Una clienta especial
Historia realizada para el evento "Coffee shop" del grupo de Discord "GiyuuShino Latino".
Advertencia: Historia no compatible con el canon. Universo Alternativo (Coffee shop)
Descargo de responsabilidad. Kimetsu no Yaiba ni ninguno de sus personajes me pertenecen. La historia fue hecha sin fines lucrativos pero si de distracción para las personas que la lean y para mí misma. Ignoro si hay una historia parecida en la extensa cantidad de relatos con la que cuenta Fanfiction, Wattpad o cualquier otra plataforma similar.
Summary:
Por las puertas de su cafetería han entrado y salido una innumerable cantidad de clientes de todas las edades; ha visto tanta gente que, para este punto, no se sorprende realmente por quienes llegan a su negocio. Sin embargo, había cierta chiquilla con broche de mariposa que logró captar su atención desde hace ya unos meses atrás.
La cafetería era envuelta por la suave música de una de las listas musicales aleatorias que uno de sus empleados del turno de la mañana había dejado reproduciendo en el equipo de sonido. Los aromas del café y las piezas de pan caliente impregnaban el lugar, creando un ambiente agradable para relajarse un poco.
Desde la larga barra de caoba del establecimiento, Urokodaki despidió amablemente al último de sus chicos del turno matutino mientras que terminaba de preparar el pedido que diario realizaba un pequeño corporativo a varias cuadras de su negocio. Él volteó a ver el reloj en una de las paredes a su izquierda, las manecillas marcaban apenas diez minutos después de las cuatro de la tarde. Por costumbre, su mirada se dirigió hacía una de las grandes ventanas y en la esquina contraria de la calle alcanzó a divisar al pequeño grupo de jóvenes que trabaja para él en las tardes, su nieto incluido entre ellos.
Una pequeña sonrisa afable se dibujó en su rostro arrugado de aspecto serio mientras que negaba con suavidad al ver la expresión hastiada de Giyuu, probablemente Makomo y Sabito lo estaban molestando con algo de la escuela; Nezuko y Tanjiro solo le daban palmaditas en sus hombros con la intención de aliviar su molestia. Él volvió a concentrarse en terminar la docena de cafés frente a él.
El barullo de voces adolescentes se hizo más audible conforme se acercaban hasta que finalmente, tras el tintineo de la pequeña campana en el marco de la puerta de la cafetería, las palabras de los cinco jóvenes se escucharon con claridad, llamando la atención de los pocos clientes que había en el momento.
Los hermanos Kamado y Makomo fueron los primeros en entrar y saludarlo animosamente para ir directo a la pequeña habitación de servicio a cambiarse, Giyuu y Sabito tras ellos.
—Es que de verdad no lo puedo creer, ¿Cómo demonios te dormiste en clase de la profesora Yamada? ¡Esa mujer es la mismísima encarnación de la maldad y te odia! — decía entre risas Sabito — De no ser por Kochou, probablemente estarías limpiando los salones por el resto del mes.
La mención del nombre "Kochou" lo hizo levantar levemente la vista de la docena de bebidas humeantes sobre la barra hacía ellos, prestando un interés bien disimulado a la conversación desarrollándose frente a él mientras terminaba de acomodar los vasos en un par de charolas de cartón.
—¡No me dormí, solo cabeceé una vez! ¡Tú también lo has hecho en otras clases! ¿Puedes superarlo ya? —
—Jefe Urokodaki, ya quítele el teléfono por las noches a su nieto, por favor. Se desvela mucho. — le pidió el chico en tono bromista al tiempo que se recargaba en la barra e ignoraba las palabras del otro. — Buena tarde, por cierto.
—¿Te desvelaste anoche, Giyuu? — preguntó con seriedad, fingiendo no conocer la situación.
La verdad es que él había pasado por su cuarto en la madrugada para ir al baño y alcanzó a escuchar el sonido que hacía su teléfono al momento de escribir y recibir mensajes. No sabía exactamente con quién estaba hablando pero si tenía una idea al respecto.
—Estaba haciendo tarea. — contestó su nieto de forma poco convincente para él. Giyuu no sabía mentir, bueno, al menos a él.
—Ya veo, espero la hayas terminado.
Le pareció que Sabito quería decir algo más al respecto, sus ojos brillaban con una chispa juguetona pero al final no lo hizo, en cambio, dirigió su atención hacía la orden de cafés lista sobre la barra.
—¿Ese es el pedido para las secretarias del corporativo?
Él se limitó a asentir en silencio, viendo a Sabito suspirar con un poco de pereza por su afirmativa. Sin embargo, él no tenía planeado enviarlo el día de hoy a realizar dicha entrega, internamente estaba esperando con paciencia a que la conversación si dirigiera hacía donde quería para reasignar la tarea a su nieto.
—Creo que alguien debería darse prisa para llegar a tiempo— Giyuu se burló de su mejor amigo al tiempo que palmeaba su hombro ligeramente para después empezar a caminar hacía el cuarto de servicio. Sabito lo siguió casi de inmediato quejándose sobre que afuera hacía demasiado calor como para salir.
Perfecto, era allí a donde quería llegar.
—Sabito no irá hoy, necesito que me ayude con unas cosas aquí. — soltó con tranquilidad, provocando que ambos jóvenes voltearan a verlo con confusión. — Irás tú, Giyuu.
—¿¡Yo!?— exclamó su nieto. Sabito estaba a su lado intentando silenciar su risa pese a que Giyuu había empezado a mirarlo de mala manera en cuanto se dio cuenta de ello.
—Sí, ¿hay algún problema?
