CAPITULO 29
Narra Feyre:
Rhys se acercó a mí, y levantó una mano para cepillarme el cabello, pero se detuvo al ver la sangre que crujía en sus dedos. En su lugar estudió el tatuaje que ahora manchaba mi brazo izquierdo.
Hybern habia atacado mi hogar y para salir de esta tuve que hacer un trato con lo que sea que habia bajo la biblioteca.
—Mientras no tengamos que invitarlo a la cena del solsticio, puedo vivir con eso.
— ¿Puedes vivir con eso? —Levanté las cejas.
Un fantasma de una sonrisa, incluso con todo lo que había sucedido, lo que ahora se encontraba ante nosotros.
—Por lo menos ahora si uno de ustedes se comporta mal, conozco el castigo perfecto. Bajar allí para hablar con esa cosa durante una hora.
Nesta frunció el ceño con disgusto, pero Cassian soltó una risa oscura.
—Voy a limpiar baños, gracias.
—Tu segundo encuentro preció menos angustioso que el primero.
—Esta vez no estaba tratando de comerme. —Pero las sombras aún le oscurecían los ojos.
--¿donde esta Elain?-- hablo con rapidez Nesta buscando respuesta a Rhys.
--no te preocupes por ello, Bina y Azriel estaban con ella cuando los soldados de Hybern entraron en la ciudad.
--¿estan bien?-- susurre.
Una oscura sonrisa aparecio en sus labios.
--estan bien.
Cassian hizo una mueca, ¿que no me estaban diciendo?
Cass suspiro, soltando lo que mi compañero dejo en el aire.
--estan interrogando a un soldado de Hybern.
Levante una ceja en su direccion.
--¿ambos?
--cuando Az lo hace llegar al limite Bina le cura para que pueda repetir el proceso-- explico Rhys con una mueca.
--escalofriante-- murmuro Cassian.
Incluso senti un escalofrio.
No quiero ni imaginar los horrores que está pasando en esa habitación
Rhys los vio también. Los vio y dijo en voz baja, otra vez con la vozdel Gran Señor:
—Advierte a quien necesite saber que permanezca dentro de casa esta noche. Nada de niños en las calles al atardecer, ninguno de los palacios permanecerá abierto después de la salida de la luna. Cualquier persona en las calle enfrentara las consecuencias.
—¿De qué? —pregunté, el licor en mi estómago ardiendo.
La mandíbula de Rhys se apretó y examinó la brillante ciudad que había más allá de las ventanas.
—De Amren en cacería.
(...)
Elain estaba acurrucada junto a una Mor demasiado casual en el sofá de la sala de estar cuando llegamos a la casa de la ciudad. Nesta pasó por delante de mí, directo a Elain, y tomó un asiento a su otro lado, antes de girar su atención a donde estábamos en el vestíbulo. Esperando, de alguna manera percibiendo la reunión que estaba a punto de desplegarse.
Lucien, parado junto a la ventana delantera, se volvió mirando la calle. Monitoreando. Una espada y una daga colgaban de su cinturón.
Ningún humor, ningún calor adornaba su rostro, solo una determinación feroz y sombría.
—Azriel está bajando del tejado —dijo Rhys a ninguno de nosotros en particular, apoyándose contra el arco en la sala de estar y cruzando los brazos.
Y como si lo hubiese llamado, Azriel salió de un rincón de sombra por las escaleras junto con Bina, quien aunque se mostraba serena partes de su vestido estaba manchado de sangre, Azriel nos escudriñó de la cabeza a los pies. Sus ojos se posaron en la sangre que seca en las manos de Rhys.
Tomé un lugar en el poste opuesto de la entrada mientras Cassian y Azriel permanecían entre nosotros. Bina me regalo una sonrisa tranquilizadora, pero eso no hacia desaparecer el hecho de que posiblemente habia estado torturando a un soldado hace solo una hora.
Pensar en ello y recordar a la pequeña chica de la corte primavera logro que un vacio rellenara mi estomago, ambas habiamos cambiado... o simplemente habiamos salido a la luz, eramos... reales. Lo que siempre debimos ser.
