Una Carta de Amor.
SEÑOR SEBASTIÁN, AQUÍ ESTÁ SU BEBÉ.
La voz resonó en la habitaciòn estéril de aquel hospital, llevando consigo un peso de finalidad y un nuevo comienzo. me gire, mi corazón latiendo con una mezcla de anticipación y dolor.
—Mi esposa, ¿dónde está? —mi voz era un susurro roto, tembloroso como las hojas en un viento otoñal.
—Su esposa me ha pedido que le entregue esta carta —dijo la enfermera, extendiendo un sobre desgastado como si fuera el fragmento de un sueño desvanecido.
Una carta de amor
Querido Sebastián:
La luz de la luna se cuela por la ventana, decorando la habitación con su hermosa iluminación. Mi lámpara enfocada directamente a la hoja en blanco, tras un suspiro profundo dejo que mis dedos dancen sobre el papel, trazando palabras para ti, mi amado. Te he sentido distante, como una estrella que poco a poco se desvanece en el firmamento nocturno, y ese alejamiento desgarra mi ser. Revivo los días en que tu amor era una llamarada viva, preguntándome en silencio, ¿cómo es que el tiempo ha cambiado tu esencia? Aún te miro con la ternura intacta de aquel "sí" que selló nuestro destino. Te amo, y es por ese amor que te libero. No necesitas permanecer a mi lado, especialmente ahora que conozco la verdad. Siempre supe de ella, de la chica que ahora lleva en su vientre una nueva vida, tu hijo.
Perdóname por no poder darte la familia que anhelabas, y más aún, perdóname por ocultarte mi infertilidad. Te amo tanto que preferí verte feliz, incluso si eso significaba verte con otra. Me has dado felicidad inmensa, como aquella noche del 3 de abril, cuando con velas y un corazón de pétalos me propusiste matrimonio, un "CÁSATE CONMIGO" que brillaba por todas esas velas encendidas. Éramos jóvenes, sí, pero nuestro amor era tan inmenso era como contar las estrellas, jamás terminaríamos.
Confieso que mi corazón se debatía entre la alegría y el miedo, pero tus ojos verdes, profundos como el mar, me convencieron de decir "sí". Hoy, mi amor, nos despedimos. Después de una vida compartida, nos decimos adiós. Gracias por estar a mi lado, incluso en aquellos momentos de oscuridad, recuerdas la alergia a las fresas, ahora me río mi rostro deformado por lo hinchado tu gritando con desespero y yo intentando calmarte, me llevaste a la clínica y tù velaste por mí toda la noche, o al menos lo intentaste el sueño siempre vence, fue lindo despertar y verte allí a mi lado. Recuerdas, ¿verdad? Aquella deuda que casi nos consume, cuando estuviste a punto de perder nuestra casa. o cuando yo quise hacer una fiesta de universitaria y ya a las 12:00 am corrí a todos por que solo quería dormir, nadie quería irse te deje todo a ti. No guardo rencor, porque cada segundo a tu lado fue un regalo. Ahora es tiempo de que construyas esa familia que tanto deseas. No me has abandonado porque te duele dejarme; entiendo que todo en la vida tiene su final.
Revisé tu correo, y lo siento, vi el examen; debiste decírmelo. Siempre te vi tan fuerte, tan inquebrantable, que no podía creerlo. Lloré hasta que no quedaron lágrimas, pasé la noche en vela, llamé a tu celular y, por destino o casualidad, ella contestó. Le pedí que no colgara y hablamos, sentí que fue una plática tan larga y aun así no era suficiente.
Ella me contó cómo la haces reír, cómo hablas de mí con cariño y el dolor que sientes al mentirme. Le prometiste que nunca la dejaría sola, que el bebé tendría a su padre. Entiendo el vacío que dejó tu propio padre en ti no quieres ser como tu padre, Quisiste contarme, pero el miedo a perderme te paralizó.
