25. Deja Vú

holo de nuevo owo les traje nuevo capi~

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25. Deja Vú

Apenas salió al patio miró el sitio con repugnancia; aquel lugar era un verdadero asco cuando se estaba del lado sometido. Nada más que hombres sudorosos insultándose y golpeándose hasta que uno de ellos cedía o perdía la consciencia. Algunos voltearon a verle con miedo y otros con burla; ya se había esparcido su noticia por Impel Down desde hace mucho.

- ya no te ves tan amenazante, Mihawk- le dijo uno de los presos con burla acompañado de un puñado de hombres. Se trataba de uno de los jefes de las pequeñas bandas de la prisión que se creían lo suficientemente fuertes para derrocar a uno de los cinco reyes- pero ya que yo no te guardo rencor, te dejaré unirte a mi banda

- ¿dónde está Akagami?- preguntó el pelinegro, haciendo caso omiso de lo que acaba de decir

- ¿ese perdedor? En lo que a mí respecta, no merece ser uno de los cinc...- pero antes de terminar su frase, Mihawk lo tomó de la nuca y lo empujó hacia abajo hasta que su cara tuvo la desgracia de encontrarse con su rodilla, rompiéndole el tabique de la nariz y más de un diente.

- ¿dónde está Akagami?- repitió a los que estaban presentes mientras dejaba caer al inconsciente sujeto. Ninguno se atrevía a hablar, pero, con una mano, le señalaron en dónde estaba quien buscaba.

Se alejó de ellos con rapidez y fue hacia donde le habían indicado. En efecto, Shanks estaba ahí, armando escándalo con los que ahora eran sus hombres. La algarabía calló en cuanto le vieron; muchos de ellos se pusieron en guardia, pero con un movimiento de mano de su jefe, se dispersaron para dejarles hablar a solas.

- ¡Hola Mihi, cuánto tiempo!- le saludó jovial el pelirrojo mientras bebía de una botella que seguramente contenía alcohol

- no juegues conmigo Akagami- le arrebató la botella y la arrojó al piso con verdadera furia, rompiéndola en miles de pedazos y esparciendo todo su contenido por el piso- ¿a qué se supone que juegas?- lo tomó por la camisa y le miró con su afilada mirada dorada

- no sé de qué hablas Mihi...- fingió, pues sabía perfectamente a qué iban esas palabras

- me refiero a aquel motín de hace un año. No solamente dejaste vivo al hermano de Portgas, también me inculpaste de lo sucedido, y por tu causa, terminé metido en esta pocilga

- si no maté a Luffy fue porque los hombres de Doflamingo actuaron muy rápido, apenas y me dio tiempo de escapar. Eustass no fue distractor suficiente, pues alguien logró encontrarle. Y por coincidencia la persona que le encontró fue la misma que te culpó del motín

- ¿quién fue?- le agarró con más fuerza- ¡Dime quién fue!

- él- señaló hacia enfrente, justo donde un moreno leía tranquilamente un libro

- Trafalgar Law...- murmuró con odio antes de soltar al pelirrojo e ir a donde estaba el mencionado. Caminó desafiante hacia él, aquel sujeto era perfecto para "presentarse" en ese lugar. Sólo tenía que torturar un poco al moreno y todas las miradas estarían sobre él. Quizá hubiese sido mejor ir directamente tras Roronoa Zoro, uno de los reyes, pero su ira había nublado su razón.

Ajeno a aquella conversación, Law leía pacíficamente un libro que había conseguido de las manos del doctor de la prisión; era realmente muy amable con él, quizá porque, de cierta manera, eran colegas. Acababa de cambiar la página cuando una sombra le obstruyó la luz del sol, evitando que pudiera leer; no había nada que le cabreara más que ser interrumpido cuando tenía la nariz metida en un libro. Levantó la cabeza con molestia dispuesto a reclamar cuando un puño apareció de frente; el moreno reaccionó por reflejo y puso sus antebrazos frente a él, logrando apenas parar el golpe pero terminó en el piso, a los pies de aquel sujeto. Cuando al fin pudo mirar a aquel hombre no hizo sino parpadear de incredulidad, ¿qué hacía ese sujeto en Impel Down?

