No más...
Nota: Esta es una historia corta, cortisíma. Solo son dos capítulos y no tengo planes de extenderla, nunca los he tenido. Espero te guste.
¿Estarás contento supongo? – Le pregunté mientras lo observaba. Tenía media cara ensangrentada, el pómulo izquierdo empezaba a hincharse, lo mismo que la frente de dónde provenía el corte que manaba toda esa sangre que le cubría el rostro. Lo vi sonreír ufano y me encendí de furia. Me había prometido que no volvería a pasar, que no me importaría en lo que se metía, lo que hacía y dejaba de hacer. Cuando supe a lo que se dedicaba no había dicho nada y he aquí los resultados, lo que sin duda alguna sabía que pasaría, pasó. Apreté los labios para detener la ráfaga de insultos que se merecía. - ¿Qué haces aquí? - Le espeté cortante.
- Creo que necesito unos puntos, una cosita de nada. –Dijo tranquilamente.
- ¿Acaso soy tu enfermera particular? – Apreté esta vez los puños para impedirme lanzarle algo. Al verlo sonreír seguro de que le ayudaría quise gritar, reuní todas las fuerzas habidas y por haber dentro de mí, ya estaba cansada de ser un libro abierto para él. De que notara cuanto me afectaba todo lo que concernía a su persona. De que supiera con facilidad pasmosa que podía hacer de mí lo que quisiera. Es lo que hace el amor, nos vuelve idiotas. Yo era su idiota. Pero ya no, me lo había jurado después de la última humillación.
- Es solo un favor de nada. –Me miró con ojos inocentes y yo me di la vuelta, aún era demasiado pronto para ser lo suficientemente valiente para resistirme a él, a sus miradas, a sus palabras, a sus acciones, a todo. Me puse a ordenar el estante de medicamentos infantiles. Si es que se pudiera llamar ordenar, arrojaba con fuerza las cajas y demás potingues.- Vas a romper algo. – De pronto estaba detrás de mí y pegué un respingo. Me volví y tomé un pañuelo de papel del mostrador.
- Límpiate. – Le dije y me aparté enseguida. – Te ves horrible.
- A las chicas les encantan las cicatrices. – Retrucó mientras se limpiaba o intentaba hacerlo, quedó peor.
- No a todas. – Y le lancé toda la caja de pañuelos.
- El otro quedó peor, en serio...
- No te he preguntado nada.
- Tenía que hacerlo y lo sabes. – Insistió mirándome fijamente al tiempo que tomaba más pañuelos y se los pasaba por la cara.
La intensidad de sus ojos verdes siempre me ponía de los nervios, me sudaban las manos, me aleteaba algo en el estómago...
- ¿Qué parte de no me importa no entiendes? – Al ver que seguía sangrando le dije: -Mejor lávate el rostro, es caso perdido que intentes arreglar eso solo con pañuelos.
- Tienes que coserme pequeña.
- No uses esas palabras conmigo por favor. Mira allí –Le señalé el tablero donde decía los precios por los servicios del consultorio. – Eso te sale limpiar y coser una herida ¿Tienes dinero?
- Sabes que no. –Y le vi apretar los dientes enfadado.
- Entonces lárgate. – Le dije sin inmutarme, aunque por dentro quería correr y atenderle, pero ya había llegado a mi limite en cuanto a este chico.
Sus ojos se agrandaron y su cara de sorpresa inmensa a su vez me sorprendió a mí. ¿Qué esperaba? ¿Qué fuera su humilde y fiel servidora toda su condenada vida? Eso me dio fuerzas para no ayudarle.
- ¿Quién eres tú y donde está Charly? – Dijo acercándoseme.
- Charlotte. Me llamo Charlotte. Y no soy enfermera, solo atiendo la farmacia del Dr. Murray. Si, ya sé que puedo costurarte sin problemas pues él me ha enseñado, pero ya basta Cameron. En serio, ya basta. Me hablas y sabes de mi existencia solo cuando me necesitas, lo que se reduce a que te limpie y costure las heridas, a que te de medicamentos, a que te ayude con las tareas y mejor no sigo, ¡vete ya! – Me fui al almacén esperando que me hubiese hecho caso pues estaba por soltar el llanto.