Rhys se quedó callado un momento antes de decir:
—Las sacerdotisas guardarán silencio sobre lo que pasó hoy. Y la gente de esta ciudad no sabrá por qué Amren se está preparando para cazar. No podemos darnos el lujo de dejar que los otros Grandes Señores lo sepan. Les desestabilizaría y desestabilizaría la imagen que hemos trabajado tan duro para crear.
—El ataque a Velaris —contestó Mor desde su lugar en el sofá—, ya demostró que somos vulnerables.
—Ese fue un ataque sorpresa, que manejamos rápidamente —dijo Cassian, sus Sifones parpadeando—. Az se aseguró de que la información saliera representándonos como vencedores, capaz de derrotar cualquier desafío que Hiberno nos lance.
Az se sento justo al lado de Bina, esta le sonrio ligeramente, casi de forma instintiva Azriel tomo su mano reposandola en su regazo, como si fuese casual, algo natural que simplemente pasa al estar cerca, me preguntaba si Rhys y yo nos veiamos asi ante los ojos de los demas, como si encajaramos con solo respirar...
—Hemos hecho eso hoy —dije, girandome hacia Rhys.
—Es diferente —dijo Rhys—. La primera vez, tuvimos el elemento de su sorpresa para disculparnos. Esta segunda vez... nos hace parecer desprevenidos. Vulnerables. No podemos arriesgarnos a que eso se sepa antes de la reunión en diez días. Así que por todas las apariencias, permaneceremos imperturbables mientras nos preparamos para la guerra.
Mor se hundió contra los cojines del sofá.
—Una guerra en la que no tenemos aliados a parte de Keir, ya sea en Prythian o más allá.
Rhys le dirigió una mirada aguda. Pero Elain dijo en voz baja:
—La reina puede venir.
Silencio.
Elain miraba fijamente la chimenea apagada, con los ojos perdidos en aquella vaga turbidez.
— ¿Qué reina? —dijo Nesta, con más fuerza de la que solía hablarle a nuestra hermana.
—La que fue maldecida.
—Maldita por el Caldero —aclaré a Nesta, apartándome del arco—.Cuando esté hizo su rabieta después de que tú...te fueras.
—No. —Elain me estudió, luego a ella—. Ésa no. La otra.
Nesta tomó un respiro firme, abriendo la boca para llevar a Elain arriba o seguir adelante.
Pero Azriel preguntó suavemente, dando un solo paso por encima del umbral y entrando en la sala de estar:
— ¿Qué otra?
Elain frunció el ceño.
—La reina... con las plumas de fuego.
El cantor de sombras inclinó la cabeza.
Lucien murmuró, con el ojo fijo en Elain.
—¿Deberíamos... necesita...?
—No necesita nada —respondió Bina mordaz sin mirar a Lucien.
Elain miraba fijamente a Bina, como si acabara de darse cuenta de su presencia.
—no esta enferma-- murmuro Azriel secundando a su pareja.
--lo que dice, lo que ha sabido...-- Bina la señalo con un gesto-- en los libros de criaturas que lei de la biblioteca habla de un ser capaz de ver mas alla, cosas que no deberia saber pero que sabe... un vidente.
Vidente.
La palabra me recorrió el cuerpo.
Ella lo había sabido. Le había advertido a Nesta acerca de los Cuervos. Y en el caos del ataque, esa pequeña realización se había deslizado de mí. Deslizado de mí mientras la realidad y el sueño se deslizaba y entrelazaba en Elain. Vidente.
Elain se volteó hacia Mor, quien ahora estaba mirando boquiabierta a mi hermana desde su sitio al lado de ella en el sofá.
— ¿Eso es lo que es esto?
Y las palabras, el tono... sonaban tan normales, que mi pecho se apretó.
La mirada de Mor se lanzó hacia el rostro de mi hermana, como si pesara las palabras, la pregunta, la verdad o la mentira. Mor finalmente parpadeó, su boca se dividió. Como si esa magia de ella finalmente hubiera resuelto algún rompecabezas. Lentamente, claramente, ella asintió. Lucien se deslizó silenciosamente en una de las sillas ante la ventana, ese ojo de metal zumbando mientras vagaba sobre mi hermana.
Bina, quien habia estado cuidando de Elain a la distancia, observandola con una frialdad distinta al sentimiento fraternal que nublaba a Nesta y a mi
— ¿Hay otra reina? —le preguntó a Elain.
