I

Ir a los Elíseos, normalmente, era algo necesario para despejarse y escapar, aunque fuera momentáneamente, de su constante y repetitivo trabajo, esa pequeña huida que hacía de vez en cuando para tomar un poco de sol tras retirarse la Sapuri, mientras escuchaba a sus hermanos o a las dríades platicar a una relativa distancia, o tal vez jugando con las ninfas del pantano infernal, momentos tan necesarios, sobre todo para ellos, que se la pasaban siendo consumidos por la oscuridad del Mukai, el constante trabajo sin descanso del que solían perder la noción del tiempo.

Actualmente, sin embargo, poco a poco era algo de lo que empezaba prescindir poco a poco, ya bien despierto después de haber estado profundamente dormido por la flecha de sagitario y con un buen plan para poder tener un negocio rentable y pasar desapercibido entre los mortales, sin atraer atenciones ajenas que hiciera imposible poder vivir, al menos durante un tiempo, finalmente se las había ingeniado para sacar a Alone del inframundo y cumplirle cuanto capricho se le antojara, a fin de cuentas, era el "señor" al que actualmente daba pleitesía, aunque mayormente tomaba el trabajo como la distracción constante del más joven, para que el trabajo y el encierro en el inframundo se hicieran más llevaderos, después de todo, por más mínimo que fuera el poder de Hades con el que había despertado Alone, era el suficiente para que el inframundo pudiera gozar de una estable y constante existencia, ya que al parecer, tras su derrota en la guerra más actual donde ninguno de ellos participo, el estado del inframundo había sido tan lamentable, que sin haber revivido a Alone o si su señor no hacía acto de presencia de alguna otra forma, no tendrían un lugar donde vivir o trabajar.

Ahora y siendo uno de muchos caprichos, le termino comprando un castillo en Italia, tras ver la necesidad en su lento desequilibrio emocional, la falta de sueño combinado con perder la noción del mismo, y aunque muy en el fondo era un espectáculo que deseaba ver, no era algo a lo que podía arriesgarse mucho, no podían perder a Alone, siendo el único sustento actual del Inframundo y las tierras a su alrededor.

Pero entonces, si ahora tenía un lugar estable y cómodo donde vivir, ¿Que estaba haciendo ahí?

Fue hace algunos meses atrás, antes de decidir comprar el castillo, cuando Alone hizo el descubrimiento de una pequeña y blanca alma que vagaba sin rumbo alguno por el inframundo, una tierra a la que ya no pertenecía y en la que parecía haberse perdido, sin memoria por haber bebido del Lete, una pobre alma que se había intentado reencarnar, hasta que el proceso debió de haber sido interrumpido y entonces...

Tras su recuperación, el alma había sido llevada de nuevo con el resto de su clase para buscarle un nuevo cuerpo al cual moverse, pero de alguna manera se las había vuelto a arreglar para desaparecerse de la vista de los espectros vigilantes y nuevamente, fue encontrada vagando por ahí.

Al final, ocupado como estaba y evitando que Alone se enterara nuevamente en ella, decidió tomarla entre sus manos y llevarla consigo a los Elíseos, sin memoria, consciencia o voluntad alguna, dejarla en una cama de flores, donde las ninfas jugueteaban cerca de ella, había sido tan buena idea, que durante los próximos meses ya no se había vuelto a mover de ahí, probablemente el lugar se le había hecho lo más semejantemente posiblemente a donde estuvo resguardada por poco tiempo antes de volver al infierno.

—¡Dios Oneiros!

—¡Oneiros, Oneiros, por aquí!

—¡Rápido, tiene que ver esto!

Miro a las ninfas brincando a la distancia, cerca de donde el alma que trajo consigo debía reposar con tranquilidad, aquella a la que visitaba constantemente mientras intentaba pensar en alguna solución al pequeño problema que significaba no poder hacer que se reencarnara y abandonara esa tierra, dejándola al cuidado de las ninfas que simplemente se la pasaban tirando flores encima de su redondeada e incorpórea figura, aunque en el fondo, era una manera de que estuvieran al pendiente de ella, inmóvil y sin un propósito especifico en aquel lugar, de alguna manera sentía como si tuvieran algo en común, recordado muy vagamente las anécdotas de sus hermanos de cuando él estaba vivo pero no "vivía", mínimo hacia cosas básicas, no como aquella alma, que aparentemente se quedaría en medio de la nada por la eternidad.

