CAPÍTULO IV

LOS PELIRROJOS GOBERNARÁN HOGWARTS

En la cachorra el tiempo pasaba tan tranquilo como podría ser el de un animal doméstico, no tenía retraso en sus tareas ni problemas de comprensión debido a que situación actual era un de persona transmutada en un cuerpo animal, y no, un animal sin lógica humana. Tras la actividad de desporrar su pelaje ondulado era realmente cuando se sentía el tiempo pasar, ya que el pelaje del cocker spaniel hacía su muda cada dos veces al año, y la segunda razón sería ante el cambio de estación, ya que el instinto y cuerpo perruno se preparaba para el clima frío o cálido.

Aunque si pasaba más a menudo, el motivo era claro, agobio o estrés. Y en ocasiones específicas una mala alimentación, ésta opción era la más común en su existencia debido a que el trauma en el que existía era el desgaste mental y físico capaz de demostrarse tan palpable, haciendo difícil la actitud de fingir un estado saludable.

    En fin, las clases eran tan comunes como podía ser, aún cuando a estas una cachorra asistiera y tomara notas. La casa Slytherin era quién más hacía la vista gorda por el desagrado y falta de seriedad que acreditaban a Dumbledore al dejar que ocurriera. Mientras que el conocimiento mermaba el tiempo que debía ser, viéndose el resultado de cada materia emplearse con gran excelencia en la cachorra.

Siendo así, como ocho años pasaron al vuelo como si de un sueño diurno de un perro viejo se diera el placer de disfrutar. La cachorra pudo disfrutar el ver crecer a los gemelos hasta los ocho años, denotando la característica singularidad de broma que enaltecía la sangre Weasley. De broma en broma sin saber cómo, la cachorra se volvió más juguetona, activa y fiel seguidora; y aunque muchos pensaran que no era afectada por las bromas por serlo, no era ese el real motivo que anulaba las bromas hacia su persona.

El carácter de la cachorra, cambiaba considerablemente en cuánto su pelaje se viera envuelto en alguna broma asquerosa o cambiante, y de ser una elegante cachorra bien educada, cambiaba a una rumiante dragona pulgosa, con una actitud digna de un tempano de hielo. Frío que ninguno de los Weasley quería sentir, aunque los hijos mayores supieron que no todo era obra de la cachorra y su mal temperamento; sino que el pequeño Fred era un celoso de primera.

Otro detalle a tener en cuenta por parte de cachorra, era que había podido comprender que tenía cierta debilidad hacia el pequeño Fred al verlo con una actitud clara de celos, aunque eso no significaba que salía impoluto de cualquier venganza clara de haberla envuelto en una broma; el primer signo claro fue observar el cambio de su pelaje color mostaza natural a rojo intenso, y evidenciando por primera vez en muchos años el enojo en su máxima expresión.

Una sorpresa sin lugar a dudas.

Debido a que, la cachorra en otra vida fue miembro de la alta cuna, demostrar sus emociones no era propio de una princesa, y dejar que sus emociones sean palpables iba en contra de toda su educación al igual de que había bajado la guardia hacia el sentimentalismo; debía ser neutral y derecha, sin brecha cabida de debilidad, debía mantenerse rígida o sería una falta a su familia.

    En 1987, las salidas consentidas de la cachorra fuera de Hogwarts fueron denegadas, debido a hechos verificados y rumores de que los mortífagos estaban siendo reclutados para el secuestro perfecto de la animaga protegida. Dumbledore pudo comprender el motivo por el cuál el señor tenebroso, ansiaba con tanta devoción obtenerla, y esa era por un motivo claro: la sangre Runinix tenía un gran poder, uno que podría gobernar criaturas por encima de todos. El poder de fidelidad ciega.

El Ministerio de Magia, decidió que para evitar consecuencias traumáticas en aumento, las salidas externas serían clausaradas hasta nuevo aviso. Al menos hasta que se encontraba la información confirmada de que ese rumor fuera cierto, o que la propia sangre fuera tan magistral.

