21. Una tranquila noche entre amigas
https://youtu.be/kVETwDgYjm4
"Érase una vez cuando una Cenicienta sin corona estiro el brazo, doblo el codo y se lo bebió todo".
Fue Isabella quien sugirió salir, pero después de su sugerencia dijo que debíamos hacerlo y llamó tanto a Sienna como a mis primas para invitarlas a una noche de chicas. Ninguna de nosotras pudo decirle que no, porque esta sería la primera vez que ella decide salir después de la muerte de Sean. Mis primas y yo pensamos en que cosas podríamos hacer esta noche de chicas y todas estuvimos de acuerdo en dejar que Isabella decida y acoplarnos a lo que ella quiera hacer.
Isabella nos dijo que sería una noche tranquila compartiendo una bebida.
Es por eso que ahora me encuentro revisando mi armario para saber que me puedo poner, porque yo no salgo mucho y ni siquiera recuerdo la última vez que salí por un trago con amigas.
—Estoy pensando que Isabella es tu Black favorito —me dice Vladimir, él esta recostado en el sofá azul que hay en un rincón de mi habitación hojeando una revista médica—. Me cambiaste por ella.
Saco un vestido malva y se lo enseño a Vladimir, él lo observa por un momento antes de negar con la cabeza y yo vuelvo a revisar mi armario, porque debo tener algo aquí que pueda utilizar esta noche.
—Sí, lo sé, te dije ayer para hacer algo hoy, pero no podía decirle que no a Isabella y no seas dramático, siempre serás mi Black favorito. Hagamos algo mañana y antes que digas algo, mañana sí, incluso si truena o relampaguea.
Sonrió cuando veo un hermoso vestido negro que compré hace como dos años y nunca utilicé. Saco el vestido y lo dejo sobre la cama para ir a buscar unos tacones que queden acordes con él. Me decido por unos negros con tiras.
—¿Qué quieres hacer mañana? —le pregunto a Vladimir.
Veo como él marca la página que está leyendo antes de cerrar la revista y colocarla sobre sus piernas.
Vladimir luce tan natural aquí en mi habitación, tal vez se deba a que no es la primera vez que está aquí y en este punto de nuestra amistad, no veo lo raro en eso.
—Tenía pensando ir a visitar casas, tengo una lista con algunas que me gustaron mucho.
—¿Casas? Pero tú ya tienes una casa.
Y una muy bonita —me atrevo agregar en mi mente.
Él se pasa una mano casi de forma descuidada por su cabello y lo despeina un poco, cuando se da cuenta de su gesto, vuelve a pasar la mano para acomodar el cabello que se ha salido de su lugar.
—Esa es la casa que compartí con Stella, tiene muchos recuerdos e historia y es momento de seguir adelante, no puedo hacerlo si sigo dando vueltas en los mismos lugares. Debo seguir adelante, Mina, lo necesito.
Él suena un poco desesperado cuando pronuncia la última frase, creo ver un rastro de esa misma desesperación en su mirada, pero después que él parpadea todo rastro de lo que yo creí ver desaparece.
—También hablé con Isabella y Jeremy, les dije que es momento de ocupar las dos oficinas vacías que tenemos, porque ni Stella o Sean van a regresar. Nuestro primo, Daniel Stone, va a entrar a trabajar a la clínica como Neurólogo y aún estamos buscando un pediatra o alguien que ocupe la oficina de Stella.
Me detengo en medio de mi habitación y estudio la postura de Vladimir, veo lo mucho que está intentando seguir adelante a pesar que le he dicho que no es una carrera y que él debe avanzar a su paso.
Me siento en el filo de mi cama y pienso en lo difícil que debe ser perder a la persona con la que esperabas pasar toda tu vida y dar vueltas por todos los lugares que te recuerdan a ella, pienso en la tortura que es mirar cada esquina de su habitación, cada rincón de esa casa e intentar no pensar en la persona que vivía ahí con él, aquella persona que jamás regresará y pienso que él hace bien en mudarse, en buscar una forma de dejar eso atrás y conseguir, de alguna manera, una pizarra limpia.
—Tienes mi apoyo, Vladimir y creo que será bueno para ti mudarte. Incluso creo que deberías comprar nuevos muebles, pero no nos apresuremos.
