2. Prioridades en la vida.
https://youtu.be/g_A4MnfKaAU
Los inviernos en Filadelfia son muy fríos, y casi siempre el cielo está parcialmente nublado. Por lo que es inevitable no salir con una sobrilla, pero cuando yo salgo con mi paraguas no llueve y justo como hoy que salgo sin mi paraguas llueve. Porque así de hermosa es mi suerte. Pero el lado bueno de esta situación es que al menos ya estoy cerca de mi casa cuando la leve llovizna se trasforma en una fuerte lluvia.
Cuando llego a la casa, el aroma dulzón que hay en el aire me dice que Josie debe estar haciendo alguno de sus postres.
—Buenos tardes, Romi —me saluda Josephine, mi prima—. Mira, justo acabo de terminar de hornear esta tarta para ti. Algo dulce para que alegres tu día.
Ella sostiene en sus manos un trozo de tarta de mora, mi favorita. Se que debió pasar toda la mañana haciéndola solo para mí, porque ella es así. Siempre quiere alegrar y hacer sentir mejor a los demás, tratar de ayudarlos en cuento ella puede, es muy similar a mi tía Marina en eso. Como dicen: de tal palo, tal astilla.
—No tenías que molestarte, Josie.
Pero sé que para ella no es ninguna molestia porque aparte de amar ayudar a los demás, Josie ama hacer postres. Es por eso que ella estudio gastronomía en el instituto culinario, y hace solo seis meses y con mucho esfuerzo, así como muchas deudas, logró abrir su propia pastelería, Quinn Pie.
—Sabes que no es ninguna molestia —me dice ella—. Además, te viene bien algo dulce después de lo amargo que debió ser la noche de ayer.
Ella lo dice por la fiesta de compromiso de mi hermanastra Grace, con mi ex novio Roger. Y no se equivoca, fue una noche amarga y acida, igual que Grace, su hermana y madre.
Josie, como le decimos todos, recoge su cabello castaño claro en una coleta algo desordenada antes de darme un abrazo y seguir amasando la maza que esta sobre la encimera. Ella me comenta que está preparando una tarta de arándano.
—Iré a mi habitación —le digo mientras tomo mi plato con el pedazo de tarta de mora y camino hasta las escaleras.
La casa está en silencio, por lo que asumo que ni Tate o Sienna están aquí, aunque la única que hace sentir su presencia es Tate.
En mi habitación dejo la tarta sobre mi escritorio y me quito mi ropa para tomar una ducha caliente. Cuando salgo de bañarme, me acuesto en mi cama, aun envuelta con mi albornoz blanco y me deleito con la tarta que preparó Josie para mí.
Cuando termino de comer el pedazo de tarta, me cambio de ropa antes de tomar el plato y bajar hasta la cocina para dejar el plato en el lavavajillas.
—Veo que últimamente te esmeras mucho en mejorar tu receta de la tarta de arándanos y es interesante porque antes no vendías de esta tarta en tu pastelería porque dijiste que nadie la pedía y siempre se desperdiciaba. ¿Puedo saber a qué se debe el cambio? —le pregunto a Josie.
Las mejillas blancas de Josie se tiñen de rosado y sus ojos azules me miran igual que un cervatillo que se encuentra atrapado por los faros de un auto.
—Ninguna razón el particular —me responde ella.
Ella es una pésima mentirosa, pero yo se lo dejo pasar porque Josie es muy tímida y estoy segura que cuando se sienta cómoda nos contará la razón de querer preparar la tarta de arándanos perfecta.
—Está bien, Josie.
Cuando estoy cerrando el lavavajillas la puerta principal se cierra con un fuerte golpe y vemos a Tate, la hermana mayor de Josie, caminar con su cabello goteando y su abrigo mojado. Josie y yo nos miramos con una sonrisa idéntica en nuestras caras antes de volver a mirar a Tate.
—Pero, ¿qué te pasó, Tate? —le pregunta Josie a su hermana.