—No pero...— él notó cómo la mirada azul se había desviado inconscientemente al reloj en la pared por unos segundos.
—¿Pero? — preguntó de forma seria, con una expresión estoica en su rostro muy superior a la que Giyuu portaba usualmente.
Vio a su nieto abrir y cerrar la boca en búsqueda de emitir una réplica pero ninguna palabra salió de entre sus labios. Luciendo irritado por el cambio, Giyuu refunfuñó un "nada" por lo bajo y reanudó su caminata hacía donde anteriormente se dirigía sin decir una palabra más e ignorando a Sabito, quien repetía exactamente el mismo comentario que le había hecho en broma cuando ninguno sabía del ligero cambio de planes para el día de hoy.
—¿En qué necesita mi ayuda, jefe?— preguntó con curiosidad el joven de cabellos duraznos una vez que su nieto se había ido.
—Inventario. Si quieres terminar pronto tú también deberías apresurarte a cambiarte.
Fue el turno de Sabito para mostrarse descontento con la instrucción antes de retirarse en silencio al cuarto de servicio, era de su conocimiento que el muchacho odiaba hacer esa tarea en específico, pero era la ideal para mantenerlo ocupado más del tiempo necesario para lo que quería hacer.
Solo un par de minutos pasaron cuando Giyuu salió vestido con su uniforme, tomó las charolas de cartón y se fue en silencio, visiblemente molesto.
"Un poco más y bien podría salirle humo de las orejas", pensó para sí mismo al verlo refunfuñar por los ventanales antes de cruzar la calle.
A excepción de Sabito, los demás habían acudido a él para preguntar qué había pasado, alegando que su nieto había actuado raro en el cuarto de servicio pero se las arregló bastante bien para fingir demencia.
Él no era ignorante de la disconformidad de Giyuu al respecto de salir, conocía que la razón por la que quería quedarse recaía en cierta jovencita que no tardaba en llegar a la cafetería así que, teniendo en cuenta que iba a tardarse por lo menos unos veinticinco minutos en regresar y que ya pasaban de las cuatro quince de la tarde, no iba a estar presente para las cuatro y media, que era la hora aproximada en la que aparecía.
Poco a poco algunas personas cruzaron por la puerta; sus muchachos se repartían las mesas para atenderlos mientras que él los ayudaba en la barra preparando los pedidos pero siempre estando atento a la hora en el reloj y a la gente que veía por las ventanas al pasar afuera, esperando pacientemente a que una clienta especial apareciese.
Urokodaki llevaba toda una vida dirigiendo este café, lo había modernizado con el paso del tiempo con el objetivo de hacerlo próspero y llamativo para las nuevas generaciones sin permitir que su esencia seria se pierda. Por sus puertas han entrado y salido una innumerable cantidad de clientes de todas las edades, algunos de ellos se vuelven fieles y acérrimos, algunos son ocasionales y otros pasajeros; ha visto tanta gente que, para este punto, no se sorprende realmente por quienes llegan a su negocio. Sin embargo, había cierta chiquilla con broche de mariposa que logró captar su atención desde hace ya unos meses atrás.
Ella era bastante pequeña de estatura y de no ser porque usa el mismo uniforme de preparatoria que Giyuu, Sabito y Makomo, pensaría que es mucho más joven; sus mechones de cabello negro resaltan por aquellas puntas violáceas tan peculiares y distintivas, y tiene unos ojos amatista grandes y expresivos. Incluso la mayoría de su pequeña plantilla de jóvenes empleados dicen que es una chica bastante agradable.
Él diría que era una muchacha bonita para cualquier joven que la viese, pero su apariencia física o su forma de ser en general no fue lo que realmente despertó su interés, todo se reducía a la cercanía que parecía tener con su nieto.
Aunque Giyuu era un buen muchacho, la verdad es que era terriblemente torpe para socializar y expresarse con la gente, así que estaba muy agradecido de que los demás jóvenes que trabajan en su cafetería se llevaran tan bien con él y lo aceptasen tal cual era. Por eso mismo, ver a aquella señorita conviviendo con su nieto con tanta confianza había despertado por completo su curiosidad.
Debía admitir que en un principio no reparó tanto en su presencia pese a que en ocasiones llegó a verla pululando cerca de su nieto con animosidad e incluso, llegó a cruzar saludos cordiales con ella, pues dejando a un lado la relación de conocida/compañera de clase que tenía con Giyuu, la consideraba solo una clienta relativamente habitual.
Sin embargo, un día en el que no había muchos clientes y podía permitirse relajarse un poco con una buena taza de té mientras leía el periódico del día, alcanzó a escuchar una peculiar conversación entre ambos jóvenes que lo hizo despegar sus ojos de las hojas con tinta de mala calidad.
—¿No se supone que tienes que ponerme algo lindo en mi omelette?, unas palabras o alguna figura. — dijo ella, jugueteando con la botella de cátsup sobre la barra de madera oscura.
—Ponlo tú misma, estoy ocupado. — contestó su nieto mientras terminaba de secar y acomodar en la estantería tras de él algunos de los vasos de cristal recién lavados.
—Estoy pagando el servicio completo, ¿sabes?, eso incluye que vengas y me pongas lo que yo quiera sobre mi omelette— su voz cantarina había venido acompañada de una risita juguetona.
Giyuu resopló pero no parecía realmente molesto. Dejó el vaso recién secado en la estantería y se acercó a la fémina frente a él, posando sus brazos sobre la barra como un punto de apoyo para inclinarse.
—¿Qué es lo que quieres que ponga?