Ella lloraba mientras se disculpaba una y otra vez. Fue una noche de desesperación, tú ahogado en alcohol, ella sumida en la melancolía. Las explicaciones no cambian el resultado; somos humanos, imperfectos desde que Eva probó el fruto prohibido.
Ella confesó algo que me rompió el alma: su embarazo es de alto riesgo y es probable que no sobreviva. Los médicos ya se lo han dicho, pero ella guardó silencio, sabiendo la alegría que te embarga ante la paternidad. Le revelé mi secreto más oscuro: tengo cáncer. Sí, mi amor, y no del que te salvas y quedas para contarlo, y te dicen lo valientes que eres y el ejemplo para muchos, no iba ser asì, yo tambien le cuestione tanto Dios, bueno ya eso no viene al caso no te sorprendas. La vida es una maestra implacable, y ahora debes ser fuerte por ese pequeño ángel que espera ver el verde de tus ojos.
¿Recuerdas cuando regresaste de tu viaje? No quería hablar, solo deseaba amarte hasta que el mundo se desvaneciera. Estabas exhausto, pero no pusiste límites para complacerme. Gracias por esa última noche, por hacerme tuya con la misma pasión de nuestro primer encuentro.
El miércoles tenías una operación programada, y aunque no me lo dijiste, lo sabía. Como no le ibas a decir pensaste que no me iba a enterar, te dije que pasaría la noche con una amiga, pero la verdad es que ella me llamó, los dolores habían comenzado. Me rogó que no te lo dijera, y así lo hice.
Es un niño hermoso, con tus ojos, estoy segura. Ella no sobrevivió, y me pidió que le pusiera tu nombre, Sebastián. Elegí llamarlo sebastian Junior, espero que te guste.
El pequeño estuvo en observación neonatal, asegurándonos de que todo estuviera bien. Pedí que te lo llevaran cuando despertaras. Sé que serás un padre maravilloso. No me iré de tu lado; recuerda que me llevas contigo, literalmente, llevas mi corazón.
Espera, respira, no te exaltes, sigue leyendo...
De todas formas, mi partida era inevitable; no podría soportar verte sufrir por mi enfermedad, ni yo soportaría verme consumida por ella. La vida te ofrece una nueva oportunidad con el bebé más hermoso del mundo; él merece conocerte, y por eso te he dado mi corazón.
¿Pensaste que no me enteraría de tu condición? Sabía que estabas mal; vi los resultados de tus exámenes en tu correo. Estabas en la lista de espera para un trasplante de corazón, el número cien.
No había tiempo para esperar...
Después del parto, dejé a Sebastián Jr. en buenas manos, regrese a casa por algunas cosas y que crees se me ocurrió escribir esto, meses atrás al enterarme de mi cáncer había escrito algunas notas, y unas horas antes quise dejarte mi último aliento, mi último suspiro, mediante estas líneas, no para que te culpes, ni mucho menos para hacerte sentir mal, amor no te preocupes esto apenas comienza. Organice todo, hice las planificaciones necesarias y me ofrecí como voluntaria para darte mi corazón. No fue sencillo; temí que no fuéramos compatibles, pero descubrí que el dinero facilita las cosas y si mi corazón era perfecto para ti, eso ya era lo único que el cáncer no había logrado tocar por el momento, cuantos días entonces me quedaban, cuantas horas. Autorice mi propia eutanasia, un proceso nada fácil. Decidí enfrentar a la muerte antes de que ella se llevara la victoria; no te culpes, mi cáncer era terminal y no había nada que pudieras hacer. Preferí ganarle a la muerte, pues sabes cuánto odio perder.
Mientras lees estas líneas, deberías estar despertando, y todo debería haber salido según lo planeado. Solo quiero que sepas que no te juzgo, nunca lo haría. Vive, por favor, vive por ti, por el presente, nunca por el mañana.
Te amo y no te dejo; ahora me llevas contigo...
PD: Por siempre, tu esposa.
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