26. Toma todos mis recuerdos y llévatelos lejos
https://youtu.be/2yxigNHFZVs
"Érase una vez un Caballero sin la brillante armadura que estaba enamorado de la Cenicienta sin corona, pero nunca tuvo el valor, ni la oportunidad de confesarle su amor".
Vladimir Black.
El cambio entre los dos sucede en silencio, deslizándose entre nosotros y atacando todas nuestras defensas, y tal vez ella aún no se da cuenta, pero yo ya lo hice. ¿Cómo no podría notarlo? Podría decirse que todo comenzó con su zapato.
El zapato de cristal que utilizó en la fiesta de Halloween que organizó Isabella.
El dichoso zapato que brillaba por las luces que adornaban la sala, se balanceaba de su pie y casi se cae, lo cual no me hubiera sorprendido, pero antes que eso suceda, Jeremy lo nota y baja su mano hacia su zapato a tiempo para evitar que caiga, colocándolo con una sonrisa en el pie de Mina, a lo que ella lo mira y comparte la sonrisa con él. Es ahí cuando lo noté, cuando me di cuenta la forma en que ella se deslizaba lejos de mí: suave y en silencio. Y a pesar que yo no quería quedarme y presenciarlo, tampoco tengo la fuerza para alejarme y, además, yo le prometí quedarme y a mí me gusta cumplir mis promesas.
—¡Por cristo redentor y sus clavos! ¿Cómo podían las princesas caminar todo el día con estos vestidos? Juro que el otro año me disfrazo de Eva, para andar solo con hojas cubriendo mi cuerpo —dice Tate mientras se sienta e intenta acomodar la falda de su vestido de Bella en algún momento de la fiesta, antes de girarse y mirar a Mina— Romi. ¿No se supone que Cenicienta lleva una corona?
Mina lo piensa por un momento antes de responder.
—Dado que me he casado con un príncipe, supongo que soy una Cenicienta sin corona —responde ella.
El zapato vuelve a balancearse en su pie, amenazando con caerse y aunque yo quisiera inclinarme y acomodarlo en su pie, eso ya no me corresponde y ella se encuentra fuera de mi alcance, a varios centímetros de distancia de donde yo estoy sentado.
Fuera de mi alcance —pienso casi con amargura.
¿Siempre estuvo ella fuera de mi alcance? Tal vez es así, y como nos encontramos ahora es solo una forma cruel que tiene el universo de burlarse de mí, de hacerme ver la forma en que ella siempre ha estado y estará lejos de mí, fuera de mi alcance, porque a pesar que ella está en la misma habitación que yo, es otro quien está con ella, es a otra persona con quien ella quiere estar.
Yo también iría a donde sea que tú vayas, Vladimir —me dijo ella cuando yo regresé de Montana.
Éramos amigos en ese momento, buenos amigos, pero no éramos nada más, nada importante y aunque mis intenciones iniciales eran decirle esa noche, en la cena, que yo tenía sentimientos por ella, eso jamás se dio y ahora, incluso aunque yo quiera que suceda, eso no va a pasar porque ella esta con Jeremy y ambos parecen felices, ambos son buenos entre ellos y Jeremy parece darle todo lo que yo no podría darle.
Mi teléfono suena y lo levanto para poder leer el mensaje que me ha llegado.
Mina (mi cenicienta): Lamento no poder llegar a la cafetería, surgió algo. Lo siento, prometo que te compensaré.
Tal vez sea el momento de cambiar su nombre de contacto, pienso mientras tomo un sorbo de mi café, que se ha enfriado por la espera y es ahí cuando otro pensamiento viene a mi mente, que lo más probable es que deba acostumbrarme a beber mi café diario sin Mina.
Cuando ella me habló sobre su relación con Jeremy, yo le dije que estábamos bien y que nosotros siempre estaríamos bien, yo quería que ella entienda que sin importar lo que suceda, ella no me perdería como amigo, sin importar que ella me haya ocultado que estaba saliendo con mi amigo, sin importar el dolor que su relación con Jeremy me provocó. Porque Jeremy es una buena persona, tal y como se lo dije a ella. Se que él nunca la lastimaría y por la forma en que él se mueve alrededor de ella, la forma en que le sonríe y la mira, veo lo mucho que ella significa para él.