- Lo siento. – Dijo nuevamente detrás de mí, ¡Diablos! Era malditamente sigiloso. Esta vez no di un respingo, solo suspiré. Sabía que era un completo incompetente cuando yo me le escapaba a su control, en pocas palabras cuando no hacia lo que me pedía. Cosa que rara vez pasaba, si hablamos de estupideces las mías eran legendarias y todas por él.
- Yo también, pero vete, en serio por favor...
- En serio lo siento. – Repitió y su voz me transmitió que realmente lo sentía, o quizás era el corazón traicionero que me hacía ver cosas donde no las había. – Si quieres, no volveré a trabajar para Harris.
Eso me sorprendió enormemente, pero conociendo su naturaleza astuta entrecerré los ojos al tiempo que me volvía a enfrentarlo. Vi su cara tranquila y aparentemente sincera. Ni siquiera éramos novios, no sabía qué clase de relación teníamos, no tenía sentido me prometiera algo así a mí, la nerd, la perteneciente al grupo X de la escuela, la chica de la que nadie sabía nada porque no había nada que saber, excepto que sacaba buenas notas (lo cual es irrelevante para la mayoría en el Colegio o al menos al que iba) que trabajaba medio turno en la farmacia y consultorio del Dr. Murray que aspiraba a ser Doctora algún día (Lo cual igual no le importaba a nadie) y que por azares de la vida después de costurarle un brazo a Cameron Ford un día que no estaba el médico me nombró su enfermera particular a juzgar por la cantidad de veces que le había atendido. Lo miraba más en el consultorio que en la escuela, y en el Colegio, cuando nos topábamos por el pasillo yo fingía que no lo veía, me iba por otro lado, o simple y sencillamente lo ignoraba, nunca se me pasó desapercibida su sonrisa divertida al ver que yo hacía como que no existía. No pretendía pelearme por sus atenciones con las chicas de toda la escuela, su imagen de chico malo las atraía como moscas y aunque yo me moría por él me conformaba con mi dosis de Cameron Ford a la que podía aspirar. Primero en el consultorio, después ayudándole con sus tareas en mis ratos libres en la mesa que había en el almacén, mintiéndole a su madre y a su vez teniendo la oportunidad de ser invitada a las barbacoas de los Cameron algunos fines de semana, era patética, soberanamente patética.
- Amas el combate Cameron, Harris es el mejor patrocinador de peleas clandestinas. ¿En serio piensas que voy a creerte? ¿Qué vas a dejar de pelear solo porque me niego a costurar tu maltrecho rostro?
- Eso espero sí, que me creas...
- Podría hacerlo si no conociera tu rostro y sus mil facetas. Me dices eso solo para que te costure, no tengas que dar explicaciones en el Hospital y luego vayas a decirle a tu madre que tuviste un accidente de moto (el séptimo en cinco meses) y me pongas como testigo de ello sabiendo que tu madre a mí sí me creería.
- ¡Rayos! – Siseó perdiendo la compostura. – ¡Charly...Charlotte te juro y perjuro lo que quieras, te daré lo que desees, tan solo costura esto!
- ¿Me darás lo que quiero? – Dije acercándome a él.
- ¡Por supuesto! – Sus ojos brillaron seguros por saber que conseguiría lo que quería. Yo sonreí triste, esta iba a ser mi despedida de Cameron Ford, no podía seguir así. Me estaba afectando ya incluso con mis notas. Soñaba despierta demasiadas veces, no podía dormir pensando en él, en que como podía hacer que me amara como yo a él. Anhelando verle y odiando que fuera porque llegaba todo magullado, ensangrentado y cortado al consultorio. Odiando mentir y odiando que me buscara solo porque le convenía. Mis calificaciones eran todo para mí si quería aspirar a entrar a la carrera de medicina, si seguía así perdería la beca y ya me veía confinada a trabajar en esta farmacia por siempre.
