6. Los problemas con las películas de Disney
https://youtu.be/EtXtLhBTIfw
Una de mis cosas favoritas de los fines de semana o en días donde no quiero hacer nada, es el botón de repetición de la alarma. Porque a pesar que a veces me jugaba en contra y me hacía llegar tarde, no puedo evitar mi fascinación por él, en especial en las mañanas de los sábados donde yo usualmente no tengo ninguna clase que dar y puedo aplastar aquel botón sin ningún cargo de conciencia a diferencia de los días domingos, o cualquier otro día de la semana.
Pero por hoy, creo que ya ha sido suficiente de aquel botón.
Me lavo la cara y me cepillo los dientes antes de bajar a la cocina por algo de café, que sería en definitiva mi cosa favorita en cualquier día de la semana. Lo juro, no puedo empezar mi día sin una buena taza de café. Así que cuando llego a la cocina enciendo la cafetera para preparar algo de café y me recuesto contra la encimera a esperar que esté listo.
—Buenos días, Romi —me saluda Sienna.
Levanto mi cara en su dirección mientras termino re recoger mi cabello en una coleta desordenada.
Sienna es madrugadora por excelencia. A veces ella tiene problemas para conciliar el sueño y no es que Sienna hable sobre eso, porque ella es del tipo de persona que le gusta ocultar sus problemas a los demás y siempre responde que está bien cuando en el fondo se encuentra todo menos bien. Lo sé, porque así también soy yo y tal vez por esa razón ambas nos llevamos muy bien.
—Buenos días. ¿Quieres un poco de café?
Ella me dice que sí y yo nos sirvo una humeante taza de café para cada una.
Ambas nos sentamos en silencio alrededor de la pequeña mesa cuadrada que tenemos en la cocina y disfrutamos de nuestro café.
Sienna se recoge su cabello rojo y suspira, luce cansada y parece que no ha podido dormir nada, quizá su preocupación se deba algún caso en el que está trabajando. Ella siempre se involucra demasiado con sus casos, a veces pienso que lo hace porque no quiere que ningún niño pase lo mismo que ella pasó, pero otras veces creo que ella intenta de esa manera remediar todos los errores que cometió en su pasado, como si al ayudar aquellos niños que han perdido a su familia, al mismo tiempo se está ayudando a ella y su conciencia llena de una culpa que no debería tener.
—Ayer hicimos maratón de películas de princesas Disney —me dice ella—. Fue idea de Josie.
Por supuesto que fue idea de ella —pienso en mi mente.
Sienna le da un pequeño sorbo a su café antes de continuar.
—Y me di cuenta de algo que me pareció interesante —me sigue diciendo Sienna. Yo coloco mis codos sobre la mesa y ligeramente me inclino un poco más hacia ella—. Noté que, para ser historias para niños o cuentos de hadas con supuestos finales felices, tienen historias familiares muy tristes. Creo que se pueden contar con los dedos de una mano las princesas que tienen dos padres, la mayoría son huérfanos o han perdido a sus madres. Pero no solo eso, analicé la forma en que crecieron, como fue su vida y me resultó casi deprimente ver como después de tener una vida así y de ser secuestradas, exiliadas o maltratadas se supone que todo se soluciona en un instante, casi como por arte de magia. Y vivieron felices hasta que los traumas de la infancia aparezcan y lo arruinen todo.
Ella hace eso, toma una situación y la analiza desde una nueva perspectiva. Es parte de la psicóloga que hay en ella.
Lo que ella me acaba de decir me resulta muy interesante porque no voy a ocultar que yo me sentí ligeramente decepcionada cuando, después de leer las historias originales de las princesas, vi las películas de Disney. Mi decepción más grande fue la sirenita, porque recuerdo muy bien el impacto que tuvo para mí el final original de aquella historia cuando ella se trasforma en espuma del mar. Aquel final me pareció hermoso, poético y perfecto a pesar que no fue un final feliz, yo creía que ese era el final perfecto para esa historia y en la versión de Disney perdió todo eso, dándonos un genérico final perfecto.