Law quiso levantarse de prisa, pero aquel golpe le había entumecido los brazos; además de fuerza, el de ojos dorados sabía cómo y dónde golpear para inmovilizar a su oponente. Mihawk le miró prepotente, burlándose de su penosa situación, y se inclinó para tomarle de los cabellos y llevárselo a rastras de ahí; pero otro puño volvió a interponerse, esta vez de un pelirrojo, quien había logrado encajarle el golpe en su costado izquierdo. El hombre retrocedió un par de pasos debido a la fuerza del golpe y se llevó una mano hacia donde el otro le había golpeado, no esperaba que ese muchacho tuviera tanta fuerza.

- le tocas un solo cabello y te mato, ¿entendido?- le amenazó Kid con una aterradora mirada, interponiéndose entre ese sujeto y su adorado Law. Sin dejar de verle, se puso a la altura del moreno, ayudándole a levantarse- aléjate- le dijo antes de lanzarse contra aquel sujeto.

Law les miraba a distancia con cierto sonrojo en su cara; aún no se acostumbraba a que Kid fuera tan amable con él... aunque, de vez en cuando, aquel otro Kid salía de su interior, pero había aprendido a controlarle con el tiempo. Justo pensaba en eso cuando otro golpe del pelirrojo alcanzó a su contrincante; ya muchos se reunían a su alrededor, apostándole cada quien a su favorito. Mihawk y Kid siguieron con el intercambio de golpes un buen rato hasta que los guardias les separaron y disiparon a la multitud. No pudo hacer más que observar cómo los oficiales esposaban y se llevaban a Kid y al otro sujeto al área de confinamiento; seguramente pasaría unos cuantos días a solas... suspiró un poco, ya se imaginaba lo primero que le haría Kid al ser liberado.

Shanks también observaba satisfecho, su plan salió a pedir de boca; cada uno actuó como predijo que lo harían, aunque era una lástima que Kid hubiese terminado encerrado también.

- qué más da-se alzó de hombros, dando la vuelta- eso le dará un poco más de tiempo a Sanji...

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Dos días más tarde...

El juez miró con desaprobación el expediente que le había entregado el oficial; no era la primera vez que llegaba un caso así a un estrado, tampoco era la primera vez que alguien declarado inocente terminara frente a él; lo que no le gustaba era ver a los criminales totalmente relajados, como si lo que hubieran hecho fuera de lo más común.

- Kuroashi Sanji- preguntó el juez en grave voz al criminal que tenía enfrente- es su nombre, ¿cierto?

- sí señor- le miraba de lo más tranquilo, con las manos metidas en las bolsas de sus pantalones

- señoría, quisiera hacer unas cuantas preguntas al demandado- pidió el abogado defensor, a lo que el juez respondió con una señal, dándole la palabra. Sanji subió al estrado- Kuroashi Sanji, ¿usted conoce a mi clienta?

- sí, se llama Nami; fue mi abogada defensora hace poco más de un año. Después de que cerrara mi caso, nos mantuvimos en contacto en calidad de amigos

- entonces, si se dice su amigo, ¿me puede explicar por qué intentó abusar de su persona?- se escucharon murmullos entre los presentes, los cuales fueron callados por el fiscal

- creo que es muy obvio. Es hermosa, no tengo ninguna otra razón

- ella le defendió cuando se le acusó de violación hace más de un año e incluso le ayudó a salir de prisión, ¿acaso encubrieron su crimen en aquella ocasión?

- no, esa vez sí era inocente

- ¿declara abiertamente que intentó abusar de ella?