- Vamos a dejar esto Cameron. –Al ver su cara confundida tuve que explicarme, después de todo no estaba terminando un noviazgo sino mi agonía. – Esto. – Repetí buscando las palabras. – No quiero seguir mintiéndole a tu madre y como mi amigo que supongo eres no puedo soportar seguir viendo cómo te machacas a golpes. – Y mi enamoramiento por ti me está arruinado mi poco fascinante vida dije dentro de mí. – Supe que Laura Jones trabajará pronto aquí – Era cierto. El padre de Laura se lo había aplicado como castigo por sus estratosféricos gastos con su tarjeta de crédito según me había dicho el Dr. Murray y ahora iba a tener que soportar la compañía de la chica más horrible (en cuanto a personalidad porque de lo demás era preciosa la odiosa esa) de la escuela, la que parecía era la última conquista de Cameron por cierto. El Doc no me había corrido del trabajo, pero yo le había pedido vacaciones mientras Laura trabajara allí que a lo mucho yo consideraba un mes o algo así. – Me iré de aquí. – No pretendía volver aunque le había dicho al Doc que sí, ese mes buscaría otra cosa algo lejos del radar de Cameron, algo que no fuera una farmacia o un consultorio.
- ¿Te corrieron por ella? – Preguntó furioso, realmente furioso.
- Claro que no. El Doc me dio vacaciones pero no volveré Cameron, buscaré algo mejor y quizás más cerca de casa, tomo dos autobuses para llegar aquí y lo sabes. –No me había importado nada desde que le atendía a él. Estaba a punto de renunciar cuando llego Cameron herido y el resto es historia.
- Pero, ¿pretendes que la inepta de Jones me atienda a partir de ahora? – Preguntó estupefacto y me eché a reír.
- Dicen que tiene muchas habilidades quizás te sorprenda Cameron. – Oí que alguien llamaba en la farmacia y fui al mostrador. Era John un chico muy agradable y deseé que me gustara, era tranquilo, usaba lentes pero no era nada feo y solíamos platicar sobre muchas cosas. El pobre padecía de asma y solía ir por su inhalador, la verdad es que no entendía cómo es que se los acababa tan pronto, quizás estaba peor de lo que parecía. – Hola John. – Le sonreí. - ¿Un inhalador?
- Sí. Ya sabes... esta enfermedad horrenda. – Tosió un poco y aunque me pareció forzado le volví a sonreír y fui por el producto.
- ¿De qué se supone estás enfermo James? – Dijo Cameron desde el vano de la puerta que llevaba al almacén.
- Soy John no James. – Acotó de pronto tenso y nervioso. – Tengo asma.
- Déjalo en paz Cameron. – Me acerqué con el inhalador a John.
- Si tienes eso, ¿cómo es que has hecho las pruebas para entrar al equipo de futbol? – Disparó Cameron y yo me giré sorprendida a John que empezaba a ponerse rojo.
- Por Dios, ¿es que quieres morir? Tú no deberías... No estás enfermo ¿verdad? – De pronto entendí todo.
- No. – Aun estaba rojísimo. Si mentía por verme, se me hacia la cosa más dulce del mundo.
- Entonces... ¿Por qué? – Pregunté aun no creyéndome que un chico hiciera eso por mí.
- No encontraba otra forma de verte.
- Eso es patético. – Gruñó Cameron y yo le callé con la mirada.
- Siempre podías venir, en las tardes no hay mucha gente. – No es que estuviera interesada en John, solo que lo entendía perfectamente. Si él era patético yo lo era mil veces más. La verdad me había conmovido. - ¿Cuánto gastaste?
- No sé, no importa. – Dijo incómodo y eso también se me hizo adorable.
- ¿Quieres que vayamos por un helado después de mi turno? – Ofrecí, sería la oportunidad para decirle de la mejor manera que me gustaba como amigo y nada más, tampoco iba a herirle. Cameron se giró hacia mí como un rayo y vi su rostro sorprendido. - ¿Qué? ¿Es que no pueden las chicas invitar a un chico por un helado?
- Acepto. Vengo por ti. – Dijo John y despareció.
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