CAPITULO 22
RHYSAND...
Aterricé en el suelo de la casa de la ciudad y Amren estuvo ahí instantáneamente.
Sus ojos giraron hacia ambos Ilyrios, Cassian con sus alas a medio curar, sea lo que sea que hizo Bina antes de marcharnos habia curado casi por completo sus alas... y en cuanto a Az...
Amren fue prudente, se hizo a un lado mientras permitía que el pasara con su pareja en brazos, no sabia que era mas perturbador, si la palidez y estado de Bina o la mirada vacia y sin sentimiento de Azriel.
-¿Dónde está ella? -quiso saber Amren.
Dónde está ella, dónde está ella, dónde está ella.
-Saca el Libro de aquí -dije yo y dejé caer los pedazos al suelo.
Odiaba el roce, la locura de esas páginas y la desesperación y la alegría.
Amren ignoró la orden.
Mor no había aparecido..., tal vez estaba dejando a Nesta y Elain, escondiéndolas en un lugar que le pareciera seguro.
-¿Dónde está? -dijo Amren de nuevo...
Como si mis pensamientos la hubieran conjurado, apareció mi prima, jadeando, la cara devastada. Se dejó caer en el suelo frente a Azriel; buscando una herida inexistente.
--ella lo hizo-murmuro Mor observando la palidez de Bina, solo a ella Az le pemitio acercarse empezar a curarse.
Un sonido de horror salió de sus labios cuando movió un poco el vestido, en la quemadura roja y feroz en su vientre con forma de J.
--Az...-- Intente ir hacia el, pero ya se estaba moviendo, ordenando a grito suelto por un sanador. No lo detuve, no tenia derecho de hacerlo después de todo lo que habían pasado.
-¿Dónde está? -ladró Amren una vez más.
Yo no conseguía decirlo en voz alta.
Así que Mor lo dijo por mí.
-Tamlin ofreció pasaje por sus tierras y nuestras cabezas en una bandeja a cambio de que el rey atrapara a Feyre, rompiera el lazo y él pudiera llevársela de nuevo a la Corte Primavera, y para no estar contento, vendio a Bina a Hybern, esa semana que pasamos buscandola estuvo...-- no pudo decirlo en voz alta-- Pero Ianthe lo traicionó..., y le dijo al rey dónde buscar a las hermanas de Feyre. Así que las hizo traer con las reinas para probarles que podía convertirlas en inmortales. Las puso en el Caldero. No pudimos hacer nada..., las convirtieron. Él nos tenía de las pelotas.
Los ojos color mercurio se volvieron hacia mí.
-Rhysand.
Me las arreglé para decir:
-Ya no teníamos opciones..., y Feyre lo sabía. Así que fingió liberarse del control que Tamlin pensaba que yo tenía sobre ella, sobre su mente. Fingió..., fingió que nos odiaba. Le dijo que quería ir a casa..., a Primavera, pero solamente si no había más muertes. Si nos dejaban ir.
-¿Y el lazo? -jadeó Amren, Mor examinaba las las de Cassian, intactas.
-Ella le pidió al rey que cortara el lazo. Y él lo hizo.
Yo pensé que me estaba muriendo..., sentía que se me estaba partiendo el pecho en dos.
-Eso es imposible -dijo Amren-. Ese tipo de lazo no se puede romper.
-El rey dijo que él lo haría.
-El rey es un tonto -ladró Amren-. Ese tipo de lazo no se puede romper.
-No -dije yo.
Las dos me miraron.
Me aclaré la cabeza, el corazón partido..., el corazón roto por lo que había hecho mi compañera por la forma en que ella se había sacrificado por mí y mi familia. Por sus hermanas, por su amiga. Porque había pensado..., había pensado que ella no era esencial. A pesar de todo lo que había hecho.
-El rey rompió el trato que hicimos. No se dio cuenta de que lo que rompía no era el lazo de apareamiento.
Mor se sobresaltó.
-¿Y Feyre..., ella sabe...?
-Sí -jadeé-. Y ahora mi pareja está en manos del enemigo.
-Ve a buscarla -siseó Amren-. Ahora, ahora mismo.
-No -dije; y odié la palabra.
Ellas me miraron con la boca abierta y yo quería rugir por la sangre que las cubría, por Cassian y sus alas, por Bina en estado critico por salvarlos, por salvar a mis hermanos.
Pero conseguí decirle a mi prima:
-¿No estabas escuchando lo que le dijo Feyre? Prometió destruirlo... desde adentro.
La cara de Mor palideció.
-Va a esa casa para destruirlo. Para destruirlos a todos -asentí
-. Ahora es espía..., y tiene una línea directa conmigo. Lo que hace el rey de Hybern, adónde va, cuáles son sus planes, ella va a saberlo todo. Y me va a informar.
Porque entre los dos, leve y suave, escondido para que nadie lo encontrara..., había un susurro de color y alegría y sombra y... de ella.
Nuestro lazo.
-Ella es tu pareja -me mordió Amren con las palabras-. No tu espía. Ve a buscarla.
-Ella es mi pareja. Y mi espía -dije con demasiada calma-. Y es la alta lady de la Corte Noche.
-¿Qué? -susurró Mor.
Yo acaricié con un dedo de metal ese lazo escondido tan abajo, tan lejos, dentro de los dos y dije:
-Si le hubieran sacado el otro guante, habrían visto el segundo tatuaje en el brazo derecho. Un tatuaje gemelo. Lo hicimos anoche, cuando salimos a escondidas; buscamos una sacerdotisa y yo le tomé juramento como alta lady.
-No..., no consorte -soltó Amren; una afirmación. Parpadeó. Yo nunca la había visto sorprendida..., nunca en muchos siglos.
-No consorte..., no esposa. Feyre es la alta lady de la Corte Noche. - Mi igual; ella iba a usar mi corona, iba a sentarse en un trono junto al mío.
Nunca a un costado, nunca dedicada a la concepción y las fiestas y la crianza de los hijos. Mi reina.
Como en respuesta, un brillito de amor tembló por el lazo. Me doblé sobre el alivio, un alivio que amenazaba con romper cualquier calma que yo fingiera estar sintiendo.
-¿Y me estás diciendo que mi alta lady está rodeada de enemigos? - jadeó Mor. Una calma letal le pasó por la cara manchada de lágrimas.
-Lo que quiero decirte -dije, mirando la sangre coagulada en las alas de Cassian-. Lo que quiero decirte -repetí, mientras mi poder se construía a sí mismo, se me frotaba contra la piel, los huesos, desesperado por salir al mundo- es que tu alta lady hizo un sacrificio por su corte... y ahora vamos a movernos cuando sea el momento correcto.
Tal vez el hecho de que Lucien estuviera unido a Elain por el lazo de apareamiento nos ayudaría de alguna forma. Yo encontraría el camino.
Y entonces, entonces ayudaría a mi compañera a acabar con la Corte Primavera, con Ianthe, con esas reinas mortales, y con el rey de Hybern.
Juntos, los haríamos pedazos. Lentamente.
-¿Y hasta entonces? -quiso saber Amren-. ¿Y el Caldero...? ¿Y el Libro?
-Hasta entonces -dije mirando hacia la puerta como si ella estuviera por entrar, toda risa y vibración y hermosura-, hasta entonces, vamos a la guerra.
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