¿Significa tanto ella para él como lo significa para mí? ¿Estaría él dispuesto a sacrificar su propia felicidad solo para verla sonreír? Espero que sí, porque Mina no merece menos que eso.
Y al pensar en las cosas que podría o no hacer Jeremy por Mina, no puedo evitar molestarme conmigo mismo por haber desperdiciado el tiempo, por haber sido tan cauteloso referente a ella y lo que siento por ella. No debí esperar, antes no lo hice y puede que con lo que sucedió con Stella decidí actuar ahora con cautela, pero ahora me arrepiento de eso.
—Eras mi alma gemela en espera, Mina.
La tela del pañuelo azul con las palabras bordadas en plateado se siente algo áspera en mi mano, aunque sé que son solo ideas mías.
—Mi alma gemela en espera —leo la inscripción del pañuelo.
El pañuelo que pensaba darle en la cena después que regresé de Montana.
Guardo el pañuelo en el primer cajón de mi mesita de noche, el mismo cajón donde guardo mis argollas matrimoniales hasta que sepa qué hacer con ellas. La argolla descansa con cuidado en el cajón y yo me detengo un momento a mirarla, analizar el peso de esa pequeña pieza de metal y todo lo que llega a significar. ¿Cómo puede esa pieza de metal contener todo lo que significa una relación? No lo hace, no se puede contener todo lo bueno o lo malo de un matrimonio en ese pequeño anillo.
Y a pesar que yo sé eso, no podía quitarme ese anillo, porque era el anillo que Stella deslizó por mi dedo con una risa cantarina y ojos brillantes. Era el anillo con el que prometí amarla por siempre, más allá de lo bueno y lo malo.
No puedo evitar reír mientras veo como Stella levanta su mano y les enseña a todos con orgullo y una enorme sonrisa en su cara el anillo de compromiso que puse en su dedo anoche.
—Atención a todos los presentes —dice ella con voz solemne, pero con una sonrisa y mirada juguetón—. Me complace anunciarles que este maravilloso hombre a mi lado y yo, nos vamos a casar.
A ella no le importan que en la sala de espera de clínica estén un montón de extraños, porque ella estuvo tentada a sacar la cabeza por el auto y gritarles a los extraños que se iba a casar con el amor de su vida.
Muchos dicen que la felicidad hay que celebrarla en silencio, pero a Stella le gusta compartir su felicidad y eso es algo que a mí me gusta de ella.
—Cariñó, no creo que a ellos les importe —le digo antes de besar su mejilla.
De todas formas, las personas en la sala de espera nos felicitaron por nuestro compromiso y creo que se debe a la actitud de Stella, porque su estado de ánimo siempre ha sido contagioso.
—Ves, si les importó —me dice ella mientras le da una rápida mirada al anillo antes de mirarme a mí—. Nunca me voy a quitar este anillo, incluso aunque me hagas enojar tanto que no quiera verte, incluso si mi gato te odia, jamás me lo quitaré. Te amo tanto, Vladimir y sé que seremos muy felices juntos. Puedo verlo. ¿Tú también puedes ver?
Una sonrisa se forma en mi cara ante el recuerdo, pero desaparece cuando entiendo que nada de eso va a suceder. Ninguno de los planes o sueños de Stella se van a cumplir. Ella no me hará sonreír en un día gris con alguno de sus chistes malos, porque ella era muy mala contando chistes. La risa cantarina de ella dejó de sonar y el brillo de su mirada se apagó.
—Hola perdedor —me saluda Isabella.
La veo caminar por la sala de mi casa y detenerse frente a mí.
—No te voy a preguntar porque luces tan miserable últimamente porque todos conocemos la respuesta, incluso Hailey.
Puede que ella este exagerando al incluir a mi pequeña sobrina, pero tampoco estoy de humor para discutir con ella, principalmente porque Isabella siempre tiene razón, incluso cuando parece que no la tiene, ella logra darle la vuelta a la situación y terminar teniendo la razón, es un don que tiene.
—¿Por qué estás aquí, Isa?
Mi hermana, como es normal en ella, ignora mi mal humor y me levanta del sofá para arrastrarme hasta el jardín. Dice que algo de luz me hará bien.
