CAPITULO 38

Narra Sabina

Recordaba estos caminos en mi antigua vida... En mi primera vida.

La frialdad del ambiente era comparable a un tímpano de hielo, ni siquiera la corte invierno lograba enfriar tanto como este lugar, no era un frío natural.

Era el frío de la muerte.

"Pequeña ladrona..."

Aquella voz... Esa risita que hacía eco en la oscuridad permanente.

Ante mi, la figura del caldero parecía irradiar de sus fauces aquel frío que me helaba la sangre.

"Viniste por más castigo?"

Cerré los puños con fuerza, no baje la mirada, me mantuve firme.

El siseo que recibí a cambia pudo hacer arrodillar a cualquier guerrero.

Pero no a mí

No al angel de la muerte.

--al contrario-- canturrie con claro enojo-- tienes algo que me pertenece, y no me lárgare de aquí hasta que me lo des.

(...)

Narra Feyre.

Retrocedimos.

No podíamos mantener las líneas, la batalla contra hybern había sido brutal.

Era un tira y afloja entre ambos, dónde ninguno cedía.

Y justo cuando todo parecía perdido, cuando el rey de Hybern apareció junto con el caldero dispuesto a usarlo en nuestra contra, el caldero no reaccionó.

Ver al rey de Hybern sorprendido ante la desobediencia del objeto, la mirada de consternación y rabia.

--¿Que...?-- Mor a mí lado jadeaba, ambas estábamos llegando al límite de la batalla.

--¿Está dañado? ¿El caldero está dañado?-- pregunté con un dije de esperanza.

Azriel aterrizó a mi lado, manchado de sangre de pies a cabeza, se me revolvió el estómago de solo verle, quien sabe cuánta sangre también mancha mis manos aún cuanto no la vea.

--esta ocupado-- señaló hacia las campanas a varios kilómetros donde Bina aún dormía. -- está luchando con ella.

Asenti, en cuanto Azriel nos hablo esa misma mañana que no contábamos con Bina en la batalla, aún cuando nos cayó como balde de agua fría, tenia el pecho presionado de la preocupación.

--y ganando por lo que veo-- añadió Mor viendo al rey de Hybern gritar órdenes a su alrededor al no encontrar manera de hacer funcionar el caldero-- no desaprovechemos la oportunidad

--¡Avancen! -- gruño Cassian al ejército.

La corte invierno y verano se acercaron por los flancos intentando rellenar los espacios de los iliryos caídos.

La batalla volvió a desatarse, las fuerzas de Hybern no mencuavan, cada minuto era una eternidad de sangre y destrucción.

Veía a Azriel y Cassian luchar codo a codo con una determinación monstruosa, ni toda una cuadrilla de soldados de Hybern cedía ante el poder de ellos dos.

Mor se mantuvo a mi lado cuidándome las espaldas y cuando todo empeoraba, cuando pensábamos que íbamos a caer ante el poder descomunal como de un milagro se tratara.

Lucien apareció y no estaba solo...

Había logrado encontrar a la reina humana faltante y en aquellos barcos que los escoltaban... Mi padre.

Al fin se había levantado y luchaba por sus hijas.

Me trague las lágrimas y seguí adelante, ante el desastre nuevos aliados aparecieron, Myriam y Drako acudieron en nuestra ayuda junto con las bestias que habíamos hecho un trato, el tallador de hueso cumpliendo su trato inicial con Bina, el terror de la biblioteca su trato conmigo y aunque parecia increible, la tejedora habia hecho un trato con Rhys, todos los monstruos reunidos para acabar con esto de una vez y para siempre.

Un general de Hybern se colo por las defensas, atacó con ferocidad hacia mi posición.

Escuché el grito de advertencia de Mor, no reaccione a tiempo, estaba en mi límite, demasiado cansada para esquivarlo por mi misma

Un cuerpo poderoso me acuno hacia el suelo, Azriel solo profirió un gruñido gutural ante la espada que se había clavado en una de sus alas.

Exclamé en horror al ver la escena, el como el jefe de espías me protegía con su propio cuerpo. 

Por la madre...