—En realidad, ya revisé un catálogo de muebles con Isabella, quiero que todo sea nuevo. Un nuevo comienzo.
Me acerco a él y golpeo su espalda antes de sonreírle.
—Mírate, todo decidido, me siento orgullosa de ti y será mejor que vayamos a buscar casa mañana antes que decidas cambiar de idea.
—No voy a cambiar de opinión, estoy siguiendo tu consejo, aunque no estoy esperando los tres meses. Decidí esto mientras estaba en Montana.
¿En Montana? Eso fue hace mes y medio, no voy a negar que estoy algo sorprendida al saber que él sigue con la idea, pero, sobre todo, me encuentro sorprendida de saber que decidió eso mientras estaba ahí por el cumpleaños de Stella. ¿A qué se debió ese cambio? Porque recuerdo perfectamente nuestra conversación de la noche anterior a que él se vaya.
—¿Aun la amas?
—Sí, la he amado por tanto tiempo que no sé cómo dejar de hacerlo y a veces pienso que no quiero.
—¿No quieres dejar de amarla?
—Ella merece ser amada y si yo no lo hago, ¿quién lo hará, Mina?
—Pero ella ya no está.
—Créeme, lo sé, sin embargo, eso no lo vuelve todo más sencillo, al contrario, todo es aún más complicado.
¿Qué cambio entre esa conversación y su decisión de dejar todo lo relacionado con ella atrás?
Pero me cuestionaré eso otra noche, porque hoy es noche de chicas.
Mason, habló con un respetable y de confianza conductor de Uber para que sea nuestro conductor designado de la noche, Isabella ha mantenido el misterio de a donde vamos a ir, Tate dijo que a lo mejor solo quiere sentarse y ahogar sus penas en un bar, y puede que tenga razón.
—Gracias chicas, por salir esta noche conmigo —nos dice Isabella mientras nos subimos en el Uber.
—No tienes nada que agradecer, esto nos hará bien a todas, no recuerdo la última vez que tuvimos una noche tranquila entre amigas —le dice Tate.
Isabella le da una mirada que no logro identificar y sonríe.
—Sí, será una noche muy tranquila —nos asegura ella.
Entonces pueden imaginar la cara de sorpresa de todas cuando el Uber se detiene en un club de strippers e Isabella brinca emocionada fuera del auto como una niña que llega a una dulcería. Tate la sigue de cerca y dice que esto es diversión, las demás nos miramos con horror y algo de miedo antes de bajarnos del vehículo.
—Pensé que dijiste que íbamos a tener una noche tranquila —le comento a Isabella.
Hay una fila muy larga en la entrada, pero Isabella nos indica que caminemos hasta la puerta de acceso, donde está un hombre alto y robusto que parece reconocerla.
—Sí, una noche tranquila bebiendo unos tragos mientras vemos a hombres desnudarse, ya sabes, lo normal —me responde ella con una sonrisa llena de malicia.
Gracias a las conexiones de Isabella, logramos entrar en el club sin hacer fila e incluso conseguimos un reservado vip en un lujoso stand con todos los servicios incluidos y que queda muy cerca del escenario.
A penas nos sentamos cuando Isabella se levanta para realizar un pedido de tragos a un hombre que camina con una bandeja plateada, su musculoso torso desnudo y una corbata de moño alrededor de su cuello. A partir de ese momento las bebidas fluyen con mucha libertad.
—Saben, creo que deberíamos parar un poco con las bebidas —dice Josie con un ligero tono de pánico al ver como las bebidas no dejan de llegar a nuestra mesa—. Siento que tenemos la intención de acabar con el suministro de alcohol del club.
—Creo que quieres decir que Tate e Isabella, tienen esa intención —le corrijo mientras señalo a las susodichas—. Y no parece que vayan a detenerse.
Isabella y Tate estuvieron de acuerdo en probar todas las bebidas del menú, lo peor de todo es que eso lo decidieron estando sobrias así que no me puedo imaginar que locura pensaran estando ebrias, por suerte para todas, Sienna no bebe o estaríamos en muchos problemas.
