5. Siempre estamos bien
https://youtu.be/S5iyN-zFvV0
El primer solo que realicé, fue en una competencia local cuando tenía seis años. Bailé Fly Me to the Moon, en una versión para piano. Quedé en segundo lugar, mi tía Marina lloró cuando recibí mi trofeo. Ese fue el primer trofeo que gané y no me desanimé por haber quedado en segundo lugar, por el contrario, eso solo me sirvió para esforzarme más y motivarme a intentar ganar el siguiente año y así fue, el siguiente año gané el primer lugar con mi solo Hit the Road Jack.
El ultimo baile que realicé antes de mi "accidente" fue mi baile en práctica para Giselle. Había conseguido el papel principal, era mi primer protagónico en el ballet de New York y quería que fuera perfecto. Y estoy seguro que lo hubiera conseguido si Grace no me hubiera empujado del escenario.
—¿Te han dicho que bailas muy bien?
Detengo mis movimientos de baile y abro los ojos para encontrar a Vladimir parado cerca de donde yo estoy, observándome bailar con una sonrisa.
—Sí, muy seguido, o al menos me lo decían en mis buenos tiempos —le respondo.
En aquella época donde podía realmente bailar ballet clásico. Un género de baile que no cualquier lo puede bailar, porque exige más disciplina que los demás, y unas líneas y movimientos que no exigen los demás.
—¿De qué estás hablando? Eres excelente, ¿cómo puedes decir que estos tiempos no son buenos? Eres buena, muy buena.
Sus palabras me hacen sonreír, pero al mismo tiempo entiendo que él me dice eso porque no es un experto en ballet y mucho menos de ballet clásico y desconoce lo que se necesita para poder bailarlo. De todas formas, su intención es muy buena, así que le agradezco.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunto.
M siento en el piso y me quito mis zapatillas de media punta, las vendas y masajeo mis pies.
—Vine a invitar a mi prospecto de amiga a tomar un café.
—¿Prospecto de amiga? Vaya, me siento muy alagada.
Camino con mis zapatillas en mano hasta donde he dejado mi bolso y lo tomo para colgarlo sobre mi hombro.
—Deberías, muchas matarían por estar en tu lugar, Mina.
Él siempre tiene una respuesta para todo, pero eso me divierte.
—Yo sabía que todos esos rezos, velas y el conjuro que el hechicero vudú hizo para mí, darían sus frutos —le digo—. Solo que yo esperaba un prospecto de amigo un poco más guapo, pero está bien. La próxima vez, lo haré mejor.
Él se ríe.
Le hago una seña para que me espere y camino hacia los vestidores para cambiarme. Cuando termino de cambiarme, me lavo la cara y me pongo algo de labial. Peino mi cabello lo mejor que puedo y vuelvo a colgar mi bolso sobre mi hombro antes de salir de los vestuarios.
—Estoy lista, prospecto de amigo, vamos por ese café.
Cuando estoy caminando hacia la salida, mis zapatillas de ballet se caen de mi bolso y Vladimir se inclina para recogerlas del piso.
—¿Tienes la costumbre de perder siempre tus zapatos, Cenicienta?
Él abre la puerta para mí.
—Solo cuando hay un caballero cerca —le respondo.
Cierro el estudio y ambos empezamos a caminar hacia la cafetería. Pero cuando entramos, la persona que veo en el mostrador, esperando su orden me hace congelar en la entrada del lugar y sin decir nada, doy media vuelta y salgo de la cafetería. Vladimir obviamente me sigue fue del lugar.
—¿Quién era él? —me pregunta Vladimir.
Yo miro sobre su hombro y finjo que no se de quien me está hablando.
—¿Quién?
Y a pesar que él y yo a penas nos estamos conociendo, me doy cuenta que él sabe que miento.
—El hombre del que te estas escondiendo.
Alguien más hubiera dejado pasar el tema, pero Vladimir no es como los demás.
Suspiro y le indico que sigamos caminando.
—Solo alguien de mi pasado —le digo, pero al ver su reacción suspiro algo frustrada. —. Bien, salí con él después de Roger.
—¿Las cosas terminaron mal?
—Ni bien, ni mal. Las cosas simplemente terminaron.
—Ya veo.
Caminamos por la acera sin un rumbo fijo, no hablamos por un momento, simplemente caminamos y yo le agradezco porque me gusta caminar cuando necesito despejar mi mente.