Esas salidas clausuradas, hicieron una brecha de distancia entre los pequeños Weasley y la cachorra. Entristeció el ánimo de la animaga pero debía acatarse para que la protección fuera efectiva, quedando nuevamente enjaulada lejos del "mal" pero era más bien, con menos libertad.

Ambos polos esperaban que el tiempo hiciera justicia a la distancia, y que los gemelos no se tomasen esto como desinterés o abandono. Aunque, según: Bill, Charlie y Percy, así es, el último se había vuelto otro cercano amigo. Tal así que ninguno de los gemelos se lo habían tomado a enojo su ausencia, sino que estaban molestos con Dumbledore aún cuando le habían dicho que era una decisión de los superiores del trabajo de su padre, y solo Bill sabía exactamente cuál era el motivo verdadero por ser tan allegado a la cachorra.

Charlie y Percy, tenían leves sospechas de cuáles serían los fundamentos de la prohibición de salidas externas, pero nadie les confirmaba. O bien, nadie podía confirmar por seguridad pública.

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En el año 1989, el 11 de junio, esta fecha específica había sido tan anhelada por la cachorra y el hijo mayor de los Weasley, finalmente ambos se graduaban en Hogwarts. Cada esfuerzo y sacrificio enfocado a los TIMOS, DCAO, Herborería y otras materias que conflictuaron en su resistencia intelectual, hubieron bajones de calificaciones pero también reapuntes al máximo puntaje, hasta la cumbre del cansancio mismo. Hasta esa singular sensación de no saber qué era específicamente: Dormir.

La dicha de crecimiento intelectual, dedicación y aventuras, estaba finalmente llegando a su cumbre. A partir de mañana en adelante, cada uno  formaría su vida adulta mágica con todo el orgullo y responsabilidad que se les había enseñado a manejar en este tiempo, tal vez entre amigos su recorrido juntos tomaría un camino separado en lo profesional pero en lo personal sabían que seguirían en contacto, no era tan doloroso pero era triste no ver a su mejor amigo todos los días a su lado.

El único consuelo de la cachorra era que pronto sería su reencuentro con los gemelos Weasley. Solo tendría que esperar un poco más.

«Es un día demasiado emotivo.» pensó para sí misma, mirándose en el espejo.

¡Buuf!  Badablblubludbul

La cachorra soltó sonidos absurdos por el aire y el movimiento de sus mejillas en el choque con su hocico. Tratando de recomponerse, y dejar atrás la tristeza.

Con la mirada en alto, respiró aire profundamente para luego exhalar, recordando que hoy también era su cumpleaños, los elfos en todo Hogwarts se habían autoimpuesto arreglar en ambiente festivo todo el lugar con una mágica decoración temática. En tono dorados, azules y morados.

Algunas flores denotaban el color mágico del turquesa, flores jade.

Aún cuando la cachorrra misma desconocía su verdadera edad en ese año, solo se recordaba de la fecha de nacimiento pero no del año. Dejando con la mente llena de incertidumbre a Bill y a la misma cumpleañera.

Capaz el trauma trágico había bloqueado detalles específicos. Y tenían la esperanza de que en algún momento,  se recuperase de aquello.

¡Tipiticlac!

Repiqueteó con sus uñas de las patitas, la cachorra en el suelo, empezando a caminar hacia la salida de su habitación. Así mismo del salón de Ravenclaw hacia los pasillos, encontrándose casualmente con Bill.

—Hey Nei, justamente iba por ti.

La cachorra soltó un levemente ladrido a modo de saludo.

—Tengo buenas noticias, me admitieron para trabajar en Gringotts, ¿Dónde irás a parar? —anunció Bill.

Mientras ambos se encaminaban directamente al gran salon donde se haría la entrega de los títulos y reconocimientos finalizados.

