4. Rendición

aun no sé si les gusta esta historia o no, pero al menos por ahora seguiré

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4. Rendición

"Hay muchas bestias rondando por ahí. O lo devoras tú, o lo harán ellos..."

No podía sacarse de la mente aquella conversación porque, por más que odiara admitirlo, Zoro tenía razón. Su hermanito era quizá demasiado inocente para darse cuenta, pero muchos en esa prisión lo miraban con intenciones nada buenas; había tenido que amenazar a más de uno para que Luffy estuviera a salvo y no dejara de sonreír.

"O lo devoras tú, o lo harán ellos..."

Escuchó Ace en su cabeza, revolviéndose exasperadamente sus cabellos. No, definitivamente no. Ya era suficiente ser el culpable de que su hermano estuviera en ese infierno, no podía además causarle un trauma más grande. No sólo eran hombres, también hermanos, aunque sus apellidos no fueran los mismos. Dio vueltas en su cama, tratando de olvidar el asunto, hasta que, debido al incesante movimiento, algo cayó de la cama de arriba.

Al virarse a ver qué era encontró una almohada tirada en el piso junto con la sábana de Luffy. El mayor suspiró un poco y se levantó, recogiendo lo que se había caído. Sacudió un poco la sábana antes de tapar al más pequeño con ella; su hermanito dormía pasivamente, aunque solía moverse mucho. Levantó ligeramente la cabeza del menor para colocar la almohada en su lugar, acariciando suavemente aquella negra cabellera.

- Ace...- murmuró entre sueños el menor de los hermanos D. con una linda sonrisa en su rostro. El mencionado retiró ágilmente su mano, creyendo que había despertado a su adorado hermanito, mas al darse cuenta que seguía durmiendo, sonrió también.

- buenas noches, Luffy- murmuró a oídos del otro, dejándole un efímero beso en la frente. Pero el menor volvió a moverse, dejando sus labios tan cerca de los de su hermano que éste se estremeció... aquella tentación era demasiado grande; tener la causa de sus más obscenos deseos a tan sólo unos milímetros era algo que simplemente no podía ignorar. Ace se vio tentado a probar los labios de esa tierna figura, pero se contuvo; hacía todo lo humanamente posible para no hacer realidad las palabras que le había dicho el peliverde.

Sin embargo, el calor era tal que su cuerpo estaba reaccionando a pesar de que la mente se resistiera. Algo dentro de sus pantalones comenzaba a tomar forma, y si no se alejaba de su hermanito, terminaría haciendo algo que anhelaba y que, al mismo tiempo, se negaba a que sucediera. Colocó una de sus manos en el vientre de Luffy mientras que la otra bajaba en su propio cuerpo, justo en donde un bulto crecía cada vez más.

Tratando de controlar su agitada respiración, Ace frotó su hombría por sobre su ropa mientras contemplaba a Luffy dormir; recorrió calmadamente el estómago del menor para luego subir a su rostro, palpando sus suaves mejillas antes de delinear sus labios con uno de sus dedos. No era suficiente, así que introdujo su mano dentro de su pantalón, sujetando su virilidad con fuerza antes de subir y bajar a través de ella, apretando sutilmente conforme la velocidad aumentaba. Tuvo que morderse el antebrazo para acallar sus gemidos; y sin apartar la mirada de su hermano, acarició su cuello. Luffy volvió a moverse, dando un manotazo en el aire y acurrucándose entre las sábanas. El mayor avanzó su mano por la inocente silueta, imaginándose al mismo tiempo a su hermanito debajo de él, gritando su nombre mientras le embestía con fuerza...

Y todo terminó justo como había imaginado; sus prendas bajas húmedas, la evidencia del crimen escurriendo entre sus dedos y una sangrante herida en su brazo, causa de sus esfuerzos por no subir el volumen de su voz. Se alejó de Luffy para lavarse las manos, con el remordimiento atravesado en su garganta. Era como todos en esa prisión, un maldito pervertido... era igual a aquella escoria que sólo veía el sexo como una forma de matar el aburrimiento... y aunque en Ace latía un sentimiento tan puro como el chico que quería poseer, su mente se empeñaba en tacharlo como una blasfemia...

