CAPÍTULO IX
EL EXTRAÑO PROFESOR QUIRRELL
Hace unos dos o tres días, Bruneila había intentado estar lo menos cerca posible al principio de Harry Potter, pero la curiosidad de los Weasley no podía ser detenida. Por ende, se resignó a ser incluida aún en contra de su voluntad, entendía que no la querían dejar sola o abandonarla en ese estado de recuperación tan delicada.
Su atención principal era Ronnald. Parecía querer seguir los mismos pasos que sus hermanos gemelos, pero ella le mostraba los dientes molesta ante el brillo de oportunidad para seguirles la corriente pero mediante el susto lo mantenía a raya. Sin embargo, todo se fue complicando al momento que en medio de una de las cenas se presentó a un nuevo maestro para Hogwarts.
El Quirrell, un hombre un tanto extraño desde que pisó la sala, la mala espina provenía del turbante. No sabía qué ni porqué, pero aquello no era tan alto como lo recordaba ver con anterioridad; parecía haberse fijado mucho en él, ya que sus miradas se conectaron por un lapso breve de tiempo y esos ojos oscuros le recordaban al susodicho de Voldemort.
Patrañas… puras patrañas…
No puede ser...
Trató de estar atenta a lo que Ron le decía en la mesa pero, realmente no sentía ni un pelo de confianza hacia ese «maestro». No era para nada similar a la sensación que tuvo cuando lo conoció siendo parte de la casa Ravenclaw, mientras él era el Maestro de Estudios Muggles. Por lo que había pedido a Dumbledore permiso para vagar entre las mesas de Gryffindor y Ravenclaw, la vagancia activa era bienvenida para el barbudo más viniendo de ella.
En otro punto, a lado del niño que sobrevivió, Harry Potter; Percy Weasley y Hermione se encontraban hablando específicamente acerca de las clases y materias en las que debían apuntar a buenos puntajes. Sentada a un lado de Ron pudo conectar mirada brevemente con esos ojos oscuros y negros similares a Sirius, reconociendo que ser el padrino no era solo ocurrencia infantil de los Potter sino por la similitud en característica del sino.
Sin embargo, sus miradas encontradas no habían durado mucho, debido a que Percy la había agarrado entre sus brazos, quitando del puesto cercano a Ron. Como todo pelirrojo celoso que era
—Neila, al fin te decidiste a conocer más allá de Ravenclaw.
—Sht! Notarán que me he ido, y ya sabes que cuando comienzo a contar una historia ya no termino de hablar —murmura con complicidad, acercando su hocico a lamer la mejilla del pelirrojo de frente ancha.
No se hicieron esperar las miradas de sorpresa de los alumnos de primer año. Siendo más obvia la expresión facial en la jovencita Hermione y en Harry.
—Usted es Bruneila Sabbath, la animaga y ex-mejor alumna en Hogwarts, ¿no? —afirma con aires de conocimiento Hermione, el entusiasmo se sentía a través de la fluida frase.
Parecía ser una fanática, o quién por fin podía darse la dicha de conocer a la figura popular entre elfos, mundo mágico y Fantasmas de Hogwarts
—Vaya, al parecer nuestra amiga de cuatro patas es famosa, Nah, sabíamos que esto sucedería... —comenta bromeando Percy, ocasionando que la cachorra ponga una pata sobre su boca intentando callarlo.
—Mucho gusto. Tiene razón en lo que ha dicho, usted es la señorita Granger, nueva amiga del pequeño Ron.—corresponde el gesto a la niña, aunque logra su objetivo secundario: hacer sonrojar al pequeño Ron.
—Sí, es un placer al fin conocerla, he leído mucho sobre usted, y bueno… Sir Nicolás también ha contribuido con anécdotas de su residencia como alumna en Hogwarts, ¿es cierto que tiene a una manada de Elfos a su disposición, o sólo es un mito? —pregunta curiosa la pelirroja, dejando un tanto intrigada a la cachorra. — Y también es cierto que será parte de las clases de Transformaciones, ¿no?
—Eh... Si, soy la más especializada del campo, es un honor para mí, poder ofrecer ayuda extra a Miss Mcgonagall—contesta Bruneila aturdida por la locuaz charla.
Al menos ahora ya sabía de dónde venía la popularidad tan metiche de su persona...