Visiblemente satisfecha con esa respuesta, la joven sonrió con picardía al tiempo que acomodaba su mejilla sobre una de sus palmas e inclinaba su cabeza. La mano libre que tenía la usó para jalar con brusquedad la corbata del uniforme del menor de sus nietos, haciendo que los ojos azules se abrieran con sorpresa.
Ella susurró algo en el oído de Giyuu que por obvias razones no alcanzó a escuchar desde donde estaba, pero lo que si no pasó desapercibido para él fue la forma gradual en la que el rostro de su nieto se coloreó de un no tan sutil tono rosa y lo nervioso que estaba empezando a lucir.
La chica con el prendedor de mariposa restauró la distancia mientras sonreía con inocencia, dejando conmocionado a su muchacho.
—¿Si puedes hacer eso o no? ~
Lo vio tomar la botella con el espeso líquido rojo y hacer con rigidez algún garabato sobre la comida antes de meterse a la cocina y no salir durante al menos unos diez minutos de ahí pese a los reclamos mezclados con risas de la muchacha por solo haber dibujado la clásica línea en zigzag sobre el omelette humeante.
Aunque Giyuu tenía por amigas a Makomo y a Nezuko, ninguna de ellas lo había perturbado de esa forma con su presencia cuando se acercaban un poco de más, así que, por supuesto, aquello lo llevó a averiguar su identidad con Sabito y más tarde ese día, a preguntarle a su nieto cuando estaban cenando en casa si ocurría algo con la joven.
"—¿Kochou?, Solo es una buena amiga de la preparatoria."
Había sido demasiado presuntuoso de su parte esperar una respuesta diferente a la obtenida, Giyuu tenía esa tendencia por no contarle nada a menos que el asunto se hiciese tan grande como para fuese imposible seguir ocultándolo, ya sea porque él se enteraba de ello en algún momento o porque su nieto se había metido en problemas.
No es como si le molestara del todo, es decir, él era así en su juventud, de algún lado Giyuu lo había heredado, aunque siendo honesto, le gustaría que fuese un poco más abierto al respecto.
Por supuesto que no volvió a insistir en el tema con el menor de sus nietos, sabía que no iba a sacar nada más que aquella respuesta escueta, no obstante, tomó nota de su actitud titubeante y esquiva al contestar. Pensó en preguntarle a Tsutako si sabía algo al respecto sobre el asunto, pero la vio tan atareada con sus cosas de la universidad que decidió no hacerlo, si por algún motivo ella no lo sabía solo iba a preocuparla.
Nunca había sido el tipo personas que se inmiscuye en cosas que no le conciernen pero tratándose de su muchacho...evidentemente iba hacer una excepción por esta vez.
Fue así como con toda la paciencia del mundo empezó su discreta vigilancia hacía el curioso par de adolescentes, en espera de descubrir lo que sea que estuviese pasando entre ambos.
Hubo algunas curiosidades de las que se percató a lo largo del primer mes de su "misión".
La primera de ellas era que Shinobu Kochou tenía una especie de rutina: venía los lunes, miércoles y sábados a la cafetería entre las cuatro y media y cinco —he ahí la seguridad de que vendría hoy—; saludaba alegremente a todos sus trabajadores e iba a sentarse siempre en el mismo lugar en la barra para pasar el resto de la tarde ahí, hasta que un auto negro llegaba por ella un poco antes de la hora del cierre, sonando el claxon tres veces. Se quedaba en uno de los altos bancos, hojeando sus libros de texto, haciendo tarea o viendo su teléfono celular y solo dejaba de hacerlo cuando Giyuu iba con ella.
Lo segundo tenía relación directa con la primera, pues recaía en algo tan simple como el lugar en el que se sentaba: la barra. No importaba si el resto de los asientos en toda la cafetería estaban desocupados, ella siempre iría allí desde el principio o, en el caso de que estuviese llena, la chica esperaría a que quedara libre aquél alto taburete al lado de la computadora para tomarlo.
Hasta hace algunos años, era él quien atendía la barra en su totalidad, pero el tiempo no perdonaba ni esperaba por nadie, así que en algún momento la responsabilidad de esa zona le fue delegada de forma casi exclusiva a Giyuu, convirtiéndolo en la única persona que estaba casi todo el tiempo tras la barra.
Era su nieto quien preparaba la mayoría de las bebidas (aunque eso no significaba que los demás no supieran cómo hacerlo) y rara vez salía de ahí a atender a el resto de mesas a no ser que en verdad fuese necesario; el trato directo con la gente no era su fuerte así que lo compensaba con su experticia en la preparación del café —él mismo le enseñó todo lo que sabía después de todo—.
La tercera curiosidad era que sus otros niños solo se acercaban a la señorita para intercambiar algunas palabras sobre temas triviales pero nunca se quedaban demasiado tiempo, era como si hubiese una especie de acuerdo tácito entre todos, porque el único que tomaba sus órdenes —aunque a veces fuese a regañadientes— era su nieto. Ninguno de los demás lo hacía y siempre terminaban excusándose de hacerlo por cualquier cosa, siendo motivos rebuscados y poco creíbles para él la mayoría de las veces.
En los días tranquilos en los que la jovencita venía, su nieto tomaba sus descansos con ella, se sentaba a su lado a platicar —o más bien a escucharla hablar y contestar lo que ella le preguntase—, comer e incluso a veces iba por sus libros y hacían tareas juntos; por otro lado, si el lugar estaba abarrotado, solo conversaban un poco cuando Giyuu regresaba a la barra a preparar las órdenes de los comensales.