- es lo que acabo de decir

- ¿hay alguna otra pregunta que alguno de los abogados quiera agregar?- preguntó el juez, recibiendo una negativa de ambas partes- Kuroashi, regrese a su sitio- ordenó, a lo que el rubio obedeció de inmediato- jurado, ¿cuál es el veredicto?- el jurado se miró entre sí, asintiendo mientras su representante se ponía de pie

- por unanimidad, el jurado encuentra al acusado, Kuroashi Sanji, culpable- sentenció

- Kuroashi Sanji es declarado culpable de intento de violación a la señorita Nami- la chica lloraba desconsolada, ocultando su rostro entre sus manos- deberá cumplir una condena de 8 años en la prisión de Impel Down. ¡Llévenselo!

Sanji miró una última vez a Nami mientras era arrastrado por los guardias fuera de la sala; se arrepentía tanto de haber hecho llorar a aquella bella mujer, en verdad que lo odiaba, pero había sido la única forma que logró maquinar para volver a entrar a esa prisión. La pelirroja le murmuró un "cuídate" antes de que su rango de visión le impidiera verla; aunque sabía que ella tampoco podía verle, respondió con un "gracias" mientras se alejaba. Su preciosa Nami era una excelente actriz, todo había ido según lo habían planeado.

En cuanto estuvieron afuera apareció una camioneta blindada en donde fue metido a base de fuerza. Dentro, un hombre lloraba desconsolado al lado de otro que estaba de lo más calmado, mordiéndose las uñas para luego escupir los pedazos en el piso.

- oh, vaya. No esperaba ver una princesa hoy- dijo con burla el hombre- ¿y de qué se te acusa princesa, de robar una dulcería?- soltó una carcajada, pero Sanji no le hizo caso y miró al otro hombre- él está aquí por apuñalar a un menor- explicó

- ¡fue en defensa propia!- se defendió el otro

- yo formaba parte de una banda de secuestradores. Incluso violé y asesiné a algunos mientras hacía mis "negocios"- dijo enfatizando la última palabra- y bien princesa, ¿qué has hecho tú?- pero el rubio seguía en silencio- vamos, todos vamos al mismo agujero, cuéntanos- le animaba pero parecía no dar resultado- vaya que eres un chico aburrido, ¿no piensas decir nada?

- Deja-Vú- dijo en tono apenas audible mientras esbozaba una tenue sonrisa; aun cuando no todo era igual, tenía la sensación de haber hecho eso antes...

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Algunas horas más tarde...

- bajen bastardos- dijo uno de los guardias abriendo la pesada puerta de la camioneta, dejando entrar los rayos del sol que cegaron a los presos por un momento.

Sanji bajó al final, mirando el imponente edificio; era justo como lo recordaba. Sonrió de lado y siguió a los otros dos presos mientras los guardias les llevaban adentro, caminando por varios pasillos hasta que llegaron a un pequeño consultorio, en donde le esperaba un doctor. Él ya conocía el procedimiento, así que no se negó a la auscultación; sus otros dos compañeros opusieron más resistencia hasta que, a base de golpes, los guardias les hicieron obedecer. Una vez terminado el examen médico, les confiscaron sus cosas y les entregaron su uniforme de interno junto con otros objetos de uso personal como jabón, peine, cepillo de dientes, una manta, entre otras cosas. También se les colocó un brazalete a modo de identificación y se les esposó mientras eran llevados a un nuevo lugar. El rubio sonrió con melancolía, nada había cambiado, ni siquiera el procedimiento.

O eso pensó hasta que llevaron a los tres frente al edificio del alcaide. El extravagante rubio de abrigo rosado y gafas oscuras no tardó en aparecer frente a ellos, mirándolos uno a uno, deteniéndose unos momentos en Sanji antes de comenzar a pasearse alrededor de ellos mientras relamía sus labios, haciendo temblar a los otros dos hombres, vaya que era aterrador.

- así que ustedes son la nueva carnada para alimentar a las bestias- decía burlón el alcaide- aunque creo que hay un rostro conocido por aquí- miró directamente al rubio, analizándole de arriba hacia abajo- ¿qué haces aquí de nuevo?

