Luna y Confeti

Y tenemos un fic de que salió solito. Posiblemente venga acompañado de otro que tambien tenga a Luna como protagonista. Espero les guste.

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 - Luna y Confeti -

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Era una noche de tormenta.

Afuera de la vieja casa de dos pisos, el viento se dejaba caer violento, arrastrando ráfagas de agua y poderosos truenos.

Ocultas, bajo el calor de una sábana blanca, dos chicas aterrorizadas temblaban de miedo.

El vendaval había ya durado algunas horas, y los truenos, cada vez más cercanos, habían cimbrado la paz de toda la familia. Del amplio linaje Loud.

Las más pequeñas no habían esperado mucho, a las primeras muestras de nubes negras y los primeros tronidos aún lejanos, habían buscado refugio en el cuarto de sus padres, quienes, a sabiendas de que tendrían visitas esa noche; habían adaptado su habitación para recibirlas. De manera que dormían esa noche juntos: Lily, Lisa, Lana y Lola con los señores Loud.

Y no, Lisa no tenía miedo, solo llevaba a Lily que se ponía a llorar y no la dejaba dormir. Esa era su mala excusa.

Lucy, por su parte, amaba las tormentas, le rememoraba a las películas de vampiros y hombres-lobo que adoraba. Se imaginaba dueña de un castillo y aprovechaba para sacar su bola de cristal y tratar de hablar con el espíritu de algún antepasado. Decía que ya alguna vez había contactado a la bisabuela Harriet, que le había dicho enfáticamente que, por nada del mundo, hiciera un pentagrama en el ático.

Lynn Jr., acostumbrada a las prácticas sombrías de su hermana gótica, roncaba como camión sin prestarle importancia a absoultamente nada. Podría acabarse el mundo, y se la tendrían que llevar cargando, o no se la llevarían. Todos en la casa envidiaban su capacidad de dormir profundamente, pasara lo que pasara.

Lincoln, por su parte, como el único varón de sus hermanas; vigilaba muy atento... desde abajo de su cama, abrazando a bun bun. Pero no saldría de su cuarto ni huiría con nadie por que nadie le llamaría cobarde. Antes muerto que carnada para las burlas de Lynn.

Leni, la más linda de la familia, esas noches dormía en la cama de Lori. A brazada a su hermana, temblaba e incluso llegaba a sollozar, ante cada potente tronido proveniente del cielo.

-¿Por qué, Lori? ¿Por qué el cielo se pone así?-

-Ya lo sabes, Lenita.- Dijo su hermana con condescendencia.- Es un proceso natural.- La rubia mayor le acariciaba con ternura la cabeza infundiendo calma a su hermana. La miraba por encima pensando en qué sería de ella. Como sería el mundo con ella cuando le tocase vivirlo, sola.

Con 17 años, era un poco más que una pequeña en muchos aspectos. La abrazó de pronto. Un trueno se dejó venir, y la sintió temblar nuevamente.

-No pasa nada, anda, cálmate.-

Y el vaho de las penumbras recorría los pasillos sin detenerse.

Pero había una habitación más.

Una donde las noches de tormenta se habían vuelto una especie de pacto silencioso celebrado hacia ya muchos años. Cuando ambas, de niñas, entendieron que le tenían pavor a las noches de tormenta.

-Son los truenos, Luna, no a la lluvia, ni al viento.- Lo habían aclarado muchas veces.

Era la habitación de Luna y Luan.

Ambas estaban debajo de la sábana blanca que citamos al principio, y como allí se menciona, ambas temblaban de miedo.

Aun ya de mayores, las tormentas como la de esa noche terminaba, como en una respuesta casi instintiva, a acurrucarse una al lado de la otra para poder dormir. Era el peso de un paradigma bien cimentado.