—No, la vida es una sola y hay que disfrutarla —dice Tate con mucha emoción y por su actitud veo que ella también ha extrañado salir—. Y bien chicas, la que se emborracha se duerme, la que duerme no peca, la que no peca va al Cielo y puesto que al Cielo vamos ¡Bebamos!
Veo como Josie se lleva una mano alrededor de su cuello por el ardor que siente al beber su tequila.
Pobre Josie, ella tuvo que beber por insistencia de Tate, quien le dijo que ambas deben aprovechar ahora que son jóvenes y que solo salen cada mil años. Ella no exageró mucho sobre ese último comentario.
—Odio el tequila y en este momento, también odio un poco a mi hermana mayor.
—Creo que tu hermana esta ligeramente fascinada por el vaso de alcohol en su mano como para notarlo.
Escucho a Isabella pedir una ronda de mojitos para todas, seguida de una ronda de bloody Mary, otra de Margaritas y finalmente una ronda de Mai Tai. Al escuchar todo lo que vamos a beber pienso que probablemente vayamos a terminar en un hospital por como etílico, me pregunto qué explicación podríamos dar si eso llega a suceder.
Disculpen, es que no salimos seguido y ahora decidimos ahogarnos en alcohol para reponer todo lo que no hemos bebido en años —pienso en mi mente con sarcasmo mientras me imagino siendo ingresada en el hospital por beber de más.
—Estoy tan contenta que hayamos salido esta noche —nos dice Isabella con cariño—. No tienen idea lo mucho que necesitaba esto, así que gracias, las amo mucho. Mucho, mucho y mucho.
Tate se levanta y rodea Isabella con su brazo.
—No, no, nada de lágrimas esta noche —le dice Tate y choca su vaso con el de ella—. Arriba, abajo, y todas las penas al carajo. ¡BEBAMOS!
Veo como Isabella asiente vigorosamente mientras deja el vaso vacío de lo que sea que estaba bebiendo y lo reemplaza por otro vaso lleno del mismo coctel color azul.
— Alzo el brazo, inclino el codo, aprieto el culo y me lo bebo todo. ¡Salud! —brinda Isabella.
Ella se tambalea un poco cuando va a tomar otro trago y es Sienna quien la ayuda a estabilizarse.
—Vaya, creo que estoy un poco borracha —dice ella.
—Definitivamente estás borracha —decimos Josie y yo.
—Da igual, una vez al año, no hace daño.
Un hombre muy apuesto se para en el escenario con un micrófono y un montón de luces de colores sobre él, para anunciar que en pocos minutos dará inicio el show.
Otros hombres se encargan de poner unas sillas doradas sobre el escenario y escucho a unas mujeres murmurar que ahí van a estar las mujeres afortunadas que serán llamadas por los bailarines.
Veo como Isabella y Tate empiezan alistar su dinero para los bailarines, y mi prima comenta con cierta frustración que, si hubiera sabido que veníamos aquí, estaría mejor preparada.
—¿Decidiste romper tu alcancía? —le comenta Josie a Tate.
—No exageres, solo estoy preparada para todo.
Isabella no se queda atrás y empieza a contar algunos billetes de pequeñas sumas, pero hay algunos de veinte y creo que también uno de cincuenta.
—¿Sabe tu esposo que te vas a gastar tu dinero en esto? —le pregunto.
Ella se ríe antes de negar con la cabeza.
Cuando Vladimir me preguntó a donde pensábamos ir, yo le dije que su hermana dijo que iríamos por unas bebidas algún lado, pero que no dijo dónde. Cuando él escucho eso, me dijo que podía llamarlo por cualquier cosa y ahora entiendo por qué me dijo aquello.
Jeremy tuvo una reacción similar a Vladimir y me dijo que le apena estar en New york y no poderme ayudar a regresar a casa después de salir con Isabella. Él se tuvo que ir allá a solucionar un asunto de su padre, sonaba muy estresado cuando me llamó para avisarme.
—No, es mi dinero y puedo hacer con él lo que quiera, pero a mi amado esposo le dije que iríamos por bebidas y buena compañía. Lo que él no sabe, no lo lastima —ella toma un coctel color azul claro y sonríe con satisfacción cuando le da el primer sorbo—. Licor bendito, dulce tormento, ¿qué haces afuera? Vente para adentro ¡Salud!