—¡Mire, el alma cambio de forma!

Sintió sus manos, y tal vez su cuerpo en general, temblar mientras veía a la pequeña criatura que se encontraba descansando sobre las flores, con sus ojos cerrados y un cuerpo, demasiado, bien alimentado, tomando en cuenta todo el tiempo que permaneció sin hacer absolutamente nada, era, sencillamente, un hermoso bebe de algunos cuatro o cinco meses, con unas cuantas flores arrancadas en una mano, mientras la otra se encontraba siendo babeada dentro de su diminuta boca.

—¿Cómo se supone que paso esto?

—No lo sabemos, temprano estaba bien, le dimos la espalda unas cuantas horas y nos dimos cuenta de su nueva apariencia cuando hizo ruido.

—Cierto, hizo ese sonido de los bebes, creo que se emociono por al fin ser capaz de tocar o sentir algo.

—Solo mírela, es tan linda.

—¿No tendrá frió?

—Hay que conseguir una frazada de inmediato.

Intento respirar profundo mientras veía al pequeño bebe que se encontraba totalmente desnudo, una niña de piel pálida, aunque se encontraba totalmente bajo los rayos del sol, aunque con los ojos cerrados como si tuviera alguna dificultad en mantenerlos abiertos, algo en lo que decidió dejar de fijarse cuando sus ojos cayeron en cuenta de un pequeño detalle, una cosa de la que no pudo despegar su vista una vez lo noto.

Era rubia... ¡Rubia por todos los dioses!

—¿Creen que sea una de nosotras?

—Se ve demasiado normal para serlo.

—Tal vez absorbió algo de su alrededor, es una tierra de dioses, tal vez solo reacciono.

—El Dios Oneiros pasaba mucho tiempo con ella, ¿eso abra afectado?

—No creo, estaba entre las flores, tal vez sea una Alseide.

—¿Estas mal? Debe de ser una ninfa infernal, podríamos consultarlo con Hécate.

—Hace mucho tiempo que ella no viene aquí y yo no quiero ir a buscarla...

Hizo un esfuerzo por prestar atención a la platica de las ninfas, quienes intentaban buscarle una razón de ser a la pequeña criatura que no se encontraba ahí, ¿Qué tal si algún otro dios simplemente se apiado de ella y decidió concebirlo por si misma? Había oído historias de bebes naciendo tras comer una fruta, aunque aquí y según lo que contaban, nadie le había dado a luz, lo que tenía sentido, hace mucho que ningún otro dios que no fuera el...

—¿Qué tal si dejamos eso de lado y le ponemos nombre?

Vio a la pequeña reaccionar cuando una Dríade la tomo entre sus brazos, alzándola y ocasionando que el bebe soltara un grito de felicidad, un momento en cual sus parpados vibraron un poco antes de abrirse lentamente, un segundo en el que todos se quedaron en silencio mientras observaba al bebe parpadear rápidamente, antes de poder tener los ojos plenamente abiertos.

—Señor Oneiros...

Trago saliva, sintiendo algo revolverse en alguna parte de su cuerpo, pero sin entender plenamente el porqué, simplemente guardo silencio mientras notaba como el bebe miraba a la ninfa que la sostenía en brazos, misma que había detenido todo movimiento, antes de dirigir su mirada hacia el dios menor.

Negros. 

Tenía los ojos negros como la noche. Justo como él.

—Athanasia —soltó sin pensarlo, rápido, ignorando las miradas llenas de preguntas de las ninfas a su alrededor, porque él también podía tener un montón de dudas sobre aquello, pero si algo iba a ser, era, mínimo, darle nombre a quien tenia su mismo tipo de ojos—. Se llamará Athanasia.

Observo a la pequeña criatura que ahora estaba distraído, mirando sus propias manos, como si apenas empezara a ser verdaderamente consciente de sí misma.

—Ahora que ya tiene nombre... Necesitamos consultar esto con alguien.

—Creo que Hécate es una buena opción.

—Si, Hécate suena bien.

Soltó un suspiro, dejado caer sus brazos, era una lástima que no hubiera mas dioses cerca y con sabiduría a los cuales recurrir.

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