El Poema X


Buenas noches, este es el penúltimo capítulo del Poema: el décimo máximo meridio. En su momento indicaré que otras historias se cierran cuando termine esta secuencia.

Lo que si quiero dejar claro es que, directamente relacionado con esta historia están:

...Bobbie Boo Boo Osito... I, II Y III.

Un Ovillo de Lana, Vivir por las Dos, Un Milagro-Un Ángel-Un Diablo y El Infierno en Mi. (La saga de las gemelas)

Directamente relacionadas quiere decir que (específicamente Un Milagro-Un Ángel-Un Diablo y El Infierno en Mi) contienen eventos que influyen directamente y se mencionan en este penúltimo capítulo del Poema.   Por si encuentran un dato que no les parezca familiar.

Sin más, les dejó con esto que se llama:

*********

El Poema X

- 30 Minutos Para Media Noche -

*********

No importa si era una niña.

No en ese lugar, donde la eternidad desconoce edades y el tiempo se mide en eones.

No. Allí no importan cosas como rico, pobre, niño, bueno...malo.

No cuando se te han abierto los secretos y misterios del mundo celestial y te has bañado en sus sagradas aguas.

Recuerda que cuando tienes el favor de Dios, no importa lo bella que sea tu alma o lo buena que haya sido con otros.

Sabes que sus reglas, están escritas en piedra; y para ciertas cosas, no hay perdón.

El dolor es algo físico. No debería existir aquí, pero el castigo eterno no se detiene por esas nimiedades. Por lo que Lana sintió cada tirón, cada tendón arrancado, cada músculo desgarrado.

Tres reglas se habían quebrado. En tres partes sus blancas alas fueron cortadas, antes de arrancarlas completamente de su pequeña espalda.

A de haber gritos que alguien pueda escuchar, en el total vacío.

***

Hospital Psiquiátrico Santa Cecilia

"-Le digo que todo iba bien hasta que de pronto ella, de la nada, comenzó a gritar- Le había dicho al director con insistencia, aquel joven siquiatra rogando que no se le separara del caso.

Afirmaba que había logrado entender algo del mal que aquejaba a la pequeña Marie Brown y que podría ayudarla.

Sin embargo, el director fue implacable:

-¡Desde que le dieron ese maldito juguete, solo ha ido empeorando y empeorando! ¡Con usted, ya son tres doctores que se tienen que ir de esta institución por causa de esa niña! Es un caso perdido y como tal se le va a tratar. De entrada, nadie nos da un peso por mantenerla aquí. -

-Señor director, mire...-

-¡No se hable más! ¡Está usted suspendido indefinidamente! -

-¡Pero, señor director...!-"

No recordaba el tiempo que estuvo suspendido.

Pareció despertar cuando le avisaron que el hospital estaba cerca de una crisis y necesitaban doctores. Y de un día para otro, lo volvieron a llamar.

A sí que, justo esa noche, estaba de nueva cuenta sentado en un pequeño consultorio dentro del hospital; escuchando el incesante tic-tac del redondo reloj de la pared.

Le habían dejado volver a dar consultas, sí; pero tenía estrictamente prohibido retomar el caso de Marie Brown.

Miró el reloj, faltaban 30 minutos para la media noche. Su respiración le pesaba un poco. Sacó una goma de mascar de menta y se la llevó a la boca.

Desde el día del incidente del teléfono a la fecha, no recordaba haber tenido una noche de sueño tranquilo.

Algo que no se lograba explicar había sucedido con esa niña y la incertidumbre le estaba afectando demasiado.

Había estudiado a profundidad el historial de Marie Brown y en ninguna parte mencionaba conocido alguno. Era una niña sin antecedente que había estado recluida la mayor parte de su vida, allí. En una habitación de Santa Cecilia.

¿Cómo era posible que alguien del exterior la conociera en un número que se debió haber inventado en una alucinación?

Se le había ocurrido que, quizá, alguna enfermera (o el conserje) que le dio el teléfono de juguete, le había pasado algún número para que jugara a marcarle a alguien. Pero revisó los teléfonos de todos los currículums y ninguno coincidió. Y aunque uno hubiese coincidido, Lucy no tenía forma de hablarle a nadie.

Su carrera profesional no le permitía dejarse caer en supersticiones. Tenía que haber algún tipo de truco, algo a lo que no le estaba prestando atención, y a eso se aferraba.