—¡Enhorabuena, Bill! —le festeja la cachorra con un salto, y revoloteo constante de su cola— No lo sé, no quiero salir de Hogwarts, tengo claro de que podría seguir ayudando a Dumbledore pero puede ser que quieran mi ayuda como Medibruja o Sanadora. Realmente no lo sé, creo que si salgo fuera... los del Ministerio me querrán de vuelta.

La cachorra estaba contenta de que al menos a su fiel compañero de clases iría a parar en un lugar justo para las excelentes capacidades que en los años había descubierto y enfocado a maximizar su utilidad.

En su pecho mermaba la nostalgia, el miedo a la soledad pero decidió no demostrarlo, debía velar por el éxito de su amigo no por su propios sentimientos egoístas. Sus opciones de quedarse con Dumbledore era debido a la mejora considerable del estado anímico y emocional e igualmente se tenía fijo el trato de Rufus Scrimgeour, uno bastante beneficioso pero externo que se trataba de realizar servicios comunitarios en el Ministerio de Magia para así poder ganarse la salida de Hogwarts pero eso era un dato muy privado que nadie sabía.

La cachorra nuevamente se había centrado tanto en sus pensamientos que no se percató del momento justo en el que Bill se puso frente suyo, bloqueando el camino y por ende, logrando que choque contra sus piernas. Extrañando a Bill, quién bajó la mirada hacia ella con gesto serio.

—Sabbath Black Bruneila dime qué ocurre por esa cabeza. Estar dispersa no es una actitud comun en ti.

Bill voltea a verla completamente, con los brazos cruzandolos sobre su torso, en una pose de rictus difícil de ignorar.

—¿Qué más podría ser?, mi mejor amigo tendrá una vida humana, se olvidará quizás de su tonta compañera animaga —respondió la cachorra sentada sobre sus retaguardias, mirándolo fijamente.

—Buf, ah...—suspiró Bill al escucharla decir aquello— Oye bonita, ¿qué te hace pensar que este guapo pelirrojo, te dejará de lado? Es más, es usted quién me va apartando de su vida.

—Es que... ¡Es...! —suelta un quejido la cachorra, simbolizando auditivamente su frustración— ¿qué puedo hacer con ser sólo una cachorra? Claro, no todos pueden transmutar en otros animales pero... Quisiera al menos poder ser humana, pero no consigo salir de este encierro bajo mi voluntad, ¡guaf! —ladra casi gruñendo por su propia molestia hacia ella— la culpabilidad no me deja libre, eso aún no se controlarlo y me frustra como no tienes idea.

Bill reajusta su altura a una de cuclillas hacia ella, deshaciendo su rictus serio y optando por acariciar la cabeza perruna de su amiga.

—En eso ya no puedo ayudarte, te abstraes tanto que no sé como hacerlo. Sólo te diré, MI gran mejor amiga... qué yo siempre estaré para ti, visítame y ya veremos como ponernos al tanto.

La cachorra gimotea y cabecea, seguidamente acepta el trato diciendo:—Siempre te estaré agradecida Bill, haz sido el mejor amigo que he tenido en este corto plazo de tiempo, cuenta conmigo para cualquier aventura en mente, qué el tiempo no corre como el tuyo bajo mi vista.

El pelirrojo ríe plenamente, se inclina a besar a la cachorra, con un cariño inmenso. Encantado por la mejoría de ánimo tras aclarar un poco el tema.

     Ese mismo día, él le había regalado un supuesto reemplazo como para que la cachorra no sintiera la ausencia física suyo, ¿cómo a qué se refería? Le había presentado a su lechuza negra de ojos plateados, la lechuza mensajera que haría mas accesible los envíos de cartas y mensajes privados entre ambos. Un regalo de cumpleaños digno de la buena amistad que se tenían.

