33. Yo creo en ti y en mí

https://youtu.be/oUFJJNQGwhk

"Érase una vez cuando casi llegamos al final de esta historia".

No somos personas perfectas, errar es parte casi esencial de la naturaleza humana, a veces cometemos errores que pudimos haber evitado y en otras ocasiones somos conscientes de las equivocaciones que cometemos, pero independientemente de eso, nos equivocamos y nuestros errores suelen afectar a otros, herirlos, incluso aunque esa nunca fue nuestra intención. A veces incluso llegamos a herir a quienes amamos, porque a pesar que decimos que si amamos a alguien no lo lastimamos, no siempre actuamos de forma correcta, no siempre podemos ser perfectos y hacer lo correcto. Ojalá pudiéramos, pero no es así y es algo que debemos aceptar y entender.

Que tire la primera piedra quien nunca ha herido los sentimientos de alguien —me digo en mi mente.

De la misma manera, algunas personas nos van a lastimar, no siempre porque esa sea su intención, aunque el dolor es igual, la diferencia está en que, si alguien te lastima y no tenía la intención de hacerlo, buscará la forma de ayudarte a sanar y no volver a cometer el mismo error, porque eso es un error, algo que cometes una vez por accidente, algo que simplemente sucedió. Tal vez porque tomaste una mala decisión, tal vez porque confundiste las cosas, la cuestión está en qué hacemos al respecto, en la forma que intentamos aprender de eso, como buscamos no volver hacer lo mismo.

Que tire la primera piedra quien nunca ha sido herido por alguien —pienso casi con nostalgia.

Dejo a un lado esos pensamientos y me concentro en ver a mis pequeñas bailarinas repetir la rutina que hemos estado ensayando. Cuando la clase llega a su fin, las niñas se despiden de mí y corren a tomar sus cosas para ir con sus madres que las esperan junto a la puerta de entrada, solo Hailey queda en mi estudio.

—Señorita White, ¿le puedo hacer una pregunta?

Ella me mira con sus curiosos ojos que son casi negros, iguales a los ojos de su madre y yo solo asiento con la cabeza, no voy a negar que siento algo de curiosidad por lo que ella me pueda preguntar.

—Dime Hailey Belly.

—¿Tú y mi tío Vladi ya son novios?

Ella me mira con la misma sonrisa pícara de Isabella y Vladimir, y estoy segura que Hailey le dará varios dolores de cabeza a sus padres cuando sea grande.

Ante su pregunta llevo mis manos a mis mejillas para intentar ocultar el leve sonrojo en ellas.

—No, no lo somos. ¿Por qué preguntas eso?

Ella baja sus hombros con desilusión y me mira con un ligero puchero.

—Creo que necesitamos hablar de mujer a mujer —me dice ella en un tono muy serio y yo debo morder el interior de mi mejilla para evitar reír ante su adorable expresión—. Tú amas a mi tío Vladi y él te ama a ti, ¿por qué no son novios?

Ella me recuerda mucho a su abuela y a su madre en este momento.

—Es una buena pregunta cariño y la verdad es que no tengo idea. Tu tío y yo no hemos tenido la oportunidad de conversar correctamente, creo que es por eso.

La última conversación que tuvimos cara a cara fue esa noche, cuando las cosas con Jeremy llegaron a su fin y nos sentamos en el porche de mi casa. Hablamos todos los días por teléfono, pero no hemos tenido la oportunidad de vernos.

Él me sostiene la mirada, sabrá dios cuánto tiempo, leyendo en mi mirada todo lo que no podemos poner en palabras, dándome una sonrisa mientras extiende su mano y acaricia mi mejilla, antes de acomodar con cuidado un rebelde mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

—¿Somos mejores amigos otra vez? —le pregunto.

—Nunca dejamos de ser mejores amigos —me responde él—. Seremos amigos hasta que estemos listos para ser algo más.

Yo tomo su mano entre las mías.

—Vladimir, yo...

Pero no puedo completar mi frase.

—Todo a su tiempo, Mina.

Él se acerca a mí, besa mi mejilla y yo cierro los ojos pensando en lo que nos tiene deparado nuestro futuro.

—Pero tienen que hablar, porque él se irá en tres días y yo no quiero que mi tío se vaya.

—¿Te cuento un secreto, Hailey Belly? Yo tampoco quiero que él se vaya.

—Los adultos son tan complicados.