Pediría luego un favor a Tobago, para considerar un buen acuerdo confidencial con esos fantasmas charlatanes.
Gracias a Percy la conversación había tomado otro flujo, ya que este introdujo en la conversación a Harry Potter, quien no dejaba de mirarla asombrado y curioso. Parecía no estar acostumbrado a ver a un perro hablar y comunicarse como una persona en un entorno tan social como lo era ese momento.
Se dejó alimentar con pequeños aperitivos ofrecidos por Ron, quién pareció ver que tampoco era fan del tema de conversación.
—«Espero que empiecen enseguida, hay mucho que aprender; yo estoy particularmente interesada en Transformaciones, ya sabes, convertir algo en otra cosa, por supuesto parece ser que es muy difícil. Hay que empezar con cosas pequeñas, como cerillas en agujas y todo eso (...)»—se escuchaba decir a Hermione.
Harry, que comenzaba a sentirse reconfortado y somnoliento, miró otra vez hacia la Mesa Alta. Hagrid bebía copiosamente de su copa. La profesora McGonagall hablaba con el profesor Dumbledore. El profesor Quirrell, con su absurdo turbante, conversaba con un profesor de grasiento pelo negro, nariz ganchuda y piel cetrina.
Todo sucedió muy rápidamente. El profesor de nariz ganchuda miró por encima del turbante de Quirrell, directamente a los ojos de Harry... y un dolor agudo golpeó a Harry en la cicatriz de la frente.
—¡Ay! —Harry llevó una mano a la cabeza.
Seguido a eso, los pelos del pelaje ondulado de su cuerpo se erizan ante el tenso ambiente en torno a esa queja. Ella trató de relajarse pero no podía evitar adoptar una postura alerta, Percy frunció el ceño al darse cuenta de ello y le ofreció una caricia en su pequeña cabeza. Gesto de apoyo.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Percy.
—N-nada.
El dolor desapareció tan súbitamente como había aparecido. Era difícil olvidar la sensación que tuvo Harry cuando el profesor lo miró, una sensación que no le gustó en absoluto.
—¿Quién es el que está hablando con el profesor Quirrell? —preguntó a Percy.
—Ese es el profesor Severus Snape, es un buen maestro, estricto pero os aconsejo que sean puntuales y se esfuercen en su materia. No bromas, ni contratiempos —comenta Bruneila al observar la mirada de Harry, desviarse de la mesa. Apresurandose a contestar antes del pelirrojo.
Ganándose una mirada de molestia fingida.
—Oh pequeña sabionda, ya me vengaré por esto –murmuró Percy para la cachorra–, ¿ya conocías a Quirrell, entonces? No es raro que parezca tan nervioso, ése como dijo nuestra compañera perruna, es el profesor Snape. Su materia es Pociones, pero no le gusta... Todo el mundo sabe que quiere el puesto de Quirrell. Snape sabe muchísimo sobre las Artes Oscuras.
—Buff! No los pongas más nerviosos, con mi explicación os debería haber bastado, menos mal no te sales con los chismes Percy…—fijó ella ocasionando que el pelirrojo empezara una pelea de cosquillas y un buen baño de lengüetazos.
Harry vigiló a Snape durante un rato, pero el profesor no volvió a mirarlo. Por último, también desaparecieron los postres, y el profesor Dumbledore se puso nuevamente de pie. Todo el salón permaneció en silencio.
—Ejem... sólo unas pocas palabras más, ahora que todos hemos comido y bebido. Tengo unos pocos anuncios que hacer para el comienzo del año.
»Los de primer año debéis tener en cuenta que los bosques del área del castillo están prohibidos para todos los alumnos. Y unos pocos de nuestros antiguos alumnos también deberán recordarlo.
Los ojos relucientes de Dumbledore apuntaron en dirección a los gemelos Weasley. La cachorra levantó una ceja y suspiró, de nada servía aquella advertencia del director hacia aquellos bromistas sin sentido del peligro.
—El señor Filch, el celador, me ha pedido que os recuerde que no debéis hacer magia en los recreos ni en los pasillos.
»Las pruebas de quidditch tendrán lugar en la segunda semana del curso. Los que estén interesados en jugar para los equipos de sus casas, deben ponerse en contacto con la señora Hooch.