No le pareció algo fuera de lo común, pero las ligeras risitas y cotilleos mal disimuladas entre Sabito y Makomo que algunas veces había llegado a escuchar a sus espaldas lo instaban a mirarlos con mayor detenimiento.
Esa parejita sabía algo, pero aunque les preguntase, era seguro que no iban a decirle nada por lealtad a su nieto dado que, así habían sido las cosas desde que se hicieron amigos de Giyuu. A su vez, Tanjiro y Nezuko también parecían saber, pero pese a que intentó preguntarle un par de veces al joven de cabellos burdeos al respecto sabiendo que no le mentiría, su hermana menor siempre aparecía para salvarlo. No tardó mucho en rendirse con eso.
Había toques ocasionales entre ambos que, en opinión de hombre viejo con muchas vivencias como él, se prolongaban más de lo que deberían; los ojos de color azul y los púrpura se encontrarían a menudo desde distintos puntos del lugar, entonces ella sonreiría con aparente dulzura hacía su nieto y él bajaría su mirada con vergüenza evidente hacía el suelo, casi derramando alguna bebida que llevaba o golpeándose contra algo, provocando primero una preocupación en la chica que tras ver que no había ocurrido ningún incidente se disipaba en ligeras risas.
Para el segundo mes de observación, notó que los días que por algún motivo la señorita Kochou no venía, Giyuu se la pasaba más distraído que de costumbre y estaba atento a su celular, buscando pequeños espacios de tiempo para revisarlo y, muy probablemente, contestar sus mensajes con una ligera sonrisa en el rostro. También había captado las constantes miradas que enviaba al taburete en el que ella se sentaba, como si con solo fijar su vista ahí ella fuese a aparecer de un momento a otro.
En otra ocasión, atrapó a Sabito reclamándole a su nieto por la gran cantidad de crema de avellanas que le estaba agregando a la orden de la chica.
—Ya mejor llévale el frasco completo— dijo el muchacho de cabello melocotón con ironía.
—Solo le estoy poniendo un poco más de lo usual. — había contestado calmadamente sin dejar de preparar el café frappé.
—Giyuu... ¡El café ni siquiera se ve! ¡Incluso le pusiste dos galletas más! ¿Acaso quieres causarle diabetes a Kochou?
Él podría haber reprendido a Giyuu ese día por aquello y obligarlo a rehacer la orden pero prefirió ver el desenlace de ello, llevándose la grata sorpresa de que aunque su compañera de la preparatoria se había empalagado con menos de la mitad de ese café —si es que podía seguírsele considerando como uno—, ella había hecho un esfuerzo sobrehumano por beberlo todo pese a que su nieto intentó detenerla varias veces mientras se disculpaba y le ofrecía prepararle otra cosa. Al final, la joven solo se limitó a pedirle que no lo hiciese de nuevo.
Y si bien la situación de los cafés —tan o quizá más dulces como la misma miel— cesó, no fue igual en el caso del tamaño de las porciones de los postres, pues estas siempre eran ligeramente más grandes de lo normal o llevaban más cosas. Él estaba casi seguro de que, si Giyuu fuera quien cocinara, los platos de comida que ella ordenase también tendrían el mismo trato.
La pequeña libreta que su nieto solía usar para anotar pedidos o algún recordatorio también se volvió una cosa a tener en cuenta. Pasó de dejarla en cualquier lugar de la barra a cargarla en todo momento dentro de aquél mandil asimétrico de dos patrones que usaba, convirtiéndolo en un objeto que solamente la niña con el broche de mariposa y Giyuu tenían el "privilegio" de ver y/o usar.
Vaya, que incluso si su nieto llegaba a olvidar la libreta en la cafetería y se daba cuenta de ello cuando ya habían subido a la casa, él bajaba a buscarla pese a la pereza que pudiese sentir, cosa que previamente no hacía.
¿Qué se ocultaba entre sus hojas?, él no tenía ni idea. Una vez logró verlos jugando tres en raya y su nieto había perdido múltiples veces contra la chica, pero obviamente su aplastante derrota en el juego infantil de círculos y tachas no formaba parte de aquello que Giyuu escondía con tanto recelo, pues esa libreta iba y venía entre las manos de ambos con abundante secrecía y mensajes escritos que evocaban diversas reacciones en ellos cuando los leían.
Con su teléfono celular pasó básicamente lo mismo: durante el turno en la cafetería lo mantenía en los bolsillos del pantalón y cuando estaban en casa se paseaba por el lugar con el aparato en las manos. La atención que le prestaba incrementó drásticamente.
Él no era dado a revisar las cosas de sus nietos, mucho menos un teléfono porque, bueno, apuradamente le entendía al suyo, pero a veces cambiaban de proveedores y Giyuu guardaba el número olvidando enviárselo, situación que se había replicado justo hace unos días. La verdad es que se sorprendió bastante cuando tomó el celular de su nieto para buscar el contacto y saltó la pantalla de bloqueo exigiendo su huella dactilar, cosa que antes no sucedía.
El tercer mes había empezado hace un par de semanas y los comportamientos inusuales seguían manifestándose, abandonando un poco la sutileza con la que se presentaban en un inicio y siendo más evidentes, por lo que definitivamente había algo allí que no era del todo normal.
Le había parecido notar desde finales del segundo mes un cierto nivel de reticencia de parte de su nieto al momento en que ella intentaba pagar por lo que consumió en el día. No había sido mucha en aquel entonces pero ahora, el momento de pago parecía convertirse en una pseudo pelea entre ambos: con la niña intentando meter billetes o monedas en donde pudiera —en los bolsillos de sus pantalones, en el mandil o directamente jalando la parte de atrás del cuello de su camisa del uniforme para aventarlo ahí cuando estuviese distraído — y con su muchacho "huyendo" para que no lo hiciese.