Elain entrecerró los ojos, como si la pregunta requiriera algo de clarificación interna, algún... camino que mirar en la dirección correcta a lo que sea que se había adherido y plagado a ella.
—Sí.
—La sexta reina —exhaló Mor—. La reina, quién la rubia dijo que no estaba enferma...
—Ella dijo que no confiemos en las otras reinas por eso —agregué.
Apenas las palabras dejaron mi boca... era como volver de una pintura para ver la imagen completa. De cerca, las palabras habían sido confusas y desordenadas. Pero a distancia...
—Tú lo robaste del Caldero —dije a Nesta, quien parecía lista para saltar entre nosotros y Elain—.Pero, ¿y si el Caldero le dio algo a Elain?
El rostro de Elain se quedó sin color.
— ¿Qué?
Igualmente pálido, Lucien pareció inclinado a hacer eco de la ronca pregunta de Nesta.
Pero Azriel asintió.
—Tú lo sabías —le dijo a Elain—, lo de la joven reina convertida en una anciana.
Elain parpadeó y parpadeó, sus ojos aclarándose de nuevo. Como si el entendimiento, nuestro entendimiento... la hubiera liberado de cualquier reino oscuro en el que había estado.
— ¿La sexta reina está viva? —preguntó Azriel, calmado y tranquilo, la voz del espía del Gran Señor, el que había roto enemigos y encantando aliados.
Casi m paso por alto la dulzura con la que sostenia la mano de mi amiga.
Elain inclinó su cabeza, como si escuchara una voz interna.
—Sí.
Lucien solo miró fijamente a mi hermana, como si nunca la hubiese visto antes. Volteé mi rostro hacia Rhys.
¿Un aliado potencial?
No lo sé, respondió. Si las otras la maldijeron...
— ¿Qué clase de maldición? —preguntó mi compañero antes de siquiera haber terminado de hablarme.
Elain movió su rostro hacia él. Otro parpadeo.
—Ellas la vendieron... a... a alguna oscuridad, a algún... Lord encantado... —Sacudió su cabeza—. Nunca puedo verlo. Lo que él es. Hay una caja de ónix que él posee, más vital que cualquier cosa... a salvo por ellos. Las mujeres. Mantiene otras mujeres, otras como ella, pero ella... de día es de una forma; de noche, humana de nuevo.
—Un ave de plumas de fuego —dije.
—Ave de fuego de día —meditó Rhys—, mujer de noche... ¿así que está cautiva por este Lord encantado?
Elain sacudió su cabeza.
—No lo sé. La escuché... su grito. Con ira. Completa ira... —Se estremeció.
Mor se inclinó hacia adelante.
—¿Sabes por qué las otras reinas la maldijeron... la vendieron a él?
—Elain estudió la mesa. —No. No... todo es niebla y sombra.
Rhys soltó un respiro.
—Las mantiene a todas en el lago.
— ¿A otras mujeres como ella?
—Sí... y no. Sus plumas son blancas como la nieve. Relucen por encima del agua, mientras ella rabea a través de los cielos por encima de él.
— ¿Qué información tenemos de esta sexta reina? —le dijo Mor a Rhys.
—Poco —respondió Azriel por él—. Sabemos poco. Joven, en algún lugar entre los veintitantos. Scythia está al otro lado del muro, al este. Es el reino más pequeño entre los de las reinas humanas, pero rico en negocio y armas. Ella se hace llamar Vassa, pero nunca obtuve un reporte con su nombre completo.
Rhys lo consideró.
—Ella debe de haber implicado una amenaza considerable para las reinas si estas se volvieron en contra de ella. Y considerando su agenda...
—Si podemos encontrar a Vassa —interrumpí—, ella podría ser vital en convencer a las fuerzas humanas a luchar. Y darnos un aliado en el continente.
—Si podemos encontrarla —dijo Cassian, situándose al lado de Azriel, sus alas resplandeciendo ligeramente—. Podría tomar meses. Sin mencionar, enfrentar al hombre que la tiene cautiva podría ser más difícil de lo esperado. No podemos permitirnos todos esos riesgos potenciales. O el tiempo que llevaría. Deberíamos enfocarnos primero en esta reunión con los otros Grandes Señores.