—Te das cuenta que la mayoría de los padres de las princesas no consiguieron su final feliz. Eso es muy triste, creo que ellos también merecían su final feliz —me termina de decir Sienna.
Por supuesto que cuando somos niños no notamos eso o la mayoría de niños no lo hace, porque yo me sentí muy identificada con la historia de Cenicienta, a pesar que no había nada mágico en mi vida, me seguí identificando con esa historia y gracias a Disney, empecé a soñar con un final así, donde iba a un baile y conocía a un príncipe que se enamoraba de mi después de un solo baile. Un amor a primera vista. Con el paso de los años aquel sueño fue quedando en el olvido y siendo sustituido por sueños más realistas, sueños que sabía que se podían cumplir. Pero incluso esos sueños al final lograron lastimarme, y tal vez se deba a que los sueños están mejor mientras dormimos o en películas para niños, pero en la realidad los sueños son dañinos y tóxicos.
—Vaya forme de empezar un sábado —le digo a Sienna.
Ella me mira con una disculpa en su mirada y yo hago un gesto en el aire con mi mano derecha para restarle importancia a la situación, porque a pesar de lo deprimente del tema, me ha gustado hablar de eso.
Siempre me resulta interesante hablar con Sienna.
—¿Cuál es tu historia favorita de Disney? —le pregunto a Sienna.
A este punto de nuestra conversación ambas ya hemos terminado de beber nuestro café y ella se levanta para servirnos otra taza.
— Siempre me ha gustado el cuento de Alicia en el país de las maravillas, porque Alicia no es una princesa, se casa con un príncipe o llega un caballero con brillante armadura a salvarla. Ella no quiere ser salvada, ya que piensa que está más allá de cualquier salvación —responde Sienna a mi pregunta—. La pequeña Alicia corre detrás de un conejo Blanco y cae en un agujero que la lleva hasta el país de las maravillas.
Ella deja la taza frente a mí y vuelve a sentarse en el mismo lugar donde estaba sentada antes.
—Yo soy Alicia, corriendo detrás de un conejo y cayendo hasta el fondo de aquel oscuro país de las maravillas —continua ella casi de forma monótona, parece como si ella hubiera pensado mucho en ese tema—. La cocaína es mi conejo blanco. El abismo en el que caigo, es mi vicio por las drogas y el país de las maravillas es lo que las drogas convirtieron mi vida —ella guarda silencio un momento—. A veces siento que soy Alicia en un oscuro país de las maravillas.
Siempre hemos sabido que no es fácil para Sienna, que todos los días representan una lucha para ella. Que ella vive en una lucha constante, pero es diferente cuando lo escuchas de sus propios labios y puedes casi palpar tanto su dolor, como su ligera desesperación.
Josie entra en la cocina en ese momento y hay algo en ella que consigue que el ambiente en la habitación cambie con su sola presencia, porque una vez que ella pone un pie en la cocina toda la situación de Sienna y traumas de las princesas Disney se vuelve algo ligero y casi sutil. Siempre me he preguntado como Josie hace eso, como logra aligerar el ambiente de esa manera. Es una de las razones por las que me gusta vivir con ella y los deliciosos rollos de canela que prepara son la razón principal.
—Buenos días, pequeños panditas, ¿de qué están hablando? —nos pregunta ella mientras enciende una hornilla para calentar un poco de agua y prepararse un té.
¿Ella nos acaba de llamar panditas? Sí, por supuesto que ella hizo eso.
Sonrío y muevo mi cabeza mientras comparto una mirada con Sienna.
—Estamos hablando de películas de Disney, sus traumas y sus finales felices pocos realistas —le digo a Josie.
Ella se pone de puntillas para intentar alcanzar la caja con bolsas de té.
Josie es la menor de todas y también es la más bajita de todas y no es que las demás seamos muy altas, pero Josie solo mide un metro sesenta. Yo mido un metro sesenta y siete, Sienna es la más alta de todas, mide un metro setenta y dos, y Tate mide un metro setenta.