También sucedía que, si bien aquella señorita había mostrado siempre una actitud juguetona y bromista con su nieto, ahora era Giyuu quien parecía haberse contagiado de a poco de su forma de ser, empezando a comportarse con algo más de confianza a su lado, sobrellevando de una mejor manera sus provocaciones y comentarios mordaces que con algo de suerte lograba regresar en ocasiones, haciendo que la chica se sonrojase y lo golpeara en el brazo como mecanismo de autodefensa.
Se volvió común que a pesar de que sus pláticas iniciaban como cualquier otra, parecía como si en algún momento el tema tomase un rumbo más privado, por lo que sus voces se volvían tenues, casi susurrantes, lo que hacía imposible que una tercera persona escuchase a no ser que también estuviese inclinado sobre la barra como lo estaban ellos.
Algunos días Giyuu había empezado a llegar ligeramente más tarde a su turno en la cafetería; otro puñado de veces arribaba a el lugar en compañía de la menuda señorita de los ojos púrpura; y en una ocasión en particular, un par más de muchachas con broches de mariposas similares a los de la joven Kochou —de las cuales supo más tarde que eran hermanas de la niña con mechones púrpuras— hicieron acto de presencia en su negocio. Probablemente, aquel había sido el día en que más veces había visto a ambos adolescentes sonrojarse de manera continua.
A excepción de su familia y de sus amigos, Giyuu no dejaba que alguien más manoseara su cabello, pero no parecía tener problema alguno cuando en sus momentos de descanso la chiquilla había empezado a peinarle aquellas hebras de ébano en una gran trenza o en una cola de caballo alta. Su nieto solo se sentaría en la silla a su lado mientras hacía cualquier cosa que no requiriese moverse tanto, dejándola hacer lo que ella quisiera con él, incluso permitiéndole que le pusiera su gran broche de mariposa por un rato, aunque se lo devolvía en cuanto volvía a trabajar.
También las despedidas casi al final del turno se habían vuelto diferentes, pues anteriormente cuando sonaba el claxon del vehículo que pasaba a recoger a la amiga de su nieto, ninguno de los dos parecía "tomarlo de mala manera", cosa que en estos últimos quince días había cambiado. La atmósfera de comodidad entre ambos se vería quebrantada por el estridente ruido y, si por algún motivo no estaban juntos en la barra, ellos se buscarían con la mirada en la cafetería. Giyuu esperaría a que ella guardase sus cosas en su mochila y la acompañaría hasta la puerta. No obstante, justo en esos momentos en los que estaban en la salida del lugar, él juraría que en esos ojos púrpuras existía el anhelo por algo más que aquél simple "te veo mañana en la escuela" que pronunciaba mientras se despedía agitando su mano al tiempo que caminaba hacía el vehículo. No sabía si en los ojos de su nieto se apreciaba lo mismo porque estaba de espaldas, pero no era ajeno a la forma en la que su cabeza se giraba con lentitud, siguiendo el carro hasta verlo doblar en una esquina y desaparecer.
Pero definitivamente la guirnalda en el pastel llegó el domingo pasado, día en el que solo trabajaban medio turno. Él vio a su muchacho más atareado que de costumbre, intentando dejar lo más limpio y ordenado que pudiese antes de que su jornada terminase a la vez que preparaba las órdenes de los clientes.
Las manecillas del reloj no hicieron más que marcar las cuatro de la tarde cuando Giyuu, al ver que solo quedaban un par de mesas que estaban por terminar, ya estaba técnicamente escapando de la cafetería, subiendo las escaleras de dos en dos hacía la casa y desapareciendo por unos buenos quince minutos, solo para reaparecer recién bañado y arreglado, con una cantidad insana de colonia encima que impregnaba su sensible olfato.
—¡Regreso a las nueve! — había dicho su nieto mientras cruzaba con grandes zancadas la cafetería hasta la entrada, sin siquiera darle la oportunidad de que le preguntase a dónde iba con tanta prisa.
Él se quedó ahí parado a medio negocio, parpadeando con incredulidad y sin saber exactamente cómo tomar aquello, Giyuu nunca había hecho eso antes, por lo general le decía a dónde estaría y con quién.
—Abuelo Sakonji, ¿Vio eso? — Tsutako había aparecido tras unos cuantos segundos después de que su hermano menor se fuera. Lucía igual de conmocionada que él.
—¿Sabes a dónde va? — vio a su nieta negar suavemente con la cabeza, lo que lo hizo suspirar con resignación y caminar de regreso a la barra a terminar con unas cuantas cosas que su muchacho había dejado sin hacer.
—Creo que Giyuu ha estado actuando raro últimamente... — continúo ella mientras que iba a recoger algunos de los platos vacíos en las mesas cercanas, juntándolos en una sola torre para después llevarlos a la cocina. —¿No le ha comentado nada al respecto?, Yo le pregunté hace unos días pero dijo que todo estaba bien.
Ah, así que Tsutako también se había dado cuenta de ello, la verdad es que no le extrañaba. Ella podía estar ocupada con sus estudios pero eso no la hacía menos observadora.
—En lo absoluto.
"Pero pronto lo voy a averiguar", pensó con decisión, sacando de forma discreta de uno de sus bolsillos el arrugado y levemente borroso recibo de compra de una floristería que había encontrado tirado esta mañana en el suelo cerca del pequeño bote de basura tras la barra.
