22. Momento de aceptar los cambios

https://youtu.be/FT3J0E7JAic

"Érase una vez cuando tres personas empezaron adaptarse a los cambios."

No voy a volver a beber nunca más por lo que me queda de vida.

Ese es mi primer pensamiento cuando mi cabeza deja de palpitar y puedo empezar a formar pensamientos coherentes. Pero los pensamientos se detienen cuando me siento en mi cama y un fuerte dolor de cabeza me hace reconsiderar la idea de levantarme, tal vez solo deba quedarme en la cama y no volver a moverme de aquí porque siento que mi cabeza late en sincronía con mi corazón y no parece que el dolor se vaya a detener.

Con mucho cuidado de no hacer movimientos bruscos me levanto de la cama y antes dirigirme al baño y con los ojos aun entrecerrados veo que hay un vaso con agua y dos pastillas junto a la cama con una nota que tiene la letra de Sienna y dice: Drink me/eat me.

Fuerzo los músculos de mi cara y sonrió mientras me tomo las pastillas antes de dirigirme al baño. Me ducho, me lavo los dientes y me seco el cabello antes de salir arreglarme porque ayer antes de saber cómo terminaría mi noche y cuanto bebería, le prometí a Vladimir ir a buscar casas con él y conociendo lo puntual que es, sé que estará aquí en cualquier momento y por suerte para mí, cuando bajo a la cocina Sienna tiene lista una taza de café para mí.

—No voy a preguntar cómo te sientes porque tu carita me lo dice todo.

Debe ser, porque me siento terrible, aunque ducharme y el café que estoy bebiendo ayudan mucho a sentirme más como una persona.

Levanto mi cara cuando escucho el sonido de un fuerte quejido y los pies de alguien siendo arrastrados con fuerza sobre el piso. Veo que es Tate que tiene las manos alrededor de su cabeza y sus ojos fuertemente cerrados.

Claro, hoy se queja, pero bien que ayer bebía esos cocteles como si fueran agua y lo peor es que me vi arrastrada a eso.

—Creo que voy a morir —gime Tate mientras se sienta frente a mí.

Pero ayer bebías licor como si fueras inmortal.

Veo como Sienna reprime una sonrisa al ver a Tate y muy amablemente le sirve una taza de café al que Tate agradece casi entre lágrimas.

El timbre de la casa suena y Sienna se levanta abrir la puerta, le digo que debe ser Vladimir, y en efecto, es él, cuando entra a la cocina seguido por Sienna le digo que me espere un momento mientras voy por mi bolso y mi bastón, que, por culpa de la pelea en el club de stripper, me duele un poco la rodilla.

—No me has dicho el dato curioso del día —le dice Vladimir a Tate mientras se levanta de la silla.

Ella gime un poco, pero sonríe antes de abrir los ojos.

—¿Sabías que la isla de Faial en Portugal se llama "La Isla Azul" debido a su abundancia de plantas de hortensias azules?

—No, no lo sabía, Tate, pero gracias a ti ahora lo sé. Toma agua, y ya no bebas de forma imprudente. Nos vemos después.

Vladimir se despide tanto de Sienna como de Tate antes de dirigirnos a su auto.

—Si te duele mucho la rodilla, podemos dejar esto para otro día.

Le hago un gesto para restarle importancia y me subo al auto. En realidad, no es un dolor terrible, no es nada, al menos nada a lo que no esté acostumbrada. Lo único que me molesta de las pocas veces que me duele la rodilla de esta manera, es tener que utilizar mi bastón, aunque incluso de cerca mi cojera no es muy notoria, necesito el bastón para apoyarme y evitar perder el equilibrio y caerme.

—¿Sabes lo que pienso? —me pregunta él mientras nos dirigimos a la primera casa en su lista. Yo le respondo que no y él continua—. Creo que te gusta pasar tiempo conmigo.

No tengo necesidad de mirarlo para saber que hay una sonrisa llena de egocentrismo en su cara justo ahora.

—Y yo creo que estas siendo ridículo.

—No Mina, es la verdad, está bien, no pasa nada con admitirlo.

—Déjame pensarlo un momento... no, no es posible.

Él finge estar ofendido por mis palabras y lleva una mano de forma dramática a su pecho y mueve su cabeza de un lado a otro.

—Y yo que creí que disfrutabas pasar tus días bebiendo café conmigo.