—No quiero entrometerme, ni nada de eso, pero parece que verlo te ha molestado un poco y solo quiero hacerte saber que estoy aquí por si quieres hablar o no. Estoy aquí, Mina.
Él me mira con tanta honestidad y veo en su mirada que realmente quiere decir lo que dice, no lo está diciendo al azar y es porque él es así, no puede evitarlo, es un buen hombre.
Es un caballero listo para matar dragones y salvar a la princesa.
—Eres un espécimen en peligro de extinción, Vladimir.
En este punto hemos dejado de caminar y estamos de pie en la acera mirándonos a los ojos.
—¿Por qué lo dices, Mina?
—Porque en esta época, los hombres buenos son muy difíciles de encontrar.
El bar Blue cruzando la calle llama mi atención y le hago una seña a Vladimir para saber si estaría bien dejar la idea del café a un lado y en su lugar ir a beber algo, él me dice que sí y ambos cruzamos la calle, de nuevo, sumidos en un agradable silencio. No es hasta cuando estamos sentados en una mesa con una botella en la mano que me atrevo a levantar la mirada y contarle porque me molestó ver a Diego, el hombre del café.
—Él es policía y terminamos porque me confesó que había besado a su compañera del trabajo. Ellos dos descubrieron que eran almas gemelas mientras él aún estaba conmigo, tal y como le sucedió a Roger y Grace. Y meses después empecé a salir con un abogado que me dejó porque descubrió que estaba enamorado de su asistente. Es como si yo fuera el maldito puente al amor eterno. ¿Quieres encontrar a tu alma gemela? Solo sal conmigo un tiempo y la encontraras.
Antes de Roger me había sucedido algo similar, pero en aquel momento no le presté atención hasta que salí con el abogado y ya dejó de resultarme una simple coincidencia. Llegué a sentir que tenía una especie de maldición o algo por el estilo que impedía que yo pueda encontrar el amor, pero que mi maldición era la bendición de los demás.
El amor muchas veces se siente como un océano del cual no me puedo bautizar porque no soy digno de él.
—¿Soy yo el problema? Es decir, mira mi historial de relaciones, es obvio que yo soy el problema. Porque nunca soy la indicada, nunca soy la correcta, nunca soy a la que eligen. Y solo por una vez quisiera ser yo.
Es por eso que empecé a odiar esa frase de "algunos son solo el viaje, pero no el destino" porque seguro es dicha por aquellos que son el jodido destino, pero, ¿qué pasa con los demás? Los que nos tocó ser solo un instante, una persona que será olvidada, alguien que no llegó a ser nada, ¿qué pasa con nosotros?
Doy un largo sorbo a la cerveza.
Si me permito ser un poco melodramática en aquel asunto, me atrevo a decir que nunca he sido verdaderamente amada por ningún hombre, ni siquiera mi padre me ha amado, entonces es casi inevitable para mí no pensar que tal vez, de alguna manera que aun no entiendo, yo tengo algo de culpa en eso.
—No creo que seas el problema, Mina, creo que tu momento de conocer a tu alma gemela aún no ha llegado. Pero llegará, de eso estoy 98% seguro, y cuando eso suceda te diré: ves, por eso no funcionó con los demás.
Él choca su cerveza con la mía y me da una media sonrisa.
—Ya no sé si creo en las almas gemelas —le digo—. Tal vez yo no tenga un alma gemela, con mi suerte, creo que eso podría ser cierto. He dejado de creer en eso, de salir a citas, porque ya no quiero salir lastimada y esperar un felices por siempre que jamás va a llegar.
De todas las personas con las que pude mantener esta conversación, jamás pensé que sería Vladimir Black, pero tiene sentido, a veces nos resulta más sencillo abrirnos sobre ciertos temas con personas que acabamos de conocer.
—No debes dejar de creer en las almas gemelas solo porque tu alma gemela se encuentra en espera.
Levanto mi mirada de la mancha de agua que hay en la mesa y veo la seriedad en cada parte de su cara. Él no está bromeando ahora.
—¿Qué significa eso? —le pregunto—. ¿Qué quieres decir con que mi alma gemela está en espera?
Él habla de aquel tema con mucha naturalidad, como si hubiera mantenido esta conversación antes, con otra persona.