Tal vez ella debió decir que las bebidas las tomaría en un club de stripper y que los bailarines serían la buena compañía. Aunque dudo que Mason le dijera algo, él la ama lo suficiente como para amar incluso estas locuras de ella.
—¿Crees que tendré suerte con alguno de los bailarines? Porque yo espero que sí —nos dice Tate mientras trae la nueva ronda de bebidas—. Cuando no nos conocíamos, bebíamos. Ahora que nos conocemos, bebemos. Bebamos hasta que no nos conozcamos. Salud, chicas.
Josie me pasa un trago y ambas hacemos una mueca mientras bebemos.
—Aún nos queda el after party, chicas, no pasa nada si no tenemos suerte con los bailarines.
¿Acaso escuché bien a Isabella?
—¿After party? Pensé que esta era la fiesta —le pregunto a Isabella—. Y te recuerdo que estás casada.
—Lo sé y amo a mi esposo, jamás haría nada para lastimarlo, pero ustedes están solteritas y deben disfrutar su soltería. ¿Cuándo fue la última vez que tuvieron sexo?
No puedo evitar reírme ante la cara de Josie al escuchar la pregunta de Isabella. La pobre cara de Josie esta roja y sus ojos algo llorosos por haberse atragantado con la bebida.
—No pienso responder eso —le dice mi prima—. Al menos ahora, porque no he bebido lo suficiente como para responder ese tipo de preguntas.
—Está bien, Josie, puedo esperar.
Tate nos lleva a todas hasta la pista de baile y nos reímos al verla bailar y cantar a todo pulmón una música que yo jamás escuchado antes, pero Tate la conoce de memoria.
Bailamos hasta que el hombre que salió hace un momento vuelve a salir al escenario y la música se detiene, las luces cambian y todas las mujeres que hay en el lugar empiezan a gritar y saltar de emoción.
—Creo que ya no estoy en edad para esto —murmura Sienna en mi oído.
Yo le digo que siento que jamás he tenido edad para esto, aunque debo reconocer que el trago ayuda mucho.
Tate nos dice que terminemos la ronda de Mai Tai antes del espectáculo.
—Me vas a levantar cuando me caiga, ¿verdad, Sienna?
—Por supuesto, Romi, para eso estamos las amigas.
Yo le doy una sonrisa a todas antes de beber mi Mai Tai justo en el momento que cuatro hombres musculosos y vestidos con traje salen al escenario, los gritos se intensifican cuando ellos empiezan con su show. Las mujeres aquí parece que nunca han visto a un hombre atractivo antes.
—Mira esos culos, podría hundir mis dientes en ellos —grita Tate—. Vamos, cariño, quiételo todo. Quiero verte como Dios te trajo al mundo. Vamos, quítate todo y guardarme un baile privado.
Tate aplaude y grita como si su vida dependiera de ello, estoy tentada a preguntarle si acaso es secretamente presidenta del club de fans de los strippers. No me sorprendería si ese fuera el caso.
Uno de los bailarines mira en dirección a Tate y le lanza un beso al que ella finge tomar y dejarlo sobre su pecho antes de guiñarle un ojo al bailarín.
—Miren esos torsos firmes, ¿no les dan ganas de lamerlos? ¡Dios! Soy yo o está empezando hacer calor aquí —murmura Josie y todas la miramos con sorpresa y una sonrisa por su atrevido comentario. Por algo dicen que el alcohol trasforma a las personas—. Creo que voy a darle unos cuantos billetes a ese.
Ella corre hasta uno de los bailarines y vemos como pone dos billetes en su tanga mientras sus mejillas se tornan rosadas.
—Nunca me he sentido más orgullosa de mi hermana —dice mi prima mientras se sirve una copa de champan. ¿Cuándo pidieron champan? —. Creo que voy a brindar por él, y por él, o mejor por todos ellos y por sus madres también, que los hicieron tan bellos, como para casarnos con ellos.
Tate me hace levantar para disfrutar del show y veo a Isabella, que parece estar peleando la vicepresidencia del club de fans, con unas mujeres que están sentadas cerca de nosotras.
—¡Sí! My sex is son fire.
No puedo distinguir si es Tate o Isabella quien grita eso.