—Ella no tenía la obligación de esperarte, Vladimir, ella tenía todo el derecho de estar con alguien más, de ser feliz. Jeremy la hace feliz —me dice Isabella unos minutos después que nos acomodamos en el jardín—. Y tú siempre dejaste claro que solo la veías como tu amiga, ¿recuerdas? Jeremy te preguntó por la naturaleza de tu relación y tú le dijiste que solo eran buenos amigos, nada más.
Pero cuando yo le dije que era solo mi amiga, no tenía idea que él pensaba invitarla a salir —agrego en mi mente.
Aunque no importa como lo vea, él único culpable aquí soy yo, debí actuar a tiempo, debí ser claro sobre mis sentimientos. Pero, ¿hubiera hecho eso alguna diferencia? ¿Sintió ella que nosotros podíamos ser más que amigos? Quizás yo leí mal todas sus señales.
—No era justo para ella tener que bailar alrededor de tus señales mixtas y tu indecisión a dejar tu pasado atrás —finaliza mi hermana.
Mi hermana tiene razón, no era justo para Romina.
Yo recuerdo a la perfección la primera vez que la vi, ella estaba saliendo de su estudio y como se quedó un momento parada en la puerta mirando la cerradura antes de guardar la llave en su bolso. Recuerdo que ella no mirada a nada o a nadie, como si ella fuera la única persona en la tierra.
— Debí conformarme con ser solo su amigo —le digo a mi hermana—. No debí ser codicioso y querer más, mira como resultaron las cosas, eso me estalló en la cara.
Mina nunca me recordó a Stella, porque ambas son tan diferentes. Sin embargo, siempre sentí que Mina era mi persona, creo que lo sentí desde el primer momento en que la vi, parada al otro lado de la calle. Y cuando la fui conociendo, lo supe aún mejor, porque hay algo en Mina, algo único y especial que me hace sentir de una forma que no recuerdo haberme sentido por nadie antes, porque yo amaba a Stella, nunca dudaré de eso, sin embargo, Mina me sonríe y todo lo que creo saber sobre el amor se reduce a su sonrisa, a la forma en que ella dice mi nombre, a la forma que suena su risa.
Pero yo no estaba listo para empezar algo con ella, para dejar caer mis barreras, para permitir que alguien más entre en mi corazón.
Casi una hora después que Isabella se ha ido, el timbre suena y sonrió al ver a Mina de pie con un vaso de café que ella extiende en mi dirección.
—¿Estas de humor para dar un paseo por el parque? —me pregunta ella.
Es en este pequeño momento robado —porque siento que estos momentos le pertenecen Jeremy—, que entiendo que yo quiero más de lo que ella me puede dar, que el dolor en mi pecho solo va en aumento ante la idea de ser solo su amigo, que quiero decirle que ella no debería estar con Jeremy, que debe estar conmigo. Que estoy en medio de un tira y afloja, sin la opción de retroceder, sin saber qué más puedo hacer. Porque no es justo para ella que yo le diga cómo me siento por ella, no ahora que ella está feliz y no después de ver todas nuestras oportunidades perdidas.
Hubo un momento en medio de mi viaje a Montana que pensé que ella era la indicada, que era el destino el que nos había unido, pensé que estábamos destinados a estar juntos, pero ahora pienso que, si nunca tuvimos nuestro momento, que, si lo nuestro no se dio, tal vez y nunca estuvimos destinados a suceder. Tal vez y de esta manera es como siempre debieron ser las cosas.
Ella me habla sobre Katie, su ayudante en la academia y su compañero Leroy.
—Ella le ha dado tantas señales a él, pero por supuesto, él no supo leer ninguna. Porque si fuera un poco más observador, se daría cuenta que ella está enamorada de él.
—A veces las personas dan señales confusas, Mina y confía en mí, no es fácil confesarle tu amor a alguien.
Ella me mira con curiosidad.
—¿Acaso has intentado confesar tu amor por alguien recientemente?
Es una pregunta sencilla, que requiere una respuesta sencilla. Pero, ¿cómo puedo responder a su pregunta sin temor a revelar demasiado? ¿Sin tener que explicar la sinfonía de emociones y pensamientos que suenan en mi mente cuando estoy cerca de ella? Pero, ¿cómo puedo responder eso sin decirle como realmente me siento?
—Y tú, Mina, ¿has intentado confesar tu amor a alguien?