En la ceremonia todo fue regular, las sonrisas y gritos de jubilo se hicieron presente, así como también despidiendo a jóvenes magos enlistados con la mejor predisposición al mundo externo, la fiesta fue hermosa, magnífica disfrutando de unos buenos sorbos de cerveza de mantequilla y un buen manjar con torta.

Siendo un acto de ceremonia único, no todo el tiempo se festejaba el cumpleaños de la animaga. Pocas veces se disfrutaba de esta dicha.

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En 1990, hace no mucho se había cumplido dos años de que había salido de Hogwarts para estar trabajando en el Ministerio de Magia, con la intención de salida condicional de la extrema seguridad en la que mantenían la presencia de la animaga. El día 9 de junio, explotó un rumor que la indujo en un momentáneo olvido de mención popular en revistas, dado que la noticia de que un niño de magos había hinflado a su tía como un globo de helio por un descontrol de magia era lo más atractico y problemático de juzgar. Con leer en el periódico el apellido del niño, siendo mencionado como hijo de James y Lily Potter, Harry Potter, el único que había sobrevivido al encuentro directo frente al señor tenebroso.

Sin embargo, en la cachorra animaga la mención de esa apellido la indujo nuevamente en un estado depresivo. Recordar que toda su tragedia se debía a ese maldito señor tenebroso, sin dudar invadía un odio puro al corazón de la cachorra; ella con desgracia a rastras había huido de la fatalidad a manos del señor tenebroso. Y ese niño era otro motivo por el cual debía apartarse de todos, sino estuvo más cerca de la muerte que ella misma, quería decir que ese benigno ser no estaba tan lejos suyo. Debía cuidarse.

El trauma nuevamente cobró el pánico en la mente de la cachorra, y la salud física recayó al saber que Dumbledore acobijaría al niño para ofrecer guía y control a su magia. La cachorra se negó repentinamente a salir de su cucha, con cara ojerosa y demacrada empezó a preocupar notablemente al Ministerio.

La cachorra había perdido ganas de caminar, de comer, de mirar más allá de sus parpados cerrados. El cansancio nental y el recuerdo de las constantes pesadillas del pasado hicieron un retroceso exponiencial a su buena salud, a sus años de plena felicidad gracias a Hogwarts y los alumnos. Todo parecía haber quedado en el olvido.

«Me gustaría desaparecer del mundo un tiempo... Esperar que nada malo pudiera volver a escuchar»pensó la cachorra alicaida, resoplando con una respiración entrecortada por el pesar.

Unas pisadas fuertes y pesadas, evitaron que su sueño la volviera a abstraer del mundo en general. La tristeza instalada en su corazón, del cual parecía aletargar las ganas de respirar con tranquilidad sino que lo hacía con una gran pesar; todo en ella se asustó repentinamente en cuánto una manos la estiraron hacia arriba, despojando su cuerpo perruno de la comodidad del almohadon donde reposaba depresivamente.

—Te irás a Hogwarts, y espero que esta depresión sea extinta, señorita —habló la voz del transeúnte que la tenía entre sus brazos, llevándola hacia la cabina de viaje. Esa voz hizo clic inmediatamente en su mente, era la de Rufus, el Ministro.

En grandes pasos y rasgos, se vio frente a Albus Dumbledore. Sin siquiera hacer caso a los gruñidos de la cachorra, las garras fuera o bramidos fue entregada por el propio Rufus a manos del barbudo director de Hogwarts.

—Espero que con usted vuelva a estar como años atrás.

—¡Rufus yo no lo consiento...! ¡Espera!

La cachorra no pudo seguir replicando porque la decisión tomada por encima de sus lucha, ya que al instante habían desaparecido del Ministerio y llegando en un parpadeo al gran Castillo.

    Siendo así, como cada mes tras mes, fue pasando. No había mucha mejoría, lo único que habían logrado reanimar en la cachorra era la salud corporal en ella gracias a la persistencia, rectitud y actitud optimista de los Elfos que la conocían, sin embargo del estado anímico ese era un trajín imposible de salir o avanzar para mejor.