La forma en que ella dice eso me hace reír.

Un momento después, Isabella entra en mi estudio y Hailey corre a los brazos de su madre.

—Te tengo una noticia que va alegrar tu día —me dice Isabella y por la sonrisa en su cara asumo que es algo bueno, pero conociendo a Isabella, uno nunca sabe—. Roger engañó a Grace y a que no sabes con quien... su hermana. Él se acostó con la hermana de Grace y eso no es todo. ¿Cómo se llama la hermana de Grace?

—Josselyn.

—Bueno, él y Josselyn, se escaparon y Roger le dejó a Grace los papeles del divorcio firmados en la mesa de su casa antes de irse. Nadie sabe dónde están.

Tal y como dijo Tate, no se puede construir la felicidad sobre la tristeza de otro porque eso dura poco.

No estoy sorprendida por saber que él la engañó, ¿qué más se puede esperar de alguien como él? Seguro en su mente todo es culpa de alguien más, porque Roger jamás ha tenido el valor de asumir la culpa de algo, o la hombría para aceptar que se ha equivocado.

—Tenías que ver la cara de Grace... espera, sí puedes porque le tomé una foto. Mira.

Ella saca su teléfono y me muestra una foto de Grace llorando en la sala de estar en la casa de mi padre. Mientras miro la foto, Isabella me cuenta cómo se enteró y me dice que necesitaba ver con sus propios ojos cómo la caravana de Dorothy aplastaba a la bruja mala del este.

Cuando ella se va, tomo mis cosas y cruzó la calle para dirigirse a la cafetería mientras me acomodo mi bufanda alrededor de mi cuello. Al entrar a la cafetería casi choco con, por su puesto, Jeremy Upton, porque entre todas las personas que me pude encontrar justo ahora, tenía que ser él.

Nos miramos y ambos abrimos nuestras bocas para decir algo, pero la cerramos casi al mismo tiempo sin saber qué decir. Nos quedamos de pie frente al otro sin saber cómo actuar en esta situación.

—Esto es incómodo —murmura él—. Filadelfia es muy pequeña, siempre me encuentro con mis ex.

Su comentario es casual y ligero como una forma de intentar aligerar el ambiente de incomodidad y tensión que se ha formado entre nosotros.

—¿Cómo estás, Romina?

—Bien, muy bien y tú, ¿cómo estás?

Me permito estudiarlo con la mirada y veo que luce un poco de ojeras debajo de sus ojos, y sus ojos no brillan como siempre, pero hay algo en él, tal vez la forma en que sonríe y que a pesar que sus ojos no brillan como siempre, tampoco están apagados como la última vez que lo vi.

—Mejor.

Cuando lastimamos a alguien, cuando lo herimos, la culpa de eso es algo con lo que debemos aprender a lidiar. Lidiar con la idea que hubo un momento, sin importar las razones, que herimos a alguien que no merecía ser herido. Porque si lo olvidamos y pasamos página como si nada, es igual a pensar que aquel dolor no importa, que el sufrimiento de esa persona no significó nada. ¿Y en qué clase de persona nos convierte eso?

—Un día vas a encontrar a tu princesa y serás muy feliz, Jeremy.

Él mira un momento al suelo antes de mirarme a mí

—No soy un príncipe, Romina.

—Créeme que lo eres, solo que no te das el crédito suficiente.

Pero yo no era tu princesa.

—Tal vez tengas razón.

—Lo hago, fue bueno verte, Jeremy.

—Igualmente y feliz cumpleaños adelantado.

Por un momento olvidé que mañana es mi cumpleaños.

—Gracias.

Cuando llego a la casa, Tate está concentrada viendo su serie favorita, Bad Habits y yo me siento con ella, hasta que mi teléfono suena y me dirijo a la cocina para no molestar a Tate.

—Hola, Vladimir, ¿qué sucede?

—¿Estás ocupada esta noche?

—No.

—Bien, ¿te gustaría cenar conmigo, Mina? Y para que seamos claros, es una cita, te estoy invitando a una cita

¡Dios mío! Creí que este momento nunca llegaría.

De la emoción incluso me olvido como respirar, pero intento controlar mi respiración y voz antes de responder.

—Sí, me gustaría mucho.

—Bien, pasaré por ti a las nueve, ¿te parece bien?

—Suena perfecto.

