Capítulo VI

                 

-James esto es...guau- Dice la doctora Seymour mientras se quita las lentes para observarme con sus mirada azul y puntiaguda.

Han pasado tres semanas desde mi primera carta a Alexandra. Cuando me tocó escribir el reporte de esta semana quedé una hora varado frente a la hoja de papel vacía. ¿Era todo esto un secreto entre Alex y yo? Nadie tenía porqué saberlo y aunque alguien más lo supiese, como la doctora Seymour, jamás lo entendería. ¿Para qué gastar palabras en explicaciones que nunca serán comprendidas? Entonces era un secreto. Es un secreto y seguirá siéndolo. Resolví escribir algo esperanzador, un poco del tema universitario y las ganas que tenía de comenzar una nueva etapa. Es una mentira disfrazada de verdad o quizá una verdad disfrazada de mentira.

La doctora suspira con vehemencia. Supongo que está esperando a que diga algo.

-Bueno...debo admitir, siempre creí que lo lograrías.- Dice ya rendida.- Sabía que entenderías que no fue tu culpa.- Claro que si...claro que traería el tema. La gente no olvida. -Sabes James, cuando Florence me contó sobre tu... 'ataque' después del egreso...supe que no es que habías perdido la razón. Simplemente la extrañabas y no querías admitirlo.- Dice con una sonrisa de esas que te echan cuando te tienen lástima.- Y está bien, a nadie le gusta admitir su debilidad. Destrozar tu hogar y pasar una semana dando vueltas en un automóvil... tú mismo sabías que no podía durar mucho.

¿Por qué tiene la necesidad de hablar de eso?

-No es mi hogar.- Digo cerrando los puños con fuerza para retener el enojo que lentamente hierve en mi interior. Hacía mucho que no sentía esta angustia. Exactamente desde aquél día.

-Puedes destrozar, romper y correr todo lo que quieras pero en algún lugar de tu interior sabes que no puedes dejar ir algo que todavía no aceptas.

La observo fijamente evitando recordar. Es imposible.

7 de Agosto.

Ochenta y dos días desde que te perdí y dieciocho desde que te volví a encontrar.

Alex,

Sentí que debía contarte esto, al menos sé que debo escribirlo para luego olvidarlo por completo. No sé si vale o no pero siento que debo dejarlo ir.

Llegué a lo que antes era mi casa, hacía calor. La túnica azul era mas calurosa de lo que parecía. 'Ve, coge tus cosas y ven para casa. Evita verlo, ¿si? Te estaremos esperando.' Me dijo George a modo de despedida mientras arrancaba el motor de mi automóvil. No había cosa que me abrumara más que ver a mi padre otra vez. Había jurado no hacerlo más y todo hubiese ido mejor si hubiese podido evitarlo pero tenía que volver para coger mis cosas si verdaderamente quería dejar ese lugar para siempre. Una vez cogidas mis pertenencias no tendría que volver nunca más. Al menos eso fue lo que me repetí a mi mismo antes de abrir la puerta.

El olor a alcohol añejo no tardó en ingresar por mis fosas nasales. Habían botellas de todo tipo pero abundaban las de ron y whisky escocés, su favorito. Las ventanas estaban cerradas y hacía más calor que afuera. Lo único que lograba escuchar además de la inseguridad que crecía en mi interior era un profundo silencio cargado de un ritmo ligero. El ventilador de techo estaba encendido pero no hacía correr ni una gota de aire. Recuerdo que detuve mi mirada en él mientras el abría lentamente sus ojos, como despertando de un profundo sueño.

La realidad me golpeó tan fuerte que comencé a contener los espasmos de respiración agitada que comenzaban a brotar de mi cuerpo.

-Hijo...-Me dijo con la voz más ronca que nunca. Terminó de abrir los ojos. Estaban tan rojos y vidriados que no me costó recordar la muerte de mamá y mis hermanas.- Me enteré sabes.

Trató de ponerse de pie pero solo logró levantar la cabeza.

Me quedé inmóvil, aún sintiéndome indefenso y enormemente resentido.