Un relámpago se dejó existir e iluminó aquella recámara completamente, como si fuese la luz del día mas brillante. Se vio en una esquina una vieja batería con un tambor caído, y en la otra un muñeco de madera que miraba fijamente a la pared. Las dos chicas se abrazaron en espera del inminente rugido que viene después de la luz; el cual llegó sin falta cimbrando la casa Loud desde la base.

-Luna...- Dijo Luan con miedo, abrazándose al pecho de su hermana.- Esta... muy fuerte.-

-Ya... ya pasó, Sis.- Luna fingía valentía y Luan lo sabía al sentirla temblar, queriendo de igual manera darle seguridad, pasó sus manos por debajo de la camiseta que hacía de bata para Luna, esa que tenía una enorme bandera de Inglaterra. Se deslizo por su cálida piel, para abrazarla sin ninguna tela de por medio.

Era algo que hacían desde hace años ante el miedo irracional. El contacto entre ellas en esas noches, las dejaba dormir tranquilas.

-Perdóname.- Dijo Luan. -Es que el contacto con tu piel, me calma desde que era pequeña.-

- Lo sé, Sis. No te preocupes, igual me siento mejor cuando lo haces. - Respondió dulcemente, dándole un beso en la frente.

Otro trueno se dejó caer y Luan abrazó a su hermana con fuerza exclamando de miedo. Ambas sintieron su contacto que nacía desde el pecho, habían entrelazado levemente sus piernas. Como era costumbre.

Su calor les encantaba, eran de las hermanas que, en secreto, más unión tenían. Se entendían bastante bien a pesar de sus diferencias. Luan le había dicho a Luna que siempre que dormía en su pecho, dormía a placer. A verdadero gusto.

Luna le había dicho que podía quedarse a dormir con ella cuando quisiera y que solo le costaría un cupcake de las fiestas a donde trabajaba. Y ambas reían.

Nadie en la casa sabía esta cercanía. Así como no sabían mil y una cosas más que pasaban bajo ese techo. Historias de otras ocasiones.

Luan apoyó su frente en el delgado hombro de su hermana. La respiración de Luna golpeaba con fuerza, el cuello de Luan.

El calor vaporoso de sus respiraciones comenzó a levantarse transformando la sábana en un domo mágico, en un reino fantástico donde ellas eran aroma, piel, voz, suspiros, risitas, manos... quizá...

No era la primera vez que se encontraban en una situación así. De hecho, era la tercera tormenta en donde esa unión, pretextada por el temporal, se daba así. Cada vez era más poderosa que antes, más embriagante, más mortal. Y al igual que las últimas dos veces, estaban acercándose a una orilla que, de incertidumbre, era inmensa.

En la mente de ambas solo dos preguntas navegaban: ¿Qué siento?... ¿Que sientes?

-Tu corazón late muy fuerte, Luna.- Dijo Luan aspirando levemente, le encantaba arrebatarle su olor fresco con tintes ácidos. Su aroma de rudeza y rebeldía.

-¿Muy duro?... es por los truenos, Sis.- Luna tenía miedo, sí. Pero no al vendaval. No a la tormenta.

Ella tenía miedo a Luan.

Sentía sus manos tan suaves pegadas a su espalda, mientras que ella la tomaba de la cintura. Podía sentir su estrechez y la sensación de su ropa interior por debajo de la bata.

Peleando con su imaginación, podía creer que sentía pequeñas, muy pequeñas zonas en el pecho de su hermana, que le rozaban cual punta de diamante. Y cortaban como tal.

Tenía miedo. Luna sabía que su hermana era consciente de sus preferencias; y a pesar de que ninguna hermana jamás le haría un despreció por ello, el caso de Luan era especial.

Era su Luan. Su hermana especial. Su cómplice de cuarto. Su consuelo de lágrimas. Su refugio de las tormentas.

Luna inhaló para calmarse, pero las noches como esa le habían regalado el aroma de su hermana casi desde que tenía memoria. Era un destello de canela deliciosa y toques dulces, seguro provenientes de las golosinas con las que estaba en contacto constante, en sus fiestas. Su linda comediante.

