7. Una cena casual y cuatro pasos hacia atrás
https://youtu.be/DmcK5TCkXdU
Cuando llego a la casa, las demás me ayudan a entrar las bolsas de las compras, Sienna me pregunta si me sucede algo y yo solo le respondo que no, pero que estoy algo cansada y me dirijo a mi habitación. Cuando cierro la puerta, me doy cuenta que olvidé decirles sobre la cena de esta noche y creo que es mejor así porque no tengo ganas de asistir.
A veces, en momentos como este, siento que cae demasiada lluvia en un mismo lugar y que en algún momento llegará a su punto máximo y yo terminaré ahogándome.
El sonido de mi teléfono me regresa al presente. Ignoro mi teléfono porque no me apetece hablar con nadie, pero cuando sigue sonando un par de veces más, giro en mi cama y tomo el teléfono que tenía cargando en mi mesita de noche.
Vladimir (prospecto de amigo): Isabella me contó que te invitó a cenar esta noche, siéntete libre de rechazar la invitación sin ningún compromiso, porque sé que no disfrutas de ese tipo de situaciones y no quiero que te sientas incomoda.
Lo guardé de esa manera entre mis contactos cuando él me enseñó que me tenía guardada como Mina (prospecto de amiga) entre sus contactos.
Su preocupación hacia a mí me hace sonreír y al mismo tiempo me da una salida fácil para evitar la cena de hoy. Pero yo no soy de las personas que toma la salida fácil, así que no respondo de inmediato y me tomo mi tiempo para pensar en si voy o no a la cena, porque después de todo, es solo una cena, ¿qué tan mal puede resultar?
—¿Tienen planes para hoy en la noche? —les pregunto a todas mientras me siento en el sofá que esta frente al televisor.
Tres pares de ojos me miran con confusión y yo pienso en una manera de abordar el tema de la cena de esta noche con sutileza porque no les he dicho a ellas que soy amiga de Vladimir desde hace un tiempo. Al principio no se los dije porque las conozco y después porque nunca surgió la oportunidad. Aunque pensándolo bien, no creo que sea necesario decirles que soy amiga de él, porque repito, las conozco, se harán una película en sus cabezas con cosas que jamás serán de esa manera.
Incluso si Vladimir ya no estuviera casado, fuera viudo o su esposa lo abandonó, cualquiera que sea la posibilidad, él dejó perfectamente claro que no tiene ningún interés amoroso en mí y no creo que sea necesario agitar el avispero y decirles a ellas que somos amigos, más que nada porque tengo la leve sospecha que hay algo detrás de la historia sobre la esposa de Vladimir que aún no me han contado y que él, al evitar hablar de ese tema solo me confirma que aún no la supera, que sigue enamorado de ella.
A veces cuando estoy con él me debato entre preguntarle directamente por ella, pero no lo hago porque en el fondo no quiero enfrentarme a su respuesta. Porque de alguna extraña manera, me gustan como están las cosas entre nosotros ahora y tal vez la revelación de su estado civil pueda alterar eso, no lo sé, solo sé que me gustan las cosas como están ahora y me gustaría que sigan así.
—No —me responden las tres.
Es lo que me temía.
—Bueno, mientras hacia las compras me topé con Isabella, la hermana de Vladimir, creo que les hablado de ella y... me invitó a cenar esta noche, me dijo que ustedes también pueden venir, porque según ella, entre más mejor.
Ellas sin darse cuenta se inclinan un poco más en mi dirección claramente interesadas en lo que yo estoy diciendo.
—¿Les gustaría ir? —les pregunto.
Ruego mentalmente para que ellas digan que no, aunque sé que ellas no harán eso, las conozco lo suficiente para saber que su curiosidad las hará aceptar ir a la cena, incluso aunque ya tuvieran planes para hoy, aunque ese no es el caso.
—Sí, por supuesto, suena genial —me dice Josie.
—Cuenta conmigo también —murmura Sienna.
Para mi sorpresa Tate tarda un poco en responder y no sé si eso es algo bueno o malo, con Tate nunca se sabe.
—Sí, yo también iré —finalmente me responde Tate.
—Bien, es a las siete y por favor, Tate, debes ser puntual o nos iremos sin ti —le digo.
Mientras subo a mi habitación saco mi teléfono de mi bolsillo para responderle a Vladimir.
