23. ¿Cuándo caerá el otro zapato?
https://youtu.be/33QHKeIJtcU
"Érase una vez una Cenicienta sin corona que esperaba el momento donde se rompa la otra zapatilla de cristal".
esperar a que suceda algo que sientes es inevitable. Porque de esa forma ha sido mi vida desde siempre, incluso desde antes de mi nacimiento, mi vida ha sido una constante espera de ver caer el otro zapato y el maldito zapato ha caído una y otra vez. Golpeando el suelo con fuerza y recordándome que nací estrellada, con todas las cosas en contra.
Pero incluso aunque yo sé que dicho zapato va a caer y solo es cuestión de cuándo y cómo, aun me duele cuando sucede.
¿Alguien más está esperando perpetuamente a que se caiga el otro zapato?
Todo esto empezó con mi madre, ella tenía problemas del corazón y cuando quedó embarazada de mí, le dijeron que lo mejor sería interrumpir su embarazo porque era muy riesgoso para su salud, pero ella no los escuchó, les dijo que no haría eso y siguió adelante, a pesar que todos, en especial mi padre, le decían que no debería tenerme y ella tal vez debió escucharlos, pero incluso antes de nacer, ella me amaba tanto que decidió poner en riesgo su vida para que yo naciera. Entonces mi nacimiento era solo una espera de ver en qué momento iba a caer el otro zapato. Cuando el momento llegó, mi madre murió y con su muerte el otro zapato finalmente cayó.
—Y desde el día uno hasta la actualidad, aún sigo esperando a que caiga el otro zapato. ¿Alguna vez me detendré?
Por un tiempo dicha frase pasó algo desapercibida en mi vida, pero cuando regresa, lo hace con fuerza.
Justo ahora me encuentro entre un par de situaciones donde me encuentro a la espera a que suceda algo que sé que va a suceder, porque es solo cuestión de tiempo.
Situación 1: Vladimir se entera de mi relación con Jeremy.
No hay que ser un genio para saber que eso es solo cuestión de tiempo y hay momentos donde estoy ligeramente sorprendida que él no se haya enterado todavía, aunque él ya sospecha que yo estoy con alguien.
La conversación de la otra noche es un claro ejemplo de eso.
Por alguna extraña razón estoy empezando a tener sentimientos agridulces por el aroma del café, a veces en la mañana mientras me encuentro compartiendo un café con mis primas y Sienna, un sentimiento de nostalgia, que no tengo idea de donde viene, invade mi cuerpo. A veces no dura mucho, otras veces me acompaña por casi toda mi mañana. Y me di cuenta que empecé asociar el aroma del café a Vladimir, es por eso que estos días he inventado escusas para no ir a tomar nuestro café habitual.
Hoy no había ninguna buena excusa valida.
—¿En qué piensas? —me pregunta él.
Cuando escucho su pregunta noto que me quedé perdida en mis pensamientos y perdí el hilo de lo que estábamos conversando antes.
—Solo pensando en cómo sería mi vida si hubiera hecho algo diferente, solo algunos pequeños cambios. ¿Tú piensas alguna vez en eso, Vladimir?
Me reclino sobre la silla y muevo el vaso de café antes de darle un pequeño sorbo, esta tibio y pienso en cuanto tiempo me quedé perdida en mis pensamientos.
—Algunas veces —me responde Vladimir—. Creo que todos tenemos un momento en nuestras vidas que nos hace preguntarnos eso, lo que yo he aprendido hacer es pensar en las cosas que hubiera perdido si hubiera tomado esa otra decisión, así como lo valioso que es nuestro tiempo como para desperdiciarlo en cosas del pasado.
Hay ocasiones donde me siento tentada en preguntarle a Vladimir si en su viaje a Montana se hizo una lobotomía y por eso su cambio tan brusco, pero no lo hago porque él ya me ha explicado que no fue una idea que surgió de la noche a la mañana, que es algo en lo que había estado trabajando y aquel viaje le sirvió como un cierre a esa vieja etapa y le permitió seguir adelante.
—¿Crees que siempre vas amar a Stella? —le pregunto.
No entiendo exactamente de donde nace esa pregunta.
Parece que hoy no podemos terminar ninguna conversación y estamos dando saltos sobre diferentes temas sin abordar uno y sin darles un contexto claro, como si ambos tuviéramos demasiadas cosas en que pensar y nos cuesta mantener el hilo de nuestras conversaciones y pensamientos.