-Luna, sigues temblando.- Luan, llevada por la oscuridad, la lluvia, el viento y los truenos, le dio un leve beso en la mejilla para calmarla.

Y Luna rompió a llorar.

-Luna... ¿Luna, que pasa?-

-Nada... no pasa nada, Sis...- Luna sintió un terrible nudo en la garganta. Luan se angustió al verla.

-No, dime, ¿Qué tienes? ¿Es mi culpa? ¿Hice algo?-

Luna quería huir, quería correr, quería estar en otro lado ante las sensaciones que la invadían y que luchaba por erradicar.

Luan, al verla apretar los ojos y desesperarse, la tomó del rostro para calmarla; y quedaron tan cerca que sus alientos a pasta dental nocturna, se estrellaban cual mar embravecido, en su bocas.

Luna lloraba furiosamente, mientras Luan le acariciaba la mejilla terriblemente preocupada.

Pero la mirada no huía. Estaban en un duelo una con la otra, el pestañeo era el único y fugaz escape de aquel descubrimiento.

Luna, sin soportarlo más, se lanzó a abrazarla por el cuello y pegarla a sí. Luan le correspondió el abrazo y entrelazaron sus piernas un poco más.

Afuera, un trueno cayó tan cerca, que la tierra tembló. Y cuando el sonido de despejó. Había una chica con frenos, dando un tierno beso en los labios, a una joven de cabello corto.

Luna tenia los ojos cerrados como si sintiera un dolor agudo.

Luan ahora era la que lloraba.

Se separaron con mucha lentitud, dejando un leve sonido chocante.

Luna comenzó a abrirlos ojos y mientras lo hacía, descubrió la realidad intempestiva y se fue llenando de un susto que provenía de su mente, en donde se echaba, sin más, la culpa de todo.

Culpó a su género. Culpó a sus preferencias. Culpó a la sangre. Se sintió maldita.

Fueron tres segundos donde vivió el infierno en su vientre.

Luego se le vino el cielo en un bálsamo de la mano de Luan, quien le había puesto su palma en el pecho.

Luan rompió el contacto visual.

-Perdóname.-

Afuera la lluvia castigaba los árboles y las ráfagas no decidían hacia adonde soplar. El trueno mas potente de la noche se hizo presente haciendo saltar a todos en la casa, pero esta vez, en el cuarto de aquellas dos chicas, nadie tembló. Nadie tuvo miedo. No del clima.

-Luancita.-Dijo Luna con dulzura mientras acariciaba la mejilla de su hermana. Luego, su raciocinio ganó una idea. Aun podía salvarlo todo.

- Gra-gracias... me lograste calmar, Luan. Hacia... hacía mucho que no nos dábamos un piquito. Eso me calmó.- Y Luna sonrió llena de inmensas dudas.

-Un piquito como antaño...- Dijo Luan y quiso convencerse de lo mismo.

-Si, como antes.- Respondió Luna.

No, esto no era un piquito como antaño. Cuando jugaban a que se casaban mientras Leni hacía de dama de honor.

O ese beso que das para que deje de llorar o solo porque hay confianza.

-¿Te parece un beso como antaño?- Preguntó Luan sin pensar.

Luna sonrió. -Bueno, es un poco diferente. Ya somos mayores y creo que...-

Luan se colgó del cuello de Luna con firmeza.

-¿Te... gustó?-

Y el pecho de Luna recibió un golpe de latidos tan fuertes, que su dorso se cimbró.

Tragó saliva y respondió ya con la mente al borde del desmayo, en la voz silbante del pecado: Mucho.

Se miraron, sonrieron, se sonrojaron. La lluvia seguía, el movimiento de sus muslos no cesaba, entrelazadas del cuello y la cintura, debajo de una blanca sabana en la cama superior de una litera...

