15. No me estoy rindiendo, solo estoy cediendo

https://youtu.be/jryZF66AcQY

"Érase una vez una Cenicienta sin corona a la cual el caballero sin la brillante armadura, sin saberlo, le rompió el corazón".

Hay una fractura que lleva el nombre de "fractura del bailarín" y consiste en la fractura distal de 5º metatarsiano, a veces dicha fractura puede tratarse con terapia y otras veces necesita una intervención quirúrgica. Es muy común en los bailarines porque en el ballet la mayoría de nuestros saltos se dan en pointé y eso provoca una inversión forzada durante el contacto y el apoyo directo y casi violento de forma lateral sobre el suelo de nuestro dedo meñique.

Nosotros los bailarines somos conscientes que la caída en esta posición provoca muchas veces la fractura de nuestro último metatarsiano del pie, sin embargo, no nos detenemos, seguimos saltando. ¿Por qué lo hacemos? La respuesta es sencilla, es parte de lo que somos. Es una de las razones por las que nos despertamos todos los días, la razón por la que practicamos horas y horas para intentar alcanzar la perfección. Pero no solo eso, nosotros desde pequeños entrenamos para construir un cuerpo ágil, flexible y que sea capaz de soportar largas horas de entrenamiento y a pesar de eso, no hay nada que podamos hacer cuando un hueso se rompe de tal forma que la línea del cuerpo se pierde y ya no es posible volver a bailar.

Porque el hueso roto sana, pero la línea no se recupera.

Algo similar sucede con los corazones rotos, porque un corazón roto sana, pero una parte de nosotros siempre se pierde cuando nos rompen el corazón y es algo que jamás volvemos a recuperar.

¿Cómo puedo sentir este dolor en mi pecho por perder algo que nunca he tenido? —me pregunto en el asiento del auto un momento antes de ponerlo en marcha para ir a casa a empezar a sanar y curar estas heridas—. Porque desde que lo conocí, él siempre ha sido de ella.

—¿Oye cómo...? — Sienna no termina su pregunta porque mi expresión lo dice todo.

Ella se limita a no decir nada y dejarme entrar en silencio en la casa.

Apoyo mi espalda en la puerta y llevo una mano a mi cara antes de inhalar con fuerza y recostar mi cabeza contra la puerta cerrando mis ojos en el proceso.

—No somos 1 en 40 millones —le digo a Sienna—. Ni almas gemelas en espera, no somos nada más que amigos.

Él me contó sobre las almas gemelas en espera, obviamente cuando él me habló de eso, jamás pasó por mi mente que él estaba hablando de los dos, pero ahora, mientras iba camino a su casa pensé en eso y esperaba que fuera yo, quería ser yo su alma gemela en espera, al menos así yo tendría la certeza que él está intentando olvidarla, tratando de seguir adelante, pero ni yo puedo ser su alma gemela en espera, ni él puede ser el mío.

Solo somos amigos y eso está bien, yo puedo manejar eso —me repito en mi mente.

Después de repetir eso un par de veces en mi cabeza mis pensamientos y sentimientos dejan de ser algo erráticos y empiezo a respirar con normalidad, incluso los latidos de mi corazón se ralentizan hasta volverse normales. Así que exhalo con fuerza una vez más y me deslizo hasta el suelo, donde me siento con mis piernas estiradas y mis brazos alrededor de mi cuerpo.

—No se suponía que debía empezar a sentir algo por él, porque Vladimir solo es mi amigo, nada más —le digo a Sienna sin mirarla—. Pero está bien, la vida sigue y yo debo seguir.

Pero incluso aunque me digo eso, esta situación se siente como una derrota, como una raya más a la lista de decepciones que he tenido. Entonces me permito un momento más para intentar sanar, un momento más de lamento y ya después me levantaré como siempre lo hago, incluso aunque no tenga a nadie a mi lado, incluso aunque me tome tiempo, yo siempre me vuelvo a poner en pie. Me pregunto cuántas caídas más podré resistir, porque una persona debe tener un límite de golpes, caídas y tropiezos que puede soportar y yo siento que ya estoy llegando a mi límite, aunque tal vez solo me siento así porque esta caída es reciente y aun no logro levantarme, ya veré mañana como se ve el panorama.