El comandante de Hybern sonrió con malicia, Az ni siquiera se inmutó, intento colocarse en pie listo para atacar, ya con una espada en la mano.

Y entonces el mundo se estremeció.

Cómo si algo... Hubiese despertado. 

Todo se detuvo, el campo de batalla se quedó un segundo en silencio, esperando.

Incluso el tallador y la tejedora miraron atrás. 

Temblaron.

Esos monstruos... Estaban temblando. 

Mire hacia donde estaban concentrados... Hacia el caldero. 

Y entonces, la luz salió despedida del objeto místico, el rey de Hybern grito cayendo bajo la colina ante el estallido de poder del caldero.

De allí emergió... Una mujer.

No la reconocí de inmediato, era imposible hacerlo, su cabello rojo sangre se derramaba sobre su rostro húmedo impidiendo ver su cara, su contextura era la misma pero... Sus orejas ahora finalizaban punteagudas.

Levanto la mirada, el poder que recorrió el campo de batalla nos mantuvo a todos estáticos.

En un momento estaba allí emergiendo del mismísimo caldero y al otro instante estaba frente a mi dándonos la espalda, cubriéndonos del comandante de Hybern que ya habia olvidado.

-- Bina...-- susurré con temor.

Si había emergido del caldero, de verdad era la misma que conocíamos? Aquella frialdad y poder que emanaba de su cuerpo.

-- se puede saber, ¿Que pretendías hacerle a mi querida amiga y a mi pareja?-- exclamó con frialdad.

El comandante titubeó y se lanzó, en un parpadeo el hombre había caído al suelo hecho trizas.

Casi vomité ahí mismo.

Bina se giro... No Bina, Clythia.

Se arrodilló ante Azriel, su rostro descubierto... Su hermosura me dejó sin aliento, era guapa siendo humana pero ahora que la inmortalidad le respiraba por los poros, era arrolladora.

Azriel parecía igual de hipnotizado, sin saber que decir solo la observo.

Bina coloco una mano en su rostro y lo miro directamente, aquella frialdad que me asustó se evaporo de inmediato por un amor tan profundo que me dejo sin aliento.

Con solo su toque, la ala de Azriel volvió a unificarse sin más ni menos. 

Con una sonrisa, Bina se giro hacia mi dándome la mano para ayudarme a levantar.

Nuevamente su rostro se enfrió, ya no era la chica asustadiza de una corte de hadas... Frente a mi estaba la mismísima general de guerra, la mujer que hizo temblar a ejércitos completos con solo su presencia... Al angel de la muerte.

Con un solo chasquido el campo de batalla se lleno de su magia, miles de soldados heridos volvían a levantarse.

--dividir el terreno hacia el sur-- expreso con determinacion-- seguid avanzando hacia los riscos...-- miro hacia adelante, una fría llamarada brillaba en sus ojos -- ...el rey de Hybern es mío.

Trague en seco ante lo contundente de su voz.

Azriel se colocó a su lado ofreciéndole su daga.

Ella sonrió ligeramente y eso fue suficiente.

Se lanzo al campo de batalla con Azriel respaldandola.

No pude apartar la mirada, en algún momento tomo una espada y habia empezado un baile mortal en todo el campo, todo sitio que pisaba era devastado con brutalidad y gracia.

Ni siquiera yo con mis poderes combinados podía hacer tal destrucción...
Y aún así, tras mío todos los heridos volvían a levantarse.

Luz y oscuridad, muerte y vida... Cómo era posible que una sola persona pudiera dominar ambas cosas con tal fluidez?

Bina avanzaba sin tregua, cuando su flanco se veía abierto Azriel aparecía a su lado para derribar el obstáculo, como si ya conocieran la manera de luchar de cada uno, como si confiaran la vida en el otro con tal naturalidad...

--nunca perdieron una batalla -- mascullo entre dientes Cassian -- hay que permitirles avanzar.

Asenti aún entumecida.

(...)

Narra Sabina.

Aún no me acostumbraba a mi nuevo cuerpo, a la velocidad con la que podía ejecutar cada ataque, la resistencia, el poder, la potencia... La magia que parecía sudar por todo el cuerpo.

