10. El vestido de la venganza.

https://youtu.be/kAew8JGmrYw

Es primero de marzo y uno esperaría que sea un día frio y lluvioso, típico de esta época del año, pero no, porque justo hoy, el día de la boda de Grace, ha decidido salir el sol y a pesar que no es un día caluroso o caliente, el clima esta agradable. Lo cual me parece muy injusto, ¿qué pacto ha hecho Grace que todo en su vida siempre resulta bien?

—Y de esa forma, la villana de la historia se casó con el príncipe que solo era un sapo en su interior —me digo mientras abrazo con más fuerza la almohada que tengo contra mi pecho.

Pero está bien, porque al final del día ambos se merecen.

Él me engañó y dejó que yo pensará que de alguna manera lo nuestro se había terminado por mi culpa, él dejó que yo cargue con la culpa y jamás le importó como yo me sentía. Incluso ahora tuvo la maldita audacia de mirarme a los ojos y soltarme toda esa mierda sobre cuánto le gustaría que yo esté en su boda. ¿Qué clase de juego perverso están jugando ellos dos? Quizás no es ningún juego y él realmente piensa que es un buen hombre, que ha hecho lo correcto, que no es su culpa lo que sucedió.

—¿Cómo se atreve a decir que no muestro respeto y amabilidad? —me pregunto y mi voz suena una octava más alta de lo normal y asumo que se debe a lo molesta que estoy —. Nunca he sido otra cosa que amable y respetuosa hacia ella, su hermana y su madre, a pesar que ninguna de ellas lo merece.

Nunca hagas a otro lo que no te gustaría que te hagan a ti —me suelo decir.

No pagues con la misma moneda, demuestra que eres mejor —me aconsejaba mi tía Marina.

Pero, ¿de qué me ha servido ser así? Solo he conseguido que me pisoteen una y otra vez, arrebatándome mis sueños, arrebatándome quien soy y dejando en su lugar un cascaron de la persona que me gustaría ser, de los sueños que me hubiera gustado cumplir. Porque ellos se han dedicado poco a poco a quitarme todo y ahora todo lo que queda de mi es eso, un cascaron vacío, hueco y sin sentido.

—Romi, ¿qué sucede? Nos tienes muy preocupadas —me dice Josie desde el marco de la puerta de mi habitación.

Yo bajo un poco la almohada que estoy abrazando contra mi pecho y me encojo de hombros antes de intentar acurrucarme más contra el edredón de mi cama.

—Nada.

—Sí, claro y yo soy la emperatriz de la puntualidad, no nos mientas, por supuesto que te sucede algo. ¿Fue la mono secuas de Grace? Ni siquiera debes responder a mi pregunta, por supuesto que es ella. ¿Qué te hizo? ¿Quieres que la golpee? Porque si eso quieres, voy a donde es su boda y lo hago.

Tate me hace sonreír un poco con sus ocurrencias.

Siento el colchón de la cama hundirse ligeramente y veo a Tate sentada en el filo, pasa una mano de manera reconfortante por mi pierna y me dice que están ahí para mí y yo sé que es así, que, a diferencia de otras veces, como cuando Grace me hizo caer del escenario, ahora tengo personas que me respaldan, que no estoy sola.

—¿Recuerdas que dije que a veces hablar está sobrevalorado? Bueno, callar todo y fingir que estamos bien, también está muy sobrevalorado —me dice Sienna—. En especial si es algo que llevas haciendo por mucho tiempo.

Es algo que me cuesta mucho, porque siempre he sido solo yo, pero desde que me mudé aquí, con ellas, muchas veces me siento abrumada por su preocupación hacia mí, por como suelen dejar lo que están haciendo para ayudarme si lo necesito o simplemente escucharme, me siento abrumada por la forma en que ellas cuidan de mí. Nunca antes he tenido eso y a veces no sé cómo manejarlo, a veces siento que no lo merezco y sé que no debería sentirme de esa manera, pero me suele resultar difícil no hacerlo, aunque estoy trabajando en eso.

—Grace me dijo que Roger y ella llevaban juntos cuatro meses antes que él decida terminar conmigo y no solo eso, mi padre siempre supo que fue ella quien provocó el accidente y jamás hizo nada. Bueno, sí hizo algo, le compró un nuevo auto a Grace.

