CAPITULO 33


Narra Sabina.

El sueve sonido me levanto, era tenue pero a la vez potente, el tipo de tono que tiene la voz masculina.

Abrí lentamente los ojos, la calidez de los brazos del Ilyrio aún me rodeaban, su ala aún alrededor de mi cuerpo.

Habíamos dormido entrelazados toda la noche, sonreí al escuchar el dulce tarareo que emitía de sus labios.

Levanté la mirada al momento que cayó, sabía que estaba despierta.

Acaricio mi cabello con ternura.

--esa canción...-- susurré embobada al verlo.

Su cabello despeinado y tranquilidad después de despertar le daban un aire demasiado atractivo.

--la cantas siempre-- coloco un mechón por detrás de mi oreja.-- cuando estás tranquila, en paz... Siempre la cantas.

Abrí mis labios ligeramente, la melodía que había emitido era exactamente idéntica, se la había aprendido...

--¿Que tanto me observas?-- sonreí ligeramente.

--lo suficiente-- eludió mi mirada.

Bueno, es el jefe de espias de la corte noche, no me extrañaria que me vigilara de vez en cuando.

Las sombras en sus hombros se deslizaron por mis manos.

--¿Que te susurran?-- acaricie los matices oscuros.

Sonrió ligeramente. 

--depende la persona, mis intenciones...-- un tenue susurro se deslizó entre ambos proviniente de las sombras-- si me infiltró con el enemigo me susurran datos relevantes para hacerlo, hacilitarme la tarea.

--¿Que te dicen ahora?

Su sonrisa fue en aumento, escuchando atento los susurros de las sombras.

--dicen... -- se inclino hacia adelante -- que eres preciosa.

Lo atrage hacia mi buscando sus labios.

Sus manos iban libremente hacia mi cadera cuando lo aleje.

--tenemos asuntos diplomáticos que atender mi querido Ilyrio-- me levanté de la cama en un salto, escuchando su gruñido resignado-- a mi tampoco me hace gracia, pero es necesario.

Iba en dirección a la ducha cuando un estruendo se escuchó, Az se levantó de inmediato colocándose a mi lado de forma instintiva.

Escuché los pasos ansiosos en el pasillo, abrí la puerta para encontrarme con Feyre pálida cuál papel.

Su solo gesto me dió a entender que algo muy malo había pasado.

--el muro ha caído-- expreso con la voz tensa -- el rey usó el caldero para destruirlo.

(...)

La situación paso a ser crítica, teníamos la guerra más cerca de lo que imaginamos, los humanos estaban desprotegidos y a Merced de Hybern. 

Debíamos actuar con rapidez mientras los altos lores se organizaban. 

Quien menos imaginamos que daría su paso era Elain.

Quien dió la idea de usar a su prometido humano como refugio para las comunidades aledañas, con su mansión a su disposición.

No teníamos nada que perder.
Así que aceptamos.

(...)

Doce guardias en esta entrada. Todos armados, caras escondidas bajo gruesos cascos, a pesar del calor. Sus cuerpos estaban igualmente cubiertos de armadura plateada, hasta sus botas.

Cualquiera de nosotros podía terminar sus vidas sin levantar una mano. Y la pared que protegían, la entrada que sostenían... no creía que durara mucho tampoco.

Mor había hechizado a Elain para que pareciera humana, me mantuve al lado de ella en todo momento haciéndome pasar por su criada, mi aspecto más humano parecía camuflarla mejor.

Elain le dijo a los guardias, a la docena de flechas ahora apuntando a su delgada garganta:

—Díganle a Graysen que su prometida ha venido por él. Díganle... díganle que Elain Archeron ruega por asilo.

(...)

Esperamos afuera de las puertas mientras un guardia montaba a caballo y galopeaba todo el sucio y largo camino hasta la misma fortaleza.

—¿Cómo es que siquiera lo conociste? --le murmuro Feyre a Elain cuando nos quedamos bajo la sombra de los amenazantes robles afuera de la entrada—, ¿si está encerrado aquí?