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Como todas las mañanas, los guardias los levantaron con el escandaloso sonido de sus macanas chocando contra las rejas. Los dividieron en grupos dependiendo de las actividades que debían realizar, y así, terminaron en diferentes áreas. Sanji entró desconcertado a la cocina pues no había recibido siquiera una mirada por parte del marimo desde su discusión en el patio el día de ayer.

- [Como si me importara]- pensaba el rubio enfadado- [eso demuestra que quería un polvo solamente]- suspiró, algo en su monólogo interno no le agradaba para nada; era como una especie de incomodidad que surgía en cuanto recordaba al peliverde- imbécil...

- ¿quién es imbécil?- preguntó infantilmente Luffy, mirándolo atento

- no me hagas caso- se sonrojó un poco, ¿acaso lo había dicho en voz alta?- entonces, ¿qué quieres comer hoy?

- ¡quiero carne!- gritó emocionado, alzando sus brazos y riendo estrepitosamente

- veré lo que puedo hacer- y así ambos caminaron hacia la despensa, revisando lo que tenían disponible

- ¿cómo está tu pierna?- dijo de pronto el menor

- aún duele un poco, pero estaré bien pronto- sin entrar en más detalle, Sanji le fue pidiendo uno a uno los ingredientes que necesitaría al pelinegro; éste llevaba todo junto a la estufa para que el otro empezara a cocinar...

Y en medio de charlas vanas y risas sin sentido, ambos terminaron los alimentos de ese día. Después de comer, todos los reclusos fueron soltados en Impel Down, cada uno a hacer lo que le apetecía un rato antes de regresar a trabajos forzados. Mientras, los guardias se divertían observando las cámaras de seguridad, pues los sucesos variaban dependiendo la pantalla que miraran; en una vigilaban las canchas deportivas, en otros veían las apuestas y algunos delitos que, de estar en otra prisión, hubieran sido castigados; pero con Doflamingo como director, lo único que tenían que vigilar era que no se mataran unos a otros y que no tocaran a los demás guardias.

Mas una de las cámaras era la que llamaba toda su atención, pues tres de los cuatro jefes de Impel Down estaban reunidos en un solo patio, mirándose con discordia entre ellos.

- Law...- murmuró Kid a oídos del moreno- quiero al hermano de Portgas...

- ¿qué?- el otro, más que sorprendido, parecía asustado. Miró a los dos hermanos, el menor jugaba baloncesto con otros reos mientras que el mayor vigilaba desde las gradas- Ace te va a matar

- como si pudiera- se mofó el pelirrojo- además, puedo obtener lo que quiero siempre y cuando hagas tu trabajo

- pero...

- ¿me estás cuestionando, Law?- el mencionado negó con la cabeza- entonces limítate a hacer lo que te digo y punto

- está bien...

- me gustas más cuando eres una zorrita obediente- atrajo al moreno hacia él, robándole un beso antes apartarse- vayamos a otro sitio- Law se limitó a callarse y seguirlo, cuando Kid estaba de buen humor era cuando realmente disfrutaba estar a su lado.

Un rato después, Ace y Luffy también se marcharon, apagando el interés de los guardias en vigilarles; las miradas terminaron en diferentes pantallas dependiendo de lo que querían presenciar, sin saber que un acontecimiento digno de verse estaba a punto de comenzar justo en la pantalla que acababan de ignorar.

Sanji recién llegaba al patio buscando con la mirada a Law o alguien que pudiera proporcionarle un cigarro cuando, repentinamente, alguien se le acercó por la espalda y le cubrió la boca. Lo primero que hizo al reaccionar fue morder aquella asquerosa mano e intentar huir, pero la herida en su pierna no le permitió llegar muy lejos, siendo rodeado por varios sujetos.

- ¿qué quieren de mí?- habló desafiante el rubio

- no te hagas el tonto- dijo uno de esos hombres- sabes perfectamente lo que queremos...

