8. Encuentros inesperados y no deseados

https://youtu.be/UEmlY-rSagk

Cuando mi última clase del día termina, saco mi teléfono y le pregunto a las demás si quieren que compre comida de aquel restaurante griego que tanto nos gusta. Ellas obviamente me dicen que sí y no puedo evitar sonreír al leer sus respuestas en el grupo de WhatsApp que tenemos. Tate, como siempre hace, responde con varios stickers de gatitos.

¿Cuándo y por qué dejamos de utilizar palabras y empezamos a comunicarnos solo con stickers?

Guardo mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón y enciendo algo de música en los parlantes del estudio, me es inevitable no poner música del ballet ruso, no solo porque sea uno de mis favoritos, viví en rusia por mucho tiempo.

Yo estudié en el internado Pickering College en Canadá. Era un buen lugar con una buena educación, pero no tenía a nadie ahí, me sentía muy sola, por suerte, gracias a mi tía Marina, cuando cumplí los nueve años me inscribieron en la Escuela de Ballet del Teatro Bolshói. Viví como interna en aquella escuela y a pesar que al principio era difícil por el cambio y lo lejos que me sentía de todos aquellos que conocía, con el tiempo todo se hizo más llevadero. Cuando yo terminé mis estudios ahí, me fui a Italia para continuar mi pasión por el ballet. Estuve año y medio en Italia antes de mudarme de nuevo a Rusia y unirme a la compañía de ballet de Moscú en su gira por Europa. Fueron mis mejores años en el ballet, yo lo llamo mi época dorada.

Pero toda época acaba y la mía terminó justo antes de mi gran debut.

Cuando la gira por Europa terminó me ofrecieron un puesto en el ballet de new york y yo acepté de inmediato. Me decían que yo estaba en camino a convertirme en una Prima ballerina. Yo llegué al ballet de new york como sujet soloist, lo que es un gran honor en el mundo del ballet. Recuerdo que conocí a Roger una semana después de mudarme ahí. Choqué con él cuando salía de una tienda y manché su camisa con mi helado, pensé que él se iba a molestar, pero no lo hizo, en su lugar me sonrió y me dijo en son de broma que le debía una camisa nueva.

—Mi mamá dijo que me iba a comprar un nuevo tutú rosa —me dice Hailey.

Ella está dando vueltas por el estudio vacío, ya todas sus compañeras de clases se han ido, Isabella me llamó para decirme que tenía una paciente que debía realzarle una cirugía de emergencia y que tardaría un poco, y yo me ofrecí a llevar a Hailey a la clínica privada.

—¿Te gusta mucho el rosa?

—Sí, es mi color favorito. También me gusta el negro y el amarillo —me responde ella con mucho entusiasmo —. ¿Cuál es tu ballet favorito?

Ella se ríe mientras ve su figura dar vueltas por los espejos que hay en las paredes.

—La bella durmiente —le respondo.

Ella tiene mucha energía y una sonrisa muy dulce, su estado de ánimo es contagioso.

Saco mi teléfono y la grabo para mandárselo a Vladimir, que se encuentra en una conferencia médica.

—Dile, hola a tu tío Vladimir —le digo a Hailey.

Cuando ella escucha el nombre de su tío, corre hasta donde estoy y acerca su cara al teléfono y le dice lo mucho que lo extraña y que no se olvide de su regalo.

—¿Tú también extrañas a mi tío?

Me levanto de donde estoy sentada y me quito mis zapatillas de ballet.

Los ojos oscuros de Hailey me miran atentos mientras espera a que yo responda a su pregunta.

—Solo se ha ido por tres días.

Ella se ríe ante mi respuesta y mueve su cabeza.

—Ya sé, pero eso no importa, cuando queremos a alguien no importa el tiempo que no los vemos, los extrañamos cuando no estamos con ellos.

Me agacho a su altura y debo reprimir una mueca por el dolor que siento en mi rodilla.

—Eres una niña muy lista —le digo mientras le doy un suave y rápido golpe en su pequeña nariz, provocando que ella suelte una suave risa—. Y sí, extraño a tu tío, pero no le digas o no me dejará olvidarlo.

Empiezo a guardar mis cosas y le hago una seña a Hailey para que haga lo mismo.

Cuando ambas ya tenemos todo recogido, y me aseguro que tenga su abrigo bien colocado, tomo su mano para caminar fuera del estudio.