-Supongo que te diste cuenta de que era hora de volver a casa.- Dice sonriendo, aún con la mirada entrecerrada.- Ahora lo entiendes ¿verdad? La muerte.
Todo creció en cantidades enormes y la tensión abrumó todo espacio existente. No entendí por qué no podía moverme.

-Si esperas mi perdón James, deberás saber que te lo dije y muy claro...te creíste infalible como siempre lo hiciste pero ¿ves? La vida te ha jugado una dura esta vez. Nunca escuchas pero ahora debes hacerlo, no tienes más remedio...lo has perdido todo. Si, lo sé...me odias. No es ninguna sorpresa pero en algún lugar de tu cabecita terca sabes que no soy tan malo como me pintas. Estoy justificado James y ahora tú también lo estás. ¿Quién lo hubiera dicho?- Dijo antes de tragar directo de una de las botellas.- Padre e hijo unidos por la misma desgracia. Ahora entiendes lo que se siente saber que hagas lo que hagas, no podrás volver el tiempo atrás.

Las lágrimas brotan sin permiso aunque de manera silenciosa.

-Oh James, ven aquí y coge una botella, la que más quieras ¡Brindemos!¡Por tu madre, tus hermanas, por Axel!- Dijo abriendo los brazos mientras una ola de odio me recorrió por entero.

Ahí es dónde comenzó. Destrocé su casa, rompí sus botellas y todo lo que podía quebrarse. Grité como nunca entre llantos y frases que ya no recuerdo. Lo que sí recuerdo fue su sonrisa vengativa, aún tiemblo con tan solo recordarla.

Me detuve cuando no quedaba nada más por romper. Bajé la mirada y observé mis manos. Estaban cubiertas de sangre.

No me tardé en procesarlo, podía verme a mi mismo reflejado en él. Di un último suspiro tembloroso y me alejé de allí con mis cosas, al menos las que quería conservar.

Una vez dentro del automóvil me sentí derrotado. Manejé sin rumbo por cuatro o cinco horas. Ya atardecía y estaba en medio de la nada misma. ¿Qué mejor lugar para dejarse derrotar? Comencé a correr hasta que las piernas no me dieron para más. Tropecé y me quebré en un llanto desahogado, librando de mi interior todo ese sonido que antes había evitado sacar. Al menos allí no había nadie. Nadie para impresionar, nadie que me juzgue, nadie que me oiga.

Pasé quien sabe cuanto abrazándome a mi mismo, perdido y mal gastando el tiempo tratando de probar algún punto si es que había alguno. ¿Lo encontraría alguna vez?

Tras recordar todo esto después de una no tan agradable y no por eso menos típica visita semanal a la doctora Seymour, ingresé a R4. Me vi a mi mismo reflejado en el espejo retrovisor y lo volví a recordar. Parece mentira que uno mismo pueda llegar a olvidarse de cómo es. Vi después de mucho tiempo mis ojos verdes, endosados de cansancio, el cabello más despeinado que de costumbre y una pequeña barba que comenzaba a crecer.
Lo único que siempre temí fue parecerme a él y parecía estar lográndolo. Quedarse estancado, no saber para donde ir, ahogar tristezas infinitas en alcohol... al menos eso no, yo elegí el cigarrillo. Parece ser que por más que uno trate de evitarlo, heredar de antepasados es inevitable. ¿Pero no es viviendo acaso como uno termina de formarse? No quiero vivir mi vida desperdiciando los minutos encerrado y resentido, sin animarme a ser lo que verdaderamente quiero ser.

Al menos tengo certeza de eso si es que de algo puedo tenerla.

Dejo de escribir y saco el encendedor de mis pantalones. El clima en el lago es de lo más engañoso y más al atardecer.

Tapo la pequeña brisa con la misma mano que sostiene la carta y observo la pequeña chispa de fuego que prende el papel. Escucho la hoja chamuscarse y la brisa mentirosa llevarse el humo.

El aire es mas liviano aquí, hasta parece que es más fácil respirar.

Suspiro mientras suelto el último rastro de fuego y, al fin, descanso.