Yo soy su hija. ¿Acaso eso no significa nada para él? ¿Cuánto tiempo más me va a castigar por la muerte de mi madre? No es como si yo no me castigara todo el tiempo, creyendo que las cosas malas y la falta de amor en mi vida se debe a un mal karma por haber matado a mi madre cuando nací.

—Perra hija de su maldita madre —murmura Tate y veo de reojo como sale de prisa de la habitación, me muevo un poco para acomodarme frente a Sienna y Josie que miran la puerta por donde Tate acaba de salir. Después de unos minutos la escuchamos regresar y la veo de pie en el marco de la puerta sosteniendo un bate en su mano—. Solo dime a quien quieres que golpee primero.

No dudo ni por un segundo que si yo llego a decir un nombre ella saldrá corriendo a golpear a la persona que yo diga.

—Tate, baja ese bate, ¿por qué quieres solucionar todo con violencia? —regaña Josie a su hermana—. Aunque claro, Romi, si tú quieres que hagamos eso, lo haremos.

Lo pienso por un momento y no, no es lo que quiero. Porque el golpe dejará de doler en unos días, a más tardar en unas semanas, pero las heridas e inseguridades que ellas y mi padre me han provocado han tardado años en sanar y si me permito hacer una revisión de todas mis heridas, notaré como algunas aún están en proceso de curación.

—¿Qué es lo que quieres hacer? —me pregunta Sienna.

Mi respuesta es inmediata.

—Vengarme.

—Ahora estamos hablando el mismo idioma, querida prima —me dice Tate.

Ella se vuelve a sentar en el filo de mi cama y pasa el bate de una mano a la otra mientras piensa en un plan y cuando una idea viene a su cabeza salta de la cama como resorte y grita ¡Eureka!

—El vestido de la venganza —nos dice ella.

Yo miro a las demás para saber si entienden lo que Tate quiere decir con vestido de la venganza, pero por sus caras me doy cuenta que están igual de pérdidas que yo.

—Podrías explicarnos que significa eso —le pide Sienna.

Tate pone los ojos en blanco y nos dice que nos falta algo de cultura general.

—De esa forma se conoce al vestido negro que utilizó Lady Di cuando se hizo público que el príncipe Carlos la engañaba y ese vestido se volvió un icono —nos explica Tate —. Eso es justamente lo que tú debes hacer, Romi, utilizar el vestido de la venganza e ir a esa fiesta y que ellos vean que no pueden contigo.

Tate procede a describir como es el vestido y que Lady Di lucia como un millón de dólares ese día.

—No tengo nada así —le digo yo.

—Déjamelo a mí —me dice Tate—. Esta noche seré tu hada madrina. Sienna y Josie serán la calabaza y el ratón amigo de Cenicienta.

Tate me guiña un ojo cuando dice Cenicienta y no entiendo porque todos insisten en llamarme así.

Ellas no me dan opción a pensar en todo ese asunto con claridad porque me levantan de la cama y me obligan a irme a duchar. Cuando salgo de la ducha, Josie me sienta frente a mi tocador y empieza a poner una mascarilla en mi cara mientras Sienna me arregla el cabello.

Cuando Josie ha terminado de maquillarme y Sienna a quedada satisfecha con mi cabello, Tate entra en mi habitación con un hermoso vestido azul oscuro de crepé de seda. El vestido es sin magas, muy elegante a pesar que llega un poco más arriba de las rodillas, con una larga cola, un corpiño fruncido y un escote estilo bardot.

Es un vestido hermoso.

Tate también enseña unos hermosos zapatos negros que ella dice fueron diseñados por Roger Vivier y se llaman marèchale. Todo el conjunto pertenece a la sección de fotos que la agencia de publicidad donde ella trabaja tuvo hace unos días.

—Esos zapatos son más caros que unas zapatillas de cristal, así que, por favor, no los pierdas —me dice ella mientras me ayuda a ponérmelos.

Cuando estoy cambiada y lista, me miro frente al espejo y me encanta como me veo, siento que jamás me he visto tan bonita como ahora. Parezco de un millón de dólares, como murmura Tate, pero a pesar de eso y mientras me miro al espejo, vacilo un poco en si debo ir o no.

—¿Ya sabes lo que les vas a decir? —me pregunta Sienna.

—No voy a decirles nada, solo asistiré a la fiesta para que tanto Grace, como Roger vean que no me afecta su boda como ellos creen.

