Capítulo Extra - La historia de un amor que nunca fue.

Lewis Capaldi - Wish You The Best (0:09 – 1:27)

Jeremy.

Es la novia más impresionante que jamás he visto.

Su sonrisa parece brillar más que el mismo sol y sus profundos ojos marrones muestran todo el amor y felicidad que está sintiendo ahora. El delicado viento de las primeras semanas de primavera mueve algunos mechones de su cabello que ha sido ondulado y peinado de un lado con intrincadas trenzas recogidas con algunas ondas.

Todo en ella es perfecto.

Por supuesto que estoy emocionada, me voy a casar con el amor de mi vida. No podría estar más feliz —murmuró el otro día cuando Isabella le preguntó si estaba emocionada porque ya faltaba poco para la boda.

—Luce como una princesa —murmura uno de los invitados.

Y tiene razón, el vestido que lleva la hace lucir como una verdadera princesa. La tela es sedosa, delicada y su corsé tiene unas pequeñas piedras alrededor del escote, son diminutas y le dan el toque perfecto.

Hay una ligereza en sus pasos que me recuerdan a los viejos tiempos. Por un segundo mi mente se desplaza hacia algún tiempo atrás, a la fiesta de disfraces y recuerdo la foto que sostuve en mis manos antes de venir aquí.

Era una foto que Tate, tomó en aquella fiesta. Romina está en medio de nosotros, con sus ojos brillantes y sin uno de sus zapatos de cristal, porque lo había perdido en algún momento de la fiesta y yo no alcancé a encontrarlo —poco después Vladimir puso el zapato en su pie antes de irse—. En la foto los tres estamos sonriendo, pero por motivos muy distintos, ni siquiera recuerdo porque me estaba riendo, algo que había dicho Tate quizás, pero entonces vi como Vladimir le dijo algo en el oído a Romina y ella sonrió justo cuando tomaron la foto.

En dicha foto, yo miro el perfil de Romina, ella mira a la cámara y Vladimir también la está viendo a ella. Más específicamente, viendo su sonrisa.

Antes de saber la verdad, fue una foto de un momento que me gustó conservar. Ahora es solo una clara señal de lo que siempre estuvo ahí frente a mí y yo me rehusé a ver.

—Es una novia hermosa —murmura alguien más.

Sí. Romina White es la novia más hermosa que yo he visto en mi vida.

Érase una vez, hace mucho, pero mucho tiempo atrás a las 8:15 de un día normal, Romina White entró en la oficina del consultorio y, por ende, a mi vida, y yo, un simple mortal no pude evitar enamorarme de ella.

Estuve en espiral por un tiempo tratando de no lidiar con esos sentimientos no deseados en ese momento, pero al final, no pude evitarlo y me encontré invitándola a tomar un café, y sonreí feliz cuando ella dijo que sí.

Sí, puedes invitarme un café —fue su respuesta.

En ese momento, me pareció una buena idea, ahora que lo pienso mejor, veo que no debimos ir por un café, porque eso era algo de ellos. Una tradición suya que ella interrumpió para estar conmigo, pero eso siempre fue suyo. ¿Pensaba ella en él mientras compartía café conmigo? A veces no me gusta pensar en la respuesta de esa pregunta.

—La decoración quedó hermosa, Tate —le digo.

Ella sonríe y hace un gesto con la mano en agradecimiento por el cumplido.

—Es la boda de cuento de hadas que ella se merece —finalizo.

Realmente es un montaje precioso con las luces que brillan de forma suave, casi como estrellas y decoran los bancos de madera. Guirnaldas blancas enredadas en los árboles combinadas con guirnaldas de un azul oscuro, todo intricadamente tejido en algo que parece la foto de una revista.

Hay una carpa blanca que es donde se está llevando a cabo la recepción, dónde están ubicadas las mesas y copas de champán para brindar por la feliz pareja.

—Sí, ella lo merece —está de acuerdo Tate.

A lo lejos, Romina me dedica una sonrisa brillante, que se queda grabada en mi mente, como el resto de sonrisas que me ha dado. Y pienso que no hay suficiente alcohol en toda la fiesta, mucho menos en toda la ciudad para adormecer el sentimiento de pura desesperación que se está asentando en mi pecho.

—Mira, la novia te está saludando.

Tate tiene razón, Romina está saludando en nuestra dirección y el movimiento de su mano hace que el anillo de bodas en su dedo capte un rayo de sol que lo hace resplandecer.

Cierro los ojos un instante y cuando los vuelvo abrir me fijo en el cielo, porque es un hermoso día de primavera donde el mundo está pintado con colores suaves y parece tan adecuado para llevar a cabo una boda.

Tate pone una copa de champán en mi mano y me da una sonrisa enigmática, mientras golpea mi espalda.

—Solo necesitas tiempo —murmura Isabella que se acercado a nosotros en silencio, algo habitual en ella.

A lo lejos veo que su esposo está hablando con Romina y Vladimir. Asumo que Isabella estaba con ellos y me vio, luciendo miserable y decidió acercarse a mí. Y yo que pensaba que estaba disfrazando mi dolor bastante bien.

—Eso es lo que me siguen diciendo, pero hasta ahora no ha funcionado.

Le doy un sorbo al champán de forma distraída y mis ojos vagan por el resto de invitados.

Veo a Sienna y Josie, que están sentadas en una mesa conversando con otras dos personas que no reconozco.

Hailey está con Susan la madre de Vladimir, la pequeña Hailey se ve hermosa como la niña de las flores. Veo como a ellos se acerca la tía de Romina, la madre de Tate y Josie. Ambas parecen llevarse bien y estar orgullosas de ver tanto a Vladimir como Romina casarse, y los miran como si pensaran que este día jamás iba a llegar.