De ese día había derivado la última de las cosas en su lista mental de observaciones: un bolígrafo personalizado de apariencia fina y algo robusta, objeto al que Giyuu le dedicaba largos períodos de tiempo en la tranquilidad de su habitación para contemplarlo en silencio como si fuese lo más valioso del mundo hasta que se obligaba a sí mismo a guardarlo de nuevo en su estuche.
Eventualmente tuvo que parar con sus cavilaciones cuando divisó a la persona por la que había estado esperando al otro lado de la calle, aguardando a que el semáforo se pusiese en rojo y detuviese el tránsito de los automóviles para pasar.
Escuchó las voces susurrantes de Makomo y Nezuko a unos cuantos metros de él en cuanto notaron la presencia de la chica acercándose a la cafetería.
Al darse cuenta de las intenciones de sus empleadas, él salió tranquilamente de detrás de la barra después de ver a Nezuko entrar a la cocina para interceptar a Makomo a medio camino de la puerta con un par de cappuccinos en sus manos.
—Makomo, ¿Puedes llevar estos a la librería de la vuelta?
Ella se veía sorprendida con su solicitud repentina, pero pese a su expresión dudosa, no tardó demasiado en tomar ambas bebidas e irse.
Él había previsto que algo así podría pasar, así que el día de ayer había llamado a la pequeña librería para preguntar si deseaban algo de su cafetería, pues siempre que aquél negocio pedía algo, lo solicitaba para estas horas. Normalmente no mandaría a ninguna de sus niñas a entregar pedidos fuera, pero viendo que Makomo fue quien se había ofrecido a atender a la otra chica de preparatoria, no le había quedado más opción; esta venta estaba destinada a ser llevada por quien intentase cubrir a su nieto con ella.
Entró a la cocina por un paquete de granos de café pese a que realmente no lo necesitaba, solo lo hizo para que la señorita tomase su lugar predilecto como siempre. Tras la puerta del lugar, aguardó unos momentos hasta que ella se sentase, asomándose levemente por la pequeña ventanilla circular de acrílico transparente en la parte superior de la puerta para verla instalarse en aquel alto taburete acojinado mientras cruzaba unas cuantas palabras con Tanjiro.
En cuanto su joven empleado de cabeza dura tomó el par de espressos que dejó servidos en la barra y la dejó sola, la pequeña muchacha parecía escanear el lugar con atención mientras que tamborileaba sus dedos contra la lustrosa superficie de madera, incluso volteó a ver varias veces hacía los grandes ventanales tras de ella, observando a los transeúntes pasar uno tras otro.
Sin esperar más, salió detrás de la puerta que lo ocultaba como si nada. El leve rechinido de ésta la había hecho girarse de inmediato hacia su dirección, pero la sonrisa en su rostro parecía perder parte de su anchura cuando se dio cuenta de su presencia. Lo más seguro era que había esperado ver a Giyuu salir de ahí y no a él.
Ella le saludó cordialmente como solía hacerlo cada día que venía a su cafetería, usando ese tono alegre característico. Él, por su parte, se limitó a contestar con su típico "Bienvenida" mientras dejaba en algún lado el paquete de café.
Ahora venía la parte que podría considerar lo más difícil de todo: hacerle plática a la joven de preparatoria. Nunca habían cruzado más palabras de las que ambos dijeron con anterioridad así que no sabía exactamente qué decir o preguntar para que las cosas fluyeran, pues sabía que no podía ir y directamente preguntarle algo como "¿Qué te traes con mi nieto?" o "¿Qué intenciones tienes con él?", Eso sería demasiado tosco hasta para él. No sería correcto y podría salir contraproducente.
—¿Está Tomioka?
De acuerdo, no esperaba que ella fuese la primera en hablar pero estaba internamente agradecido, ya vería cómo desviaba el tema a donde él quería.
—Tuvo que ir a entregar un pedido y va a tardar en regresar. Sé que él la atiende pero, ¿Le importaría si la atiendo yo? Mis demás chicos están ocupados— dijo señalando a los hermanos Kamado como para probar sus palabras. — No me gusta dejar esperando a mis clientes más de lo necesario.
—Bueno, en ese caso...— sin siquiera mirar el menú escrito con tiza en el pizarrón de al lado, ella guardó silencio durante unos segundos, meditando en su cabeza lo que pediría. — Un caffè macchiato y un tazón de anmitsu~
Él asintió en silencio y rápidamente fue a la cocina a encargar a la preparación del postre frutal para regresar de inmediato tras la barra y comenzar a hacer el macchiato.
—Escuché lo que pasó hoy en clase con Giyuu, de que casi lo castiga una maestra de no ser por usted— dijo con la intención de seguir con la plática — Se lo agradezco. La verdad es que resiento bastante cuando mi nieto no me ayuda en la cafetería, ya estoy algo viejo como para estar de pie tanto tiempo preparando pedidos o corriendo de un extremo a otro.
—No fue nada, Tomioka es mi amigo después de todo. — ella había demorado un poco en responder aquello, pues sus anteriores palabras la habían sorprendido levemente. Su sonrisa había vacilando los segundos suficientes para que él lo notara. —Además, siempre me ha gustado como prepara mis pedidos, si él no está no sería lo mismo.
Bien, él tomó nota mental de eso último, especialmente del dulce tono y la absoluta franqueza con la que había hablado.
—Me alegra saber que lo que prepara mi nieto es de su agrado, no fue fácil enseñarle.
—Por alguna razón no me cuesta nada imaginarme eso — dijo, dejando que de sus labios sonrientes se filtraran leves risitas. En sus ojos púrpura había comenzado encenderse un brillo curioso y le pareció que ella quería hondar más en el tema pero que estaba conteniéndose de preguntar.