Llego sola a la fiesta a pesar que tanto mis primas, como Sienna, insistieron en acompañarme, pero les dije que no es necesario, que está en mi batalla y que estaré bien porque sé que ellas cuidan mi espalda.

Cuando entro, lo primero que veo es a mi padre bailando en medio de la pista con Grace. Ambos sonríen y el hombre que está de pie en el escenario pide un aplauso para el padre y su hija. Pero él no es su padre, es el mío y esta debió ser mi boda de cuento de hadas, quien tendría que estar feliz ahora debería ser yo o de ese modo seria si esto fuera un cuento, una historia en donde sin importar nada, sabemos que al final todo estará bien y los buenos serán felices por siempre.

Pero esta es la vida real y aquí, muchas veces los malos ganan y obtienen el final feliz que no merecen.

—Quiero dar un pequeño discurso en honor a la hermosa pareja que forman Roger y Grace —empieza a decir mi padre mientras señala con la copa que sostiene en su mano a Grace y Roger, que se acaba a de unir a ella en la pista de baile—. Fue difícil como padre el saber que mi pequeña niña ya no era tan pequeña, y que se iba a casar, que iba a dejar el nido. Pero el saber que era Roger, con quien ella iba a casarse, me dejó mucho más tranquilo, porque si hay un hombre que merece a mi pequeña princesa, ese hombre es Roger. Así que quiero proponer un brindis por Grace y Roger, y por qué tengan un próspero y feliz matrimonio.

¿Su pequeña princesa? Ella es su pequeña princesa, ¿y yo que soy?

Veo como mi padre baja del pequeño escenario y Grace corre abrazarla, ella le dice algo que hace que él sonría de una forma que jamás ha sonreído para mí y sonríe para ella, porque Grace es su hija, yo no, jamás lo fui.

Me acerco a un camarero y tomo una de las copas de champan y la bebo de golpe antes de dejarla en la bandeja que sostiene el joven y tomar otra, porque algo de coraje liquido no me viene mal en este momento.

Subo al escenario y le quito el micrófono al hombre de traje que estaba a punto de decir algo.

—Yo también quiero dar un pequeño discurso —empiezo a decir y a la primera persona que observo es a Dalia, que se acerca a mi padre y la mirada que él me da, es tan gélida que podría congelar un volcán, pero yo estoy acostumbrada a esa mirada, porque es la única mirada que él siempre me ha dado y eso, cuando ha tenido la gentileza de mirar en mi dirección—. No tenía preparado hablar esta noche, pero al escuchar el hermoso discurso del feliz padre de la novia, no me pude resistir.

Sonrió y observo a Grace y Roger.

Ella me sonríe con arrogancia porque piensa que no diré nada malo, pero la copa se ha desbordado tanto, que el cristal no pudo soportar la presión del agua y se hizo trizas, dejando que los cristales sean arrastrados por el agua que contenía la copa.

—Porque el padre de la novia tiene razón al decir que nadie más puede amar a Grace como Roger y es que ambos son el uno para el otro, ¿verdad? Él creyendo y fingiendo ser un buen hombre, un príncipe azul, cuando solo es solo un sapo asqueroso que me estuvo engañando con Grace cuatro meses antes de tener el valor de dejarme, y Grace es una mentirosa, manipuladora que como me dijiste anoche, disfrutas siendo la villana de mi historia, pero, ¿sabes una cosa? Solo puedes ser la villana si yo te lo permito, porque es mi historia y me cansé que formes parte de ella. Y si, ustedes son la pareja perfecta y se merecen el uno al otro, y me gustaría decirles que les deseo felicidad, amor y todo eso, pero no lo hago, porque no merecen nada de eso, y con todo el respeto y la amabilidad que me pediste anoche, les deseo a ambos que se vayan al infierno donde pertenecen. Claro, se los pido con respeto y amabilidad —digo mientras miro a Grace y recuerdo lo que me dijo anoche—. Y brindemos por la feliz pareja, porque nadie puede fingir y mentir de la forma en que ellos lo hacen, porque nadie puede ser tan manipulador como ellos dos.

Levanto mi copa y bebo todo el contenido.

—Salud, querida hermanastra —les digo a ambos—. Felicidades por tu boda.

Le devuelvo al micrófono al hombre que ahora tiene una mirada entre la sorpresa y la consternación.

Escucho que alguien aplaude y murmura que fue un excelente discurso, y estoy casi segura que esa persona es Isabella.