—Él se va a ir a Montana por una semana porque mañana es el cumpleaños de ella y ellos tenían sus propias tradiciones para esa celebración y él aún la ama.

Veo como Sienna se levanta, camina hasta donde yo estoy sentada y se sienta a mi lado en silencio.

—Hay una historia que solía contarme mi madre cuando yo era una niña —me empieza a decir ella—. Érase una vez un joven y apuesto príncipe que se enamoró de una doncella amable y tan hermosa que opacaba al brillo de todas las estrellas y la belleza de las flores más bellas. Aquella doncella era tan educada que por un momento uno podría olvidar que ella era solo una doncella, que no había sangre azul corriendo por sus venas. Él la amaba tanto que no le importó que ella no sea una princesa y le pidió que se case con él. Antes que la boda suceda, el príncipe se convirtió en Rey, y con aquella nueva corona sobre su cabeza, también vinieron nuevos sentimientos, de los cuales no todos eran buenos. El Rey antes bueno, sacó a la luz su verdadera naturaleza y le dijo a la joven doncella que no se podía casar con ella, porque ella no era una princesa, que solo era solo una cara bonita y de esas se podían encontrar por todas partes. Entonces la doncella se fue sin saber que en su vientre cargaba un recuerdo constante de aquel trágico amor. —Sienna da un leve asentamiento con su cabeza y hace un gesto al aire con su mano dándome a entender que ese es el final de la historia—. Mi madre me contaba esa historia para recordarme que hay corazones rotos en todas partes, que la mayoría de las veces solo nos sentimos atraídos por el físico, y que incluso con el corazón roto y las ilusiones perdidas, debemos seguir adelante, porque la vida continúa y el tiempo no se va a detener solo porque a ti te han roto el corazón.

Hay algo peculiar en la forma que Sienna cuenta aquella historia, pero no solo en su tono de voz, también en su mirada.

Sienna es una persona que puede combinar y al mismo tiempo separar de maravilla lo que es privado y secreto de una manera tan sutil que uno nunca se llega a notar la diferencia con las cosas que ella quiere y no quiere contar. Lo que ella quiere que alguien sepa, lo dice sin rodeos o titubeos, y lo que debe y quiere mantener solo para ella, no lo menciona. Es la mejor persona que conozco para guardar un secreto, no solo los propios, también los ajenos. Hay tantas cosas que no sé de ella y sé que sería un poco hipócrita de mi parte preguntarle eso, porque ella puede decir lo mismo de mí.

A veces me pregunto si ella conocerá a alguien y alcanzará ese nivel de confianza y seguridad que ella necesita para poder confiar de forma plena y sin miedos, dejando abajo sus muros e inseguridades.

—No importa lo deslumbrante que luzca alguien, no te puedes enamorar después de un solo baile —me dice Sienna—. Eso me decía mi madre, y por mucho tiempo todo lo que yo sabía sobre el amor estaba basado en esa historia, porque a veces nuestras creencias están sugestionadas a ciertas cosas de nuestro entorno. Yo creía que debía evitar el romance para estar a salvo y está de más decirte que no funcionó. Hay cosas que no podemos evitar, cosas que necesitamos vivir para ayudarnos a crecer, para aprender. Cariño, te quiero mucho, pero debes entender que él aún está en proceso de sanación y tu mundo no se acaba porque él aún la ama, y que él la ame a ella no significa que no te pueda amar a ti o a alguien más —ella choca su hombro con el mío mientras me da una suave sonrisa. Yo recuesto mi cabeza en su hombro y ella recuesta su cabeza sobre la mía—. Sanar toma tiempo, Romi.

—¿Y si él nunca la supera?

—Lo hará, porque tarde o temprano no solo nos acostumbramos a la ausencia, también aprendemos a continuar a pesar de ello —me explica Sienna—. Mira, no te estoy diciendo que lo esperes por siempre, ni siquiera te voy a decir qué hacer porque esa decisión es solo tuya, lo único que te puedo decir es que no te tomes como algo personal que él no corresponda tus sentimientos, porque no eres tú, es él y suena cliché, pero es así.