—Pero tal vez podríamos ganar mucho más —dijo Mor—. Tal vez ella tiene un ejército...
—Tal vez sí —Cassian la cortó—. Pero si está maldecida, ¿quién lo dirigirá? Y si su reino está tan lejos... ellos tienen que viajar de la manera mortal también. Recuerda lo lento que se mueven, lo rápido que mueren...
—Vale la pena el intento —espetó Mor.
—Te necesitamos aquí —dijo Cassian. Azriel se veía inclinado a acordar incluso mientras se mantuvo en silencio—. Te necesito en un campo de batalla, no atravesando el continente. La mitad humana de este.
Si aquellas reinas hubiesen reunido ejércitos para ofrecer a Hiberno, sin duda estarían de pie entre tú y la Reina Vassa.
—Tú no me das órdenes...
—No, pero yo sí —dijo Rhys—. No me des esa mirada. Él tiene razón, te necesitamos aquí, Mor.
—Scythia —dijo Mor, sacudiendo su cabeza—. Los recuerdo. Son la gente de los caballos. Una caballería montada podría viajar más rápido...
—No. —Puro deseo destelló en los ojos de Rhys. La orden era definitiva.
Pero Mor lo intentó de nuevo.
—Hay una razón por la que Elain está viendo estas cosas. Ella tenía razón sobre la otra reina envejeciendo, sobre el ataque de los Cuervos... ¿Por qué ve esta imagen? ¿Por qué está escuchando a esta reina? Debe ser vital. Si lo ignoramos, tal vez mereceremos fallar.
--puedo ir yo-- indico Bina, moverme en tierras humanas siendo mortal ayudaria...
--No-- se nego nuevamente Rhys-- te necesitamos para la reunion de los altos lords, tu apoyo como ex comandante de Hybern ayudara a dispersar dudas.
Silencio. Los miré a todos. Vital. Cada uno de ellos era vital aquí.
Pero yo... ahogué un respiro.
—Yo iré. —Lucien miró fijamente a Elain mientras lo decía.
Todos lo miramos.
Lucien cambió su mirada hacia Rhys, hacia mí.
—Yo iré —repitió, poniéndose de pie—. Iré a buscar a la sexta reina
(...)
Narra Sabina.
Era madrugada.
Posiblemente tres de la mañana, Feyre y Rhysand estarían despidiendo a Lucien en la frontera de Velaris.
Observé la ventana lugumbre, respirando con lentitud
Sentí a Azriel caminar hacia mi, aún con lo sigilosa que fui para levantarme el se había dado cuenta de mi ausencia en la cama.
La textura de sus manos recorrieron mis hombros desnudos.
Hizo un camino ligero antes de inclinarse y besar con lentitud mi cuello.
Me gire lentamente hacia el, la luz que se filtraba por la ventana iluminaba ligeramente sus músculos descubiertos, lo escanee sin descaro.
Mío...
El era mío.
--¿Quieres hablar de ello?-- susurro.
Sabía a lo que se refería, a mí reacia reacción para despedirme de Lucien, aún no estaba lista para perdonarlo...
Negué lentamente, inclinandome hacia el estampando mi cuerpo contra su pecho firme, los pechos ergidos ante el tacto.
Busque sus labios con desespero, ¿Cómo era posible que apesar del tiempo y de cada encuentro siga pensando que no era suficiente?
Az devoró mis labios con intensidad, tomandome del cuello para incrementar su dominio.
Retrocedi lentamente hasta chocar contra la ventana.
--Az...-- susurré.
Sus manos tomaron mis muslos levantándome, el frío cristal sostuvo mi espalda mientras el volvía a atacar mis labios, bajando sus labios hacia mi cuello, mordiendo con fiereza.
Solté un chillido entrecortado.
--sostente de la cortina-- murmuró contra mi oido.
Se me erizo el cuerpo completo, el deseo nublo toda mi razón.
No pensé, no podía.
Levanté ambas manos enrollandolas en la cortina, entregándome con todo lo que tengo a aquel sanguinario espía.
Aquel cantor de sombras que mataría, torturaria eh incluso haría cualquier fechoría con tal de verme sonreír.
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