Pero los recuerdos de las batallas que libre me ayudaron a adaptarme, baile entre los soldados y con frialdad ensayada acabe con cada uno de ellos. 

Vi de lejos a Jurian luchar con Myriam y Drako... Eso sería otro asunto que vería más tarde

Debía centrarme en el rey, en detener está guerra.

Pero llegué tarde.

Mire con rabia la escena frente a mi

Elain y Nesta estaban en el suelo, junto al cadáver de su padre.

Nesta tenía entre sus manos a un muy herido Cassian.

El rey de Hybern se pavoneaba con orgullo de lo que acababa de hacer.

De todo el daño que ha hecho en todos estos años. 

-- viniste-- sonrió con todos sus dientes a la vista, un claro desafío.

Mire a mi costado, Azriel ahora se ocupaba de varios comandantes junto con Rhysand, éramos solo el rey y yo

Bien.

Tome la espada que habia recogido de entre los escombros y la blandi frente a mi, consciente de que mis vestimentas y cabello suelto no eran nada favorecedor en contraste con su lujosa armadura.

--asi debió de ser desde siempre -- levanté la mirada con orgullo-- que una de tus propias armas te aniquile.

Rio ligeramente, aquel asqueroso sonido me estremeció.

--¿Celosa? -- señaló al caldero a su lado-- si soy honesto, tu siempre fuiste mi arma favorita, cuantas cosas logré contigo al mando, nadie nunca fue tan eficiente-- negó con enojo-- ni siquiera tu hermana con esa brutalidad que me encantaba te llegaba a los talones.

--eres detestable.

--¿Yo?-- me señaló con odio-- te lo di todo, reconocimiento, crianza, cada joya que pedías, todo lo que me pidieras pudo ser tuyo-- rio con enojo-- años de crianza, de pulirte como la mejor para que al final lo hecharas todo por la borda...

--basta...-- gruñi.

Aún recordaba esos días de lamentos en Hybern, dónde lo único que importaba era tu valor como asesina... Dónde no cabía sentimientos, compasión.

Era un infierno

--...tenías que echarlo todo a perder, ¿Y porque? -- escupio al suelo como una maldición. -- por un imbécil de alas bonitas...

--callate...

--¿Amor? Esa estupidez no existe-- apunto con burla-- debi encerrarte en mi castillo y dejarte pudriendote allí, debí aceptar para lo que al principio te compre-- sonrió de oreja a oreja al verme retroceder-- debí confirmarme con una reina que solo sirviera para coger y darme descendientes.

La rabia me sube por la garganta, claro que sabía eso, me había comprado al inicio por mis talentos para ser su maldita reina, para que le diera descendencia y por ello mismo me había esforzado en entrenarme, en ganar valor para otra cosa que no sea caer en la cama de ese hombre.

Preferí sangrar en el campo de guerra que verme sometida ante aquel imbécil.

--estas muerto-- gruñi con odio.

Me lance hacia el rey con fuerza, su espada choco con la mía con rapidez, era poderoso y fuerte, no podía negar que era increíblemente rápido y difícil de predecir.

Tal vez en un altercado hace quinientos años pude ganarle, pero ahora, apenas recuperando mi fuerza fae sin acostumbrarme a mis movimientos me era difícil seguirle el ritmo.

Le dí un tajo hacia un costado.

El retrocedió rápido como una serpiente, así fue durando un instante, predecir los movimientos del otro.

Solo un descuido, tal vez de mi torpeza aún humana y la espada del rey había alcanzado darme en un costado.

Retrocedió sorprendido al mismo tiempo que le presionaba a la que dice la verdad en su estómago. 

--¡Perra maldita! -- gruño con odio tomandome del cuello, la espada cayó a varios metros de distancia, lejos de mi agarre.-- debí matarte en el momento en que Tamlin te ofreció como un perro. 

Sonreí con los labios escurriendo sangre.

--tu error-- no me inmute.

--vas a suplicar-- se ladeó hacia el caldero-- veamos que puede hacer contigo el caldero después de tanto, no soy el único al que has jodido la existencia-- y entonces dio la orden-- acaba con ella.