Elain miró fijamente a esa distante fortaleza.

—En un baile... en el baile de su padre.

—He estado en funerales que eran más alegres —murmuró Nesta

Elain le lanzó una mirada.

Aguante una risa.

—Esta casa ha necesitado el toque de una mujer por años.

Nadie dijo que no parecía probable que ella fuera la indicada.

Especialmente porque sabía la verdadera razón de que quisiera venir.

Pero no dije nada.

Sabía lo que el amor podría convertirte.

Azriel se mantuvo unos pasos lejos, un poco más que la sombra de uno de esos robles detrás de nosotros. Pero Mor y Rhys.... examinaban todo.

No me pasó por alto la cantidad de fresno en esta casa.

Largos minutos pasaron. Hasta que finalmente una bandera amarilla fue levantada en la distante entrada de la fortaleza. Nos preparamos.

Pero uno de los guardias gruñó:

—Él saldrá a verlos.

(...)

No nos permitirían entrar. Para ver sus defensas, sus recursos.

El calabozo estaba tan lejos como ellos nos permitieran.

Nos guiaron adentro, y aunque intentamos mantener nuestra alteridad a un mínimo... Los sabuesos se engancharon a la pared con gruñidos. Lo suficientemente feroces que los guardias los dejaron salir.

Note la incomodidad de Feyre en el lugar apenas entramos, Nesta igualmente la miro de reojo.

—Algunas veces... tengo problemas con los espacios pequeños.

Nesta la estudio por un largo momento. Y luego dijo con igual tranquilidad, aunque todos podíamos oír:

—Ya no puedo entrar a una bañera. Tengo que usar cubetas.

Parpadea sorprendida, no imaginé... Ni siquiera pensé que el miedo se hubiese arraigado de tal manera en ella, pero la entendía.

—Cuando lleguemos a casa, instalaremos algo más para ti.

Si es que lograbamos sobrevivir...

Podría haber jurado que había gratitud en sus ojos, que podría haber dicho algo más cuando los caballos se acercaron.

—Dos docenas de guardias —le murmuró Azriel a Rhys. Una mirada a Elain—. Y Lord Graysen y su padre, Lord Nolan.

Elain se quedó tan quieta como un ciervo cuando las pisadas sonaron afuera.

Feyre y Nesta la observaban atentas, listas para lanzarse a salvarla si era necesario, pero ellas no sabía que no podrían hacer nada, no ante el peligro que arraigaba.

Pero la puerta se abrió, y...

El jadeante joven era tan... parecido a un humano.

Guapo, con cabello marrón, ojos azules, pero... humano.

No sé si era debido a que había pasado tanto tiempo rodeado de Faes y inmortales de gran belleza pero...

Tambaleó, dando un paso hacia ella...

Una ancha mano salpicada con cicatrices tomó la parte trasera de la armadura de Graysen, deteniéndolo.

El hombre que sostenía al joven lord entró completamente a la estrecha habitación. Alto y delgado, con nariz de halcón y ojos grises...

—¿Qué significa esto?

Todos lo miramos con las cejas bajas.

Elain estaba temblando.

—Señor... Lord Nolan... —Las palabras le fallaron cuando veía de nuevo a su prometido, quien no había quitado sus serios ojos azules de ella, ni por un segundo.

—El muro se ha venido abajo —dijo Nesta, caminando hacia el lado de Elain.

Graysen miró a Nesta ante eso. Shock estalló por lo que miraba: las orejas, la belleza, el... poder de otro mundo que pulsaba alrededor de ella.

No estaba acostumbrado a ver la belleza fae.

—¿Cómo? —dijo el, su voz baja y rasposa.

—Fui secuestrada —respondió Nesta fríamente, sin una pizca de miedo en sus ojos—. Fui tomada por el ejército invadiendo esas tierras y me convirtieron en contra de mi voluntad.

—¿Cómo? —repitió Nolan.