—Si lo sé, esos finales no se dan en la vida real, pero ¿no es eso lo hermoso de esas películas? Porque al menos yo creo que esta vida está llena de tragedias y un poco de magia y esperanza no le viene mal a nadie —nos dice Josie—. ¿No lo creen así?
Ella se reúne con nosotras en la mesa y nos mira con su enorme sonrisa que parece iluminar aún más la cocina.
—Sí, tienes razón —le respondo mientras choco mi taza con la de ella—, pero, ¿qué sucede cuando la esperanza explota en nuestra cara?
Ella se encoje de hombros antes de responder.
—Cada decisión que tomamos conlleva una consecuencia, a veces ganas algo y a veces pierdes algo, y a pesar que no siempre es así, debemos estar listos para ambas posibilidades. La vida a veces es un cincuenta/cincuenta. Solo debemos tomar aire y esperar para ver cuál es el lado ganador.
Sonrió genuinamente ante la respuesta de Josie.
Seguimos hablando sobre princesas Disney y la diferencia entre las historias originales y las películas mientras Josie prepara panqueques de arándanos. No ha pasado desapercibido para ninguna de nosotras su cierta fascinación por los arándanos estos días, pero tampoco hacemos un gran alboroto de eso porque los arándanos siempre han sido su fruta favorita.
Después de desayunar nos dedicamos arreglar la casa, limpiarla y lavar nuestra ropa. Hemos creado un horario para que lavar la ropa funcione y no estemos peleando por la lavadora como lo hacíamos al principio.
Tate es la última en levantarse, como siempre, porque podríamos estar en el mismo fin del mundo y ella seguiría durmiendo, en serio no entiendo como logra dormir a pesar del ruido y caos que hay a su alrededor.
—Iré hacer las compras, ¿alguien tiene algo más que agregarle a la lista? —les pregunto.
Muevo la lista con las cosas que hay que comprar frente a ellas y todas se acercan para revisar lo que han escrito y asegurarse que esta todo.
—Sí, toma diez más por si te falta porque me he dado cuenta que he pedido muchas galletas —me dice Tate.
Cuando ellas me aseguran que eso es todo, tomo las llaves del auto de Tate y mi bolso para salir. Esta semana me toca a mí hacer las compras y es algo que me gusta mucho, lo veo como un momento de relajación lejos de todo.
Muchos prefieren hacer este tipo de cosas los domingos, pero nosotras preferimos hacerlo los sábados y de esa forma tenemos nuestros merecidos domingos de ocio o algo que se le acerca, porque yo tengo una clase los domingos y a veces Sienna tiene que atender un caso y Josie suele estar todo el día en la pastelería.
Cuando llego al supermercado tomo un carrito y empiezo a recorrer los pasillos en busca de las cosas que tengo en la lista.
—Señorita White —me grita alguien.
Levanto mi vista de la caja de cereal que sostengo en mi mano y sonrió cuando veo a Hailey correr hacia mí por el pasillo.
—Hola, Hailey, ¿cómo estás?
Ella me abraza y sus rizos rubios revolotean contra mí.
Hailey me recuerda a un hada, siempre revoloteando por todas partes, llena de mucha energía y positivismos mientras reparte un poco de su magia a quienes conoce. Así que tiene sentido para mí que ella ahora este utilizando unas alas de hadas azules junto a su vestido blanco.
—Hailey. ¿Qué te he dicho sobre correr de esa manera? Mamá no puede correr con estos hermosos tacones —le dice Isabella a su hija. Cuando Isabella me ve me sonríe y se acerca hacia donde estoy con Hailey. Un momento después veo a Sean caminar siguiendo a Isabella mientras sostiene una bolsa de frituras en sus manos y se lleva unas a la boca—. Oye extraña, ¿cómo estás? Es bueno verte.
Isabella esta vestida casi en su totalidad de negro, he aprendido que es su color favorito para vestirse, pero que siempre suele utilizar algo pequeño de un color llamativo que destaque, como ahora que está utilizando un cinturón amarillo.
Sean se limpia las manos antes de acercarse a mí y saludarme, él suele acompañar a Isabella a recoger a Hailey y he descubierto que es alguien muy agradable.