Nos despedimos y yo corro hacia mi habitación para elegir que ponerme. Abro mi armario y empiezo a buscar un vestido, Tate sube ayudarme y juntas elegimos un vestido azul marino y unos zapatos de tacón de un azul muy oscuro.

Cuando el timbre suena, es Tate quien va abrir la puerta mientras yo me termino de colocar los zarcillos que Josie me da.

—Hola, Tate, ¿cuál es el dato curioso del día? —le pregunta Vladimir.

La cara de Tate se ilumina ante la pregunta.

—¿Sabías que la constelación Delphinus lleva el nombre del delfín que persuadió a Anfitrite de regresar a Poseidón y ser su esposa? También se cree que Poseidón colocó a Delphinus en los cielos como una constelación en forma de agradecimiento —le dice ella y sonríe con cierta añoranza—. ¿No crees que eso es hermoso?, me refiero a la idea de vivir para siempre siendo una estrella.

—Sí, Tate, creo que es una idea hermosa.

Sus ojos se enfocan en mí y me da una sonrisa.

Cuando caminamos hacia su auto, él me detiene a medio camino y me enseña una cinta de seda azul y me dice que va a cubrir mis ojos con ella, porque lo que va a enseñarme es una sorpresa.

—¿En serio eso es necesario?

—Sí.

Yo suspiro con resignación y dejo que él coloque la venda en mis ojos. Cuando él se asegura que la venda está perfectamente colocada, me ayuda a llegar hasta el auto y me pone el cinturón de seguridad. Un momento después lo escucho subirse al auto y encender la radio donde está sonando nuestra canción.

—No podría escoger mejor música para este viaje —me dice él.

—¿A dónde vamos?

—Ya no sería una sorpresa si te dijera.

Es por eso que no me gustan mucho las sorpresas, pero no digo eso y solo me mantengo callada por el resto del viaje. Cuando él detiene el auto, le vuelvo a preguntar si ya me puedo quitar la venda y él dice que aún no, yo me estoy volviendo algo impaciente y él me dice que ya estamos llegando mientras me dirige por escaleras y un largo camino.

—Llegamos —me dice él—. Ya te puedes quitar la venda.

Cuando quito la venda de mis ojos y observo dónde estamos, contengo la respiración un momento y miro alrededor del lugar, asimilando las luces, los asientos rojos y las alfombras del mismo color. Como el dorado y rojo lucen tan armoniosos y le dan un toque elegante al lugar.

Estamos en el escenario del teatro de Filadelfia.

—¿Por qué estamos aquí?

No hay nadie más aparte de nosotros y yo camino por el escenario mirando los asientos, los reflectores y recordando mi época dorada y entonces lo entiendo, sé por qué estamos aquí.

Cuando me giro para mirarlo, él está sosteniendo un par de zapatos de ballet para mí.

—El escenario es todo tuyo, Mina.

Y no sé si es porque estamos aquí o por la forma en que él me mira, o porque simplemente me he cansado de posponer el momento que yo dejo de pensar y camino hacia él para tomarlo de las solapas de su abrigo y acercarlo a mis labios. Él me devuelve el beso casi al instante y yo puedo sentir todo el amor que me tiene a través de este beso. El brazo de Vladimir rodea mi cintura y me acerca más hacia él, como si temiera que yo desapareciera.

Cuando nos separamos, yo pongo un dedo en su labio y empiezo hablar.

—En la mayoría de películas, series e historias, es el chico quien se para delante de la chica y le declara su amor, quien le dice que sabe que ella es la correcta y que en sus ojos puede ver el futuro que les espera. Es el chico quien se pone un radio encima de la cabeza o canta frente a toda la escuela. Pero aquí, entre tú y yo, quiero ser yo quien te dice que eres mi uno en cuarenta millones, mi alma gemela, mi mejor amigo y creo que siempre supe que eras más para mí que solo mi mejor amigo, ¿cómo podría ser de otra manera? porque en el fondo de mi corazón yo siempre quise que fueras tú, pero lo entendí cuando pensé que ya era demasiado tarde para nosotros, cuando imaginé mi vida sin ti y sentí que, si no te tenía a mi lado, siempre me iba a faltar algo.

Sonrío, contenta conmigo mismo por haber tomado las riendas de la situación, por dar el siguiente paso y ponerle fin al baile de indecisiones que llevamos tiempo danzando. Porque ya hemos desperdiciado mucho tiempo y creo que ambos estamos cansados de la vacilación con la que hemos estado actuando y, además, yo siento que no puedo estar un día más sin decirle cómo me siento, sin actuar acorde a mis sentimientos.