Cassian gruño preocupado desde donde estaba, los mire solo una vez, los ojos de Nesta se encontraron con los míos, con rapidez clave la mirada en la espada, ella dirigió su mirada alli mismo.

--eres tan poca cosa que solo no puedes acabar conmigo-- me mofe de el.

El agarre en mi cuello se profundizó.

No tenía aire  

--muere, Perra traicionera.

Una luz cegadora salió del caldero y entonces. 

Cuando creía que serían mis últimos momentos el caldero parpadeo y una grieta leve se expandió por su costado. 

El rey de Hybern se desencajo, abrió los ojos sorprendido al momento en que mi risa llenaba el campo.

--si el caldero cedió ante mi, ¿Que te hace pensar que tú puedes doblegarme?

Miedo, eso fue lo último que ví en los ojos del rey antes de que Nesta apareciera en su espalda y con una rabia siniestra le cortará la cabeza de un tajo. 

Cai al suelo sin fuerza, aún con la herida sangrante en mi costado.

Nesta observo con frialdad al hombre, observé aquel cadaver con altivez... Pensar que al fin el mal que me acecho desde hace quinientos años ahora.... Ya no estaba.

Me levanté cojeando hacia Cassian, solo tuve que tocarlo levemente para que la herida en su pecho empezara a sanar, Nesta se avalanso hacia el ocultando las lágrimas

"Gracias..." La escuché susurrar.

Cassian asintió en mi dirección aún con Nesta en brazos.

Había... Acabado de verdad?

Mire al ejército que seguía luchando. 

En un suspiro tome la cabeza del rey y llegué hacia el extremo del risco.

Todo alrededor se quedó de piedra. 

Los soldados de Hybern observaban con la boca abierta lo que quedaba de su soberano.

--¡Retroceded! Vuestro rey está muerto, rindanse o...--- mis ojos brillaron con amenaza, imaginé la imagen que daba ante todos, ensangrentada, con una herida en un costado y los labios pintados de rojo, levantando la cabeza cercenada del que alguna vez fue el rey de Hybern -- ...pereced con su lider.

Fue una acción colectiva, lentamente los soldados cayeron de rodillas.

Los observé con frialdad sin dejar de titubear.

Volví a posar la mirada a mis amigos, Feyre y Rhys se abrazaban en un acto de alivio, Azriel a un costado de ellos, aunque herido entero me observaba con una admiración innata.

Intenté no sonreír ante el orgullo que reflejaba cada una de sus facciones.

Ante todos estos soldados era el angel de la muerte... Pero ante aquel hombre, seguía siendo su pareja, su amor... Su melodía.

Aún con mi nuevo cuerpo tenía algo clave, mi corazón seguía siendo el mismo, mi alma seguía amando y atesorando al cantor de sombras.

Baje de la colina hacia mis amigos, Feyre corrió hacia mí llorando de alivio, Cassian aterrizó más tarde con Nesta en brazos, ya completamente sanado.

Y allí, Azriel camino hacia mi con paso lento pero seguro, aún cuando cojeaba coor una herida en su pierna no se detuvo.

--¿Tu...?-- coloque un dedo en sus labios impidiéndole hablar.

-- estoy bien -- le asegure, aunque no paraba de escanear cada parte de mi-- y el caldero... Ya no nos dará problemas.

Enfatice señalando al caldero tras nosotros, parecía... Inmóvil

--¿Que le hiciste? -- Amren llegó poco despues analizando el estado del caldero.

--ni yo misma se, fue una pelea de voluntades-- volví mi vista hacia Azriel-- yo tenía más razones para volver.

Azriel me acuno entre sus brazos, como si temiera que en cualquier momento desaparecería, le sonreí con ternura.

--recuerdo que me hiciste una promesa, jefe de espías. 

El sonrió a su vez.

--una eternidad ¿Eh?

Me incline hacia el, sin importarme quienes observaban bese a mi cantor de sombras.

Y aunque puede resultar absurdo parecía que todo alrededor tomaba un equilibrio

Cómo si la última pieza que faltará encajara.

Y no me importo más.

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