Quizá su nieto comience a estornudar pronto en donde quiera que esté. Ojalá que lo disculpe por eso, pero él tiene algo que averiguar.
—Sus primeros cafés eran imbebibles, los tiré todos por el fregadero. Podría fácilmente haber matado a alguien con ellos.
Una risa un poco más fuerte de parte de la señorita no tardó en llegar a sus oídos que, en conjunto con el hecho de que ella había adoptado una posición más inclinada sobre la barra, delatando su interés en el tema, fue lo que lo instó a continuar con parte de lo que fue aquella odisea.
—Era un completo desastre. No importaba cuántas veces le explicase cómo debía hacerlo, siempre algo le salía mal. Los cafés dulces sabían a jarabe; los amargos eran tan fuertes que pasar un solo sorbo se volvía una gran hazaña, y cualquier té que preparara era como tomar agua, no tenían sabor. También le costó mucho trabajo aprender a utilizar cada una de las máquinas, todo el tiempo se confundía con cuál debía usar. — inevitablemente, una sonrisa apacible apareció en su arrugada cara por lo que había dicho. Mientras esperaba que la máquina de espresso terminase con la extracción del café y él cremaba y vaporizaba la leche, las imágenes de aquellos días en que Giyuu se frustraba y entristecía por sus fracasos se proyectaban en su mente como si hubiesen ocurrido ayer.
Tomó la taza medio vacía con el espresso y la pequeña jarra de aluminio con la cremosa leche lista para ser usada.
—Advierto que no soy muy bueno haciendo figuras en el café, a Giyuu le salen mejor que a mí, pero haré un esfuerzo por hacer algo de su agrado. — hizo una pausa antes de continuar, breves segundos en los que la niña lo veía con curiosidad— ¿Mi nieto le hace alguna figura en específico?
Fue una pregunta inocente de su parte pero por alguna razón ella se sonrojó un poco con eso, desviando su vista a sus pies y sonriendo con afecto, como recordando algo. Le tomó unos cuantos segundos volver a la normalidad para contestar, haciendo como si nada hubiese pasado.
—Un trébol o una flor estarían bien. ~
Evidentemente estaba mintiendo, había meditado demasiado la respuesta. Al final no dijo nada al respecto y se limitó a hacer lo primero que dijo. El resultado no había sido tan malo.
—¿Qué tal está? — preguntó, pese a que el suave ruido de satisfacción que ella hizo le confirmaba que la bebida le había gustado.
—Tomioka tuvo un buen maestro. — y casi de inmediato de ello, volvió a pegar la taza a sus labios para dar un trago más.
Él aprovechó eso para ir en búsqueda de su tazón de anmitsu. Para cuando se lo entregó, la plática de hace unos momentos se reanudó con normalidad.
Desde quemaduras hasta descomponer maquinaria costosa, él compartió con ella varias de las anécdotas que vivió al lado de su nieto en esta misma cafetería cuando intentaba enseñarle el oficio familiar. Detrás de los sorbos que daba a su café y de los bocados de frutas, mochis y helado, la joven con el broche de mariposa le prestaba atención, sonriendo la mayor parte del tiempo y riendo cuando algo de lo que decía le parecía lo suficientemente gracioso. Podía decir con seguridad que hoy había hablado más de lo que lo hizo el último mes. Incluso sus mismos empleados se veían bastante sorprendidos de verlo tan conversador cuando se acercaban a solicitarle la preparación de un café.
En algún momento, la fémina de ojos púrpura parecía haber entrado en confianza con él, pronto ella también estaba contando situaciones cotidianas de su día a día en la escuela al lado de Giyuu y su par de amigos de toda la vida.
Aunque existía gente como Sabito, Makomo y los hermanos Kamado en la vida de Giyuu, — personas que lo querían y estimaban muchísimo —, había algo en la forma en que esta señorita se expresaba de su muchacho que calentaba su corazón. Porque sí, él notó que había aprecio al momento en que hablaba de los mejores amigos Giyuu, pero éste no era comparable con el que se hacía presente al referirse a su nieto. Era diferente.
A veces iba a mitad de alguna oración y la veía casi morderse la lengua o escudarse detrás de su taza media llena de caffè macchiato para luego decir las cosas de una forma distinta a la que probablemente iba a externarlas, como si ella misma recordase que en primer lugar no debería de comentarlas.
Un color rosa tenue se había instaurado en sus mejillas níveas mientras que hablaba, sus ojos púrpura resplandecían con un brillo particular, uno que él encontró semejante al que se presenta cuando hablas de algo que te emociona o que te gusta mucho.
Entonces algo hizo click en su cabeza.
Gustar.
Las piezas del rompecabezas mental que había estado juntando durante estos casi tres meses de observación comenzaron a encajar la una con la otra de forma correcta: todas esas actitudes raras entre ellos, la complicidad, la secrecía con la que intentaban manejar las cosas — aunque en realidad no lo hacían tan bien —; todo, absolutamente tenía sentido ahora.
Giyuu y esta jovencita se gustaban...no, no solo eso, seguramente estaban saliendo.
Se sentía tonto por no haberlo contemplado desde el principio, pero ¡es que no lo pueden culpar por ello! Nunca había visto a su nieto interesado o enamorado de alguien, no conocía qué tanto cambiaba en ese aspecto.