Él se inclina un poco hacia a mí, como si me fuera a contar un gran secreto, en otras circunstancias yo me movería para mantener mi espacio personal, pero ahora no lo hago porque siento mucha curiosidad por lo que sea que él vaya a decirme ahora.
—Significa que tu momento con tu alma gemela está llegando, y que mientras eso suceda, debes aferrarte a la idea que ahí afuera, en alguna parte de este ancho y amplio mundo, hay una persona esperando por ti y contando los días para conocerte.
Él no se mueve cuando termina de hablar y yo tampoco me muevo, de alguna manera se siente casi natural estar así.
—¿Realmente crees eso? —le pregunto.
—Sí.
Tal vez solo es una mentira de su parte para tratar de hacerme sentir mejor, para devolverme la creencia en algo qué, sin él saberlo, es muy importante para mí y aunque quizás no sea verdad, al menos por ahora, eso es todo lo que necesito escuchar. Saber que incluso aunque estoy sola ahora y sin esperanzas de un final feliz, hay alguien ahí afuera que espera por mí. Y me gusta mucho esa idea, porque nunca nadie ha esperado por mí. Solo espero que la espera no sea eterna.
Almas gemelas en espera.
Sí, al menos por ahora, yo puedo aceptar eso.
—Tienes una hermosa sonrisa, deberías sonreír más seguido.
—¿Sabes cuantos músculos utilizamos al sonreír, Vladimir? Doce, no puedes poner a trabajar doce músculos de tu cara por cualquier motivo, no sería justo.
—¿Así que eso es lo que se necesita para hacerte sonreír? Solo un buen motivo, y dime, ¿cuál sería un buen motivo?
Doy un sorbo a mi cerveza y la dejo sobre la mesa antes de recostarme sobre el respaldo de la silla de madera, cruzarme de brazos y fingir pensar.
—Tal vez algún día te lo diga.
Aquel día suena muy lejano y me pregunto si realmente podríamos convertirnos en amigos a largo plazo. Yo, a pesar de todo, no me considero alguien con un equipaje pesado, pero si alguien cuya suerte nunca es la mejor, porque siempre que consigo algo que quiero o estoy cerca de conseguirlo, algo tiene que suceder y lo pierdo. Siempre termino perdiendo las cosas que quiero y creo que me he llagado un poco acostumbrar a eso, lo cual no es bueno, uno nunca debe acostumbrarse a las cosas malas, sin importar cuantas cosas malas nos suceden. Siempre, sin importar que, debemos intentar luchar por algo mejor, por conseguir cosas buenas, porque las merecemos, incluso si hay momentos donde no sentimos que sea así, merecemos cosas buenas en la vida y debemos luchar por ellas.
—¿Estas bien? —me pregunta él.
Me doy cuenta después de escuchar su pregunta que me he quedado en silencio por un largo rato, lo poco que queda de mi cerveza se ha calentado, ya que de forma inconsciente he sujetado la botella entre mis manos.
Levanto mi cara hacia él antes de responder su pregunta.
—No, pero estoy intentando estarlo y sé que lo conseguiré —le respondo.
—Esa es mi chica.
No puedo evitar el sonrojo en mis mejillas cuando él dice eso, en parte porque me toma por sorpresa y por otro lado no es algo que esperaba en absoluto.
Él como el caballero que es, no dice nada por el efecto que han tenido sus palabras en mí.
—¿Tú estás bien, Vladimir?
Me parece correcto preguntarle como está él, porque a pesar que parece estar bien y que no tiene ningún problema, uno nunca sabe y no está bien suponer que otra persona se encuentra bien solo porque no habla del tema.
Él me da una media sonrisa que no me convence del todo antes de responder a mi pregunta.
—Por supuesto, Mina, estoy bien —él hace una pequeña pausa—. Ambos estamos bien.
—¿Lo estamos?
—Sí, estamos bien.
Me he dado cuenta, en lo casi nada que llevo tratando con él, que Vladimir es una persona muy amable, inteligente, sensata y cuya luz interna ciega momentáneamente a quienes lo conocen por primera vez. A mí me pasó eso, y no creo que haya una persona que pueda resistirse al encanto de su sonrisa y a su mirada. Pero al mismo tiempo también he notado, que hay momentos donde parece que él está luchando con su propio caos de una manera más clínica y profesional. Él no deja que las emociones se filtren con facilidad y siente mucha empatía por las personas, algo que estoy segura se debe a que es doctor.