Me encojo de hombros a pesar que él no me puede ver y estiro mis manos para tomar las gafas oscuras de aviador que tiene sobre su cabeza y colocarla sobre mis ojos para protegerme de la luz.

Cuando llegamos a la primera casa, no tengo que ni entrar para saber que no es la indicada y por la mirada que me da Vladimir sé que él siente lo mismo. A pesar de eso, recorremos la casa y escuchamos lo que la agente inmobiliaria dice. Creí que tendríamos más suerte en la segunda casa, pero esa dio una vibra similar a la segunda y la tercera casa no fue de mi agrado, pero a Vladimir si parecido gustarle.

—¿Qué importa si no me gusta? Si a ti te gusta, entonces cómprala.

Le comento mientras me siento en una silla que hay el pequeño patio y masajeo mi rodilla.

Dejo descansar mi bastón junto a la silla y veo como Vladimir recorre el patio con la mirada, antes de mirarme, no esa típica mirada casual, no, es de esas miradas que solemos compartir y que dicen aquello que no queremos decir.

—Me importa, eres mi mejor amiga, no voy a comprar una casa que no te gusta.

—¿De verdad?

—Sí.

Una de las primeras cosas que él me dijo cuando nos conocimos es que no iba a venir un día a declararme su amor y en ese momento, cuando él dijo eso, yo me sentí feliz de escucharlo decirlo, porque al igual que él, yo también necesitaba un amigo en ese momento y pienso en lo sencillo que fuera todo si mis sentimientos fueron justo como en ese momento. Porque a pesar que él dejó muy claras sus intenciones desde el inicio y yo creí que tenía muy claras las mías, las cosas cambiaron y este tipo de comentarios de su parte no ayudan a la causa.

—Bien, entonces no esta casa, debemos ver si tenemos mejor suerte con la siguiente.

Él estira su mano y me ayuda a levantarme para caminar hasta el auto e ir a la siguiente casa.

La siguiente casa es de estilo victoriano, de dos pisos y de piedra rojiza con ribetes de un café oscuro y yo quedo impactada desde la acera mientras la observo. Mirando la entrada y el pergamino de moldura que se alinea en el porche y el camino bordeado de piedras que lleva hasta las pequeñas escaleras que dan al porche donde se encuentra unas sillas de madera en una de las esquinas.

—Vladimir, esta es. Te juro que esta es la casa —le digo mientras nos dirigimos a la entrada.

Puedo ver también la emoción brillando en los ojos de Vladimir mientras observa la casa.

La casa por dentro es muy amplia y luminosa, pero al mismo tiempo cálida y reconfortante. Yo tomo a Vladimir del brazo y caminamos hasta la sala, vemos la chimenea donde la agente de bienes raíces señala el fino acabado de la misma, así como el piso de madera oscura y el arco que lleva hasta el comedor. Después de recorrer la sala y el comedor, nos dirigimos a la cocina que es igual de impresionante y con detalles similares al resto de la casa. En la cocina también hay dos puertas corredizas que dan hacia el jardín trasero, que es muy amplio, casi el doble que el de las otras casas que hemos visto. Hay un gran árbol en el centro y un columpio de madera que ha sido pintado de blanco.

La casa tiene tres dormitorios, una oficina, biblioteca y sala de juegos que cuenta con dardos, mesa de billar y otros juegos de mesa. Así mismo, cada dormitorio tiene su propio baño y la habitación principal posee una bañera con hidromasaje.

—Vladimir, esta es, ¿viste el jardín? Es hermoso y tiene un columpio. ¡Un columpio de madera! Me puedo mecer ahí cuando te venga a visitar, yo siempre quise uno.

Y por un momento pienso en todo lo que significa esto, en el cambio que será para él y en el significado de dicho cambio, porque al ver esta casa y pensar en el jardín, pienso también que llegará un momento, no ahora o dentro de unos meses, pero ese momento llegará, donde esta casa será ocupada por la esposa y los hijos de Vladimir o al menos será así si él realmente decide seguir adelante, lo cual veo muy probable.

¿Cambiará eso algo entre nosotros? Es obvio que así será, no puedo pensar de otra manera. Nuestra amistad tendrá que redefinir sus parámetros, ajustar algunas cosas y cambiar otras. No tenemos otra opción que aprender a sobrellevar esos cambios.

Mi teléfono suena en ese momento y sonrió al ver que es un mensaje de Jeremy diciendo que ya regresó de su viaje y se encuentra en su casa.