Se vio en la necesidad de tomar por lo menos un poco de agua para mantener su expresión serena mientras la escuchaba hablar y esperaba a que terminase. Desvió su vista hacia el reloj, eran las cuatro cuarenta de la tarde, si sus cálculos no le fallaban, Giyuu estaría aquí en unos cinco minutos o antes.
Ya sabía la posible respuesta, ahora debía confirmarla antes de que llegara.
— ¡Y cuando supe que trabajaba en una cafetería me dije a mi misma que tenía que venir a probar algo que él hiciera! — decía entre risas — Vine con la idea en mi mente de que quizá sería una experiencia algo desastrosa, pero me sorprendió muchísimo que terminara siendo todo lo contrario.
—Sí, eso pasa normalmente— hizo una pausa para beber lo último de agua que le quedaba y dejó el vaso de cristal a un lado. — Señorita, ¿le puedo hacer una pregunta?
—No veo por qué no~
Respiró hondo, le hubiese gustado darle un poco de contexto previo de la razón de su pregunta, pero se le acababa el tiempo.
—Usted es novia de mi nieto, ¿Verdad?
Y de repente toda la seguridad que Shinobu Kochou destilaba al hablar o moverse se había esfumado. Esta vez ella ya no tenía un café en el que pudiese refugiarse o postre alguno del cual tomar bocado para ganar tiempo en lo que pensaba qué contestar. Se había acabado ambas cosas hace ya algo de rato.
No necesitó de una respuesta verbal, solo le bastó con ver cómo ella se crispaba sobre su asiento, pasando sus dedos con nerviosismo sobre uno de sus mechones de cabello y el sonrojo brillante salpicando toda su cara y parte de su cuello.
La esperó por un par minutos que muy probablemente a ella se le hicieron eternos. La chica intentaba formular una oración coherente pero de su boca solo salían balbuceos extraños, cosas ininteligibles. Al final, la joven terminó por cubrir su rostro con las manos y apenada por su pregunta, asintió con la cabeza de forma suave.
—Entiendo. — él tomó la taza y tazón vacío frente a ella para llevarlos al fregadero de la cocina y darle unos momentos a solas para volver a la normalidad, pues alcanzó a divisar a Giyuu esperando en la calle de enfrente para cruzar.
Se había demorado un poco de más en la cocina a propósito para darles por lo menos un poco tiempo a esos dos. Para cuando salió de allí, ambos se habían volteado hacía él con brusquedad, erguidos cual tablas ante su presencia y con sus mejillas coloradas.
—¿Y bien, Giyuu? — preguntó, rompiendo con la atmósfera silenciosa entre los tres, no tenía caso que fingiera que no sabía la razón de su comportamiento— ¿No me vas a presentar a la señorita?
Los dos se encogieron con vergüenza ante su pregunta. Ni que estuvieran haciendo algo malo por salir, por Dios.
—¿Cómo supiste que ella y yo...? — la voz de su nieto había salido como un susurro incrédulo y nervioso.
—Les presté atención a ambos por un tiempo, eso fue todo— dijo con naturalidad, reservándose para sí mismo la información de que había pasado dos meses con quince días haciéndolo. — Estabas actuando muy raro, me preocupé.
Ella parecía llevar un poco mejor las cosas, pues había comenzado a reír ligeramente por su comentario pese a que su cara parecía que iba a explotar de lo roja que estaba. Su nieto en cambio parecía querer esconderse en algún lugar.
No pudo evitar enternecerse para sus adentro cuando la joven dio toda la vuelta a la barra para traer jalando del brazo a Giyuu frente a él. Alentándolo silenciosamente para que hablara.
Los vio intercambiar miradas apenadas entre ellos y después de un gran suspiro su nieto, aún titubeante por la situación, habló.
—Abuelo...te presento Shinobu, ella es mi novia.
La aludida en cuestión musitó un suave "hola" que apenas escuchó.
Él sonrió de forma sincera por ello.
—Dejo a mi nieto a su cuidado, señorita.
Notas de la autora.
¡Hola maifriens, aquí Little Alf con un nuevo Au! ¡Está vez con la temática de cafetería! ¡WUUUUUU!
La verdad es que tenía muchísimas ganas de hacer uno con esta temática pero nunca se me había ocurrido algo lo suficientemente decente para comenzar a trabajar en ello. No fue la primera idea que tuve para iniciar pero al final se quedó esta porque, aunque me gustaba más la otra y hubiese sido muchísimo más cómodo para mí trabajar con la inicial, esta la inicié un día que estaba aburrida de mis clases en línea. Un párrafo pronto se convirtió en tres hojas y ya no había marcha atrás xD.
Pido disculpas por mi burdo intento de narrar desde perspectiva de primera persona, creo que no quedó también, es la primera vez que intento hacer algo así. También por el muy posible OoC de los personajes, siento que para esta ocasión me tomé muchas más libertades de las que suelo tomarme (Dude, ¿¡dónde demonios están las referencias para el personaje de Urokodaki?! ese hombre necesita más amor :C). Además, se supone que todos son felices aquí sooo...
¡Detalles de esta historia!
Según mis headcanons, aquí Giyuu y Shinobu tendrían 16 años (Sabito y Makomo también), mientras que Tanjiro tendría 14 y Nezuko 13. Urokodaki no lo sé, quizá entre los 70 y la muerte (? IDK
Agradezco infinitamente las chicas del team Whimsical (@Maarit_Viscardi , @blumv_v y @hey_lenna ) pues ellas me alentaron a seguir con esto porque fueron muchas veces en las que estuve a punto de enviar a la papelera esto. Las amo chicas <3.
Sin más que agregar — y para no hacerles una biblia — me despido.
¡Hasta la próxima lectura!
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