Todo iba de maravilla, estábamos disfrutando del espectáculo hasta que casi al finalizar el show, uno de los bailarines tomó el micrófono y dijo que elegirían a personas del publico mientras otros bailarines se mezclaban con las personas que asistieron al show.
—Ella, ella, sáquenla a ella ¡Es bailarina! —grita Tate a todo pulmón mientras me señala—. Es muy flexible.
Yo empiezo a mover mi cabeza y mis manos presa del pánico cuando un par de luces apuntan en nuestra dirección.
El grupo de mujeres con las que estaba peleando silenciosamente Isabella por la vicepresidencia del club de fans de los bailarines y que están algo ebrias, empiezan a discutir con Tate e Isabella porque ellas quieren que alguien de su grupo suba al escenario. Los insultos ligeros fueron subiendo de tono y todo empeoró cuando una de esas mujeres lanzó su trago sobre Tate.
A partir de ese suceso, todo está un poco borroso en mis recuerdos, no sé si por el golpe que recibí de parte de una de esas mujeres o por todo el alcohol que bebi esta noche.
—¿Saben que deberíamos hacer? —nos pregunta Tate—. Deberíamos tener nuestro propio club de Stripper y lo llamaremos Dulce Edén. ¿No les parece una gran idea? El show principal sería el nacimiento de Adam y yo estaría en primera fila lista para ver a la serpiente incitarme a pecar.
—Primero concéntrate en salir de prisión, hermana.
Recuesto mi cabeza contra la pared y cierro los ojos pensando en que como terminé en prisión.
¡El peor after party de la historia!
Solo recuerdo que después que aquella mujer lanzó su bebida sobre Tate, ella se lanzó contra la mujer derribándola a ella y una mesa con muchas bebidas en el proceso, Isabella y otra mujer se enfrentaron y derribaron a Josie en mitad de su pelea, cuando yo intenté ayudar a Josie una mujer me dio un codazo y también me derribó al suelo, provocando que me golpeara mi pobre rodilla. En medio de toda esa pelea alguien llamó a la policía y así es como terminamos aquí, detenidas.
Escuchamos unas voces y pasos acercarse. Todas nos enderezamos y Tate se levanta hacia los barrotes para ver quién es, un momento después vemos a Mason y Vladimir entrar y detenerse frente a la celda donde estamos nosotras.
—Esposo mío, hermanito. Me alegra tanto verlos.
Pero ellos no parecen sentir lo mismo.
Mason y Vladimir se paran frente a la celda donde nosotras estamos y adoptan poses similares, como si hubieran practicado con antelación su entrada.
—Damas, esposa —saluda Mason—. Que sorpresa verlas aquí.
Vladimir nos mira a todas y niega con la cabeza antes de cruzarse de brazos.
Parece que tanto Vladimir como Mason están interpretando el papel de policía bueno/ malo.
—Saben, yo estaba en casa con mi cuñado y mi hija cuando recibí una llamada para informarme que mi esposa y su pandilla han sido arrestadas en un club de stripper y yo dije no, mi esposa fue a tener una noche tranquila, no puede ser ella. Pero sí, es mi esposa y su pandilla.
Como buen detective que es, Mason, no refleja ninguna emoción en su voz o su mirada, así que no puedo saber si está molesto por tener que venir a sacarnos o ya esperaba que algo así suceda.
—Cariño, llevamos juntos muchos años, debiste saber que algo así pasaría —le dice Isabella a su esposo y ella no suena apenada—. ¿Nos van a dejar salir?
Mason abre la celda y dice que somos libres de irnos porque entre él y Vladimir pagaron nuestra fianza.
—Vamos, Mina, vamos a casa a ponerle algo de hielo a tu frente —me dice Vladimir mientras salgo de la celda.
Yo pongo los ojos en blanco y es ahí cuando noto que no llevo una de mis tacones negros
—Mi Cenicienta luchadora —me dice él mientras pone su brazo alrededor de mis hombros.
Yo me quito el otro tacón y camino junto a Vladimir seguida por Sienna y mis primas. No puedo evitar sonreír, porque a pesar de como terminó la noche, fue una buena noche, una de las más divertidas que he tenido en mucho tiempo.
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