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Los años en verdad habían pasado rápido, más aún los meses. Ni siquiera la cachorra pudo digerir la percepción de estar entumecida al ver a dos copias identicas y de cabello pelirrojo, con esas pecas mirándola con una gran expresión de sorpresa.

Dumbledore fue caminando por los pasillos de camino a su despacho, y ellos se encontraban también en ese mismo momento, sin embargo, la cachorra no tenía muchas ganas de socializar, recordando que la habían traído de vuelta en contra de su voluntad, como si fuera un animal doméstico amanzado por el ser humano; ella no era un perro, tenía cuerpo de uno pero no mente animal.

Los gemelos Weasley la habían vuelto a ver y mucho más callada de lo que recordaban en su tiempo de infante. Sin embargo, Dumbledore al ingresar a su despacho fue cuando notó su pequeña predisposición a tomar lugar en un cojín puesto ya en el suelo.

—¿Qué aconteció en este tiempo como para causar este estado, Srta. Sabbath?

La cachorra oculta su mirada y hocico bajo sus patas. Demostrando una apática actitud social.

—Bien, cuando usted quiera hablar estaré para escucharla. No hay prisa.

Ella cede al cansancio de la oscuridad causada por sus patas encima de sus ojos, aunque un repentino cosquilleo o sensación de estar siendo observada empieza a picar a su intuición perruna. Pero prefiere no seguirla. «ya no quiero que la gente que más quiero se vea envuelta al caos de mi trágica existencia»piensa lastimera.

     Sin embargo, no pasaron ni una hora de que habían coincidido los gemelos con ella en el pasillo. ¿Cuál era el motivo por el cual estaban allí? Ambos pelirrojos en aquel nueve de junio de 1990, habían realizado una travesura de grandes tintes bromista, literalmente habían teñido en color rosa a la Sra. norris con una bomba fétida.

Todo era causa y consecuencia. La profesora Mcgonagall había sido responsable de que ambos se encontrasen en esa ala de Hogwarts, les había sugerido ir a junto con Dumbledore para aceptar el castigo merecido por tales actos delictivos.

—¿Acaso viste lo que.. ?

—¿Tu viste? —preguntó Fred tras escuchar a George— Si, era un cocker.

—¿Y que esperamos, Fred?

—¡Nada! vamos, quizás sea ella.

Por curiosidad ambos van entrando al despacho de Dumbledore, previamente habiendo accesido por la contraseña: sorbete de limón. De reojo, ambos pelirrojos pudieron ver y escuchar que el sombrero seleccionador intentaba sacar conversación a la cocker spaniel.

—Miss... ¿Dígame que le ocurre?

El silencio pareció contestar, del sombrero con cara de señor tieso hace sonidos de estar masticando una nube. Aunque la expresión del sombrero cambia ligeramente por una boca de sorpresa, ya que la cachorra parece mirarlo pero en cuánto notan los parpados peludos dar paso a esos ojos castaños, estos luces tan opacos y carentes de vida e ilusiones.

—Jóvenes Weasley, que agradable su visita, ¿qué se les ofrece?

Fred y George, se sobresaltan al escucharlo repentinamente. Se habían quedado hipnotizados en esa vista.

—La profesora Mcgonagall —mencionó George ante la pregunta.

—Nos mandó junto a usted...—completó la oración, Fred.

—¿Cómo...?—preguntó Dumbledore.

—Decidirá nuestro castigo por una travesura realizada —respondieron al unisono, Fred y George.

—Ya veo, siéntense jovencitos —precedió Dumbledore tras sentarse en su sillón detras del escritorio. Mirando de reojo detrás de esos lentes en dirección a la cachorra, pero este animal se había vuelto a hacer bolita en el cojín dándoles a ver solo el lomo.

—¿Qué tiene ella, profesor?—preguntó intrigado George.

—¿Acaso está enferma?—sugirió Fred. Con cara afligida en un disgusto fijo.