— Creo que siempre voy amar a Stella, que ella siempre será una persona importante para mí, pero también sé que ya no estoy enamorado de ella y que tal vez no lo estuve por mucho tiempo y no lo había notado porque me sentía demasiado cómodo por cómo estaban las cosas, creyendo que ella y yo éramos el uno para el otro y que debimos estar juntos por siempre.
Yo esperaba una respuesta honesta de su parte, pero no esperaba ese tipo de respuesta.
Mis ojos van al anillo que él aun lleva en su dedo y él sigue mi mirada, aunque no dice nada sobre eso y antes que yo pueda decir algo, su pregunta cae sobre mi como un baño de agua fría en una mañana de invierno.
—¿Estas saliendo con alguien, Mina?
Esa pregunta es una clara carta abierta para contarle sobre mi nueva relación con Jeremy. Yo solo debo explicarle porque decidimos mantener esto entre nosotros y que yo había intentado buscar una ocasión para contarle sobre él.
Pero lo que sale de mis labios es totalmente diferente a lo que estaba pensando.
—No.
Después de eso saltamos hacia otro tema y así estuvimos todo ese día, saltando de tema en tema, abordando cada tema al azar que nos era posible abordar, como si pensáramos que después de ese día ya no tendríamos alguna posibilidad de retomar la oportunidad de preguntar sobre esos temas.
Entonces, partiendo desde esa conversación, no es muy difícil saber que llegara un momento donde él se va a enterar, más que nada porque no podemos mantener el secreto por siempre y no es que yo quiera hacerlo o que me avergüence de mi relación con Jeremy, no es nada de eso. A mí solo me gusta la burbuja en la que estamos ahora y me aterra que en el momento donde todos los demás se enteren, dicha burbuja se va a reventar y todo terminará justo cuando estaba empezando.
De ese miedo parte la situación número dos.
Situación 2: Jeremy y yo estamos felices hasta que él descubre que su felicidad esta junto alguien más.
Todas las cosas están bien entre los dos ahora, pero todas mis relaciones pasadas fueron así al inicio y ya sabemos que terminaron cuando la persona con la que estaba descubrió que el amor de su vida era alguien más y justo se dio cuenta de eso mientras estaba conmigo. Porque por supuesto, yo debo ser el puente hacia la felicidad eterna de los demás.
Y no quiero que algo así suceda con Jeremy, pero tampoco es algo que puede evitar.
Pero entonces esta la cuestión que tal vez si decirle a la gente revienta nuestra burbuja y él se da cuenta que su felicidad esta con alguien más, quizás era cuestión de tiempo para nosotros, solo era cuestión de esperar algo que de todas formas iba a suceder.
—Vamos a decirles a las personas en algún momento, ¿verdad? —me pregunta Jeremy con cautela mientras me ayuda a ponerme mi abrigo—. Sobre nosotros, vamos a contarles, ¿cierto?
Sería demasiado cínica si digo que la pregunta me sorprende, aunque no pensaba que me la haría justo ahora.
—Sí, por supuesto. Solo quiero algo de tiempo solo para nosotros.
—Está bien, Romina, tomate todo el tiempo que necesites, yo no iré a ningún lado.
Los pasos bruscos de Tate sobre la cocina me traen de regreso al presente y veo como toma las rosas blancas que ella trajo el lunes después del trabajo y las lanza a un cubo de basura antes de recostar la mitad inferior de su cuerpo contra la encimera.
—¿Por qué hiciste eso? —le pregunto.
Ella se sobresalta al escuchar mi voz y sus ojos se abren un poco mientras me mira, al parecer recién reconoce mi presencia en la cocina.
La veo suspirar y caminar hasta sentarse frente a mí.
—Porque soy patética por eso —me responde ella en un tono que suena entre la furia y la decepción—. ¿Ves esas flores? Él me las regaló porque quería un favor, solo por eso y ahí voy yo, atesorando esas estúpidas rosas blancas, cuidando que vivan el mayor tiempo posible porque soy una patética persona que se aferra a cualquier señal que me diga que tal vez él pueda sentir lo mismo que yo. No funcionó antes ¿Qué me hace creer que podría funcionar ahora?