Pero tampoco iba a negar que, desde hacía algunas noches, sentía que lo observaban. Había notado, además, que cosas como floreros y cuadros de su casa, habían cambiado de lugar. Del tocador de su cuarto algunas cosas comenzaron a amanecer regadas. Comenzaba a ser una situación incómoda y procuraba enfocarse en la sugestión que le estaba provocando toda la situación.

Estaba convencido que, para dar por cerrado el caso y poder vivir tranquilo, debía hablar con ella nuevamente. Con Lucy.

Así que se puso de pie y tomó las llaves. Podrían despedirlo, pero su salud mental estaba por encima de cualquier cosa. Psiquiatra al fin.

El reloj daba las once con veinticinco minutos.

***

La puerta hizo un leve sonido con el girar de la llave. El pasillo era penumbroso y la seguridad era prácticamente nula, si eras médico del lugar.

Entró con sigilo y cerró despacio. La media luz que se colaba de la alta ventana pintaba el lugar con una esencia extraña y, aunado a los eventos "sobrenaturales" que le habían sucedido, no pudo evitar sentir temor al ver la cama del hospital, con aquella lúgubre niña atada a ella.

Pasó saliva. Se acercó dos pasos.

-Lucy- Dijo- ¿Estás despierta?-

-¿Vienes a violarme?- Fue la respuesta inmediata, en un tono que no demostraba ninguna preocupación ni miedo.

El médico titubeó.

– Si lo vas a hacer por lo menos ten la decencia de rascarme el cuello. Los malditos gusanos, de noche, eclosionan.-

El médico se sintió miserable al escucharla. Caminó despacio hacía la silla que estaba al lado de la cama, y se sentó.

-No, Lucy. No vengo a hacerte daño.

-Entonces vienes a sedarme. A esta hora no me toca. ¿Es día feriado acaso? ¿O mi cumpleaños?, Que diablos, por lo menos cuando estoy fuertemente sedada, los tormentos infernales se sienten un poco menos.-

El hombre la miraba. No podría describir lo que la niña, acostada boca arriba e inmóvil, provocaba en él.

-Te daré sedante, si eso deseas, Lucy.

-Si, lo quiero, y si se puede pasar de dosis, mejor.

-La dosis que te dan ya de por si es demasiado fuerte para tu cuerpo. Si te doy más, morirás.

-Esa es la idea, Romeo.-

-No te voy a matar, Lucy.

-Que mal, comenzaba a caerme bien. Ahora; dices que no vienes a saciar tus deseos lascivos, por lo que la pregunta es, ¿qué haces aquí? ¿Terapia de media noche?-

-No, mira, ¿recuerdas el día en que te presté mi teléfono?

-¿El día en que casi le pongo fin a esta peste de vida? Si, lo recuerdo, no cumpliste tu palabra de dejarme hablar, me interrumpiste y me condenaste.

-Entiende que solo hice mi trabajo.

-Como todos en este maldito lugar.

-Lucy, necesito saber por qué el chico al que le marcamos, te conocía. La persona que te dio el teléfono de juguete ¿te dio ese número? ¿O una enfermera?-

-Fue el número del que me marcaron cuando yo estaba en el orfanato. El número del niño de cabello blanco.-

El doctor se tomó del puente la nariz para luego masajearse las sienes. Lo que decía la niña era un total disparate.

-Lucy, no pudiste tener un celular mientras estabas en el orfanato, eras demasiado pequeña. Llegaste aquí con apenas cinco años cumplidos.-

-¿De verdad?- Lucy suspiró profundamente. Luego hubo un breve silencio.

-Ya veo-Continuó por fin.- Entonces lo más probable es que lo haya soñado o alucinado.-

-Entonces, aceptas que el número lo inventaste en una alucinación.

-El que lo haya obtenido de esa manera no indica que el número sea falso. Creo que lo comprobaste ese día. ¡AH!- De pronto Lucy comenzó a sacudirse; tensaba violentamente, una y otra vez, las gruesas tiras de manta que la mantenían atrapada a la cama.

-¡Agggh! Malditas cosas...dejen de comerme...-

Al escuchar que la niña alzaba la voz el doctor se asustó. Si alguien lo descubría podrían pensar lo peor. Así que, con suavidad, colocó su mano en el cuello de la blanca chica y comenzó un leve masaje.

La respiración de Lucy se entrecortó un momento, luego se relajó ante la sensación. El doctor continuó por varios minutos recorriendo sus dedos desde la nuca, hasta la garganta.