Estoy dejándolo ir.

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-¡No puedo creerlo!- Grita Ronan del otro lado de la licorera apenas ingreso.

Hacía meses que no ingresaba a este lugar. Se siente extraño hacerlo sin una mochila con mudas de ropa. Sonrío y el olor tan peculiar no tarda en llegar a mi olfato.

Huele a cerveza, perfume de limón y aire acondicionado.

-¡James, eres tú amigo!- Le acompaña Conor con un tono más calmo aunque igual de eufórico mientras sale del mostrador.

-¡Hola chicos!- Les respondo tras abrazarlos.- Guau...vaya que han cambiado las cosas por aquí.

Observo con más detenimiento el espacio y noto una mesa de pool, una bola de boliche pequeña y mesas de árcade contra una de las paredes. Las luces de neón, el trébol y el duende siguen en su lugar.

-Se llama crecer con la juventud, amigo.- Dice Conor palmeándome el hombro.- ¿Te gusta?

-Claro que si.- Respondo rápidamente. Claro que...no tanto, en realidad.- ¿Cuando se les dio por esto?

-Ah, ya sabes...dos meses.- Dice Ronan mientras abre una cerveza y nos sirve un vaso a cada uno.- Algunos cambios son necesarios.

Asiento en silencio y doy un trago a la cerveza. Hace mucho que bebía de estas.

-¿Cómo estás tú, amigo?- Me pregunta Ronan después de unos escasos segundos en silencio.?contra una de las paredes.ament amigo.-  de pool, una bola de boliche pequeña y mesas de arcade contra una de las paredes.ament

-Estoy bien.- Respondo antes de darle una mirada a la botella fría deseando dejar de oír esa pregunta de una buena vez.- Preparándome para comenzar la universidad.

-¡Vaya noticia!- Dice Conor.- ¿Estudiarás música entonces?

-Parece que si.- Le digo asintiendo y asimilando el hecho mientras lo pienso.- Las clases comienzan en una semana así que ya puedo volver a trabajar.

Ambos se miran aún con cierta indecisión.

-Eso es...verdaderamente genial James.- Dice Ronan.

Asiento y noto que Conor observa su vaso pensativo.

-James, siempre tendrás un lugar aquí disponible para ti y más ahora que como verás estamos...'expandiendo fronteras'. Te queremos aquí. Eres nuestro amigo y sabes que puedes confiarnos lo que quieras, así que no me tomes a mal pero ¿Después de todo lo que atravesaste...con Alex? ¿crees estar...listo?- Dice Conor con esa delicadeza propia de quienes elijen sus palabras con cuidado antes de decir algo de más.

Ronan me observa esperando la misma respuesta. Bajo la mirada mientras muevo mis dedos a través del vaso.

-Alex no está.- Digo aún sin levantar la vista.- Pero yo sí.

Trato de evitar escuchar la voz que resuena en algún lugar de mi cabeza. Claro que está, aunque no sé si me lo imagino. De todos modos no podrían entenderlo.

Estoy bien así.

Conor sacude la cabeza como queriendo dejar el tema y Ronan apoya el vaso.

-¡Okay!- Dice Ronan levantando el volumen de su voz.- Entonces, te recomiendo que te pongas el uniforme, comienzas esta noche.

-¿Qué?- Pregunto aún incrédulo.

-¡Inauguración de la temporada!- Me responde con una sonrisa típica.- No ibas a creer que la haríamos si ti, ¿verdad?

-Aún puedes pensarlo James.- Repite Conor echándole una mirada poco amistosa a su hermano.

-Estoy bien Conor, gracias.- Le respondo aun sentado.

Conor se pone de pie y atiende el teléfono celular. ¿En que momento comenzó a sonar la música en el pub?

-¿Y bien? ¿estás contento?- Pregunta Ronan con extrema euforia alzando su vaso en el aire.

-Creo que si.- Respondo imitando su tono y fingiendo algo así como una sonrisa.

-¡Entonces yo también!

Chocamos nuestros vasos en el aire y atrapo la ropa que casi me hace volcar la cerveza.