- vine a mostrarle algo sorprendente- respondió Sanji en tono educado

- vaya, parece que me divertiré más de lo que había pensado, fufufu~ -el alcaide se detuvo y se llevó las manos a la espalda- ¿me hace el favor de recordarles la regla?- le pidió a uno de los oficiales, quien no tardó en dar la afirmativa y acercarse al grupo de presos

- no nos interesa lo que se hagan entre ustedes, pero no pueden tocar a los guardias y mucho menos al alcaide. En caso de hacerlo, serán amonestados dependiendo de la gravedad de sus acciones- dijo firme antes de dar un paso atrás, poniéndose a la altura de su superior

- Bienvenidos al infierno, caballeros- dijo el alcaide con una tétrica sonrisa antes de darse la vuelta y regresar por donde había llegado

Los guardias volvieron a llevárselos hacia otro edificio. Cruzaron un par de patios antes de llegar a su destino... el área de celdas. Los dos hombres que habían llegado con Sanji fueron conducidos hacia el lado derecho mientras que un segundo guardia guiaba al rubio por el lado izquierdo; los demás reos gritaban y golpeaban los barrotes de sus celdas tratando de llamar su atención.

- ¡hey, putita rubia!- se escuchaba en algún sitio, seguramente alguno de los presos- ¿quieres jugar un rato?- vaya que esos tipos no tenían frases originales, ¿es que siempre decían lo mismo?

El rubio suspiró con cansancio, era mejor ignorar todas aquellas sandeces, no tenía tiempo para ellas. Lamentablemente para él, no estaba en la misma sección donde estaba Zoro, tendría que esperar hasta la mañana siguiente para verle; pero llevaba más de un año esperando, una noche más no haría daño.

- aquí es Kuroashi- anunció el guardia deteniéndose en una celda. La puerta se abrió y el guardia le quitó las esposas, metiéndolo con un fuerte empujón- compartirás celda con Akagami- habló burlón antes de marcharse a la vez que se cerraba la puerta.

El par de hombres se miró con intensidad antes de sonreírse, estrechando sus manos con fuerza como símbolo de amistad. Al ver que el pelirrojo ocupaba la cama de arriba, Sanji arrojó sus cosas a la cama inferior y se sentó a la orilla

- te traje algo para darte la bienvenida- el mayor le arrojó algo que logró atrapar sin esfuerzo alguno; era una cajetilla de cigarros y un encendedor. El rubio se apresuró a sacar uno de los cigarros, encenderle y expulsar el humo con parsimonia. Shanks se sentó junto a él y le miró atento hasta que se consumió su cigarro- ¿haz tenido problemas para entrar?- peguntó

- para nada. Nami-san ayudó bastante- habló el cocinero tirándose a la cama mientras cruzaba sus manos por debajo de su nuca

- ¿cuánto le has pagado al final?

- no me cobró nada

- vaya, eso sí que es raro en ella

- Sí, supongo- volvió a encender otro cigarrillo y prosiguió- ¿y cómo están las cosas por aquí?

- Bueno, no hay nada realmente importante, sólo que ahora soy uno de los cinco reyes de Impel Down junto con Crocodile, Eustass, Portgas y Roronoa

- ¿y eso no es importante?

- no para mí- el mayor se tiró junto al rubio y prosiguió- en cuanto a los demás, Law está como auxiliar en la enfermería y Portgas fue liberado del confinamiento especial hace poco.

- ¿qué hay el marimo?

- hasta donde he sabido, no ha tocado a nadie desde que te fuiste, tampoco se ha metido en problemas. Muchos han dejado de seguirle, incluso intentaron quitarle su lugar como uno de los grandes, pero obviamente nadie ha podido

- ¿y su compañero de celda?

- es sólo un delincuente de bajo nivel, nadie importante. Pero es lo suficientemente inteligente para no cruzar miradas con Zoro, así que es como si no estuviera ahí

- ¿y él?

- logré que Mihawk fuera aislado en una celda por unos días pero mañana estará de regreso, o eso me dijo uno de los guardias- se quedó en silencio un momento antes de mirarle de reojo- ¿estás seguro que quieres hacerlo?