Siempre escucho que las personas tienen miedo de volverse a enamorar después de una mala relación amorosa o una desilusión, yo nunca fui así, no tuve miedo arriesgarme y creo que se debe a que soy bailarina, dar "saltos de fe" es parte de mi entrenamiento. Como bailarina doy saltos todo el tiempo y a veces pienso que esa es la razón por la que no me daba miedo arriesgarme y volver abrir mi corazón con alguien.

Eso fue hasta que empecé a sospechar que soy un puente hacia la felicidad y amor eterno de los demás.

Después de eso me volví más cuidadosa, más meticulosa a la hora de confiar y abrir mi corazón, prefiriendo mantenerlo seguro y no dárselo a alguien que no lo va a saber valorar. Lo hice bien por un largo tiempo, pero luego Roger y Grace se comprometieron y viejas heridas se abrieron, se hicieron nuevas heridas y los cimientos de las barreas que había creado se tambalearon un poco, quedaron frágiles y es por eso que no fue tan difícil para Vladimir poder derribar esas barreras y llegar a mi corazón.

—No sé qué hacer, Sienna.

—No tienes que descubrirlo esta noche, ni siquiera tienes que hacerlo mañana. Solo recuerda que no estás sola, incluso aunque tú te sientas de esa manera, porque estamos contigo y Vladimir sigue siendo tu amigo.

Nos quedamos sentadas en el suelo por otro largo momento en donde ninguna de las dos agrega nada más, porque lo que se tenía que decir ya se dijo y han sido demasiadas emociones por una noche, por eso un momento después me disculpo con Sienna y me levanto para poder ir a mi habitación.

Tomo una larga ducha y cuando salgo me visto con un suéter gris largo y unas mallas negras.

Cuando bajo las escaleras veo que la luz del televisor está encendida e ilumina la estancia. Es tarde y ya puedo imaginarme quién es la persona que no puede dormir.

—¿No puedes dormir? —le pregunto a Sienna que está recostada en el sofá con una cobija cubriendo sus piernas y un tazón con palomitas de maíz sobre su vientre.

Tomo un cojín y me siento en el suelo frente a Sienna mientras tomo un poco de palomitas de maíz.

—No, ya sabes, soy como una lechuza —me responde Sienna—. Siempre estoy despierta en la noche.

Ella está cambiando de un canal a otro sin mirar nada en particular y después de no encontrar nada que ver, sugiere ver una película en Netflix.

—¿Te sientes de humor para una comedia romántica, drama, suspenso o acción? —me pregunta ella mientras señala la televisión con el control remoto.

—Prefiero una comedia romántica porque para drama ya tengo suficiente con mi vida.

Sienna se ríe entre dientes ante mi respuesta y empieza a buscar una comedia romántica que podamos ver.

—Estuve pensando que fue mejor darme cuenta ahora que Vladimir y yo solo podemos ser amigos, porque mis sentimientos hacia él aún son manejables, recién me estaba empezando a enamorar de él, entonces, dar un paso atrás sobre mis crecientes sentimientos por él no es tan difícil como hubiera sido si yo ya estuviera enamorada de él.

—Mírate buscando el lado positivo de las cosas, estoy orgullosa de ti, y sí, tienes razón, es más sencillo ahora.

Sienna selecciona como si tuviera treinta y ambas nos concentramos en la película, dando un comentario vago de vez en cuando.

—Sienna, tú siempre me dices que yo no estoy sola, pero creo que a veces te olvidas que tú tampoco lo estás.

—No lo olvido, solo me cuesta asimilarlo.

Ella dijo un par de veces que no le gusta contar sus problemas a los demás porque cada persona ya tiene suficientes problemas en su vida como para tener que cargar con los problemas de los demás.

—A mí igual, Sienna, créeme que a mí igual.

No paso desapercibida la sonrisa triste que ella me devuelve.

—Me gusta esa música —murmura Sienna cuando empieza a sonar Vienna de Billy Joel—. Me gustaría bailarla alguna vez bajo las estrellas.

No puedo evitar sonreír con cariño al escucharla decir eso porque ella no es una persona que expresa abiertamente sus sentimientos, es muy reservada en especial en el tema romántico.