-Bienvenido de vuelta.- Dice Conor aún con el celular en mano y bajando el baso tras lanzarme el uniforme.

Observo las ropas negras y blancas entre mis manos mientras las luces de colores bañan en falsas percepciones todo lo que yace a mi alrededor.

Cada vez hay más gente, la música aumenta y las botellas comienzan a salir de las heladeras.

Supongo que ya era hora.

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Me observo en el espejo antes de salir. Moño, camisa, pantalones ajustados. Retiro las manos del lavabo y con ellas el peso que ejercía mi cuerpo en los brazos.

Está bien ¿verdad? Esto es lo que espera la gente de mi...seguir adelante.

Lo gracioso es que todos esperan una reacción en particular pero por algún motivo últimamente no puedo cumplir ninguna expectativa. Solo las de George y Florence, aunque en el fondo sé que es por lo mejor, ellos siempre van a velar por mi.

Con respecto a los demás...¿cómo se supone que uno deba olvidar cuando todas las miradas gritan lástima o un millón más de expectativas?

Pretender para satisfacer falsas compasiones. La compasión es desagradable. ¿Y lo peor? A nadie le importa como te sientes en verdad.

Suspiro y abro la puerta.

El olor a limón y aire acondicionado comienza a variar de tonalidad, transformándose en alcohol, cigarrillos y aire abrumado. Definitivamente esto es una fiesta. No entiendo en qué momento acepté esto, ya comienzo a sentir dolor de cabeza y todavía no atendí ni un cliente.

Camino hacia el mostrador y tomo una libreta de pedidos nueva. Observo el entorno y me dirijo a la primera mesa.

Hay gente bailando en el centro del lugar, otros tomando en la barra y pocos teniendo un plato decente. Los televisores pasan imágenes psicodélicas y animaciones de mujeres con poca ropa...¿qué pasó con los partidos de fútbol?

Han pasado apenas dos horas cuando la música comenzó a tornarse más alta, cosa que no creía superable. La gente baila, sonríe, mueve sus brazos en el aire...pretende vivir un momento que todos sabemos que no existe.

-¡James!- Me grita Ronan a tan solo un par de metros de distancia del otro lado de la barra- ¡Ve por los frutos rojos!

He preparado tragos en la última media hora junto con estos dos extraños que están a mi lado, pero ¿frutos rojos? ¿de qué rayos habla?

-¡Pero no tenemos...!- Le digo inclinando mi cuerpo para hacerme oír un poco más mientras el se acerca sosteniendo una botella en su mano.

-¡Claro que sí!- Exclama en una sonrisa exagerada.- ¡Es el trago de la temporada!

Asiento incrédulo y camino hacia la cocina evitando tropezar con tantos seres humanos. No quiero tener contacto físico con ninguno de ellos pero sin embargo me paseo como burbuja en un profundo vaso de agua, con el único propósito de llegar a la superficie.

¿En que momento cambió tanto este lugar? Dios mío, creo que voy a colapsar.

Subo el última escalón antes de llegar al descanso y escucho a mi pasar un llanto de mujer. Giro la cabeza como acto reflejo y encuentro a la fuente emisora dentro del baño de mujeres, tapándose la cara con las manos. Pareciera que no le importa que alguien como yo la oiga llorar.

Trato de obviar la situación y seguir camino a la cocina pero no puedo fingir, no estoy de humor. Cualquier cosa antes que volver allí abajo y además...hay algo en su llanto que me produce cierta calma, como si pudiese olvidarme de mi cabeza por unos segundos.

-Ey, ¿estás bien?- Le pregunto ingresando al espacio con cerámicas rosas por vez primera.

Tiene una estatura notablemente menor que la mía y lo único que puedo notar de ella es que lleva el cabello rubio y suelto. Y un notable perfume de flores.

Levanta la vista sin cuidado y me observa como a cualquier otro extraño.

-No.- me responde antes de secar sus ojos con la yema de sus dedos.- ¿Y tú?

Suspiro ironía y vuelvo a observarla con resignación.

-No.

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