—¿Te gusta mi tío, Vladimir? —me pregunta ella.

Su pregunta me hace congelar y mi mano tiembla un poco mientras guardo las llaves del estudio en mi bolso, también puedo sentir como mis mejillas arder un poco y asumo que están rojas.

—¿Por qué me preguntas eso?

Ella me mira antes de encogerse de hombros y hacer una expresión con sus manos denotando no saber la respuesta a mi pregunta.

—Curiosidad —dice finalmente ella.

—Estaría mal si tú tío me gustara, está casado.

Ella me jala un poco del brazo y me hace detenerme.

La veo inclinar la cabeza hacia a un lado y después moverla en señal de negación.

—No, no lo está.

Espera un momento. ¿Qué?

—¿Se ha divorciado?

—No, tampoco, él es... no recuerdo la palabra, pero eso es.

Ella parece un poco frustrada por no recordar aquella palabra y yo creo tener una leve idea de a que palabra se refiere ella.

—¿Viudo?

—Sí, esa es la palabra, él es viudo —me dice ella mientras salta ligeramente y cuando se da cuenta de lo que ha hecho se lleva una mano a la cara con pesar—. Perdón.

Asumo que alguien debe haberle dicho que aquello no es bueno y por eso su reacción.

—Pero tú dijiste en el supermercado que ella estaba en el hospital.

Antes de escucharla decir eso hubiera apostado cualquier cosa a que él era viudo, que su esposa se había ido o se encontraba en estado vegetal. Pero ella dijo eso y aquellas teorías cayeron una a una, dejándome aún más confundida.

—Sí, mis padres me dijeron que ella está en el hospital del cielo, cuidando de los niños porque ella adora a los niños y su trabajo de doctora.

Ella murió. La esposa de Vladimir está muerta y eso explicaría aquella nube negra que a veces parece posarse sobre él cuando cree que nadie lo está mirando, cuando cree que todos los demás están concentrados en algo más. Pero yo lo he notado, incluso aunque nadie más parece hacerlo, tal vez porque ya están acostumbrados a verlo de esa manera.

—Vladimir habla de ella como si aun siguiera viva.

—Mi mamá dice que al tío Vladi le cuesta dejarla ir. Ella era su mejor amiga.

A él también le vendría bien una amiga —me había dicho Isabella.

Es solo que a mi realmente me vendría bien una amiga en este momento—me dijo él más tarde.

Por supuesto que en ese momento no lo entendí, pero ahora, con lo que me acaba de decir Hailey, todo empieza a tener sentido, haciendo que las piezas del rompecabezas caigan uno a uno en su lugar. Dejándome entender porque Vladimir necesitaba a una amiga y no es porque él esté intentando reemplazarla, es solo que perdió a su mejor amiga y no puedo evitar pensar en lo difícil que es eso, más aún sin un amigo con quien compartir la carga.

Pero ella, Stella, no era solo su mejor amiga, también era su esposa y la perdida debe sentirse mucho peor.

Y mientras asimilo todo eso, solo puedo pensar en una cosa: Vladimir necesita una amiga.

—Siempre es difícil dejar a ir a quienes amamos —le digo a Hailey mientras cruzamos la calle hacia el edificio donde se encuentra el consultorio de su mamá.

Saludamos al portero en la entrada y nos dirigimos hacia los ascensores.

—Aunque creo que cuando amamos a alguien, nunca lo dejamos ir del todo, siempre hay una pequeña parte de ellos que se queda con nosotros.

—Yo también creo eso, señorita White

Paso una mano con cariño por su cabello mientras esperemos que el ascensor llegue al piso donde trabaja Isabella.

Cuando llegamos, Mary, nos recibe con mucho entusiasmo y nos informa que Isabella está en su oficina, Hailey no espera ningún permiso y corre hacia la oficina de su mamá.

—Mami, te extrañe mucho.

Isabella le sonríe a su hija mientras se inclina para tomarla en sus brazos, a pesar que luce cansada hace girar a Hailey y le dice que ella también la ha extrañado.

—Gracias por traerla, Romi, te debo una.

—No es nada. Me gusta pasar tiempo con ella.

A pesar que no creía que fuera posible, la sonrisa de Hailey crece ante mis palabras.