—Nunca he sido novia de nadie —me confiesa ella—. Tampoco he tenido una primera cita.

Muevo mi cabeza y fijo mis ojos en ella.

—¿Por qué?

Ella se encoge de hombros y se mueve en el sofá para sentarse con las piernas frente a su pecho.

—No tuve la adolescencia más sencilla, empecé a consumir cuando tenía trece y me botaron de casa a los catorce, después de eso todo fue un extraño y caótico borrón en mi vida. Tenía a Dan, pero no éramos novio y novia, ni siquiera sé que éramos —ella guarda silencio un largo momento antes de continuar—. Fui adicta por siete años, Romi, después de eso me centré en los estudios y ahora me centro en mi trabajo, no he tenido tiempo para el romance y no sé si alguien esté dispuesto a cargar con mi pesado equipaje.

Soy Alicia en un oscuro país de las maravillas corriendo detrás de un conejo blanco y rodeada de frascos que dicen Drink me —me dijo una vez Sienna un poco después de conocernos.

—Estaba a pocos meses de cumplir los dieciocho cuando me mudé con Marina, pero incluso aunque había tocado fondo, incluso aunque yo quería con todas mis fuerzas dejar las drogas, no sucedió enseguida, me tomó tiempo y es una lucha que tengo todos los días. Y como verás, no he tenido tiempo para el romance.

—¿Pero te gustaría tener tiempo para el romance?

Ella muerde su labio superior mientras piensa en mi pregunta, aunque parece que es algo que ya ha pensado un par de veces antes.

—Sinceramente no lo sé —me responde ella—. Estoy bien como estoy ahora, tengo un buen trabajo, buenas personas a mi lado y en general una buena vida.

Ella es la psicóloga del grupo, la voz de la razón y la sensatez, porque Sienna tiene una experiencia y fuerza que solo se adquiere a base de tocar fondo y salir de aquel hueco. Creo que es por eso que ella se controla mucho con lo que expresa y demuestra, siempre controlándose, siempre ocultando quien realmente ella es por miedo. Porque en el fondo Sienna solo es una niña con muchos errores, que fue abandonada y olvidada por las personas que se supone deberían cuidar de ella. Muy en el fondo ella aún lucha contra la tormenta, aún navega en aguas turbulentas, aunque ella sonría y muestre un cielo azul sin nubes.

La forma que ella oculta la tormenta que se gesta en su interior me recuerda a Vladimir.

—¿Eres feliz, Sienna?

Mi pregunta la ha tomado con la guardia baja y veo como separa sus labios sin saber cómo responder, y el que su respuesta no sea inmediata, ya me da una idea de la verdad detrás de su respuesta.

—Lo soy, Romi, ¿tú eres feliz?

Asiento lentamente con la cabeza.

—Mira, sé que muchos dirían que no, estando en mis zapatos, pero no es una mala vida solo porque he tenido un mal día —le respondo—. Si lo piensas bien, somos personas afortunadas, Sienna, incluso aunque no tengamos suerte en el amor.

—Ni con nuestros padres —agrega ella—. Casi y casi podemos decir que somos como las princesas de Disney, solo que nosotras no necesitamos un príncipe que nos salve.

Vete, estoy bien, solo estoy llorando porque estoy feliz —dice Jenna en la película.

Esa es la parte que siempre me provoca sentimientos encontrados.

Suspiro con cansancio y miro la pantalla, observando como al final Jenna consigue su final feliz y esperando que algo así ocurra en mi vida, porque, aunque no mentí al decirle a Sienna que estoy feliz, también es agotador tener que esforzarme un poco extra y que al final todo se sienta como una farsa, porque, aunque me siento feliz, hay algo dentro de mí que me dice que aún falta algo.

A veces creo que mi vida es como aquellas historias de fantasía llenas de giros retorcidos y maleficios, donde lo que sea que estén buscando lleva una eternidad y de pronto un día, sin saber exactamente cómo, regresas al punto de partida, para darte cuenta que la respuesta siempre estuvo ahí frente a ti y no te habías dado cuenta.

—Estoy segura que pronto la vida nos dará un respiro —le digo a Sienna.

—Sí, estoy segura que así será.

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