»Y por último, quiero deciros que este año el pasillo del tercer piso, del lado derecho, está fuera de los límites permitidos para todos los que no deseen una muerte muy dolorosa.
Detrás de esa tensa advertencia para todos, ella pidió con un gesto de su pata derecha sobre el pecho de Percy de que la bajara, él asintió entendiendo la mirada y gesto hacia el suelo con el hocico.
Harry rió, siendo uno de los pocos que lo hizo.
—Sólo no seáis aventureros en lugares incorrectos, los estaré vigilando niños —comenta la cachorra antes de retirarse tras una reverencia.
—¿Lo decía en serio? —murmuró Ron a Percy.
—Eso creo —dijo Percy, mirando ceñudo a Dumbledore—. Es raro, porque habitualmente nos dice el motivo por el que no podemos ir a algún lugar. Por ejemplo, el bosque está lleno de animales peligrosos, todos lo saben. Creo que, al menos, debió avisarnos a nosotros, los prefectos.
—¡Y ahora, antes de que vayamos a acostarnos, cantemos la canción del colegio! —exclamó Dumbledore. Harry notó que las sonrisas de los otros profesores se habían vuelto algo forzadas.
Dumbledore agitó su varita, como si tratara de atrapar una mosca, y una larga tira dorada apareció, se elevó sobre las mesas, se agitó como una serpiente y se transformó en palabras.
—¡Que cada uno elija su melodía favorita! —dijo Dumbledor—. ¡Y allá vamos!
Y todo el colegio vociferó:
«Hogwarts, Hogwarts, Hogwarts, enseñanos algo, por favor.
Aunque seamos viejos y calvos o jóvenes con rodillas sucias, nuestras mentes pueden ser llenadas con algunas materias interesantes.
Porque ahora están vacías y llenas de aire, pulgas muertas y un poco de pelusa.
Así que enséñanos cosas que valga la pena saber, haz que recordemos lo que olvidamos, hazlo lo mejor que puedas, nosotros haremos el resto,y aprenderemos hasta que nuestros cerebros se consuman. »
Cada uno terminó la canción en tiempos diferentes. Al final, sólo los gemelos Weasley seguían cantando, con la melodía de una lenta marcha fúnebre. Dumbledore los dirigió hasta sus últimas palabras, y cuando terminaron, el entusiasmo repercutió en exageración en especial en ellos.
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La cachorra se encontraba bostezando por enésima vez, recostada cómodamente en la cama de Fred, este día había estado pendiente a la explicación de Dumbledore en cuánto a los cuidados con Fluffy, los pasillos prohibidos para los alumnos y otras cuestiones generales. Aunque todo aquello era solo en caso de que estuviera aburrida, pero realmente desde que había vuelto del desmayo, no tenía muchas ganas de salir de la habitación de los Weasley.
Los dueños de las camas, se encontraban pidiendo un favor, pidiendo y pidiendo tanto que se divirtiera con ellos, y aun con los ojos cerrados sabía el anhelo con el que sus ojos hermosos se lo pedían.
—Neila, vamos por favor, una broma a los recién llegados no le hará nada mal —suplican George y Fred.
El cuerpo aún lo sentía pesado y cansado de hacer más movimientos del que quisiera, y estar involucrada entre los juegos de los pelirrojos no era ni bueno ni malo, pero harta flojera tenía pegado a sus patas. Por lo que con sus patas delanteras solo se cubrió sus ojos, apoyándose ligeramente en su hocico.
Dos horas...
Dos horas resistiendo a esto.
Fred estaba que picaba suave pero insistentemente con su dedo índice en el lado lateral de su hocico. Parecía una mosca molesta. Pude ver de soslayo esos ojazos brillantes de suplica.
—Buff!—resopló fuerte por las canaletas de su nariz negra— Chicos, no me hagáis esto, saben que tengo cierto problema al estar entre tantos nuevos alumnos, en especial... sabéis mi relación con los de Slytherin, esto causará más problema que diversión.
Bien, había sacado la frase perfecta para dejarlos limitados.
Sin embargo, ambos gemelos pelirrojos se apartaron un poco y adoptaron poses de valientes, audaces. Dignos ejemplos de alumnos de Gryffindor.
—Nosotros la protegeremos Lady Spaniel, te lo prometemos, con un Gusarajus conseguiremos repelerlos. —dijo George con su voz más varonil. Fingiendo un poco de madurez.