- eso mismo te pregunto a ti

- nunca he estado más seguro de algo en mi vida- dijo con una gran sonrisa aunque su interior se estuviera desmoronando...

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Y de nuevo se veía caminando por ese corredor, siendo llevado por los guardias a la oficina de ese hombre... ¿Cuántas veces iban ya? Hace mucho que había perdido la cuenta, ya habían pasado más de seis años desde la primera vez. De haber sabido que podía hacerse de todo lo que quería con sus propias manos no hubiera aceptado aquel trato con él... pero, irónicamente, ser la mascota del alcaide tenía beneficios que nunca hubiera conseguido por su cuenta... ¿había hecho lo correcto?

Despertó de su ensimismamiento cuando escuchó la mano del guardia tocar la puerta y al alcaide dar su aprobación para pasar. Las puertas se abrieron para darles paso a él y a los guardias, quienes le quitaron las esposas apenas estuvieron dentro. Doflamingo leía atentamente unos papeles detrás de su escritorio

- aquí está Crocodile, señor- le dijo unos guardias mientras guardaba las esposas que recién le había quitado al preso

- bien, fuera- habló sin despegar su mirada de aquellos papeles- yo les llamaré si los necesito- el rubio hizo un ademán indicando que sobraban en ese sitio; los guardias se cuadraron a forma de despedida y salieron apresuradamente del lugar- ven aquí Croco~chan- le llamó, a lo que el pelinegro tuvo que obedecer, parándose frente al escritorio. El rubio levantó la mirada y le sonrió- mira esto- soltó lo que leía en el escritorio, invitando al otro a leerlo; era el expediente de un prisionero.

El pelinegro levantó una ceja, rara vez le dejaba tocar el expediente de alguien, debía ser un asunto verdaderamente interesante como para confiárselos. Abrió la carpeta con curiosidad y comenzar a ver... recordaba a ese hombre...

- ¿no había sido liberado?- preguntó, quizá sus hombres le habían dado mal la información

- así es. Pero, por alguna razón, regresó a Impel Down

- eso es imposible, ¿quién regresaría por voluntad propia a este lugar?

- cuando una persona tiene algo que no desea perder, es capaz de hacer cualquier cosa con tal de retenerlo a su lado

- ¿insinúas que hay algo en este sitio que quiere?

- no, más bien diría que hay algo dentro de este lugar que está en peligro, y regresó para no perderle- sacó dos expedientes más, abriéndolos frente a la atenta mirada de Crocodile- ésta es la amenaza...-señaló uno de los expedientes- y esto es su preciado tesoro...

- no creo que pueda con semejante amenaza- pensó en voz alta

- fufufufu~ yo no estaría tan seguro...

- ahora entiendo por qué pareces tan feliz. Está a punto de pasar algo grande que seguramente matará tu aburrimiento

- me conoces bien Croco~chan- guardó los papeles en una de las gavetas del escritorio- y ya que estás aquí, ¿qué te parece si celebras conmigo?

- no estoy interesado en estas cosas, así que no tengo nada que celebrar

- que frío eres Croco~chan. Y pensar que te había comprado un regalo para la ocasión

- no me interesa

- vamos Croco~chan- se levantó de su lugar y caminó hasta el pelinegro, poniéndose detrás de él para luego pegarse a su espalda- te gustará

- he dicho que no

- tenemos un trato Croco~chan- le recordó, y al ver que se había quedado callado, supo que se había dado por vencido.

Doflamingo sonrió satisfecho y comenzó a morder el lóbulo de su oreja, tirando de éste mientras sus manos se paseaban por su espalda hasta sus hombros, donde lentamente levantó la camisa hasta quitársela y arrojarla hacia algún punto en el suelo. Su lengua bajó a su cuello y sus manos pasaron al pecho, acariciando su musculoso torso y saboreando su exquisita piel a base de besos y mordidas, dejando en el camino pequeñas marcas carmesíes. Pronto el resto de la ropa de Crocodile, incluso los zapatos y calcetines, terminaron acompañando su camisa.