—Hay un Caldero... un arma. Concede el poder para... hacer tales cosas. Fui una prueba.

Después Nesta se lanzó a una explicación corta y precisa sobre las reinas, de Hiberno, de porqué el muro se había caído.

Cuando terminó, Lord Nolan solo demandó:

—¿Y quiénes son tus acompañantes?

La desconfianza brillaba en sus ojos.

—Mi nombre es Feyre Archeron. Soy la Alta Lady de la Corte noche.Este es Rhysand, mi... esposo. —Añadio Feyre-- Sabina, nuestra emisaria a tierras humanas.

Baje levemente la mirada en son de saludo.

—Nuestra tercera en comando, Morrigan. Y nuestro jefe espía, Azriel.

Lord Nolan, para su favor, no palideció. Graysen lo hizo, pero se mantuvo firme.

—Elain —exhaló Graysen—. Elain ¿Porque estás con ellos?

—Porque es nuestra hermana —respondió Nesta, sus dedos aun doblados con esas garras invisibles—. Y no hay lugar más seguro para ella durante esta guerra que con nosotros.

Elain susurró:

—Graysen, hemos venido a rogarte... —Una mirada suplicante a su padre—. A ambos... que abran sus puertas a cualquier humano que pueda venir aquí. A familias. Con el muro derribado... Nosotros... ellos creen... No hay suficiente tiempo para una evacuación. Las reinas no enviarán ayuda desde el continente. Pero aquí... ellos podrían tener una oportunidad.

Ningún hombre respondió, aunque Graysen ahora veía el anillo de compromiso de Elain. Sus ojos azules agitados con dolor.

—Estaría inclinado a creerte —dijo tranquilamente—, si no estuvieras mintiéndome con cada aliento.

Elain pestañeó.

—N-no lo hago, yo...

—¿Pensaste —dijo Lord Nolan, y Nesta y Feure cerraron filas alrededor de Elain cuando tomó un paso hacia nosotros—, que podrías venir a mi casa y engañarme con tu magia de hada?

—No nos importa lo que creas. Solo venimos a pedirte que ayudes a quienes no pueden defenderse por sí solos —dijo Rhys.

—¿A qué beneficio? ¿A qué riesgo suyo?

—Tienes un arsenal de armas de fresno —dije—. Creo que el riesgo para nosotros es obvio.

—Y para tu hermana también —espetó Nolan hacia Elain—. No te olvides incluirla.

—Cualquier arma puede herir a un mortal —dijo Mor insulsamente.

—Pero ella no es una mortal, ¿cierto? —se burló Nolan—. No, tengo de buenas fuentes que fue Elain Archeron quien fue convertida a Fae primero. Y quien ahora tiene a un hijo de un Gran Señor como compañero.

—¿Y quién, exactamente, te dijo esto? —dijo Rhys con una ceja levantada, sin mostrar una onza de ira, de sorpresa.

Pasos sonaron.

Pero todos alcanzamos nuestras armas cuando Julian entró al calabozo y dijo:

—Fui yo.

Se me cayó el mundo, sentí que no respiraba.

Azriel con la mandíbula tensa dió un paso hacia adelante solo detenido por Rhys.

Jurian alzó sus manos bronceadas, nuevos callos dotando sus palmas y dedos. Nuevos, para el cuerpo que había tenido que entrenar para manejar las armas estos meses.

—Vine solo —dijo Jurian—. Puedes dejar de gruñir.

Elain comenzó a temblar, ya fuera por la verdad revelada, o por los recuerdos que la bombardearon a ella, a Nesta, ante la vista de él. Jurian inclino la cabeza hacia ellas pero me veía.

Me veía a mi.

—Señoritas.

—No son señoritas —escupió Lord Nolan.

—Padre —advirtió Graysen.

Nolan lo ignoró.

—A su llegada, Jurian explicó lo que les habían hecho... a ambas. Lo que las reinas en el continente desean.

—¿Y qué es eso? —preguntó Rhys, su voz un canto engañoso.