______『Embrujo Gusarajus:
______ este embrujo convierte
______ a la víctima en un gusano』~
Se relamió la nariz de su hocico, tratando de abstener sus ganas de reír ante la propuesta.
—Errol estará muy contento de jugar con ellos, claro que no dejaremos que se los coma —ofreció Fred.
— Uff ...—suspira rendida, descubriendo sus ojos, quitando sus patas delanteras— No hace falta tanta atención especial, sois unos geniales pelirrojos, no hace falta incluir más travesuras de lo previsto.
Dicho eso, se levantó de su cómoda posición, y los hizo acercarse con un gesto de cabeceo. Ambos lo hicieron con curiosidad y ceño fruncido, seguido a eso les lengüeteó los rostros como toda cachorra expresando su cariño físico, mojando de saliva invaluable y lengua aspera en las respectivas mejillas de los pelirrojos.
—Ugh, Neilaaaa ya me bañé hoy —George fingió quejarse entre una sonrisa, mientras intentaba huir de los lengüetazos de la cocker spaniel.
—Oh no! No pedimos una ducha exprés, bruuu —fingió una cara de asco, con la nariz fruncida Fred, pero no pudo mantener por mucho tiempo el gesto porque la risa se desbordó de sus labios sin permiso al sentir las lamidas en su cuello y cerca de la oreja.
E iba seguir la sesión de lamidas, de no ser tal vez, no hubieran sido interrumpidos por la presencia de Tobago repentinamente, arrodillándose al dirigir su mirada hacia ella. [Ya había pasado el tiempo de su castigo, por ende, se lo veía contento]
—Lamento molestarlos, pero solicito su presencia Princesa, Dumbledore requiere hablar con usted, Madam.
Se detuvo, y retrocedió de su ataque mojado, es decir, quitó las manos en la masa. Yendo hasta la orilla de la cama para verlo extrañada, levantó una de sus largas orejas por encima del nivel común, e imperceptiblemente su rostro.
—Pero ya fui está mañana... —resopla.
Al igual que los pelirrojos. Quiénes inmediatamente la atrapan entre sus brazos, formando un sándwich perruno. Porque entre ambos ella quedó restringida de movimientos.
—No, no, no irá a ninguna parte. Ahora ya es más parte de aquí que de él —se quejó Fred.
—Por favor, aun no te vayas Neila —suplica George.
—Si te vas el trío bromista estará incompleto, por favor mi cachorrita preciosa —suplica Fred, galán.
Esa frase causó una impresión profunda en ella. Sus latidos se aceleraron irremediablemente. Nerviosa, trato de no caer ante esa voluntad caprichosa y mimada de Fred, un encanto que sabía que hacía ruido en ella al no ceder. Un encanto casi imposible de negar.
—Es Dumbledore... Princesa.
El nombrarlo así, con tanta seriedad. Fue el hecho contundentemente para mantener su mente anclada a la tierra, porque sus patas estaban flojas y alejadas del suelo como para decir que se mantendría firme sobre el suelo.
—Lo lamento chicos, después buscaré tiempo para hacer alguna broma a Filch, ¿les parece?
La decepción surcó esos ojos verdosos en ambos, pero solo por un instante ya que al escuchar esa propuesta ambos la miraron con sorpresa.
—¿Nos enseñaras tus hechizos fabulosos para bromas auténticas?—pregunta George emocionado.
—¿Nos concedería ese honor, la Gran Cachorra Spaniel?—preguntó igual de emocionado Fred.
No era un misterio que tuviera esos gajes escondidos, pero que ella lo propusiera sin ningún incentivo previo, era un honor para cada uno de ellos. Solo sus hermanos mayores habían sido testigos de los hechizos que ella creaba para no ser atrapados con las manos en la masa.
—El honor siempre es más mío, por tener a los futuros y talentosos bromistas del próximo siglo —alaga aleteando sus pestañas largas con intención de adularlos.
—Está bien, pero... —dice George, sonrojado y emocionado tal como Fred lo demuestra también.
Frunce el ceño, respira profundo sin entender porque deja la frase sin terminar, buscando una forma para liberarse del agarre de los chicos.