El pelinegro chasqueó la lengua, ya sabía lo que venía a continuación, comenzaba a acostumbrarse. Tiró lo que había aun sobre el escritorio y se subió en él, bocarriba y con las piernas abiertas; sus manos pasaron por encima de su cabeza y se agarraron del mueble, seguramente para soportar un poco de lo que el otro le iba a hacer. El alcaide le miró un tanto extrañado y se acercó a él, esposándole las manos, esperando que diera algún tipo de queja, pero no fue así.

- deja los putos juegos y hazlo de una vez- habló al fin el preso; era mejor así, sin ningún tipo de resistencia.

- te propongo un trato, Croco~chan- Doflamingo se quitó el pesado abrigo rosa y comenzó a desvestirse ante la atenta mirada del otro- si soportas todo lo que te haré sin despegar sus manos del escritorio, te dejaré libre...

- ¿qué?- el pelinegro le miró incrédulo

- eso mismo. Aguanta todo lo que te haga sin soltarte del escritorio y serás libre, ya no volveré a tocarte y además, conservarás todos tus privilegios

- ¿cómo sé que no me estás mintiendo?

- soy hombre de palabra, Croco-chan. Me conoces, ¿alguna vez he faltado a lo que cumplo?

-... - era verdad, por mucho que odiase admitirlo, Donquixote Doflamingo nunca mentía en cuanto a tratos se refería- de acuerdo, acepto

- fufufu~ así me gusta- le dio una suave bofetada y rodeó el escritorio; ya para ese momento estaba completamente desnudo, lo que hizo sonrojar un poco al otro en acto reflejo. Doflamingo también le observaba, sólo que de forma más pervertida; ya se imaginaba cómo se divertiría con él. Se agachó para alcanzar el último cajón de su escritorio y sacó algo de éste que el pelinegro no alcanzó a ver; el alcaide volvió a rodear al otro hasta llegar a sus piernas- mira Croco-chan, lo compré para ti...- le mostró lo que llevaba; un pequeño vibrador en forma de cápsula del tamaño de la palma de una mano que llevaba un delgado cable que lo conectaba al mando.

El rubio presionó el botón y encendió el aparato; se escuchaba vibrar, incluso hacía temblar un poco la mano del alcaide. Lamió lentamente aquel objeto y comenzó a pasearlo por todo el cuerpo de Crocodile, empezando desde el cuello hasta el abdomen, entreteniéndose un rato en los pezones hasta que la vibración los hizo endurecer.

- tks...- el pelinegro podía sentir su piel erizarse al contacto del aparato, haciéndole suspirar bajito; pero no se rendiría, tenía que aguantar aquella tortura un poco más

- se siente bien, ¿no?- dejó el pequeño aparato descansando en su ombligo mientras él bajaba a sus genitales. Sacó su lengua y dejó que su saliva comenzara a bajar por ella, acumulándose en la punta hasta comenzar a caer en forma de hilo sobre el miembro de Crocodile. Se sentía húmedo y frío, una sensación contraria al resto de su cuerpo, lo que le hizo temblar más. Con sus manos, el rubio comenzó a esparcir la saliva por toda la zona, masajeando el miembro de Crocodile con una mano mientras la otra se concentraba en su entrada; podía sentir la ansiedad del cuerpo del pelinegro, aunque siempre se negara, su cuerpo hablaba por él; su pene comenzaba a erguirse y su entrada palpitaba ante su contacto- creo que es hora de usar este juguetito- rio antes de tomar el vibrador e introducirlo de lleno en la entrada del otro

- mghh...- había tenido que apretar los labios para no gemir más fuerte. El dedo del alcaide empujó el aparato, haciéndole entrar hasta llegar a ese punto que le enloquecía. El pequeño aparato vibraba contra su próstata y paredes internas; era como un cosquilleo que estimulaba todos sus nervios, se sentía realmente bien- haa... mnnn...- no pudo contener sus jadeos, mucho menos el que su cuerpo reaccionara. Sus caderas comenzaban a moverse en busca de más- jo-joder... mghh... eso... eso es trampa...-reclamó mirando al rubio

- ¿trampa por qué?- sus manos seguían jugando con su pene; paseándose desde la punta hasta los genitales, apretando fuerte cuando podía- te gusta, ¿no es cierto?