Me arrepiento de la pregunta casi al instante que la hago, porque lo más seguro es que ella me hable sobre Jeremy y aquel tema aun es un campo minado para mí.
La veo detenerse en medio de sus pasos y envolver sus brazos alrededor de su cuerpo, como si intentara protegerse de algo, y sus ojos miran un instante el piso antes de mirarme a mí. Esa no era la reacción que yo esperaba a mi pregunta.
—Esa noche, antes de tu viaje a Montana, yo te iba a decir que me estaba enamorando de ti.
Los recuerdos de esa noche vienen a mi mente, recuerdo cómo fue la conversación y pienso en la forma que debió sentirse ella, y ante ese pensamiento mi corazón se rompe un poco por ella y por lo que sucedió esa noche, porque mis palabras debieron romperla un poco y me sorprendo por la forma en que ella me apoyó esa noche a pesar que yo, sin saberlo, acaba de lastimarla.
¿Qué hubiera respondido yo? En ese momento yo aún no tenía nada claro y seguía sin dejar ir a Stella.
—Tal vez fue lo mejor, que no dijeras nada, lo más probable es que mi respuesta te hubiera roto el corazón.
Ella mueve su cabeza en mi dirección y no parece enojada por mis palabras, solo luce como una mujer que se ha rendido, cuyo corazón han lastimado en más de una ocasión.
—Incluso aunque no dije nada, tú rompiste mi corazón esa noche, Vladimir.
Trago saliva con fuerza y en el proceso intento tragar el nudo que se forma en mi garganta. La miro sin saber cómo debo responder, pero ella me da una media sonrisa y guarda las manos en los bolsillos de su abrigo antes de volver hablar.
—Pero no importa, estamos bien. Siempre estamos bien.
—Tú también rompiste mi corazón, Mina, porque después de mi viaje a Montana, yo te iba a confesar que me estaba enamorando de ti.
A pesar que hablamos casi todos los días, hay tantas cosas entre nosotros que no nos hemos dicho y mientras la miro a los ojos, puedo ver la sorpresa, angustia, dolor y consternación en su mirada. Ninguna de esas emociones debería estar en su mirada, ella solo debería tener felicidad, sueños y esperanza. Pero todo eso se desvanece con cada segundo que pasa.
—¿Tú te estabas enamorando de mí? —me pregunta ella con cautela.
Estoy a punto de apartar la mirada porque me cuesta sostener el peso de todos los sentimientos que veo reflejados en sus ojos, y porque lo único que quiero hacer es besarla. Tomar su rostro entre mis manos y besarla. Casi lo hago, casi doy los dos pasos que nos separan y la beso. Casi le digo que aún estoy enamorado de ella... casi, pero no lo hice.
—Sí —le respondo.
Ella levanta su mirada hacia el cielo, es una perfecta tarde a finales de otoño.
—¿Te arrepientes? —me pregunta ella con su mirada aun fija en el cielo.
¿Me arrepiento? Por supuesto que lo hago, me arrepiento del futuro que podría haber sido nuestro, de la vida que pudimos tener. Me arrepiento que todo eso ahora solo viva en mi imaginación, que deba guardar mis sentimientos en silencio.
—¿Sobre qué?
Ella baja la cabeza y me mira.
—Nosotros —me dice ella y la mirada de consternación no vacila en sus ojos.
—Mina, puede que las cosas entre nosotros no sucedieron de la forma que nos hubiera gustado, pero tú sigues siendo lo mejor que me ha pasado.
—¿Incluso aunque te haya roto el corazón?
—Sí.
Esta conversación es lo más cerca que hemos estado de una confesión romántica y es irónico que tenga que darse justo ahora que ella esta con alguien más, y ojalá yo tuviera el poder de viajar en el tiempo hasta esa noche antes de mi viaje y cambiar lo que sucedió. Porque esa noche pudo cambiar mi vida por completo.
Pero entonces recuerdo que ella esta con Jeremy y ambos parecen felices y no sería justo para nadie.
—Tú también, Vladimir.
Y odio que ella diga eso, porque eso solo me recuerda todo lo que pudimos tener y por diversas razones nunca lo tuvimos.
—¿Estamos bien, Vladimir?
—Siempre.
Porque en otra vida nosotros pudimos ser una buena historia de cuentos de hadas, pero no en esta vida... o tal vez jamás.
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