—Está molesta conmigo, pero el castigo perfecto por sus travesuras realizadas sería cuidar de ella por lo que queda de este día. No está de buen humor, así que ... La dejo en vuestras manos, niños.

Los gemelos Weasley se miran entre si, con una emoción contenida, aparentando el peor castigo y más aburrido de todos, tras bufidos desganados y quejidos.

—Los espero más tarde.

Fred y George salen del despacho, cierran la puerta y se permiten festejar su victoria. Sin embargo, en el camino se cruzan con Percy, quién les saluda con un abrazo grande, desordenando sus pelirrojos cabellos.

—Hermanitos, ¿Qué onda?

—Castigados siempre. —responder con orgullo cómico George.

Los pelirrojos pequeños comparten una mirada de sinvergüenza y emocionados dicen cada uno. Tras un cabeceo juguetón y sincronizado

—¡No te imaginas lo que nos...!—exclamó emocionado George.

—¡Acaba de suceder, Perceus! —terminó Fred, la oración con un toque de diversión.

El hermano mayor los mira extrañados, frunciendo el ceño.

—Uhm, ha sucedido una situación que los emociona más allá de ser responsables en ir a clases... No sé me ocurre qué podría ser, jmn, ¿Qué ha ocurrido, Fredo Godofredo?

—El castigo es cuidar de una perrita. Dumbledore acaba de llegar con ella. Es muy similar a nuestra cachorra —dijo con suma exageración al pronunciar el «muy» con una de sus cejas siendo enarcada, ondulando la ceja derecha.

—Creemos que puede ser Neila. —dice George con un tono similar al susurro pero mezclandolo con una voz misteriosamente emocionado.

El pelirrojo inhala aire por las canaletas de la nariz tan profundo que parece que su musculatura delgada recobra un poco de masa, y por incredulidad su altura se curva hacia los menores.

—¿Cómo...?

—Si no nos crees, puedes ir a comprobarlo...

George ni siquiera pudo terminar la oración ya que Percy salió pitando como un cañón con pasos largos, reduciendo la distancia con el despacho del Director en cuestión de minutos. Dejando intrigados a sus hermanitos.

Cinco minutos, fueron más que suficientes como para que los menores reaccionarán y corrieran a descubrir la verdad ante su sospecha, apenas acercaron sus rostros poco mas de la puerta abierta pudieron escuchar a su hermano sollozar y gemidos lastimeros viniendo de la cachorra, ambos en una nube sentimental. Percy susurrando cosas entre hipos y llanto.

—Parece que es ella...—susurró George aún oculto detras de la pared, para que no los descubrieran, aunque presentía que no faltaba mucho para que se dieran cuenta— ¿Qué opinas, Freddie?

Sin embargo, el gemelo no le contestó, parecía en un trance de shock. Llevando su mano de manera insconciente a estrujar su polo azul como si estuviera incomodo/molesto al ver esa escena cariñosa.

«También la quiero abrazar...»pensó incómodo, sintiendo calor.

Retrocedió como para no ver más como su hermano tocaba lo que aún no podía el tocar. Sus manos sudaban, picaban por tocar ese suave manto peludo, desenredar esos nudos ondulados.

—Jóvenes Weasly, necesitamos hablar.

Dos corazones saltaron sobresaltados, levantando sus miradas hacia la puerta y hacia arriba, hacia el Director de larga barba blanca.

Aun cuando el palpito de sobresalto mermaba en sus oídos, uno de los pelirrojos no dejaba de pensar en la molestoa constante que encogía en calor molestoso a su corazón. «¿por qué siento tanta tristeza al verla así? ¿Porqué ni nos miró y habló?»pensó nervioso Fred, tragando saliva.

Fred Weasley, desde ese instante se propuso investigarlo y si se podía, hacer algo para que esa cachorra dejara de llorar tan desamparada. Le dolía demasiado verla así.

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