Romina: No, está bien, iré a la cena, pero gracias por tu preocupación.
Su respuesta es inmediata.
Vladimir (Prospecto de amigo): Isabella está amenazándome con contarte algunos secretos de mi infancia, no le des alas y en mi defensa Twin peaks es una gran serie.
No entiendo muy bien a que se refiere con su comentario sobre la serie, pero estoy segura que lo descubriré esta noche.
Por lo que me cuenta Vladimir sobre Isabella, sé que se llevan muy bien a pesar que siempre están peleando por cualquier cosa, pero dicen que es su forma de demostrarse cuanto se quieren.
Romina: Gracias por esa información, yo mismo buscaré la forma de sacar el tema de tus sucios secretos a colación. Me muero por saber que tiene que decir tu hermana sobre ti.
Dejo el teléfono sobre la cama y abro mi armario para buscar que ponerme, Isabella dijo que era algo informal, aunque no estoy segura a lo que ella llama informal porque en las pocas veces que la he visto siempre ha estado vestida impecablemente.
Mi teléfono vuelve a sonar.
Vaya amiga que eres, por algo dicen que la traición duele más cuando viene de parte de un amigo.
Romina: Te pasaré el número de mi hechicero vudú para que te ayude a conseguir otra amiga.
Vladimir (prospecto de amigo): No es necesario, me agrada la amiga que tengo. Nos vemos esta noche, Mina.
Romina: Nos vemos esta noche y una cosa, no les he dicho a mis primas y Sienna que somos amigos, así que finge que no lo somos.
Y de alguna manera, aunque al principio no quería asistir aquella cena, ahora me encuentro deseando que llegue el momento de ir.
Cuando llegamos a la casa de Isabella, noto lo hermosa y elegante que es por fuera. Por dentro, la casa es muy diferente a lo que me había imaginado. Está pintada en su mayoría de color crema, con pisos de madera claro y una calidez reconfortante. Los muebles son de color café oscuro y aunque la decoración es impecable todo tiene un toque hogareño que me gusta mucho.
Ella nos recibe con una gran sonrisa y luce muy feliz de vernos, en especial cuando Josie le muestra el pastel de manzana que trajo.
—Hola, soy Isabella, es un gusto conocerlas —les dice ella a mis primas y Sienna.
Yo hago las presentaciones mientras entramos a la casa y nos quitamos nuestros abrigos.
—Adelante, los demás están en la sala, pero ahora podemos pasar al comedor.
Ella nos señala con la mano el camino hacia la sala de estar y nos pide que la sigamos. Cuando llegamos a la sala todos están enfrascado en una conversación sobre un caso reciente que tuvo el esposo de Isabella, pero Isabella llama su atención y realiza las respectivas presentaciones. Mason, el esposo de Isabella dice que está feliz de conocerme porque Hailey no deja de hablar de mí y las clases de ballet.
Mason es casi tan alto como Vladimir, de cabello rubio y ojos claros. Me doy cuenta que es de él, de quien Hailey heredó su color de cabello y la sonrisa.
—Es tan bueno tener algo de estrógeno por aquí, porque como podrán ver, siempre estoy rodeada de hombres —nos dice Isabella.
—También es agradable tener un descanso de ti, Belly-Bella —le dice Sean.
Mason se ríe de lo que acaba de decir su esposa y pasa un brazo por su hombro mientras él comparte una mirada con Sean y Vladimir.
—Y a nosotras también nos viene bien algo de compañía masculina —dice Josie—. Y juro que eso sonaba menos sucio en mi mente.
—Créeme, no tan sucio como en la mía —nos dice Tate.
La conversación fluye con naturalidad desde ese momento.
Mason nos cuenta como conoció a Isabella una noche a la salida de un concierto después que alguien se llevara su bolso, él salió corriendo ayudar a la hermosa dama, pero descubrió que quien necesitaba ayuda era el ladrón, porque Isabella tenía su zapato de tacón sobre la garganta de él y amenazaba con cortarle la yugular diciéndole que sabía cómo hacerlo en menos de cinco segundos.
—Cuando el ladrón me vio, le dio gracias a Dios —termina Mason—. Cuando yo la vi, supe que debía conocerla y cuando salimos a nuestra primera cita, a los cinco minutos supe que un día le pediría que se casara conmigo.