—Vladimir, me tengo que ir, pero en serio, esta es la casa y si estás seguro de querer seguir adelante, debes comprarla.

Él le da una rápida mirada alrededor del lugar.

—Bueno, Mina, creo que es momento de dejar ir la vida que había planeado y aceptar la vida que me espera.

Aquello, como muchas otras cosas que él dice, parece tener un trasfondo, pero yo lo dejo pasar.

—Porque nada es inevitable, todo sucede por una razón —me termina de decir él.

No le digo a Vladimir a donde voy, porque a pesar que hablé sobre un nosotros con Jeremy, las cosas entre los dos recién están empezando y toda es muy nuevo y frágil en este punto. Ambos necesitamos más tiempo para revolver las cosas antes de decirles a los demás.

Cuando llego a casa de Jeremy, él, como siempre que voy a visitarlo, me está esperando afuera para abrir la puerta del taxi.

—¿Por qué no me dijiste que venias? —le pregunto mientras lo abrazo—. Hubiera ido a recogerte al aeropuerto.

Él toma mi mano con una sonrisa mientras nos dirigimos hasta su casa.

—No es necesario, hago este viaje casi todo el tiempo.

Él me ayuda a quitarme mi abrigo cuando entramos en la casa y yo le pregunto cómo le fue en su viaje, él me responde, aunque no me da muchos detalles y yo tampoco presiono por más información.

Me pregunta porque estoy utilizando mi bastón, porque yo ya le explicado que a veces debo utilizarlo y yo le cuento lo que sucedió ayer en nuestra noche de chicas.

—¿Sabes, Romina? Tengo muchas ganas de besarte, he querido hacerlo desde que me fui.

Jeremy tiene grandes ojos azules que siempre parecen estar buscándome y él siempre sonríe cuando logra encontrarme, su sonrisa hacia mí es casi instintiva, como si creyera que es el hombre más afortunado porque sus ojos se han encontrado con los míos.

—¿Y qué te detiene? —le pregunto mientras pongo mis manos alrededor de su cuello.

Sus manos van hacia mi cintura.

Jeremy también tiene mucho carisma, y no solo eso, cuenta con un gran ingenio agudo y un extraño sentido del humor. Esas son cosas que me gustan de él.

—Muchas cosas...—murmura contra mis labios—, pero no me importa.

Sus labios se encuentran con los míos de forma lenta al inicio.

—Me gustas —le digo cuando nos separamos.

Él se inclina hacia adelante y me besa de nuevo, deslizando sus manos para sujetar con delicadeza mi cabeza contra sus labios.

—¿Te gusto?

Las experiencias pasadas de ambos, no solo en el sentido romántico, nos han enseñado a ser cautelosos, a no apresurar las cosas, a pensar con la cabeza fría y no dejarnos llevar por las emociones del momento. Lo cual es bueno, muy bueno.

—Sí, me gustas, Jeremy.

—Eso es bueno, porque tú también me gustas Romina. Mucho.

No lo amo, eso lo sé, pero él me gusta y mucho. Y si soy honesta conmigo misma, le quiero y me gusta la forma en que ambos nos entendemos, las cosas que tenemos en común, como el hecho que ambos somos hijos únicos y tenemos problemas paternos, porque al poder compartir eso, él logra entenderme de una forma que otros no. También están los antecedentes similares: la niñez solitaria, padres ausentes, la fuerza y tenacidad de sobrevivir aun sin nadie a nuestro lado.

—Bien, tenemos las golosinas listas, entonces ¿Qué película estamos viendo hoy? —me pregunto en voz alta mientras reviso la lista de las treinta películas que debemos ver sí o sí, que hicimos con Jeremy la semana pasada. A veces vemos hasta tres películas por día —. No puedo creer que ya vamos por el numero catorce Sueño de Libertad.

Acomodamos los cojines en el suelo, veo como él extiende la manta oscura y coloca las bolsas con golosina frente a nosotros. Yo tomo el control y dejo lista la película en la televisión.

—Realmente dice mucho sobre nosotros y nuestra vida social que ya vayamos por el numero catorce en nuestra lista de películas —me dice Jeremy.

Yo me acomodo sobre los cojines y le paso el control de la televisión.

—Dice lo que es, que no tenemos vidas personales.

—Sí, diría que es triste, pero no me importa.

Sonrió ante su respuesta porque no esperaba que dijera otra cosa.

—A mí tampoco me importa, Jeremy.