Tate mueve su cabeza lentamente hacia su hermana, fijando sus rasgados ojos marrones en Josie, sus siempre tan expresivos ojos nos indican lo molesta que ella está y antes de responder la pregunta de Josie, Tate levanta sus manos hacia el techo y grita llena frustración.
—¿Por qué nadie me dijo que hoy es domingo? —nos pregunta Tate—. Me caí de la cama cuando sonó mi despertador porque creí que otra vez iba a llegar tarde al trabajo, salí sin desayunar o beber café y tuve que irme en bus porque mi estúpido auto no quiso encender hoy, de todos los días, justo hoy no encendió. Y cuando estaba corriendo hacia la agencia de publicidad contenta porque por primera vez desde que me contrataron estaba llegando temprano, el guardia me dice que hoy es domingo. ¡DOMINGO!
En nuestra defensa, no creíamos que cuando ella corría por toda la casa buscando ropa limpia que ponerse mientras gritaba: llego tarde, apártense todas que llego tarde. Se refería al trabajo, porque si hay algo que caracteriza a Tate Quinn es su mal hábito de llegar tarde a todos lados. Siempre que acordamos una hora con ella para cualquier evento, Tate siempre llega varios minutos tarde y es algo a lo que todas ya nos hemos acostumbrado. Aun detestamos ese hábito de parte de ella, pero ya hemos aprendido a tolerarlo, porque vemos cuanto lucha ella por combatirlo.
—Te recuerdo, Tate, que no somos tu calendario personal —le dice Josie a Tate.
Tate y Josie son muy diferentes a pesar de ser hermanas. Mientras que la piel de Josie es tan blanca como la leche, Tate, por el contrario, tiene la piel ligeramente bronceada. Los ojos de Josie son azules y los de Tate marrones. Aunque ambas tienen la nariz respingada y labios gruesos, las formas de sus rostros son diferentes. La cara de Tate es en forma de corazón y la de Josie es ovalada. Incluso su cabello es de diferentes tonos de castaño, porque el cabello de Josie es de un castaño claro y el de su hermana es de un castaño oscuro.
Sus personalidades también marcan una clara diferencia entre las dos. Josie es soñadora, muy dulce, tierna y una romántica amante de leer novelas de romance. Tate es alocada, impulsiva, inteligente, le gusta ser el centro de atención y usualmente es el alma de las fiestas.
—Bien, pero si me despiden y me toca vivir debajo de un puente, eso va a pesar en sus conciencias —nos dice ella antes de subir las escaleras pisando con fuerza cada escalón.
Vaya que ella tiene una vena dramática.
Josie y yo nos miramos antes de reírnos de Tate, porque obviamente solo está exagerando. Incluso si la llegaran a despedir de su trabajo no viviría debajo de un puente, esta casa es tanto de Tate, como de Josie, su madre se las heredó cuando se retiró hace dos años y se mudó a Florida.
La puerta principal se vuelve abrir y lo primero que veo son los rizos rojos que cubren la cara de Sienna. Ella se quita su abrigo y lo cuelga junto a la puerta, en los ganchos que están ahí junto a donde colgamos las llaves.
—¿Trabajando un domingo? —le pregunto.
Ella suspira y sus ojos azules me miran antes de asentir lentamente.
Hay un aire de nostalgia que siempre acompaña a Sienna, tal vez por su pasado, tal vez por todos los demonios que carga y sus luchas constantes. O tal vez, simplemente se deba a una acumulación de todo.
—Un caso difícil —comenta ella.
Ella es trabajadora social y a veces le cuesta mucho no involucrarse demasiado con sus casos.
Sienna tenía trece años cuando empezó a consumir, a los catorce sus padres la echaron de casa y ella fue donde Dan, un joven de dieciséis que le vendía droga, Dan la dejó quedarse con él y Sienna sintió que Dan le salvó la vida por no dejarla en la calle. Sienna tocó fondo cuando tenía diecisiete y fue entonces cuando decidió buscar a Marina Quinn, quien fue su trabajadora social cuando ella estaba en un centro de rehabilitación. Mi tía Marina la llevó de nuevo a rehabilitación y la ayudó a terminar la secundaria, después de eso, Sienna fue a la universidad y se convirtió en trabajadora social, igual que mi tía Marina. Sienna decidido ser trabajadora social para ayudar a que los niños no pasen lo mismo que ella.