—No lo olvides, por que toda la salamería que nos has dicho ha sonado muy bueno pero no será lo mismo si nos dejas botados —suplica Fred con un hoyuelo saliendo a relucir.
—No lo haré ~
—¿Lo juras?
—Lo juro frente por Toby, mi testigo más fiel y compañero de aventuras —dice involucrando al Elfo que pone una almohada inmediatamente bajo la caída próxima de los brazos de los chicos al soltarla.
—Bien, te dejamos libre por tu juramento leal —dice George.
—No nos extrañes tanto estando allá. Volverás pronto ya nos lo prometiste —dice Fred con picardía.
Como cachorra cae sobre la almohada tal y como Tobago lo predijo. Con una ligera reverencia hacia él se lo agradece, y seguido a eso, ladra hacia los pelirrojos dando por cerrado el tema, aprovechando que el Elfo le ofrece su mano y ella otorga una pata, mediante la conexión físicamente con una última mirada se despide de ellos. Y con solo pensar al igual que Tobago, ambos usan Aparición para llegar al despacho de Dumbledore.
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Tras decir el código nuevo de la semana, diferente al sorbete de limón. Procede a entrar pero, frunce el ceño al notar que Tobago no se retira sino que mantiene su mirada seria hacia dentro. Aquello dio mala espina a su instinto perruno, por lo que cierta cautela entró al lugar, sabía que Tobago no se marcharía por más que se lo dijera, solo se iría cuando sintiera correcto hacerlo.
Tiesa queda a unos veinte pasos de la mesa donde Dumbledore estaba sentado. Pudo percibir perfectamente como todo su pelaje de cocker spaniel se erizó en cuánto percibió una entidad nueva, no era nada bueno. Dumbledore la miró extrañado pero lo disimuló.
—Llegas justo a tiempo, querida. Te estábamos esperando, ¿quieres un caramelo de limón?
Seguido de eso el le ofreció un caramelo del tazón que disponía en su escritorio. Aceptó con un ligero cabeceo, y Dumbledore pacientemente descascara del plástico al caramelo. Ella se acerca al escritorio, apoyándose en sus patas delanteras sobre la orilla frontal del escritorio y sus patas traseras sobre el suelo, simulando una pose de estar parada como humana, acercando su hocico para acceder al caramelo.
Él se lo ofrece, y con cierta dificultad trata de mantener el caramelo entre sus fauces de perro. Sin tragarlo de una, una acción complicada de conseguir. Retrocedió de esa posición hacia su lugar, percatándose de ese hombre con turbante, no recordaba su nombre.
No es lo mismo... Algo no está bien.
—Hubo un pequeño plan de cambio, y el Profesor Quirrell será maestro de Defensa contra las Artes Oscuras (DCAO), seguramente os conocían, ¿No?—expresó Dumbledore.
—Claro, perteneció a la casa de Ravenclaw, siempre he admirado su pulcro trabajo, supongo que su viaje le sirvió de ayuda, un placer tenerlo de vuelta en Hogwarts nuevamente —ella contestó con cortesía.
La primera vez que lo vio, podía percibir un halo de pureza corpóreo; sin embargo, ahora no podía percibirlo.
Con diplomacia debía actuar casual.
Algo debió salir mal en el viaje...
—El placer, e-es mío, un gusto volverla a ver, Señorita Sabbath.
Sus miradas conectaron y su estómago sintió un revoltijo; esa oscura mirada que simulaba curiosidad, tenía ese destello que causaba repelús en su pelaje, su corazón se paralizó al percibir el reconocimiento. Dumbledore pareció sentirlo.
—Bien, solo era esa directriz. Profesor Quirrell, se le hará tarde llegar a su clase, si no se apresura —interviene, logrando que ambos se dejen de observar con tanta letanía.
—S-si... Muchas gracias. Es-espero coincidir pronto, señorita.
Rápidamente vieron ambos, como el profesor salió. Por el reflejo del espejo pudo notar que Tobago se acercó a ella, e hizo surgir el sonido de un silbido particular que accionó sus ojos aguamarina dejando de ser marrones oscuros, típicos de la forma animaga del Cocker Spaniel.
Su protección mental envolvió en una burbuja todo el despacho y las personas que quería dentro del lugar aislado.
—Eso es nuevo…—murmura Dumbledore.
—Tobago no está tranquilo, usted tampoco lo está, princesa.
