Capitulo I. Los tristes ojos azules.
Finales de siglo XVIII, Inglaterra.
Todos los ayudantes de la sala estaban pendientes a terminar con la decoración de la ceremonia, debía ser perfecto, no podía haber defecto alguno; en una esquina del jardín se encontraba un joven apuesto con copa en mano observando todo el espectáculo que montaban para dentro de unos minutos, portaba una cabellera naranja con un listón fino que contrastaba con sus ojos tan azules como el cielo cálido y piel tan primorosa que pareciera porcelana fina, Nakahara Chuuya, uno de los hombres y músicos más apuestos y brillantes de toda Inglaterra y Francia, por no decir de Europa entera, así es como era conocido; su primera presentación fue un revuelo que hizo noticia por todo el continente, su belleza por supuesto que le ayudaba, pero ese chico era talento puro, así era descrito y presentado por la gente.
Justo ahora se encontraba siendo un desastre; el llamado "amor de su vida" estaba a punto de casarse con una hermosa y refinada damisela de alta clase frente suyo. No quería que las cosas se quedaran así, no después de todo lo que habían pasado, tantos besos, caricias y demás ahora habrían sido nada, simplemente nada.
Los tristes ojos azules se alzaron y comenzaron a encaminarse a la habitación del novio. Sin pensarlo dos veces toco su puerta.
- ¿Quién? -sonó una voz al otro lado de la puerta gris.
- Soy yo. -anunció sin fuerza alguna.
La puerta fue abierta de golpe, Chuuya fue arrastrado hacia adentro por un fuerte y rápido apretón en su antebrazo izquierdo.
- ¿Qué mierda haces aquí?, ¿no fui lo suficientemente claro con todo esto?
- Yo solo quería decir- fue interrumpido por la voz contraria.
- ¡No!, no quiero escuchar nada, yo te contrate para que tocaras esta noche en mi boda, ¿entiendes?, no más.
- Pero-
- Mira, es mejor que salgas de aquí antes de que alguien venga, no quiero que piensen otra cosa de mí. - El contrario comenzó a arrastrar a Chuuya del brazo nuevamente fuera de la habitación con jaloneos y traqueteos bruscos.
- ¡¿Qué mierda te pasa?!, yo solo vengo a hablar las cosas contigo. - El pelirrojo se soltó con fuerza y coraje del agarre.
- No hay nada que hablar.
- ¡Claro que sí!, me mentiste, ¡me estuviste mintiendo todo el tiempo!
- Yo nunca te mentí sobre nada, no exageres.
- ¡Me dijiste que eras soltero, que no había nadie más, y ahora vas a casarte con tu novia de hace cuatro años!, ¡¿Qué carajos te pasa?!
- Chuuya baja la voz, pueden escucharnos. -Ambos chicos comenzaban a alterarse, por distintas razones, pero la misma actitud permanecía en ellos.
- ¡A mí no me importa!
- ¡Pues a mí sí!, yo voy a tener una familia ahora, ¿es qué no entiendes?, ¿tu cerebro es demasiado pequeño para entender o que mierda? - señalo con obviedad tocándose la cabeza repetidas veces con su dedo índice.
- Dijiste que solo era yo...
- Oh por dios Chuuya, ya tuvimos esta conversación.
- Dijiste que solo éramos nosotros...
- Bueno, las cosas cambiaron, no pensabas ir enserio conmigo, ¿o sí?
- Te creí todo tu cuento durante un año entero de mi vida. - La furia dentro de Chuuya crecía, su cara estaba comenzando a tonarse roja y toda su expresión ardía de sentimientos confusos chocando uno tras otro y combinándose hasta llegar a perderse.
- Siento muchísimo que hayas perdido tu valioso tiempo.
- ¿Realmente no significo nada para ti?, eso es lo que quiero saber, solo contéstame eso y me iré, te dejare en paz.
Hubo silencio. Un silencio infinito de diez segundos donde ambos chicos se miraban sin más.
- No. - Esas palabras hicieron crujir el corazón de Nakahara. - Solo pensé que sería divertido, ya sabes, el probar cosas nuevas, y realmente no quiero que pienses mal, fue divertido, fue algo emocionante a decir verdad, estoy seguro que si fueras una chica, serias completamente mi tipo, lo digo enserio. - El chico sonreía como si acabara de decir el mejor halago del mundo.
Hubo silencio de nuevo y Chuuya solamente quería largarse de ese lugar.