También tiene un gran sentido del humor y es un excelente oyente.
Vladimir Black es el perfecto caballero, pero sin la brillante armadura.
—¿Entonces estamos bien, señor Vladimir?
—Sí, señorita Romina, estamos muy bien.
Lo veo llevar casi de forma inconsciente sus dedos a la argolla en su dedo anular. Veo como acaricia la argolla antes de moverla alrededor de su dedo mientras piensa en algo.
—¿Por qué no hablas de tu esposa?
Su sonrisa no desaparece, pero sus ojos adquieren un toque triste y melancólico que se esparce por todo su rostro y termina en su sonrisa.
Porque de alguna forma en todo este tiempo que llevamos siendo amigos, es como si tuviéramos un acuerdo tácito de no hablar de su esposa. Él la menciona a veces vagamente cuando cuenta alguna anécdota, y gracias a eso he aprendido algunas cosas sobre ella, como que es hermana menor de Sean, que ama los gatos y que es alérgica a las fresas y nueces.
—Nunca preguntaste —me responde él y pienso que es todo lo que va a decir referente a ese tema, pero después de un momento agrega—. ¿Qué quieres saber sobre ella?
Después de mi pregunta él parece ser consciente de sus dedos acariciando su argolla porque detiene el gesto y pone sus manos sobre la mesa.
Algo cambia en su expresión, no es algo notorio, pero yo lo veo.
—No quiero entrometerme o molestar con mi pregunta, no pretendía eso.
Él levanta un poco su mano y la mueve en el aire para restarle importancia a la situación y me dice que está bien, que no tiene problemas en hablar de su esposa.
—¿Cómo es ella?
Él responde al instante y puedo escuchar el amor en cada palabra que dice.
—Ella es hermosa —me responde él—. Y no lo digo solo porque soy su esposo, lo juro, ella es preciosa. No solo físicamente, es hermosa por dentro y por fuera. Es pediatra, ama a los niños y a su gato Max. El gato me odia, pero esa es otra historia.
Él saca su billetera y la abre para mostrarme una foto de ella y él tiene razón, ella es hermosa. Una hermosa mujer de piel morena, cabello castaño oscuro y hermosos ojos marrones.
—Nos conocimos en la escuela de medicina, en mi segundo día —la sonrisa de Vladimir crece al recordar el momento en que la conoció—. Ella sabía exactamente lo que hacía y yo estaba muy perdido. No nos llevamos bien al inicio, pero cuando nos tocó estar en el mismo grupo de trabajo todo cambio. Ella se volvió mi mejor amiga.
No hay duda de lo mucho que la ama, se nota en la forma que habla de ella, en la forma que sonríe al recordar cuando la conoció.
—No me has dicho su nombre.
—Es verdad, no te lo he dicho. Se llama, Stella. Mi esposa se llama Stella.
Hay muchas personas que no lo notan, pero puedes saber lo mucho que significas para una persona por la forma en que dice tu nombre, así mismo, hay cientos de maneras diferentes de decir el nombre de una persona. Y no hay duda de lo mucho que Vladimir ama a su esposa Stella por la forma especial que tiene de decir su nombre.
—Es un bonito nombre. ¿Crees que yo le agrade?
—Oh, definitivamente, no tengo dudas de eso, Mina. Pero no puedo prometer nada sobre su gato Max, a ese gato no le agrada nadie, solo Stella.
Él me empieza a contar sobre el gato que ella rescató de la calle cuando aún era un pequeño minino y como ella y ese gato se volvieron inseparables. Mientras lo escucho hablar sobre la mascota de su esposa y de su esposa, me doy cuenta que Vladimir es una gran persona y que la ama mucho, pero siento que hay algo en toda esta historia que me estoy perdiendo y no sé qué es.
Cuando estamos saliendo del bar y estamos esperando el Uber que él ha pedido, veo como pone un pañuelo color lavanda en mi mano.
—Otro más a mi colección, bien por mí —le digo con una sonrisa—. Con este ya van veintitrés.
Y es en ese momento que me doy cuenta que hemos sido amigos por un mes.
El Uber llega en ese momento y él abre la puerta para que yo suba.
—Buenas noches, Cenicienta, llega a salvo a casa.
Me dice él antes de cerrar la puerta.
—Buenas noches, Vladimir.
Le respondo yo a pesar que el auto ya arrancado y él no me puede escuchar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top