Ella no necesita decirme de quien está hablando, cualquiera que conozca a Tate sabe que se refiere a Mark, su ex casi algo, como ella le dice, porque nunca fueron novio y novia como tal, pero hacían todo lo que una pareja hace, excepto comprometerse entre sí, y eso no fue culpa de Tate, no, ella quería hacerlo, ella quería que los dos sean una pareja, pero Mark no y por eso él decidió cortar todo entre ellos para, según él, evitar lastimarla después.
—Dos años, Romi, hemos trabajado juntos por dos años y se supone que somos amigos y esa mierda y ni siquiera recuerda que mis flores favoritas son las rosas rojas. Él no me merece, yo lo sé y a pesar de eso yo me sigo aferrando a él. ¿Por qué? ¿Por qué nos cuesta dejar atrás las cosas que nos lastiman? Debería ser sencillo, al menos por puro sentido de supervivencia y, sin embargo, no lo es.
No sé cómo responder a eso, Sienna es la psicóloga, ella podría tener una buena respuesta al cuestionamiento de Tate. A mí me gustaría tener las palabras adecuadas para poder consolarla, pero no las tengo, así que me acerco a ella y la abrazo, para hacerle saber que estoy con ella, que todo estará bien, aunque eso pueda tomar algo de tiempo.
—Alguien me dijo que caminamos por el mundo buscando una conexión real, pero la mayoría no la encuentra porque pierde el tiempo mirando en los lugares equivocados, se conforman con alguien que saben que no es el correcto, pero Tate, a veces ocurre que dos personas se encuentran, y él es perfecto para ella y ella no se siente patética cuando esta con él y es ahí cuando se dan cuenta porque no funcionó con alguien más.
Porque ella merece a alguien que ame sus datos curiosos del día, que le guste cuando ella se emociona demasiado por algo nuevo que aprendió, que entienda su amor por los números y las probabilidades, alguien que no le pida que cambie nada de ella, porque va a saber lo afortunado que es por tenerla y yo dudo mucho que esa persona sea Mark. Sé que, en el fondo, Tate, sabe lo mismo, solo espero que pronto se dé cuenta de eso.
—Eso suena muy esperanzador —me dice ella—. Gracias.
Ella observa mi cartera sobre la mesa y el abrigo en el respaldo de mi silla.
—¿Vas a salir? ¿No es un poco tarde? —me pregunta Tate.
—Sí, voy a salir.
—Llévate mi auto, no tomes un taxi, ya es tarde.
Ella no me da opción para negarme y yo le sonrió antes de darle otro abrazo.
Tomo mi abrigo y mi bolso antes de despedirme de Tate e ir a buscar las llaves de su auto.
Después de estacionar el auto frente a su casa, me quedo un momento sentada en silencio con los ojos cerrados. Cuando finalmente abro los ojos, suelto un suspiro y me bajo del auto.
Él abre la puerta al segundo llamado y sonríe mientras se recuesta sobre el marco.
—¿No vas a dejarme pasar?
—Lo estoy considerando.
Le doy un golpe en el hombro y él se ríe antes de moverse para que yo pueda entrar, y como casi siempre que vengo a casa de Vladimir, soy recibida por Max, que pasa su pelaje por mis piernas. Yo me inclino para tomarlo entre mis brazos antes de darle una mirada al lugar que está vacío, solo con cajas amontonadas en un rincón. No son muchas cajas, así que asumo que la mayoría fueron al depósito donde él dijo que las iba a guardar.
—¿Crees que a Max le guste la nueva casa? —me pregunta Vladimir.
Yo acaricio el pelaje de Max y el hermoso minino me recompensa con un suave ronroneo, Vladimir se acerca a él y le susurra traidor.
—Sí y si no le gusta, yo me lo puedo llevar a mi casa, ¿verdad, Max?
Es extraño caminar por esta casa ahora que no hay muebles, fotos, nada. Se ve incluso más amplia que antes y también muy solitaria. Hay un cierto aire de nostalgia que envuelve la casa esta noche, como si a la casa también le doliera perder a su dueño.
—Eres un gato muy hermoso —le digo a Max.
Veo de reojo a Vladimir sonreír.
—Por algo dicen que las cosas se parecen a su dueño —murmura él.
—Tienes razón... espera, no, no es lo que quise decir, Vladimir así quita esa sonrisa engreída de tu cara, porque no quise decir eso.