La vida ha sido muy dura con ella.
—Debería ser ilegal tener que trabajar los domingos y mucho más con este clima lluvioso —nos dice Josie.
Tate regresa con nosotras, veo que se ha cambiado la ropa y lleva una toalla alrededor de su cabello.
—Pero somos pobres y tenemos deudas que pagar, en especial tú, joven emprendedora —le dice Tate a Josie—. Y yo necesito mi trabajo porque aparte de ser una de las mejores agencias de publicidad, yo amo trabajar ahí, incluso a pesar de la bestia que tengo como jefe.
Cuando Tate menciona las deudas me levanto en busca del correo para revisar las cuentas. Paso los diferentes sobres, cuando veo la invitación a la boda de Grace y Roger.
Ellos se van a casar en un mes y medio, dos días antes de mi cumpleaños.
Desde que soy pequeña soñaba con el día de mi boda, quería que sea como la boda de una princesa y que al finalizar la boda alguien diga y fueron felices por siempre. Aunque nadie sabe exactamente lo que va a suceder después, pero cuando yo era niña creía que uno encontraba el amor y nunca lo dejaba ir, tal vez creía en eso porque simplemente necesitaba creer en algo.
Nunca conseguí la boda de mis sueños y mi príncipe azul se fue con alguien más.
Pero no se fue con cualquier persona, no, eso hubiera sido muy sencillo para la tragedia griega que es mi vida, y es por eso que mi ex se fue con nada más y nada menos que mi hermanastra, Grace. Él no me engañó con ella, al menos le concedo eso, él simplemente se despertó un día y dijo que el año y los cuatro meses que llevábamos juntos no eran suficientes, que yo no era suficiente para él y me mandó un correo donde terminaba nuestra relación. Eso es todo lo que recibí, un correo diciendo adiós y deseándome lo mejor. Dos semanas después él y Grace estaban saliendo a cenar y caminando por Central Park tomados de la mano.
Y ahora ellos se van a casar.
Grace siempre lo tiene todo, me lo ha quitado todo ¿Qué más me quiere quitar? Me quitó a mi padre, la familia que yo quería, mi sueño de ser bailarina de ballet y también me quitó al hombre que amaba. Me he quedado sin cosas que ella me pueda quitar, poco a poco me he ido quedando sin cosas que amar. Tal vez he dejado de amar las cosas y a las personas porque todo lo que amo se va.
—Toma —me dice Sienna mientras extiende un pañuelo oscuro y me quita la invitación de los dedos—. No te tortures con esto, Romi, no vale la pena. Roger es solo un sapo que intento ser un príncipe, pero al final el disfraz le quedó grande y tuvo que quitárselo para ser quien realmente él es. Roger y Grace se merecen. Tú te mereces algo mejor, no olvides eso.
No me doy cuenta que estoy llorando hasta que ella me da el pañuelo. ¿Desde cuándo tenemos pañuelos? Y al verlo me doy cuenta que le pertenece a Vladimir Black. Tiene sus iniciales bordadas en dorado en la esquina inferior del pañuelo.
—¿A quién le pertenece ese pañuelo? ¿V. B.? ¿Quién es? —Tate, como siempre curiosa, me bombardea de preguntas.
Aunque sé que en parte ella también lo hace para distraerme.
—Solo alguien que conocí de casualidad.
Él me llamó Cenicienta, pero, de ser así ¿Dónde se supone que esta mi hada madrina? ¿Dónde quedó mi final feliz? Para él soy Cenicienta solo porque perdí uno de mis zapatos en una fiesta, porque en lo demás, no me parezco en nada aquella princesa. Ni si quiera tengo un príncipe buscándome o al menos alguien que esté interesado en mí. Tampoco es que eso sea algo que me interese mucho, porque por el momento solo intento ser feliz conmigo mismo y me está resultando un trabajo muy difícil.