Antes de darle play a la película lo veo buscar algo en una bolsa marrón, y sonríe en mi dirección cuando encuentra lo que estaba buscando.

—Conseguí los malvaviscos que querías —me dice él.

Yo me arrodillo sobre los cojines ignorando el dolor de mi rodilla y lo miro con una sonrisa y las manos extendidas hacia la bolsa de malvaviscos blancos.

Veo como él sonríe ante mi reacción mientras se sienta a mi lado.

—Juguemos al conejito gordito —le digo sin poder disimular mi emoción.

Él me mira confundido y algo perplejo por lo que acabo de decir.

—No tengo idea en que consiste ese juego.

—Espera ¿Nunca jugaste conejito gordito? ¿Qué clase de infancia tuviste? Bueno, aunque yo solo jugué esto cuando viví con mi tía Marina. Pero, de todas formas, Jeremy ¿Cómo no puedes saber que es conejito gordito?

—Al parecer tuve una infancia muy triste y lamentable —me dice él y veo que intenta mantenerse serio.

Yo abro la bolsa de malvaviscos y le lanzo uno, pero él consigue atraparlo.

—Mira, es un juego sencillo solo debes poner malvaviscos en tu boca y decir conejito gordito, debes seguir poniendo malvaviscos en tu boca hasta que ya no puedas decir conejito gordito. Obviamente gana quien pueda poner más malvaviscos en su boca. Viste, muy sencillo, ahora juguemos.

—Como médico, debo señalar que hay una gran probabilidad que cualquiera de los dos o tal vez los dos, tengamos algún problema de asfixia, entre otras cosas.

Yo le vuelvo a lanzar un malvavisco y le digo que es aguafiestas.

—No nos vamos asfixiar, lo jugamos con Sienna y mis primas todo el tiempo cuando hay algo en la casa que no queremos hacer, es así como decidimos temas importantes y mírame, estoy muy bien.

Él mira la bolsa de malvaviscos en mis manos y luego a mí antes de asentir.

—Solo por curiosidad, ¿por qué te emociona tanto jugar esto?

Me encojo un poco de hombros antes de responder.

—No tuve una infancia como la de los demás, y esto, este tonto juego es lo más cercano que tengo a una infancia feliz. Recuerdo que me reía mucho mientras jugaba esto con mis primas, Tate y yo siempre le ganábamos a Josie, porque ella era aún más pequeña en esa época.

A parte de este juego y otros dos, no hay nada más que yo haya jugado en mi niñez.

Por la forma en que él me mira, sé que logra entenderme, eso es lo bueno de estar con alguien que ha pasado por lo mismo.

—Podemos hacer todo eso ahora —me dice él.

—¿Qué? No, somos adultos.

—Eso no importa, si quieres, podemos jugar a las encondidas, congelados o a lo que tú quieras. Podemos hacer lo que quieras, estoy aquí para lo que quieras.

Cuando él habló sobre el significado de las luces, yo lo entendí, porque me sucede algo similar con la música y el baile, porque cuando la música se detiene y yo dejo de bailar es cuando el dolor regresa o solía hacerlo, ya no lo hace y lo siento como una victoria, una muy silenciosa. Y ahora, mientras lo escucho decirme eso, quiero darle a él ese tipo de victoria sobre las luces apagadas, quiero darle la tranquilidad que yo siento ahora cuando la música se termina y yo dejo de bailar.

—Podemos empezar jugando conejito gordito —le digo.

Él asiente y lo veo tomar una actitud algo competitiva, no me sorprende, Isabella ya ha comentado antes que ha Jeremy no le gusta perder.

—En sus marcas, listos, fuera ¡A comer! —digo para dar inicio al juego.

Por supuesto que tengo algo de ventaja en esto al ya haber jugado antes, de todas formas, Jeremy es un jugador muy bueno, pero yo consigo ganarle con un malvavisco de diferencia y salto de emoción con los brazos alzados sobre mi cabeza cuando gano. Ante mi gesto de victoria, Jeremy se ríe en voz alta y yo me uno a su risa mientras me inclino para apretar sus mejillas y decirle que le gané.

—Pido la revancha.

Me dice él y después de un momento se vuelve a reír, y descubro que me gusta mucho el sonido de su risa: profunda y cálida.

Otra cosa más a mi lista.

Y mientras estamos así, riéndonos después de aquel juego, me pregunto ¿Cuándo caerá el otro zapato? Porque sé que inevitablemente va a caer.


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