Dejo a Max en el suelo y miro a Vladimir, que como era de esperar, sigue teniendo esa sonrisa engreída en su cara.
—No solo acabas de admitir que tengo razón, también me acabas de llamar hermoso. Vaya noche.
—¡Ya te dije que no! Estas torciendo mis palabras.
Lo veo guardar las manos en los bolsillos de su pantalón y empezar a caminar hasta la sala de estar, yo lo sigo y lo escucho murmurar algo sobre que él, en el fondo, sabía que yo pensaba eso.
—Creo que este no es el mejor momento para visitarme, Mina, porque como ves, no hay nada ya en esta casa.
No necesito leer entre líneas para saber lo que quiere decir detrás de esa frase.
—Lo sé, pero no te iba a dejar pasar solo tu última noche aquí.
Doy un giro por la sala vacía antes de caminar hasta una de las paredes y sentarme, palmeo el suelo junto a mí y él sonríe, pero me hace una seña para que espere y desaparece un momento, cuando regresa trae una manta y dos pequeños cojines. Yo me levanto y acomodo el cojín antes de sentarme sobre él y veo como Vladimir hace lo mismo.
—Te mentí, el otro día cuando me preguntaste si estaba saliendo con alguien, te mentí.
No me atrevo a mirarlo a los ojos o mirar en su dirección mientras digo eso, solo recuesto mi cabeza contra la pared mientras levanto mis rodillas y extiendo mis brazos sobre ellas.
—Lo sé, Mina, te conozco, fue por esa razón que decidí preguntarte, porque sé cuándo me estas mintiendo, pero también sabía que si estuvieras lista para hablar sobre ese tema me lo dirías.
Y si, él me conoce, mucho mejor de lo que me gustaría, pero está bien, porque yo también lo conozco.
—No te quería mentir, no me gusta hacerlo.
—Está bien, quiero decir, por supuesto que prefiero que me digas la verdad, pero entiendo que hay cosas que prefieres guardarte para ti y que necesitas tu espacio.
—Gracias por entender.
Me muevo un poco para poder recostar mi cabeza en su hombro.
—Por supuesto y mira, estamos hablando de eso ahora.
Pero a pesar que él dice eso, ninguno de los dos menciona nada más sobre el tema.
Veo a Max dar vueltas por la sala hasta recostarse en forma de bolita frente a la ventana que da a la calle.
—Gracias por venir, Mina.
—Para eso estamos los amigos, Vladimir.
Él me cuenta como fue poner todo en cajas, me cuenta incluso que contó las cajas que utilizó para guardar todo, que le resulta casi absurdo como toda una vida puede entrar en un montón de cajas.
Yo estiro mi pierna cuando me empieza a doler mi rodilla y la masajeo un poco.
—Son las dos de la mañana, deberías dormir Mina. La habitación de invitados ya está vacía, pero puedes dormir en mi cama.
Yo me muevo y lo miro a los ojos.
—¿Quieres que duerma en tu cama? ¿Así sin más? Y yo que creía que eras un caballero.
Él me mira con una ceja enarcada y se cruza de brazos sobre su pecho mientras esa sonrisa que nunca significa nada bueno va apareciendo en su cara.
—¿Y cómo esperabas que sucediera?
Yo me encojo de hombros antes de responder.
—Bueno, no sé, una cena elegante, flores y un buen vino hubiera sido algo aceptable.
Veo como Max se levanta de donde estaba y se acerca a nosotros.
Vladimir baja los brazos y pone los ojos en blanco en mi dirección.
—Te compro café casi todos los días, te llevo a cenar y te mando flores al menos una vez a la semana, ¿y aun así no es suficiente? Eres una mujer muy codiciosa.
—No merezco menos que eso.
—Tienes toda la razón en eso, Mina.
Yo sonrió.
—De todas formas, voy a decir que no, no tengo sueño y, además, te dije que no pienso dejar que pases solo esta noche.
Yo vuelvo a recostar mi cabeza en su hombro y él estira su mano para acariciar el pelaje de Max, cuando noto por primera vez esta noche que él ya no lleva su argolla matrimonial, en su dedo ahora solo hay una sombra de donde solía estar aquel anillo.
Y ahí, justo en ese momento, el zapato se tambalea, pero no se cae, ¿cuándo finalmente caerá?
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