-Oh, por Dios, se lo agradezco, de verdad.-

-No es nada, Lucy.- Dijo el médico quien notó que unas brillantes lágrimas escaparon de entre su cabello negro.

-¿Por qué lloras? ¿Te duele?- Su pregunta nació más de una necesidad de ayudarle, que la de un profesional médico. Él sabía que a Lucy le habían hecho infinidad de pruebas de salud y, fuera de una eterna anemia, no tenía físicamente nada. Sus terrores habían sido diagnosticados desde hacía mucho como mentales.

-Es que esto es todas las noches. -Dijo Lucy.- Cada noche sin previo aviso siento como mi piel se rompe y se carcome. Como vuelan moscas y dejan huevos para que me vuelvan a devorar. -La chica respiró dos veces con cierta dificultad. El doctor siguió el masaje en su cuello.

-Cada maldita noche es lo mismo y es la primera vez en no sé cuánto, de verdad no sé cuánto, que alguien merma ese horrible dolor sin hacerlo solo por un pequeño momento, para testear y anotar mis reacciones.-

-Es algo que está prohibido para nosotros, -dijo el médico. - ya que al hacerlo, alentamos a los pacientes a seguir en su cuadro mental.

-Es por que crees que todo lo que no ves, es falso.- Respondió Lucy, para luego hacer unos extraños ruidos guturales. El masaje al cuello y garganta había mermado tanto la sensación de carcoma, que sintió que comenzaba a salivar de placer. Sin embargo, su rostro seguía flanqueado por dos líneas brillantes.

Entonces dijo con mucho dolor:

-Yo no me merezco esto. No me merezco este horrible castigo.-

Aquel joven médico sintió mucha pena por la niña. Movió su mano y acarició aquella mejilla húmeda.

Le habían retirado su caso y de sobra sabía que, al cerrar su carpeta como "incurable" ya no tendría terapia alguna. Se quedaría siempre en ese estado mental.

-Lucy, ¿puedo ayudarte de alguna manera?

-Si. Présteme su teléfono y déjeme hablar con Lincoln.-

El doctor la miró un momento, era lo mismo de la última vez.

-Lo podría hacer, pero con una condición.-

Lucy lo volteó a ver.

-No tiene que ver con tocarte, ni nada de eso.

-No...lo que me sorprende es que realmente estás pensando en darme una llamada...

-Lo haré, solo necesito algo.

-Entonces, dime, que es lo que quieres de una loca como yo.

-Solo que me digas: ¿Cómo es que ese chico te conocía? Y ¿Para qué necesitas llamarle?. Suponiendo que te conozca, y aunque sea pariente tuyo, no podría sacarte de aquí.

Lucy, por fin, sonrió.

-La razón. -respondió- El por qué lo conozco y la razón de llamarle son cuentos de una demente, atada de manos y pies a un mundo ajeno. Se lo he contado a todos los que se han sentado en esa silla, pero solo anotan cosas, asienten con la cabeza, hacen mas preguntas y se van cuando les cuento como es el lado opuesto.

-Yo esta vez, no traigo donde anotar, Lucy. Quiero saber qué pasó ese día.-

*Suspiro*

Bien, solo no deje de masajearme el cuello. Se siente tan bien, ya casi no las siento, ¿sabe?.- Y volvió a sonreír.

El doctor sintió una ternura que no supo nombrar.

-Lo que yo sé, es algo que he recopilado a través de las pesadillas, sueños y alucinaciones que he vivido desde que tengo memoria.

Resulta que...

...soy una media alma, doctor.-

-¿Media alma?-

-Si. Mi cuerpo y mi mente son frágiles porque solo tengo media alma. La otra mitad no está conmigo.-

-Déjame adivinar. -Dijo el hombre.- Está en el infierno, supongo.-

*Suspiro* -Si. Así es.-

-¿Cómo es eso posible?- Preguntó el médico anteponiendo que siquiera existiese el alma.

-Algo sucedió que dividió mi ser. Una maldición, un hechizo que...alguien debió haber realizado en el ático de una casa y que me condenó a un infierno tanto en vida como en muerte.

-Ok, está bien, vamos a suponer que te creo. Dices que la mitad de ti está en el infierno, y la otra está aquí en el hospital.

-Así es, lo que ustedes llaman alucinaciones, son el reflejo de lo que mi alma sufre y vive en ese lugar.-

El doctor sintió la necesidad de hacer anotaciones, pero era verdad que no había llevado ninguno de sus materiales para las sesiones ordinarias. No era una consulta, era zanjar sus dudas y darle descanso a su propia mente.