—Cuando hable con Vladimir, le diré que lo vas a cambiar por Hailey, solo para hacerlo retorcerse un poco —me dice Isabella—. ¿Has hablado con él?

Muevo mi cabeza.

Ni siquiera han pasado setenta y dos horas desde la última vez que lo vi, además, él regresa mañana en la mañana, él dijo que se iba por tres días a LA para una conferencia médica, algo que al parecer no le agrada mucho.

—Me lo imaginé —dice ella y espero a que agregue algo más, pero no lo hace.

Me despido de ambas y camino hasta la salida.

Mientras camino hacia el restaurante griego pienso en Vladimir y en su situación, en lo difícil que debe ser para él y me pregunto, ¿por qué no me ha dicho nada sobre eso? ¿Por qué no me dijo que ella está muerta? Aquella vez en el bar cuando le hablé de ella, él no me dijo nada, pero su actitud ahora tiene mucho sentido.

Cuando llego al restaurante dejo de pensar en todo el asunto de Vladimir y Stella, mientras me dirijo al mostrador para realizar mi pedido.

—Creo que jamás se me quitó la fascinación de la comida griega que tú me trasmitiste.

No tengo necesidad de girarme para saber quién es. Yo reconozco su voz ¿Cómo podría no hacerlo? Estuvimos juntos un año y cuatro meses, y lo conocí por dos meses antes de empezar a salir oficialmente.

Roger.

Yo no le digo nada, esperando que entienda la indirecta y se aleje de mí. Pero él nunca fue bueno con las indirectas, entonces, por supuesto no entiende lo que mi silencio quiere trasmitir y me vuelve hablar.

—He querido hablar contigo desde hace algún tiempo —me dice Roger y yo me pregunto, ¿qué tenemos nosotros que hablar? No hay nada que decirnos, terminamos hace tiempo, él siguió adelante y yo hice lo mismo—. Sé que, por supuesto no me debes nada, pero en serio me gustaría que pudiéramos hablar. Solo será un momento.

Dejo caer los hombros con cansancio y algo de fastidio por toda esta situación, porque es algo agotador y hasta cierto punto enloquecedor tener que ser siempre fuerte cuando hay tantas cosas alterando mi estabilidad, tanto caos amenazando con absorberme. Y se supone que yo debo mantenerme sensata, mantener la calma porque esa fue la manera en la que fui educada. No por mi tía Marina, pero si por las niñeras que contrataba mi papá y después en el internado en Canadá y la escuela en Rusia a la que él me mandó. A mi enseñaron a estar tranquila frente a toda situación, a ser racional sin importar lo que suceda, como si mostrar debilidad, cansancio o alguna emoción fuera lo peor que alguien podría hacer. Es agotador ser así todo el tiempo, en especial ahora.

Me giro y lo miro a la cara, sus ojos marrones se encuentran con los míos y ambos nos sostenemos la mirada por un tiempo.

—No tengo tiempo, Roger, pero puedes mandarme un correo —le digo.

Él entiende al instante que le digo eso en referencia a la forma en que decidió terminar todo entre los dos.

Al menos tiene la decencia de lucir apenado, aunque no veo de qué me sirve eso ahora.

—Romina, lo lamento, lo digo en serio.

—Deberías.

Hubo un tiempo donde yo creía que era bueno que yo pudiera controlar mis emociones, incluso cuando aquellas emociones palpitaban con fuerza en mi débil cuerpo, resonando y produciendo un intenso eco, a pesar de eso, yo creía que estaba bien, que eso era bueno, que incluso si había momentos donde todo amenazaba con poder romperme, yo aun podía mantenerme en pie sin mostrar ninguna debilidad. Pero solo creía que eso estaba bien porque esa fue la manera en la que crecí, no conocía nada más que eso.

Cuando tomo mi orden y me dirijo a la puerta para irme, veo de reojo que Roger me sigue en silencio.

¿Por qué me hace él esto? Suspiro y sostengo mi pedido con fuerza antes de girarme y volver a mirar a Roger.

—No tengo intención de hacer esto, Roger. No me interesa lo que tengas que decir, solo mantente alejado de mí y sigue viviendo tu cuento de hadas con Grace. ¿No es eso lo que querías? Bueno, felicidades, ya lo tienes, ahora déjame en paz.