- ...- analizó rápidamente; cinco sujetos cerrándole el paso, mientras que su equipo sólo contaba con un miembro y estaba herido; tenía clara su desventaja- no querrán meterse conmigo- amenazó sonriente- al marimo no le gustará

- si te refieres a Roronoa no te ayudará- intervino otro- Odia tratar con sujetos como tú y tampoco le gusta perder el tiempo amaestrando perros...

- no te preocupes- profirió otro de los presentes- te trataremos bien... ¡sujétenlo!- no les llevó mucho tiempo atrapar a Sanji, pues la herida de su pie le restaba agilidad. Lo arrastraron detrás de las gradas, asegurándose de no ser vistos, y lo pusieron contra la pared. Dos le sujetaban de cada brazo mientras que un tercero le destrozaba la ropa con un pequeño cuchillo.

- ¡suéltenme malditos cerdos!- gritaba y pateaba en vano. Recibió algunos cortes en su piel mientras era desvestido, pero su verdadero miedo empezó al sentir a dos de ellos lamiendo su piel y mordiendo sus pezones, uno en cada uno de ellos- de... deténganse... es... asqueroso...

- su piel es tan suave- reía uno, pasando el filo del cuchillo por su vientre, en donde se dibujó una delgada línea carmesí

- ¡¡suéltenme!!- no tuvo opción. Arriesgando su pie herido, Sanji lanzó una patada, alejando a uno de esos hombres de él y tirándolo al suelo; con la fuerza que aún conservaba logró soltarse del agarre de los que le tenían contra la pared y trató de escapar, mas el tipo que estaba en el piso haló de él por su tobillo herido, haciéndole caer irremediablemente- ¡hijos de puta, los voy a...!- aquellos hombres se apresuraron a sujetarlo; esta vez lo inmovilizaron contra el piso, dos de ellos sujetando sus brazos y otros dos las piernas, separándolas lo suficiente como para que el quinto se pusiera entre ellas.

Con los retazos de su ropa destrozada, el quinto le cubrió la boca para que no hiciera más ruido del debido y empezó a acariciarlo de pies a cabeza, haciendo temblar al rubio. Sujetó su hombría, estimulándola lentamente hasta dejarla completamente dura; se inclinó lo suficiente e introdujo de golpe toda la hombría en su cavidad, provocando un gemido ahogado en la boca del cocinero. Después de un rato succionando su entrepierna, el desconocido se levantó, usando sus manos para hacer que al fin Sanji se viniera.

- ¡cómo gotea!- profirió el activo, saboreando el cuerpo de su víctima con la mirada- ¡quiero probarlo!- recogió la blanquecina sustancia con una de sus manos para luego lamerla. Sanji hubiera vomitado de no ser por la mordaza de su boca, así que, lo único que pudo hacer fue desviar la mirada.

Algo húmedo rozando su entrada le advirtió que esos hombres aún no terminaban de jugar con él, por lo que regresó su vista al frente... el mismo tipo que anteriormente había probado su semen ahora tenía su mano empapada de saliva paseándose en su zona baja hasta que, lentamente, introdujo uno de los humedecidos dedos, moviéndolo circularmente en su interior. Los otros cuatro le miraban con lujuria. De los ojos de Sanji brotó el llanto; tenía el orgullo por los suelos, sin mencionar la sensación de suciedad que le causaban los roces de esos hombres; pronto un segundo dedo invadió su ser, moviéndose incansable junto al otro... lo odiaba, quería gritar, mas no podía con ese maldito trozo de tela en su boca.

- es tan estrecho- decía jadeante el que le penetraba con los dedos- quiero darle justo aquí...

- no seas idiota- le reprendió uno- sólo tenemos permitido hacerlo con los dedos

- no esperarás que me conforme con eso, ¿o sí? La tengo tan dura que siento como si fuera a explotar- aquel hombre sacó los dígitos del interior de Sanji y liberó su miembro- no aguanto más...- colocó la punta en la entrada, introduciéndola lentamente hasta que desapareció completa en el ano del rubio- ahhh... increíble...- dio la primera embestida- es... tan jodidamente bueno aquí...- comenzó con el vaivén, entrando y saliendo frenéticamente- su culo... es tan apretado...- con sólo escuchar a su compañero, los otros cuatro se pusieron a tono en un instante, sacando sus respectivos miembros de entre sus ropas.