-Ok, entiendo. Ahora, dime, esto qué tiene que ver con ese tal Lincoln. ¿Quién es él?

-Lo he soñado desde que tengo memoria. En mis peores pesadillas él es quien siempre me rescata, me salva.

Es la única luz que he tenido en esta vida y, por fin, en la alucinación del orfanato, él me contacto. Me dijo que no ha dejado de buscarme. Que me va sacar de este lugar. -Lucy soltó un suspiro profundo. -Me dijo que es mi hermano, pero yo quiero creer que es el amor de mi vida.

-Lucy, lo que él te haya dicho fue solo una recreación de tu mente. Tu misma lo acabas de decir.

-La llamada y los mensajes fueron reales. Comencé a comunicarme con Lincoln cuando me dieron el celular de juguete.-

El doctor se volvió a llevar las manos al rostro y luego hacía el cabello. Comenzaba a darse cuenta que aquello era un absurdo y que, seguramente, él también acabaría encerrado en esa institución por escuchar a una demente.

-Lucy, lo que dices no tiene sentido alguno. Un celular de juguete no puede hacer una llamada ni mandar menajes.-

-Es verdad, no puede. A menos que fuese a través de una conexión esotérica. -

El hombre solo sacudió la cabeza, fastidiado.

-Tengo media alma en el infierno, doctor. Mis alucinaciones son reflejo de un verdadero infierno de cavernas hechas de piel humana que supuran todo el tiempo sangre de pecadores; son una abertura, una brecha, una fisura. Cuando me dieron el teléfono, recibí una llamada y era de él. Estoy segura que esta conexión se logró gracias a que yo tengo presencia tanto en el infierno como en la tierra, y creo que él también tiene algo que no está del todo bien en este plano.

-Es una locura, Lucy, una locura.- Dijo el doctor he hizo a pararse. No podía simplemente creer semejantes cosas.

-Podemos comprobarlo.- Dijo Lucy.

El hombre se detuvo. Miraba a la niña entre la penumbra de su cama.

-¿Cómo?-

-Déjeme hacer una llamada, en calma, en altavoz, sin presiones. Y el mismo Lincoln se lo dirá. Yo nunca he salido de este edificio desde que tengo 5 años, y mi único celular, ha sido de juguete.

Entonces verá la verdad.-

Y con el zumbido sordo del aire acondicionado, en un cuarto con olor a naftalina, en penumbras y a 5 minutos de media noche, comenzó el declive de las realidades.

-Bien. Hagámoslo. -

***

Lincoln estaba sentado enfrente de aquel extraño círculo con una estrella de cinco picos: el llamado pentagrama. Lo había descubierto debajo de la alfombra de media luna que le había pertenecido a la abuela Harriet, después de buscar como un loco por todo el ático. Se había reído pensando que había estado parado encima de él, la primera vez que recibió una llamada de Lucy.

Literalmente había volteado cada cosa del lugar alegando con sus padres, que se encontraba muy sucio y que lo limpiaría. Rita y Lynn, más preocupados por lo ocurrido recientemente con su pequeña hija Lola, solo le pidieron que tuviera cuidado y no tirara nada.

Y es que Lincoln, después de leer aquel extraño mensaje que se había anexado a su poema, no dudó en dedicar todo su tiempo a encontrarlo.

"Un objeto de plata... uno de oro...sobre el pentagrama del ático. Una gota de sangre...y nos verás..."

Era la indicación. El instructivo. Y no dudaría en realizarlo si con ello daba fin a toda esa locura. Sin embargo, decidió hacerlo de noche una vez que escapara de su habitación. Sin contar que tendría que tomar cosas prestadas de sus padres para cumplir con los requerimientos. Por lo que, en el centro de aquella tétrica estrella enmarcada por un círculo que había encontrado, y en el que cada punta contaba con un símbolo que el tiempo había debilitado, se encontraba un anillo de oro que pertenecía al señor Lynn y un dije de plata, que pertenecía a Rita.

Cuando Lincoln colocó los objetos en el centro, el Escarabajo Sagrado, la Media Luna, el Ojo de Udyat, Venus y el símbolo de Júpiter, lanzaron un leve fulgor. Lincoln se asustó, pero a la vez se emocionó; había magia real y eso lo acercaba a Lucy y, a su vez, a Lana. No tendría miedo, no si era por ellas.