—Porque lo nuestro, y no hablo solo de lo romántico, también hablo de nuestra amistad, es algo especial, es algo que no tengo palabras exactas para describir, pero me encanta y no quiero perderlo, no quiero perderte a ti, Vladimir, porque siento que soy una persona afortunada por tenerte en mi vida. Lo que quiero decir es que, tienes mi corazón, siempre ha sido tuyo, pero por favor, no lo rompas.

Vladimir me vuelve a besar y me doy cuenta que he querido esto por tanto tiempo, y temí que jamás podría conseguirlo, pero ahora, mientras él me sostiene entre sus brazos y sus labios están sobre los míos, toda preocupación abandona mi mente y lo único que pienso es en lo feliz que me siento en este momento.

—Cuando coloqué ese zapato en tu pie hace un año, no tenía idea cómo eso nos traería hasta este momento, pero agradezco haberlo hecho porque cuando pienso en el futuro, cuando me veo dentro de diez, veinte, cuarenta años en el futuro, te veo a mi lado, nos veo envejeciendo juntos, teniendo una familia. Nos veo compartiendo café y discutiendo por quien pone la música del auto, por quien elige la serie que vamos a ver y riéndonos de cualquier cosa. Discutiendo porque no quieres admitir que te gusto y que piensas que soy hermoso, y yo te voy a seguir molestando por eso, porque soy tu caballero sin la brillante armadura y tú mi cenicienta sin corona.

Sus labios se curvan en una suave sonrisa y hay tanta dulzura en sus ojos.

—Te amo, Romina White, y tú significas más para mí que cualquier otra persona que yo haya amado antes.

—Yo también te amo, Vladimir Black.

—Entonces, ¿ahora eres mi novia?

—Por supuesto que no, Vladimir, debes llevarme a un par de citas primero y después de ver como resultan, podría estarlo considerando.

Intento mantener una expresión seria, pero me resulta un poco difícil cuando lo escucho reír.

—Había olvidado que eres una mujer codiciosa. Pero en serio, después de todas las declaraciones de afecto, nuestros besos y el tiempo que nos tomó llegar aquí, ¿aún no somos novios?

—Exacto, porque el que seas el bailarín principal de mi ballet, no quiere decir que no te debas esforzar para el show.

Yo no puedo seguir conteniendo la risa y me rio, pero le digo que a pesar que me estoy riendo, hablo en serio sobre ir a citas primero.

—Me gusta cuando te ves así, Mina, despreocupada y feliz.

—Siempre estoy feliz cuando estoy contigo, pero quita esa sonrisa arrogante de tu cara —él obviamente no deja de sonreír—. No te voy a dar otro cumplido porque te vuelves tan engreído.

Él sonríe y toma mi mano, hace una seña y una música que reconozco muy bien empieza a sonar, lo veo volver a tenderme las zapatillas de ballet y yo las tomo antes de sentarme en el escenario y quitarme mis zapatos para colocar las zapatillas.

—Es una buena cita, ¿verdad?

Él me tiende la mano para ayudarme a levantar.

—Lo es.

Él me da un casto beso en los labios antes de dirigirse a los asientos y sentarse en primera fila a observarme bailar. Luce tan feliz y orgulloso en partes iguales mientras me observa. Yo tomo aire y empiezo a bailar el segundo acto de Giselle. Girando en el escenario mientras los reflectores me iluminan y la mejor audiencia que podría pedir me observa y aplaude. Cuando termino de bailar, del techo caen pétalos de rosas azules y Vladimir se acerca a mí con un ramo de narcisos del mismo color.

—Feliz cumpleaños, Mina —me dice él antes de besar mi mejilla—. Te prometo que el siguiente cumpleaños será mejor.

En su mano él sostiene un pañuelo que tiene bordada la frase Mi alma gemela en espera.

—Primero fuimos dos extraños que se cruzaban en la calle, después fuimos conocidos y poco a poco nos volvimos amigos, y en algún punto nos convertimos en mejores amigos, pero creo que siempre fuimos almas gemelas, Mina.

—Sí, yo también creo eso.

Hubo un tiempo donde no creí que podría conseguir mi final de cuento de hadas, pero ahora, sé que es posible. 

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