Se masturbaban al tiempo que veían al quinto mancillar a Sanji, pero ellos tampoco se conformarían con ver. Uno de ellos retiró el pedazo de tela de la boca del rubio e introdujo su virilidad en ella, embistiendo con fuerza la cavidad mientras que los otros tres manoseaban y lamían por todas partes al cocinero al mismo tiempo que se la jalaban sin recato alguno, jadeando y babeando cual animales hambrientos.

Ahora Sanji ni siquiera podía gritar, lo único que le quedaba era rogar para que su tortura acabara pronto... ¿por qué todo era tan diferente? A pesar de que el marimo lo había tomado a la fuerza, aún cuando le había lastimado el tobillo, aunque le hirió de más de una forma, aquella ocasión había sido... placentera... odiaba decirlo, pero no podía seguir negándolo; le había encantado. Sin embargo, lo que pasaba en esos momentos era totalmente lo contrario a lo que había experimentado con el peliverde...

- [Ayúdame, marimo...]- suplicó mentalmente, esperando que, en cualquier instante, Zoro llegase a salvarlo como la última vez. Logró llevar su llorosa mirada hacia enfrente; entre los espacios de las gradas alcanzaba a distinguir una silueta de cabello verde levantando pesas... era él, entonces ¿por qué no lo ayudaba? ¿Tan rápido se había aburrido de él?- [no... yo lo alejé de mí]- sus lágrimas se volvieron más gruesas y abundantes- [Zoro...]- cerró momentáneamente sus párpados, y al abrirlos, el peliverde ya no estaba en el patio.

Los cinco hombres empezaron a gritar de pronto, apartándose de él aterrados y aún con los pantalones abajo. Llevó lentamente su mirada hacia donde los otros veían... ahí estaba Zoro, mirándoles gélidamente. Todos corrieron despavoridos, alejándose de la escena tan rápido como sus pies se lo permitieron. El peliverde chasqueó molesto la lengua y miró a Sanji.

- parece que te divertiste, cejas de sushi- habló burlón. Sanji no dijo nada; empezó a toser y se levantó del suelo apoyándose en la pared- lamento haber interrumpido tu fiesta

- los voy a matar...- por más que lo deseara detenerlas, las lágrimas seguían cayendo de sus orbes- ¡deja de mirarme, maldita sea!- el otro se alzó de hombros en señal de indiferencia y se dispuso a marcharse- no... no te vayas...- la voz del rubio era ronca y apenas perceptible- por favor... no te vayas...- se arrastró hacia él, colocando su frente sobre una de sus piernas- no quiero... que vuelva a pasar esto. Déjame quedarme junto a ti... marimo estúpido...

- creí que no necesitabas de mi ayuda

- haré lo que quieras...- tragó saliva, intentando retener sus sentimientos- déjame ser tu puta...- no creía lo que oía ni porque él mismo lo estuviera diciendo, ¿la puta de ese bruto? No era la mejor de sus ideas, pero era la única forma de estar un poco más seguro; lo único que deseaba era sobrevivir- soy tuyo...- el otro sonrió sin que el cocinero se percatara, inclinándose para levantarlo y sacarle de ese lugar.

Sin reprochar nada, Sanji se dejó llevar en brazos hasta las duchas. No había nadie, así que podía lavarse la vergüenza sin mirones de por medio; abrió el grifo del agua, estaba fría pero no le importó. Tiritando, empezó a limpiar todo el rastro que esos engendros habían dejado en él.

- tienes 10 minutos- le avisó Zoro desde la entrada. Un par de minutos más tarde, Luffy y Ace aparecieron en el baño, éste último cubriéndole los ojos al menor con una mano. Sanji veía de reojo, Ace le murmuró algo al peliverde, éste asintió y se marchó, dejando pasar a los hermanos D.