—Solo dale algo más de tiempo, amigo mío. Verás que pronto ya no dolerá.

El champán en mi boca sabe agridulce.

Por mucho tiempo deseé ser la felicidad de Romina, pero en el fondo, yo siempre supe que eso no era posible.

—Salud por eso, Isabella.

Ella choca su copa con la mía y ambos compartimos una sonrisa, que en mi caso no dura mucho.

De repente la primera nota de una canción resuena en el lugar.

Y mi corazón se rompe un poco más.

Podría haber apostado que la canción de la boda de ellos dos sería algo del británico pelirrojo.

—A pesar de todo me alegro por ellos.

—Lo sabemos, Jeremy.

—Eso no evita que duela menos.

La melodía de Thinking Out Loud se eleva hasta el cielo, naranja, rosa y púrpura del sol que se oculta tras el horizonte. La letra está cortando profundamente mi alma, rompiéndola un poco más con cada nuevo acorde de guitarra.

En la pista de baile, Romina sigue siendo la novia más hermosa que jamás he visto, y está resplandeciendo de felicidad, amor y esperanza, así como la perspectiva de un futuro amoroso.

Su vestido se mueve de forma muy lenta con cada movimiento. Gira y gira sobre el suelo de madera, con tanta gracia que logra captar la atención de todos los invitados. En un giro, ella junta su frente contra la de su esposo.

Es un poco después del primer baile y de que se han intercambio discursos y partido el pastel que me alejo un poco de todo.

—¿Te importa si me uno a ti?

Romina se acerca de forma sigilosa a mi lado, está usando su bastón y asumo que todo el ajetreo de la fiesta le está pasando factura a su rodilla.

Me sonríe y yo intento devolverle la sonrisa.

—Por supuesto. ¿Cómo podría negarle algo a la hermosa novia?

Nos quedamos así por unos largos segundos o un par de minutos, no estoy seguro, pero es agradable la tranquilidad que nos envuelve.

Siempre he sentido mucha paz en su presencia.

—¿Eres feliz, Romina?

No oculta la sonrisa en su cara.

—Sí lo soy.

—No me molesta que lo hayas elegido a él. Que lo ames —susurro después de un cómodo y largo silencio—. Soy feliz por ustedes dos.

—Lo es —me dice y veo como ella estira su mano para tomar la mía.

—Pero a veces me gustaría regresar el tiempo y que todo suceda de forma diferente.

Respiro hondo antes de continuar.

—Que tú y yo nos hubiéramos conocido antes. Llegar primero, ser el correcto. Que seamos tú y yo.

La respiración de Romina se entrecorta y sus ojos parpadean, veo como algunas lágrimas se acumulan en sus ojos y levanto mi mano con la intención de limpiarlos, pero me detengo en seco y dejo que ella misma lo haga.

Se que no tengo ningún derecho a decir nada, pero ha sido un día emocionalmente cansado y siento que, si no lo digo, me ahogaré en esos pensamientos y sentimientos.

—Pero tal vez eso suceda en otra vida —murmura ella en voz baja.

Romina me da una sonrisa acuosa cuando sus palabras se entrecortan al final, porque ambos sabemos que ella no espera eso. Ella es feliz con el hombre con el que se ha casado y lo escogería en esta y en todas sus demás vidas.

—Sí, tal vez en otra vida seamos tú y yo los que vivamos felices por siempre —murmuro y sueno al borde del dolor, y sé que ha pasado tiempo, pero se siente como algo que nunca dejará de doler.

¿Cómo se supone que se puede superar a alguien como Romina White?

Nunca se irá, es algo que siempre se va a cernir sobre mí.

—Lamento como sucedieron las cosas entre nosotros, Jeremy.

—Lo sé. Está bien.

Tal vez en otra vida estamos juntos y felices y sería perfectamente normal que yo levanté su barbilla y la bese.

Porque quizás en otra vida, Romina me elegiría a mi... Pero aquí, justo ahora, no lo somos. No me eligió. Ella se casó con alguien más.

—Deberías regresar a tu fiesta. Tu esposo te debe estar buscando.

Ella asiente con la cabeza, tararea una respuesta y me da una mirada antes de irse.

La miro y pienso que estuve contento con la ubicación que tenía en el mundo de Romina, y estoy casi seguro que puedo volver a serlo. Claro, si no lo pienso demasiado. Si ignoro los pensamientos y recuerdos de nuestro tiempo juntos.

Esto es aquí y ahora. No puedo seguir torturándome pensando en que pasaría o en lo que pudo ser.

Pero entonces Romina gira antes de entrar en la carpa, me dedica una sonrisa que yo devuelvo y mi mente vaga.

Así que pienso en otra vida. Pienso en Romina y en una niña pequeña con hermosos ojos marrones y cabello castaño. Pienso en la misma pequeña recogiendo flores en el parque y diciendo: papá, mira, mira estás hermosas flores.

Pienso en finales felices y la sonrisa de Romina.

Pienso en la historia de amor que pudimos tener.

—Tal vez en otra vida —susurro al viento.

Mi visión se nubla y parpadeo, las lágrimas se deslizan por mis mejillas y no me muevo para secarlas. Simplemente dejo que sigan su curso de la misma forma que la dejé ir para que tanto ella como Vladimir tengan su final feliz.

Regreso a la fiesta un tiempo después y tomo una copa de champán, miro que no haya nadie a mi alrededor que me pueda escuchar y levanto la copa hacia la feliz pareja que baila en la pista.

—Un brindis —digo—. Por la historia de amor que no tuvimos y por el felices por siempre que conseguiste con alguien más.


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