—Poder. Juventud —dijo Jurian con un encogimiento—. Las cosas de siempre.

—Por qué estás aquí —demando Feyre.

Agarre mi daga con fuerza, el recuerdo de aquel hermoso rostro apuñalando mi corazón con fresno no se detuvo.

—Las reinas son una serpientes —dijo Juarian, recostándose contra el borde de una mesa cerca de la pared—. Merecen ser masacradas por su traición. No me tomó ningún esfuerzo cuando Hybern me mandó a reclutarlas para nuestra causa. Solo una de ellas fue lo suficientemente noble para no jugar el juego, para saber que nos habían repartido una mano de mierda y jugó lo mejor que pudo. Pero cuando te ayudó, las otras lo descubrieron. Y se la dieron al Attor.

Los ojos de Jurian brillaron, no con maldad, me di cuenta. Sino claridad.

Volvió a mirarme, no con locura, no con aquella locura que me había horrorizado en Hybern.

—Él me resucitó para convertirlas a su causa, creyendo que yo había enloquecido durante los quinientos años que Amarantha me retuvo. Así que renací, y me encontré rodeado por mis viejos enemigos, rostros que una vez marqué para matar. Me encontré en el lado equivocado de un muro, con el reino humano dispuesto a romperse debajo de él.

Jurian miró directo a Mor, cuya boca era una delgada línea.

—Tú fuiste mi amiga —dijo, esforzando la voz—. Peleamos espalda con espalda durante algunas batallas. Y sin embargo me creíste de buenas a primeras, creíste que había dejado que me convirtieran.

—Te volviste loco con... con Clythia. Era una locura. Te destruyó.-- Mor me miró con detenimiento.

Un estremecimiento me recorrió.

—Era algo necesario —expreso Jurian.

Azriel con la rabia desfigurando su rostro intento ir a por el.

Al notar el cambio de ambiente se giró hacia mi, lo que dijo me desconcertó aún más.

--tu lo sabías, no había otra manera-- añadió Jurian con intensidad-- eras tan noble que no pediste directamente que te matará, porque eso era lo que querías, lo que mantuvo a salvó a tantos durante años.

--¿Que?

Sentía que no respiraba.

--sacrificamos todo, absolutamente todo para ganar esa guerra Clythia-- expreso lentamente-- aunque no lo recuerdas, aunque no puedes llegar a dimensionar... Te juro que es verdad.

Aquel sueño volvió a mi, los sentimientos  de tranquilidad al momento en que bajo la daga, en que caí en sus brazos...

Santo cielo.

--yo no...

--me lo dijiste, lo que habías hecho, tu misión para esconder el caldero del rey, tus sacrificios para que Hybern no ganará la guerra-- explico-- si no estuviese de tu lado, ¿Porque me lo dijiste?

No supe que decir, no podía con la mirada penetrante y llena de anhelo en el rostro de Jurian.

—Interpretaste al villano lo bastante convincente, Jurian —ronroneó Rhys.

Jurian lanzó su rostro hacia Rhys.

—Debiste haber mirado bien. Esperaba que miraras en mi mente, que vieras la verdad. ¿Por qué no lo hiciste?

Rhys estuvo en silencio por un momento. Luego dijo suavemente:

—Porque no quería verla a ella. —Ver algún rastro de Amarantha.

—¿Quieres decir que —presionó Mor—, has estado trabajando para ayudarnos durante todo esto?

—¿Qué lugar mejor para trazar la muerte de tus enemigos, para aprender sus debilidades, que a su lado?

Nos quedamos en silencio, Lord Graysen y su padre observaban, o el último lo hacía. Graysen y Elain se miraban el uno al otro.

—¿Y la venganza contra Clythia?--preguntó Mor señalando me.

—Era lo que el mundo esperaba de mí. Lo que Hybern espera-- me señalo-- ante sus ojos no había mejor venganza hacia Amarantha que acabar con su hermana.