Ace abrió una de las duchas, colocándose debajo del agua junto a su hermanito, retirando de sus cuerpos sus prendas manchadas de... ¿a caso era... sangre?... antes de seguir analizando eso que coloreaba el agua del piso, el mayor de los hermanos lo miró. Esos ojos siniestros lo dejaron paralizado al percibir la sed de sangre reflejados en ellos... vio los labios de Ace moverse, pudiendo leerlos a la perfección...

"Di una sola palabra y realmente te mataré"

Por inercia, el cocinero asintió y desvió la mirada; ya no sabía si temblaba de frío o de miedo, pero era mejor tratar de olvidar lo que había visto. Pronto Zoro regresó, tendiéndole ropa limpia y una toalla tanto a Ace y su hermano como a Sanji. El rubio se secó y vistió lo más rápido posible y salió junto con el peliverde de las duchas, no sin antes dar un último vistazo hacia atrás; aquellas manchas sobre sus ropas era definitivamente sangre, y por algún motivo, Ace no retiraba su mano del rostro de Luffy, impidiéndole ver... ¿qué ocurría en ese sitio?

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Momentos antes, en uno de los patios de Impel Down...

Hacía un rato que lo había perdido de vista. Lamentablemente para él, su hermanito tenía demasiada energía y a veces era difícil de controlar; pero lo que le preocupaba era dejar a Luffy solo en esa madriguera de bestias. Ace daba vueltas de un lugar a otro tratando de encontrar a su hermano menor, hasta que finalmente lo vio... no estaba solo, había tres sujetos con él. Su corazón se agitó violentamente, presintiendo el peligro que rondaba al menor. Al ver que esos hombres se llevaban a su hermano hacia uno de los estrechos callejones de la prisión, Ace se apresuró a ir tras ellos, sin embargo, al llegar, un fuerte golpe en su espalda lo derrumbó, permitiéndole a sus atacantes frenarlo contra el suelo.

Su vista se nubló parcialmente debido al golpe, pero en cuanto se esclareció, vio delante a él lo que tanto temía; un hombre estaba encima de Luffy, intentando abusar de él. El menor hacía todo por resistirse, mas sus esfuerzos resultaban vanos, y poco a poco estaba siendo sometido. Gritó desesperadamente, pidiendo ayuda a su hermano mayor; por suerte para Luffy, Ace estaba justo ahí, y sus gritos fueron el detonante de su furia incontrolable.

- ¡¡Luffy, cierra los ojos!!- le ordenó, a lo que el menor obedeció inmediatamente, apretando sus párpados con todas sus fuerzas. Lo único que Luffy escuchaba eran gritos y súplicas mezcladas entre un sonido que no supo reconocer. Se quedó quieto en el piso un largo rato hasta que Ace le ayudó a levantarse

- ¿qué está...?- justo empezaba a abrir los ojos cuando Ace se los cubrió con una de sus manos

- ¡¡no mires!!- abrazó el menor por la espalda- por favor Luffy, no mires...- caminaron lentamente en esa posición. Mientras caminaba, Luffy sentía sus pies chapotear en algo, había un olor extraño en el aire y más de una vez pisó cosas de rara textura que casi le hicieron caer.

Caminaron un rato antes que Luffy oyera agua caer, estaban en las duchas... seguramente no eran los únicos ahí. Escuchó algunos murmullos antes de que Ace lo metiera bajo el chorro de agua fría; aún con los ojos tapados, el mayor le quitó la ropa ya mojada y se quedó inmóvil en esa posición hasta que, pasados unos minutos, su hermano le descubrió su mirada, estaban solos. El mayor dejó que terminara de ducharse, y en cuanto se vistió, salieron de las regaderas.

Poco tiempo después, los guardias reunieron a los reos en uno de los enormes patios para tomar lista y asignar las labores de esa tarde; sin embargo, durante el pase de lista, hubo cuatro ausencias. Los oficiales buscaron en todos los lugares posibles sin encontrar rastro alguno de los reclusos ausentes... habían desaparecido...

Continued...


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