—Y aquí estamos, casados y con una hermosa hija —dice Isabella—. Pero no fue tan sencillo, aunque ahora lo parezca.
—No, porque estas un poco loca y eres algo neurótica, como tu mamá —le dice Sean.
Todos menos Isabella nos reímos de eso.
Isabella al escuchar a Sean, levanta un pequeño cuchillo en dirección a la garganta de él.
—Retira eso o juro que te asesinaré y créeme, Sean, se cómo deshacerme de un cuerpo sin dejar rastro.
Mason miro con amor a su esposa antes de acercarse a ella y besar su mejilla.
—Como podrán ver, ella sigue siendo la misma mujer de la que me enamoré.
Josie, como la romántica empedernida que es, no puede evitar preguntarle a Isabella como fue su boda, a lo cual Isabella responde con mucha emoción.
—Somos iguales en eso —nos dice Vladimir, que para mi sorpresa a he estado callado la mayor parte de la noche—. Yo tampoco quería una gran boda y por suerte Stella tampoco.
Antes de venir aquí les pedí a todas que, por favor, no hicieran ningún comentario sobre Jeremy, Vladimir o la esposa de él, y por suerte parece que me han escuchado.
Veo de reojo como Tate se mueve incomoda en su asiento, seguro está intentado reprimir el impulso de decir algo.
—Hablando de bodas ¿Vas a ir a la boda de Roger y Grace? —me pregunta Isabella—. Nosotros estamos un poco obligados a ir.
El padre de ellos se casó con la mamá de Roger hace algunos años y a pesar que ellos no mantienen ninguna relación con Roger o con su madre, su papá aún les pidió que lo acompañen en ese día.
—No, no iré —le respondo.
—Yo tampoco quiero ir.
—Hacer pucheros no te servirá de nada Belly-Bella —le dice Sean a Isabella.
Isabella nos dice que no quiere ir porque su madre jamás les dejará olvidar eso, al parecer sus padres siguen sin llevarse muy bien. Según Isabella, ellos no pueden estar en una habitación por más de cinco segundos sin saltar hacia la garganta del otro.
—Es una suerte que hayamos salido bien, con el padre irresponsable y la madre neurótica que nos tocó. Porque lo juro, nuestra madre está loca. ¿Verdad, Vlad?
Vladimir solo asiente, pero no agrega nada.
Mientras me dirijo al baño, me detengo a mirar la pared llena de fotos y casi sin darme cuenta me encuentro caminando hacia ella.
Hay un montón de fotos en la pared junto a la escalera de madera. Fotos de Isabella con su hija y esposo, fotos solo de Hailey en diferentes etapas de su corta vida y entre tantas fotos veo la foto de Vladimir y Stella el día de su boda. Ambos lucen felices, pero hay cierta nostalgia en su mirada, es casi inexistente, pero ahí está. Me pregunto qué sucedió que provocó esa reacción en ambos, pero que incluso eso no impidió que ellos estén felices.
Se aman y mucho.
Subo un escalón para mirar de cerca una foto de Vladimir e Isabella en la escuela primaria vestidos para una obra escolar.
—Es casi una sorpresa para todos que detrás de su fachada dura Isabella esconde un corazón —me dice Vladimir.
Muevo mi cabeza en su dirección y lo veo recostado en la baranda de madera de la escalera.
—A mi hermana le gusta capturar los momentos en fotos, como podrás ver, tiene una extensa colección.
Él señala con la mano la pared de fotos y yo vuelvo a mirar las diferentes imágenes y tratando de crear una línea cronológica en la que fueron tomadas.
—¿En que estabas pensando mientras mirabas esa foto? —me pregunta Vladimir.
No necesito preguntarle de qué foto está hablando.
—En ti, obviamente —le respondo—. Es una foto de ti ¿en quién más podría pensar? Aunque no exactamente en ti.
Le sonrió mientras le doy una mirada por encima de mi hombro y él me mira con una ceja enarcada. Esa es su forma de preguntarme a que me refiero.
—Claro eso tiene mucho sentido, pero aclárame algo, ¿qué quieres decir con que no exactamente en mí?
Vuelvo a mirar esa foto de la obra escolar y paso a la foto donde esta Vladimir en una feria de ciencia.
—Estaba pensando en cómo eras de niño, que clase de niño fuiste —le respondo.