—No quieres lastimarla —le dijo Feyre  a Jurian.

Hubo una completa honestidad en los ojos de Jurian mientras sacudía su cabeza una vez.

—No —dijo de forma áspera—. Lo único que quiero es tu perdón.

No sabía que decir, temblaba ligeramente.

—En Hybern-- susurré -- me permitiste irme, no aceptaste el regalo del rey.

Aunque se mostró indiferente pudo mantenerme cautiva, con una sola palabra me dejó ir. 

—¿Por qué ahora? —dijo Rhys—. ¿Por qué aquí?

Jurian le sostuvo la mirada.

—Porque el muro se vino abajo, y ahora me puedo mover libremente, para advertirles a los humanos aquí. Porque... —Liberó un largo suspiro—.Porque Tamlin corrió de regreso a Hiberno después que su reunión acabara esta mañana. Directo al campamento en la Corte de Primavera, donde ahora Hybern planea lanzar un asalto terrestre sobre Verano mañana.

 Jurian no era mi enemigo.

Nos estaba advirtiendo de lo que se avecinaba y nos estaba dando información de primera mano para ganar está guerra.

Todo parecía ir en cámara lenta, Feyre y Rhysand hablaban con normalidad, sacando provecho de toda la información posible.
No sé en qué momento tuve el valor, di un paso hacia adelante

Hacia Jurian. 

--¿Podemos hablar?

Me miró sorprendido, como si jamás hubiese esperado que me dirigiera a el tan libremente.

Señaló la salida, Az se movió rápido pero lo detuve con la mirada, necesitaba respuestas.

Feyre nos miro de reojo, con su oído Cae podía saber si algo iba mal antes de intervenir.

Camine hacia el pasillo con Jurian a la par, conteniendo el temblor de mi cuerpo.

Cuando iba a decir algo levanté la mano chocando la contra su mejilla.

Sorprendido se llevó la mano hacia el área afectada.

Sangre broto de su boca.

--eso, fue por la flecha que le lanzaste a mi compañero en el pecho-- aclare.

Una melodiosa risa salió de sus labios.

Nego divertido.

--sigues siendo igual de tenaz.

Me cruce de brazos.

--creo que ya te diste cuenta que no recuerdo nada, ni a ti-- le exprese.

--¿Ni a tu querido cantor de sombras?

Evadi su mirada.

--no

Casi se rió nuevamente. 

--y volviste a enamorarte de el, que curioso es eso de las parejas para los inmortales -- añadió con algo de tristeza.

Tome aire, necesitaba saber. 

--¿Que te dije acerca del caldero? Cuando lo escondi, ¿Dije algo referente a como desactivarlo o destruirlo?

De esto dependía está guerra, la información era demasiado preciada.

Jurian nego de inmediato. 

--cuando llegaste a mi apenas y pudiste decirme lo que hiciste, más allá de eso no supe, aquello que decubriste quedó en el pasado, y a no ser que puedas mirar en tu alma para recordar, esos recuerdos se perdieron. 

Me detuve de golpe.

Mirar mi alma. 

Solo había algo, un artefacto capaz de mirar a través de mi, no de mi cuerpo.

El espejo...

Trague en seco.

--oh...-- Jurian sonrió ligeramente-- ahí está esa mirada... ¿Que estás planeando mi guerrera feroz?

Intenté mantenerme inflexible.

--lo necesario para ganar esa guerra, ¿No fue exactamente eso lo que hicimos hace quinientos años?

Su mirada se oscureció.

--asi fue...-- me miró directamente, como si los recuerdos fuesen demasiado potentes como para dejarlos ir--ten en cuenta que el precio, fue demasiado alto.

Lo fue...

Y seguiría pagando por ello

Si tenía que duplicar ese precio por una victoria más, para detener a Hybern para siempre.

Lo haría.

Le di una última sonrisa a Jurian.

Volví a ingresar a la sala donde todos mis amigos me esperaban

No me detuve a mirar a ninguno

No después de lo que había decidido.

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