Cayó un trueno...

El beso fue tan potente que sus dientes chocaron antes de que encontrasen el contacto húmedo de un beso abierto. Luna tomó suavemente de la cabeza a Luan y la trajo a sí, mientras su lengua entraba tímidamente, solo para recibir el torrente de Luan que se dejó ir con toda la pasión que da la adolescencia desbocada.

Se encontraron en un beso largo donde conocieron el deguste de los labios, y el sabor delicioso en sus bocas.

-Luna tu...-

-Si...-

-Luan... desde cuando...-

-No sé... no sé...-

-Luan me gustas...- Dijo en un gemido.

Y todo se detuvo.

Se volvieron a mirar después de aquel breve frenesí donde se conocieron en un beso apasionado. En donde ambas sabían ahora, los secretos de su saliva.

A Luna le volvió el miedo ante la súbita parada.

-Luan yo... Yo...-

-Y tú a mi. - Contestó Luan.

-¿Qué?-

-Que estar contigo me hace feliz, Luna.-

Luna sonrió ampliamente y abrazó a Luan como metiéndola en su alma. Fue tan inmenso que se perdieron en suspiros y risas. Sin embargo, en un abrazo cargado de dicha, vino lo que era, su inminente realidad.

Pasaron algunos minutos. Afuera la tormenta se calmaba. Entones, vino la verdad.

-Luna, yo, ¿te gusto, de verdad? -

Luan vio en Luna el miedo.

-No, no, Luna, tu...tu... tu igual me gustas mucho, pero...-

-Lo sé, Sis...-

Se vino el silencio más incómodo; el de una pésima verdad compartida. El laberinto sin salida. Ambas comprendían el detalle de la sangre, ambas sabían su entorno a pesar de que ambas compartían unas dosis de amor no fraternal.

Era todo. Había que detenerlo.

-Sis, será mejor que...- Dijo Luna con lágrimas en los ojos dispuesta a dejar ir de sus brazos a una chica hermosa; a lo que Luan le puso una mano en la boca y con respiración ahogada, liberó a la vida a la suerte. Y al amor lo volvió fiscal.

-Por hoy, no soy tu hermana. Soy Luan, tu vecina de cuarto y ya.-

Entonces aprovechó el momento para escabullirse debajo de Luna, obligando a esta a levantarse y quedar encima.

Luna la vio. Los ojos de Luan brillaban con su hermoso cabello castaño suelto y desperdigado totalmente por el colchón, y aquella bata amarilla que era todo lo que le cubría.

Luan recogió sus manos en su pecho y sonrió levemente.

Luna supo lo que tenía que hacer. Supo lo que Luan esperaba. Tomó las muñecas de Luan para entrelazar sus manos y someterla a la cama; se dirigió ya sin tapujos y sin miedos sobre el cuello de su hermana, quien lanzaba suspiros arqueando la espalda de la fuerte sensación.

Luna colocó su rodilla entre las piernas de la chica y presionó levemente mientras avanzaba cuello arriba, para lamer la oreja de Luan.

-Me encantas. - Le susurró.- Eres más que hermosa.-

Luan aprovecho par abrazarla y acariciar su espalda.

-Y tú a mí, Luna. Me encanta tu fuerza, tu ser.-

Luna la aprisionaba en un beso fiero contra la cama, mientras Luan levantaba sus caderas dejando su ropa interior expuesta, solo para sentir la sensación del roce con el muslo de Luna.

-Eres tan fuerte...-

-Eres tan hermosa...-

Suspiros, alientos que se volvieron gemidos. Sábanas manchadas.

Era noche de tormenta.

Era noche de Luna y Confeti. 

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Espero que les haya gustado esta lectura. No creo poder actualizar nada la próxima semana, esto debido a trabajo. Pero aprovecho este envión de letras para sacar lo más que pueda.

Gracias por comentar. Se les quiere.

Gendou - Zeus - Uribe

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