Mientras me bajo del escenario y camino con la barbilla elevada, garbo y una seguridad que no sabía que tenía, siento la mirada de todos fija en mí y me permito disfrutar el momento. Disfrutar la cara de horror de Grace, la expresión de Roger y la ira en la cara de Dalia y mi padre.

—¿Qué crees que estás haciendo? —me grita mi padre mientras me sostiene con fuerza del brazo y evita que yo de un paso más.

Él da una mirada hacia el salón donde se está celebrando la fiesta y me jala unos pasos más lejos de la puerta que da al salón.

—Estoy haciendo lo que tú debiste hacer, defendiéndome —le digo y él aprieta su agarre en mi brazo, estoy segura que mañana tendré hematomas—, eso es lo que estoy haciendo papá. Porque yo soy tu hija, yo, no ella. Tu sangre corre por mis venas ¿acaso eso no significa nada para ti? Y si eso no es suficiente, también soy parte de la mujer que amabas y sin embargo no hiciste nada cuando supiste que fue Grace quien provocó mi accidente.

Planto con fuerza mis pies en el suelo antes de hacer que él suelte su agarre de mi brazo.

—Eso es lo que estoy haciendo, porque me cansé que Grace y la bruja de su madre...

Las palabras se quedan atoradas en mi garganta porque mi padre levanta su mano y golpea mi mejilla. Yo retrocedo sorprendida por lo que él acaba de hacer y llevo mi mano a mi cara, mis ojos arden por las lágrimas que se acumulan y yo cierro con fuerza mis ojos por un momento antes de abrirlos y sostenerle la mirada a mi padre.

—No me vuelvas a llamar papá y no vuelvas a insultar a Grace o a su madre —me escupe él cada palabra con tanta ira que por un momento me asusta lo que pueda hacer a continuación.

—Si existe un cielo o una vida después de esta, mi madre debe estarse arrepintiendo de haberse enamorado de ti, porque digas lo que digas, ella me amaba —le digo mientras bajo mi mano—. ¿Quieres que te de la otra mejilla? Está bien, el dolor que me acabas de provocar, no es nada comparado con lo que he soportado todos estos años. Buenas noches, señor.

Le doy una última mirada antes de salir casi corriendo de ese edificio.

Me detengo a las afueras, cerca de las escaleras que dan a la calle y cierro los ojos antes de mirar hacia el cielo.

—¿Estas bien, Mina? —me pregunta Vladimir—. Pensé que no ibas a venir.

Muevo mi cabeza y veo que por la forma en que se acomoda su corbatín, llega tarde a la fiesta.

—Mi vuelo se retrasó —me dice él con una sonrisa a modo de explicación—. No respondiste a mi pregunta.

—Estoy bien.

Él me mira con su típico gesto de una ceja levantada, que he aprendido, tiene varios significados.

—De verdad, estoy bien —repito.

Pero por la forma en que él me mira, me doy cuenta que no me cree.

—¿A quién estas tratando de convencer, Mina? ¿A mí o a ti?

—No importa, Vladimir, te digo que estoy bien.

Lo veo sacarse su saco y colocarlo con cuidado sobre mis hombros. Sonrió ante el gesto. Siempre el perfecto caballero.

—Me importa a mí, Mina.

Y cuando me permito levantar mi mirada hacia sus ojos color miel, me doy cuenta que él está siendo sincero conmigo, a él realmente le importa.

—No estoy bien.

Él pone su brazo alrededor de mi hombro y yo me recuesto hacia su costado.

—Eso creí, ven vamos, salgamos de aquí.

—¿No vas a ir a la fiesta?

—No, mi amiga no se siente bien y no hay otro lugar donde quisiera estar en este momento, o en cualquier otro, que con ella.

Me aparto un momento para mirarlo y me siento ligeramente abrumada por lo que me acaba de decir.

—Eres un buen amigo.

—Lo sé —me responde él—, ahora dime, ¿dónde quieres ir?

—A emborracharme.

Él suelta una risa antes de asentir con la cabeza.

Y puede que hoy no haya sido un buen día, que la emoción del discurso duró solo un milisegundo y que lo más probable es que ellos se olviden de eso en su luna de miel, que mi padre siga amando como una hija a Grace y jamás a mí, puede que todo eso siga así mañana, pero no me importa mucho eso ahora, porque justo ahora, mientras Vladimir me habla de los bares a los que podemos ir, siento que eventualmente, todo estará bien. 

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