En las veces que Isabella ha ido a recoger a Hailey de sus clases de ballet he aprendido un par de cosas sobre ella, como que era algo gótica en la secundaria y cree en la religión Wicca, algo que asusta un poco a Sean, quien es su mejor amigo desde la facultad de medicina y que ella lo conoció gracias a Stella, la hermana de Sean a pesar que ella y Sean ya habían compartido un par de clases antes, jamás llegaron hablar hasta que Stella los presentó. Isabella es dos años mayor que Vladimir y ella está casada con Mason, un detective de Robo y Homicidio, llevan casados seis años y por lo qué escuchado de parte de ella y algunos comentarios de Vladimir, ellos se aman mucho y son una pareja muy sólida.
—¿Extraña? Nos vimos el jueves —le digo a Isabella—. Hola, Sean.
—Mira mami, la señorita White está comprando el mismo cereal que a ti y al tío Vlad les gusta —le dice Hailey a su mamá como si fuera la cosa más fantástica del mundo.
Yo le he dicho a Hailey que no es necesario que me diga señorita White fuera del estudio, pero a ella parece gustarle llamarme así, por lo que se lo dejo pasar.
—Yo prefiero el que viene cubierto de miel —nos dice Sean.
Isabella le sonríe con cariño a su hija y le alborota un poco el cabello.
—Sí, es el mismo cereal ¿No es eso fantástico, Hailey Belly? —le dice Isabella antes de volver su atención a mí—. Sí, te vi el jueves, Romina, pero solo porque fui a recoger a Hailey a sus clases, te dije que debíamos salir a comer o algo así, no es justo que siempre tengas tiempo para mi hermano, pero no para mí.
Ese último comentario de Isabella logra captar la atención de Sean.
—Vamos a tener una cena hoy en mi casa es a las siete, nada formal y puedes llevar a alguien si quieres —me dice Isabella—. Solo seremos mi esposo, Sean, Jeremy y Vlad. ¿Crees que puedas venir? Me gustaría mucho que vengas, Mason se muere por conocerte.
—No, Jeremy no puede ir, tuvo que volar a New york por algo relacionado con su padre, no me dio muchos detalles —nos dice Sean.
Isabella mira a Sean y frunce levemente su seño, a lo que Sean responde encogiéndose de hombros.
—Tampoco irá tía Stella, está en el hospital cuidando niños, porque ella ama su trabajo y hay muchos niños que necesitan de su ayuda. Cuando yo sea grande quiero ser doctora como mi mamá o mi tío Vladi —nos dice Hailey antes de dirigir su mirada hacia mí—. ¿Si vas a venir a nuestra casa? —me pregunta Hailey—. Puedo enseñarte todos mis juguetes, mis libros y la barra que mi papá puso en mi habitación.
—Hailey Belly, ya te lo dije, es una cena de adultos —le dice Isabella a su hija.
Hailey la mira con un tierno puchero antes de girarse y decirme que de todas formas yo debería ir para que conozca a su papá.
¿Cómo le puedo decir que no a esos ojos?
—Sí, claro que iré.
—¡Fantástico! ¿Traerás a alguien?
—Tal vez lleva a una de mis primas o a mi amiga Sienna.
—Tráelas a todas, entre más personas mejor.
Yo abro mis labios para decirle que no es necesario y que no quiero abusar, pero Isabella dice que le gustaría conocerlas y que está segura que a Vladimir también le gustaría conocerlas y eso es justamente lo que yo quiero evitar porque mis primas pueden ser un poco desvergonzadas al momento de contar algunas anécdotas o algo entrometidas sobre ciertos temas. Por suerte Sienna no es así.
Pienso en una excusa que decirle a Isabella, pero de alguna manera ella siempre parece terminar consiguiendo lo que quiere, por lo que paso una mano por mi cabello antes de asentir lentamente.
—Sí, ahí estaremos.
Solo espero que la cena vaya mejor de lo que me estoy imaginando.
Nota: Me acabo de crear una cuenta en Twitter, si gustan pueden seguirme, estaré subiendo fotos y adelantos de mis historias:
@ EmmaMon67682533
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