo apuntó a los cuatro restantes.

Los otros, aturdidos por la vigorosa actividad recién experimentada y a la impresión de su amigo recién caído, tardaron un poco en reaccionar, justo el tiempo que el peliverde necesitaba; introdujo la misma arma por debajo de la barbilla de uno, atravesándole la quijada; antes de que callera al piso, lo agarró por el cuello con su mano libre, dejando que el tipo se ahogara en su propia sangre. Al tercero lo haló por los cabellos, bajándolo lo suficiente como para darle un rodillazo que le rompió la nariz y le tiró unos cuantos dientes; Zoro apretó su puño, golpeando al otro en un gancho ascendente que le dejó sin respiración; levantó su rostro y clavó el cuchillo en el ojo del sujeto, moviendo la hoja del arma dentro del órgano antes de sacarlo de su cuenca; después golpeó su rostro repetidamente hasta que el soldado murió. El cuarto trató de defenderse, lanzando una serie de cuchilladas contra el moreno, mas éste le sujetó un brazo y lo forzó hasta reventar las articulaciones que unían los huesos; el tipo soltó su arma y quedó de rodillas en el suelo, dejándolo expuesto para el golpe de gracia; Zoro empuñó la navaja que momentos antes había usado el otro y la introdujo en su recto hasta desaparecer el mango en su interior.

El último, presa del pánico, trató de huir, mas el cuerpo de uno de sus compañeros le hizo tropezarse; suplicó piedad a su agresor y pidió ayuda a su superior, pero Mihawk, al ver que sus soldados habían sido derrotados con tan poco, (según él) no movió ni un solo dedo. Antes de que el quinto se pusiera de pie, Zoro lo tacleó, quedando en el piso nuevamente; sujetó con firmeza su arma y comenzó a apuñalar al hombre debajo de él, dando golpes al azar por todo su cuerpo, en las extremidades, el tórax, incluso en la entrepierna y la cabeza; no paró su ataque hasta que el hombre dejó de moverse. Con el cuerpo desnudo y manchado de sangre tanto suya como ajena, tembloroso y con los ojos ahogados en lágrimas, Zoro miró al último que quedaba y quien le había causado todo ese sufrimiento... el Coronel Mihawk. Se levantó, quedando de frente junto al único hombre que quedaba en pie; sin embargo, algo le detuvo en seco... no supo ni siquiera cómo paso, pero, cuando se dio cuenta, el pelinegro le había incrustado un cuchillo en el pecho; Mihawk sonrió antes de seguir su ataque, con el filo de su arma aún dentro de su cuerpo, rasgó su pecho completamente, haciéndole una herida mortal.

El dolor, sumado a la pérdida de sangre, le hizo perder la consciencia en cuestión de instantes, siendo los ojos de Mihawk lo último que vio de ese hombre. No supo cuánto tiempo pasó, pero al abrir los ojos, estaba en la cama de un hospital. Al recuperarse, el peliverde fue llevado a juicio por el asesinato en segundo grado a cinco de sus compañeros y; sin que el juez escuchara sus razones, Roronoa Zoro fue condenado a cadena perpetua en la Prisión de Impel Down.

El incidente bastó para que Zoro no volviera a confiar en nadie jamás; al entrar en prisión muchos quisieron aprovecharse de él, pero, con el corazón cerrado y la brutalidad de un demonio, fue prontamente colocado como uno de los jefes de ese infierno, en donde, lo que quedaba de él, terminó por perderse en la vasta oscuridad...

Continued...


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top