- bastardo...- no podía negar que aquello se sentía muy bueno, pero tampoco le iba a dar la razón

- mmm... ahora veamos...- apoyó las rodillas en el mueble y se subió en él para quedar encima del pelinegro, dejándole ver su enorme erección- ¿estás listo para intentar un juego nuevo, Croco-chan?

- ¿qué... estás tramando?

- ya verás- levantó sus caderas y tomó el pene del otro, comenzando a introducirlo lentamente en su interior- mgh... Croco-chan... es tan grande...-decía con una pervertida sonrisa que iba creciendo conforme el miembro del otro entraba más en él

- aghh... basta...- estaba sorprendido ante eso, pensó que el día en que Doflamingo le dejara ser el activo jamás llegaría. Pero ahí lo tenía, sentado sobre él, auto penetrándose, y por lo que parecía, le estaba doliendo mucho, aunque parecía estar disfrutando mucho, su mirada lasciva le delataba... Quizá era la primera vez que alguien se la metía. Aquella idea le hizo estremecer, ser el primero de Doflamingo, montarse en él y follárselo hasta hacerle gritar y pedir clemencia; poder hacerle todo lo que alguna vez le hizo a él, pero mil veces mejor- a la mierda el trato...- murmuró mientras soltaba el escritorio y lo sujetaba de los brazos; no le importaba ser esclavo de ese sujeto por siempre, después de todo, era la mejor forma de matar el tiempo y obtener algo de placer a la vez. Y aunque no quisiera admitirlo, aquellos juegos de placer siempre iban acompañados por un toque de amor...

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Podía sentir algo diferente en el lugar esa mañana, pero no estaba seguro qué era. No parecía haber nada fuera de lugar, no habían cambiado o remodelado nada y los presos era prácticamente los mismos, al igual que su pésimo desayuno... entonces, ¿qué había cambiado a su alrededor? Quizá eran cosas suyas, finalmente empezaba a enloquecer... sí, seguramente era eso.

Con un suspiro de resignación, Roronoa Zoro avanzó por la prisión hasta llegar donde estaba el equipo de ejercicio. Se puso junto a un alto y fornido moreno, estiró los brazos e hizo crujir sus huesos antes de agacharse y tomar posición para cargar una enorme pesa. Pero justo cuando estaba por tomar el mango, una pelota le dio de lleno en la cabeza con tal fuerza que terminó por tumbarle boca abajo en el piso. Zoro se levantó hecho una fiera, limpiándose el polvo que tenía en la cara, y con una venita pulsando en su frente, se giró...

- ¿quién fue el hijo de puta?- gritó, a lo que muchos retrocedieron. Los presentes se miraban unos a otros, nadie había notado de dónde había salido aquel balón. De pronto, otro balón con menos fuerza que el primero volvió a golpearle, esta vez sin lograr moverle ni un centímetro- estás cavando tu propia tumba, jodido p...

- vaya, sigues igual de gruñón, marimo- la ira desapareció más rápido que como había llegado al escuchar esa voz. Zoro se giró en cámara lenta hacia atrás, distinguiendo a un hombre de pie a sus espaldas, con un cigarrillo en los labios. Era alto, de complexión delgada y cabello rubio, el cual ayudaba a cubrir la parte derecha de su rostro; también llevaba barba y una expresión altanera adornada por una curiosa ceja en espiral. El hombre apagó su cigarro con un pisotón y avanzó lentamente, quedando de pie a unos cuantos centímetros del peliverde- ¿qué sucede? Parece que hubieras visto un fantasma

- Sanji...

Continued...


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