—Uy, cuenta, cuenta. No nos dejes con la intriga —me pide Tate—. Cuéntanos más del hombre misterioso, ¿cómo es? ¿Cómo se llama? ¿Color de ojos, piel, cabello?
—¿Casualidad? —me pregunta Josie—. Esto me suena tan romántico, es como esas historias que yo leo, donde dos extraños se conocen de casualidad y sus vidas cambian al instante cuando se miran a los ojos por primera vez.
Ellas se hacen una película por aquel inofensivo comentario de qué él es alguien que conocí por casualidad, no quiero imaginarme qué dirán si les digo que Vladimir y yo nos encontramos hoy y que incluso bebimos un café. Seguro y si les cuento eso ellas me empiezan a organizar la boda.
Sienna se mantiene callada, pero puedo ver que también siente algo de curiosidad por quien es el hombre del pañuelo.
Al parecer mi vida amorosa es tan triste que incluso el gesto más pequeño puede alborotar todo el avispero.
—Es casado —les digo.
Eso las silencia por completo.
—Vaya forma de arruinar la historia de amor que me estaba haciendo en mi cabeza —me dice Tate.
Me rio ante sus palabras y de esa sencilla manera ellas han conseguido que yo me olvide, al menos por ahora, de aquella boda.
—¿Alguna de ustedes me puede ayudar hoy en la pastelería? —Nos pregunta Josie mientras saca la tarta de arándanos del horno.
—Yo puedo —le dice Tate.
—No, no, tú no —Josie mueve su cabeza de forma vigorosa mientras habla—. Porque siempre que vas ayudar y viene un cliente que esta guapo le dices: guapo ¿A qué hora vienes por los pasteles?
No dudo que Tate haga eso, es parte de su encanto y lo que la hace ser quien ella es.
—¿Y eso que tiene de malo? Si esta guapo, obvio que voy a querer saber a qué hora viene por los pasteles para así poder resaltar mi belleza y encantarle.
Josie está a punto de decirle algo a su hermana, pero se da cuenta que es una pérdida de tiempo y simplemente lo deja pasar.
—Yo te acompaño —le dice Sienna a Tate.
—Gracias, Sienna.
Cuando me levanto del sofá un leve dolor en mi rodilla me hace detenerme y me inclino para pasar una mano por mi rodilla y masajearla un poco antes de empezar a caminar hacia la cocina. No siempre me duele, solo cuando me esforzado demasiado, a veces, cuando he corrido largas distancias o me esforzado de más en el baile, cojeo un poco, casi no es notorio, pero cuando eso sucede debo utilizar el bastón que tengo en alguna parte de mi armario, pero yo intento evitar utilizarlo.
—Bueno, tú eres quien se pierde de mi valiosa compañía, Josephine Quinn.
Sienna, que está a mi lado en el mesón sirviéndose un vaso de jugo, se ríe por lo bajo ante las palabras de Tate.
Mi teléfono vibra y veo que tengo una notificación de Instagram avisándome que tengo una nueva solicitud de amistad de @VBlack89 y al ver la notificación me apresuro a desbloquear mi teléfono y revisar para ver si es quien creo que es y al entrar en la aplicación compruebo que, en efecto, es una solicitud de amistad de Vladimir Black.
Me tomo un momento antes de aceptar la solicitud y solicitar seguirlo.
Estoy por guardar mi teléfono cuando veo que él aceptado mi solicitud y voy a desbloquear mi teléfono para hacer lo que cualquier persona normal en mi situación haría: Stalkear su perfil.
Alto, ahí, Romina —me grita la voz de mi conciencia—, él tiene esposa.
Cuando recuerdo ese pequeño, pero importante detalle, hago lo que cualquier persona sensata debería hacer en mi situación y dejo a un lado a Vladimir Black, porque yo tengo suficiente caos en mi vida para simplemente agregarle más, no quiero o necesito eso en mi vida.
Lo que necesito ahora es estabilidad emocional, Netflix y papas fritas con chocolate. Pero por ahora me conformo con Netflix y papas fritas con chocolate. Mi estabilidad emocional puede esperar.
Prioridades, la vida se trata de prioridades y por ahora, las mías están bastante claras.
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