Estaba sentado con las piernas cruzadas, como recordaba se posicionaba Lucy. Tenía un alfiler con el cual se picaría el dedo y dejaría caer una gota de sangre; y aunque le daba miedo lastimarse, el corazón le latía muy duro ante la emoción de ver a sus hermanas. Ante la idea de acabar con todo y de despertar en su cama y que todo fuera un sueño.

Ante la idea de volver a ser solo un niño en una casa de 13. Estuvo a punto de llorar ante esa hermosa idea.

Entonces se envalentonó, entre los dedos de su mano derecha tomó el alfiler y extendió el dedo índice de la mano izquierda.

Vibró su teléfono.

Lo había puesto sin sonido para no advertir a nadie de su presencia en el ático a esa hora (estaba por dar la media noche). Extrañado, pasó el alfiler a su mano izquierda y tomó su celular, volteó a verlo, era un número desconocido.

No dudó en contestar.

-Lincoln- Sonó una voz, y al chico le tembló la voz de alegría.

-¿Lu-Lucy? ¿Lucy eres tú?- Apretó el pecho para no gritar.

-Si Lincoln, tranquilo, estoy bien, mi amor.-

-Lucy ¿dónde estás?, Dios, te he buscado por todas partes.-

Del otro lado del teléfono, en el Hospital Psiquiátrico Santa Cecilia, un médico no daba crédito a lo que escuchaba. Se había llevado las manos a la boca, tenía un miedo indescriptible y su corazón latía arrítmicamente.

Lucy tenía el celular en altavoz puesto a la altura de su pecho.

-Lincoln, ¿recuerdas la última llamada del orfanato?-

-Si Lucy, me preocupé mucho.- Se escuchó del celular.- Te fui a buscar allí pero ese lugar está abandonado, no entiendo por qué.- La niña le dirigió una leve mirada a su acompañante el cual temblaba.

-Olvídalo, oye, mira, ¿te acuerdas que debías destruir algo del ático?-

-Si, lo encontré, Lucy. Encontré el pentagrama. –

Entonces, después de muchos años de tormentos y de estar acostumbrada a ver demonios, entidades, espectros, y seres malignos; de ser amiga del miedo, Lucy tuvo pánico, un pánico indescriptible.

-¿Pen..ta...grama?-

-Si, voy a pinchar mi dedo y dejar caer una gota de sangre en él. Lana me lo escribió en un poema que estuve haciendo. Cuando lo haga podrás...

Lucy fue dejando poco a poco de escuchar a Lincoln, se fue sumergiendo en un extraño pero vívido recuerdo, una visión de ella, tallando en un suelo de madera, algo. Luego sobre ese algo, derramar sangre en el centro; donde dos objetos brillaban. De allí: oscuridad, fuego, dolor...el infierno.

Regresó del recuerdo tan rápido como se fue y tomó todo el aire que sus pulmones daban:

¡¡¡NO LO HAGAS, LINCOLN!!! ¡¡¡NO DEJES CAER TU SANGRE EN EL PENTAGRAMA!!!-

¡¡¡RÓMPELO!!! ¡¡¡SOLO RÓMPELO!!!

Gritó tan fuerte que se escuchó en toda esa ala del hospital. El médico salió de su miedo para ver como la niña se agitaba tan fuerte que movía la cama. El celular resbaló sin remedio y se cayó al suelo resquebrajándose.

Algunas luces se prendieron.

-¡Lucy!- Dijo Lincoln al escuchar el tono que irremediablemente indica el fin de una llamada.- Demonios.-Exclamó molesto. Sin embargo, la había escuchado fuerte y claro. No debía hacer el ritual. Debía romper el pentagrama, pero antes devolvería la llamada, necesitaba saber que Lucy estaba bien.

Sacó el celular de su oído y, por las prisas, junto ambas manos para sostenerlo, fue cuando sintió el frio de la aguja que sostenía en la mano izquierda.

En la parte de abajo de la casa Loud, proveniente de la sala, se escuchó un potente grito.

"¡¡LÁRGATE!!"

-Esa fue Lori.- Dijo el chico mientras sacudía su mano, para luego llevarse el dedo a la boca.

...todo es mi culpa...

*******************

El próximo será el final, luego un epílogo y adiós todo este libro. Me siento feliz de verle fin, agradezco a los que no se han ido. 

Cualquier duda de que está pasanda jajaja me pueden preguntar.

Un abrazo a todos.

Gendou - El Diablo Guardián - Uribe

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