Algunas personas solían decir que yo no tenía sentimientos, pero yo los tenía, aun los tengo, solo que me cuesta expresarlos o entenderlos, hay muchas veces donde incluso me cuesta saber cómo me siento, quizás porque siempre sentí que debía ocultarlos, mantenerlos al margen para sobrevivir, algo que solo podía sacar a relucir cuando no había nadie cerca y donde solo debo permitirme un pequeño momento para reflexionar sobre ellos. Y es tal vez por esa razón que siempre me he sentido diferente a mis primas y Sienna, porque sin importar cuanto yo trate de encajar, muchas veces se hace evidente la diferencia entre nuestras formas de crecer. Yo jamás crecí con una familia, jamás nadie mostró preocupación cuando tenía una pesadilla y cuando me caía, nadie venía a darme la mano y decirme que todo estaba bien.

Jamás tuve un padre o una madre que se preocupara por mí.

—No puedes culparme y condenarme por enamorarme de ella ¿crees que yo quería eso? No, por supuesto que no, pero a pesar de todo, incluso a pesar del dolor que te causé, lo que lamento de todo corazón, y en serio odio decirte esto, pero Romina, no puedo decirte que me arrepiento de cómo sucedieron las cosas porque Grace es lo mejor que me ha pasado en la vida y yo sé que ella se equivocó mucho en el pasado, pero ella ha cambiado, lo juro. Es una mejor persona ahora.

Me quedo de pie frente a él sin saber exactamente qué debo decirle, sin creer que él me esté diciendo todo esto, pero, ¿qué más puedo esperar de él?

Hubo un tiempo, cuando recién lo estaba conociendo y unos meses después de eso, que yo creía que él era mi príncipe azul, uno de los buenos. Creo que incluso seguí pensando eso un poco después que él me dejó, creyendo que era en parte mi culpa, que yo era la razón por la cual él se había enamorado de alguien más. Pero ni era mi culpa, ni él era un príncipe azul, al menos no él mío.

—Nos casamos en unos días y nos gustaría mucho que vengas a la boda —me dice él y yo no entiendo como tiene la audacia y el descaro de decirme eso, pero lo hace—. Es un día muy importante para nosotros y nos gustaría poder compartirlo con todas las personas que nos importan y tú eres una de esas personas.

¿Alguna vez él sintió algo por mi o fue toda una ilusión? Grace me dijo que Roger solo se estaba conformando conmigo y no dudo que tenga razón en eso, pero ahora me doy cuenta que yo también me estaba conformando con él. Que lo amaba, pero no lo suficiente y tal vez fue lo mejor, porque él jamás fue digno de mi amor.

—Tienes todo lo que querías y más, ella también me lo quitó todo, entonces, ¿qué más quieren de mí? Dime, ya no tengo nada que me puedan quitar, ya me lo han quitado todo. ¿Acaso no crees que ya me han lastimado lo suficiente? ¿Cuánto más crees que yo puedo tolerar, Roger? Porque yo te aseguro que hace mucho que llegue a mi limite, entonces, ¿crees que me interesa si Grace ha cambiado? ¿Crees que me interesa ir a su boda? Porque no es así, y si ella realmente hubiera cambiado hace mucho que me hubiera dado las disculpas que yo merezco por todo lo que me hizo.

Algunas personas aun dicen que yo no tengo sentimientos, que el frío de rusia logró congelar mi corazón. Obviamente se equivocan, mi corazón late igual que el de ellos y bombea sangre a mi cuerpo, pero a pesar que sé eso, a veces creo que tienen razón. Porque el único lugar donde yo me siento bien, donde siento que encajo, donde puedo dejar de caer mis barreras es mientras bailo. El ballet era donde yo sentía que pertenecía y cuando perdí eso, cuando Grace me quitó eso, me sentí inestable e insegura y jamás he podido recuperar del todo esa seguridad.

Y Grace obtuvo su final feliz. ¿Acaso yo no merezco también un final feliz? ¿Por qué yo no merezco ser feliz?

—Romina, mi boda con Grace es mañana y...

—Sea lo que sea que me vayas a decir, ahórratelo, te aseguro que no me interesa. Como ya te lo dije, solo quiero que te mantengas alejado de mí.

Estiro mi brazo y me subo en el primer taxi que se detiene, dejando a Roger de pie en la acera.

La boda es mañana y en este momento desearía que la llegada del día de mañana tardara una eternidad. 


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