- ¿Sabes qué?, si, tienes razón, fue divertido. - Una pequeña sonrisa se asomó por los labios de Chuuya; sin más, se dio la vuelta para abrir la puerta, antes de retirarse se volteó nuevamente para mirar al contrario. - ¡Eres un maldito idiota, ojalá esa linda chica te deje a la semana y se entere que le gusta serle infiel con penes grandes y agujeros de hombres!
- ¡¿Qué mierda?!, ¡no puedes gritar cosas así! - Se encamino rápidamente hacia su contrario con intenciones de abalanzársele y hacerlo callar.
- ¡Disfruta las malditas enfermedades del sexo, idiota, ojalá te logren cortar el pene! - Cerro la puerta detrás del chico que al parecer se había golpeado con esta por el fuerte ruido de la habitación.
- ¡¿Disculpa?! - Fue lo último que Chuuya pudo escuchar.
....
Corrió rápidamente hacia el baño, se mojó la cara y respiro profundamente para encontrar paz en alguna parte de su mente, estuvo recargado en el lava manos varios minutos, estaba agotado tanto mental como físicamente, no sabia donde ubicarse correctamente.
Cuando al fin se encontró más tranquilo pudo observar en el espejo que el saco del traje estaba completamente arrugado, odiaba tener su ropa en mal estado, intento acomodarlo un poco, especialmente de los hombros y antebrazos, se perdió por varios minutos en su vestimenta, hasta que los invitados comenzaron a llegar, se percató por el ruido que comenzó a haber fuera que antes no había. A este punto estaba entre el dilema si largarse de una vez o esperar a que llegara su hora de tocar para poder retirarse como el profesional que era.
....
La ceremonia había dado inicio por fin, la novia portaba un vestido tan hermoso y envidiable para todas las presentes del lugar, el novio por otro lado portaba un traje elegante y refinado que hacía juego con el vestido de la mujer.
Chuuya no estaba en una de las sillas como todos los presentes, estaba de pie en la misma esquina en la que ha estado desde que llego. Estaba contemplando todo, como su antes amor se iba de él para siempre; para ser honestos, fue un golpe duro para el pelirrojo darse cuenta que a los ojos del chico que tanto cariño le había agarrado durante estos dos años, simplemente fue una divertida aventura y nada más, a fin de cuentas el pelirrojo solo era eso todo el tiempo.
Chuuya amaba y amaba fuertemente. No le era justo que las demás personas siempre se aprovecharan de ello.
Los votos matrimoniales comenzaron, y Chuuya no pudo evitar prestar atención en lo que el chico tenía preparado para ella.
- Margaret, nos conocimos desde que tenemos diez años y oh querida mía, no hay un solo día en el que yo no he pensado en ti y en todo el amor que te tengo, así que el día de hoy te entrego todo de mi con el corazón en la mano. - La chica parecía conmovida por las palabras del hombre. - Es vergonzoso admitir esto, pero realmente nunca hubo nadie más que tú, en todos estos diez años que nos llevamos conociendo jamás estuve con nadie más, jamás pensé en nadie más, en nadie excepto en ti. - Chuuya podía sentir que por cada palabra que escuchaba decirle podía sentir a su corazón hacerse cada vez más y más pequeño. - Te amo Margaret, y nada ni nadie hará cambiar eso. - La novia comenzó a derramar lágrimas de felicidad junto con otros presentes del lugar que irradiaban felicidad.
-Mentiroso...- Susurro lo suficientemente bajo para que ningún presente se percatara de ello. Realmente Chuuya no sabía porqué seguía parado en esa esquina, solamente lo hacia lucir como un idiota que le daría pena a quien sea que lo viera en ese estado.
Durante toda la demás palabrerías no presto atención y se dispuso a discutir con el mismo. Las únicas palabras que lo hicieron recobrar conciencia fueron las del Padre, las famosas palabras que todo Padre dice en ceremonias como estas.
- Los declaro marido y mujer...puede besar a la novia. - Finalizó.
Chuuya nunca antes lo había visto besar a alguien tan gentil y cálidamente, nunca lo hizo con él, nunca lo hizo en los dos años que se habían conocido, ni siquiera en el año que compartieron cama.
Los gritos, chiflidos y aplausos comenzaron, la celebración de todo el mundo se hizo presente, las sonrisas y lágrimas invadieron el rostro de todos en el lugar, y por supuesto, de Chuuya también, pero sus lágrimas eran distintas a la de los demás, estas no eran de felicidad, eran de simple tristeza.
Chuuya no pudo más, los dulces tristes ojos azules se deslizaron hacia la salida del lugar y sus zapatos le acompañaron con gusto y calidez.
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