Y tras eso, su estómago dio un temblor ahogado, escupió el caramelo de limón, seguido a eso vomitó toda comida ingerida horas atrás.
Dumbledore preocupado se levantó del lugar como para auxiliarla con un poco de agua, pero fue el Elfo quién actuó más especializado. Murmurando algo al cuenco de agua, este bajó la temperatura intermedia a fría rápidamente e inmediatamente mojó sus manos en ella y reposó sobre la peluda cabeza de la cocker spaniel.
—¿Qué pasa? ¿Qué tiene ella, Tobago?
El mareo que la invadió fue tal que el fresco tras ese gesto auxiliar de su elfo guardián, su mente quedó en blanco y la transparencia del campo se volvió temblorosa. Dumbledore recostó su cuerpo contra el escritorio, siendo contagiado por la sensación de mareo.
—Ella percibió el mal. Tobago no quiere que la princesa esté bajo presión —replicó preocupado.
Con cierta torpeza cayó sentada sobre sus retaguardias, justo al momento que la temperatura alta en su cabeza y cuerpo, síntomas secundarios del vómito, pasaron a segundo plano tras las frías y diminutas manos de Tobago.
—¿Cuál es la ruta de vigilancia y/o advertencia este año, Dumbledore? —decidió preguntar para no pensar en su propio malestar.
—El límite derecho del castillo, Fluffy está de guardián en esa sección, sabes que es el guardián de la piedra, por lo que me gustaría que también estuvieras alerta en esa sección, no habrá quien se resista a ser curioso. Y por lo que vi has notado algo extraño en Quirrel, ¿puedo saber que? —pregunta mientras acaricia su barba blanca.
—Su aura no es la misma. No hay buenas vibras... Deberás tener mucho cuidado con las cuestiones en que lo involucras. Mi instinto nunca se equivoca.
La mirada significativa de Dumbledore la hace sentir extraña. Parecía no ser la única en percibir eso de ese hombre.
—Entiendo, lo tendré en cuenta. Por otro lado, me alegro que estos días hayas estado mejor, he notado que intentas ser más activa. Evitando inducir a los jovencitos a lidiar con la pena, pero creo que en algún momento deberás decirles sobre tu pasado joven Bruneila.
Como cachorra se rasca la oreja con su pata izquierda, tras la picazón de inconformidad que nace ante el cambio de tema en la conversación.
—Buff! No lo sé, en estos días he controlado los síntomas del pánico pero no se por cuánto tiempo será efectivo. Aunque no hay mucho que contar. Mi pasado no es una gran historia fantástica por la cuál admirar —comenta saliendo con ayuda de Tobago, quién previamente limpió el vómito, dejando todo limpio tras su marcha.
—No dudes en venir si necesitas una charla profunda.
—Gracias Albus.
Dicho eso, dejó atrás la conversación como terminada. Debía cumplir con una promesa y tratar de mantener la compostura no debía mostrar debilidad tras ese encuentro con el profesor.
Dos semanas después, la cachorra intentó ser sociable; omitiendo ante toda circunstancia su inminente problema al percibir tantas ondas y vibras malas, todo por la sensible percepción instintiva de su vínculo con su jaula de estar enfrascada en un cuerpo de perra de la raza cocker spaniel. Pudo fácilmente escabullirse en la semana entre los pasillos, cuidando y velando porque todo estuviese bien. Aunque con el Quirrell cerca aquello estaba delimitado, definitivamente ese turnante escondía algo malo y más aún cuando conformaba que la cercanía de Harry hacia el profesor, accionaba el ambiente tenso y dolor en partes iguales.
Por lo que empezaba a tener una vaga idea de lo que pudiese estar ocurriendo.
En las noches iba a dormir en la habitación de Fred, ya que por algún motivo extraño solo podía encontrar paz y dormir estando a su lado. Al igual que las pesadillas del pasado no se sentían tan dolorosas, sino que eran llevaderas. Y más cuando el pelirrojo la abrazaba diciendo entre sueños de que la protegería.
Por algún motivo sentía que el lazo que ambos compartían era uno especial que con el tiempo se haría más claro, profundo y hermoso de lo que ya se percibía.
«Eres muy especial para mí, Freddo mi pelirrojo»pensó antes de caer dormida, admirando al bello durmiente.
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