No hay muchas fotos de ellos junto a sus dos padres y entiendo que eso se debe a los conflictos que Vladimir me contó que sus padres siempre han tenido. Él dice que, a diferencia de otros niños, agradeció cuando sus padres se divorciaron porque prefería que estén separados y tratando de buscar su felicidad, a que sigan juntos, infelices y contagiando de su infelicidad a ellos, sus hijos, el inevitable daño colateral de su eterna disputa.
—Eso me hace preguntarme, ¿cómo eras de niña?
No respondo a su pregunta.
No me gusta pensar en mi infancia, creo que está de más el explicar mis razones, simplemente evito hablar de esas cosas. No tuve una infancia como los demás, no es gran cosa, está bien, las cosas no fueron de todo malas.
—¿Cómo crees que yo era de niña? —le pregunto.
Me siento un poco intrigada por su respuesta.
Me giro para recostarme en la baranda casi copiando su postura relajada y lo miro esperando a que él responda.
—No creo que hubiera mucha diferencia a como eres ahora. Imagino que eras algo tímida, callada y pensando en el ballet, concentrada en buscar la perfección de tus pasos o con la cabeza en algún libro, caminando sin mirar a nadie —me dice él en un tono algo bajo, como si compartiéramos una especie de secreto—. Asumo que no tenías muchos amigos, y que estaban contadas las veces que solías sonreír. Eras muy inteligente, justo como lo eres ahora.
No digo nada cuando él termina de hablar porque me sorprende mucho la forma en que él acertado a como era yo de pequeña, aunque en el fondo no debería sorprenderme mucho, Vladimir ha demostrado que es muy observador, siempre parece estar prestando atención a lo que sucede a su alrededor, sin perderse de nada.
Al escucharlo describirme de esa manera, él me demuestra lo bien que me conoce, porque incluso ha logrado acertar sobre un paso del cual yo nunca hablo.
—Vaya, Vladimir, creo que pasamos mucho tiempo juntos —le digo con una sonrisa—. Yo era así, aunque no era un poco callada, era muy callada, rara vez hablaba, y asumo que tú eras lo opuesto a mí.
Le digo mientras señalo una foto donde él está celebrando con su equipo de, ¿futbol? ¿básquet? No estoy muy segura.
—Eras el deportista que tenía a todas las chicas a sus pies, ¿verdad? Muchos amigos, todos hacían lo que querías, tenías a la chica que querías, me pregunto cuántos corazones debiste romper y cuantas chicas se ilusionaron en vano al soñar con tu encantadora sonrisa. Los maestros también te debieron de amar porque eras un buen estudiante.
Él se ríe e inclina su cabeza antes de responderme.
—Algo así —me dice él—. Pero no jugaba con las chicas, lo juro, Isabella me hubiera matado si hacia algo como eso. Hablo en serio, yo era un caballero.
No dudo que sea así, Vladimir siempre debió ser el perfecto caballero, el tipo de hombre que pone el listón demasiado alto sobre los demás y él tipo de caballero con él que casi todas debieron soñar.
Él es el tipo de perfecto caballero con el que yo soñaba.
—Me alegro ser amiga de un perfecto caballero.
—Sí, Mina, tienes suerte de tenerme como tu amigo, soy bastante genial.
Ambos nos sonreímos.
—Vaya, no sabía que ustedes eran tan amigos —nos dice Isabella con una enigmática sonrisa.
Tanto Vladimir como yo nos sobresaltamos cuando escuchamos su voz.
—No se preocupen, su amistad secreta está a salvo conmigo —agrega ella—. Aunque no entiendo porque quieren mantenerla en secreto, todos ya sabemos que pasa algo aquí, pero como sea, los estamos esperando para empezar con el postre.
Sin decir más, ella da media vuelta y regresa por donde vino.
—No me importa que nuestra amistad sea un secreto —me dice Vladimir.
Yo no pretendía que sea de esa manera, ni siquiera fue algo que planeé, simplemente sucedió.
—Los secretos no son eternos —le digo yo—, todos al final se terminan revelando.
Él se pone serio por un momento antes de decirme:
—Créeme, lo sé.
Dicho esto, él me da una media sonrisa antes de caminar hasta la sala y unirse a los demás.
Con Vladimir, a veces siento que por cada cosa que conozco de él, hay cien más que desconozco. Con él es un paso adelante y cuatro pasos hacia atrás.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top