Capítulo 38

- Se acercan los casacas rojas, se acercan los casacas rojas - soltó una risita Garrett.

Los Vulturis junto a los testigos avanzaron a paso lento y se sorprendieron al ver la inesperada fuerza de combate que representaban sus enemigos, pero enseguida recuperaron la compostura.

Edward gruñó.

- Alastair estaba en lo cierto - avisó a Carlisle.

El nombrado lo interrogó con la mirada.

- Cayo y Aro han venido a destruir y aniquilar - siguió Edward en un tono demasiado bajo - han puesto en juego múltiples estrategias. Si la acusación de Irina resultara ser falsa, llegan dispuestos a encontrar cualquier otra razón por la que cobrarse venganza, pero son de los más optimistas ahora que han visto a Renesmee.

En ese momento los licántropos se unieron a ellos.

Cayo y Aro, en el centro del grupo, se detuvieron a evaluar la situación al ver a los lobos.

- ¿Que opinas, Edward? - preguntó Carlisle.

- No están seguros de como proceder. Sopesan las opciones y eligen los objetivos clave: Eleazar, Tanya, tú yo mismo. Marcus está valorando la fuerza de nuestras ataduras; les preocupan los rostros que no identifican, Zafrina y Senna sobretodo.

- ¿Debería hablarles? - preguntó Carlisle.

- No vas a tener otra ocasión.

Carlisle se alejó unos pasos de ellos.

- Aro, mi viejo amigo, han pasado siglos...

Aro avanzó unos pasos hacia delante.

- Hermosas palabras, Carlisle. Parece fuera de lugar si consideramos el ejército que has reclutado para matarnos a mí y a mis allegados.

- Esa jamás a sido mi intención.

- ¿Qué puede importar el propósito, mi querido amigo, a la vista de cuanto has hecho?

- No he cometido el crimen por el que me vas a sentenciar.

- Hazte a un lado entonces, y déjanos castigar a los responsables.

- Nadie a roto la ley, Aro, deja que te lo explique.

- Vemos a la niña, Carlisle. No nos tomes por idiotas - contestó Cayo.

- ¡No es una niña inmortal!

- Si no lo es, Dime, ¿porque has reclutado un batallón para defenderla?

- Son testigos como los que has traído tú, Cayo - refutó - cualquiera de ellos pueden declarar la verdad acerca de esa niña. También puedes observar el flujo de la sangre por sus mejillas.

- ¡Eso es un subterfugio! - espetó Cayo - ¿Donde está la denunciante? - estiró el cuello y miró a su alrededor hasta localizarla - ¡Tú, ven aquí!

La nombrada lo miró con fijeza y desconcierto. Cayo chasqueó los dedos con impaciencia. Uno de los guardaespaldas la empujó y ésta echó a andar hacia Cayo sin apartar la mirada de sus hermanas.

- ¿Esa es la niña que viste?

Irina miró a Nessie confundida.

- ¿Y bien...?

- No... no estoy segura - admitió.

- ¿Qué quieres decir con eso?

- No es igual, ha cambiado. Esa niña es más grande...

Aro le puso la mano en el hombro a Cayo para calmarlo.

- Calma, hermano.

Cayo le dio la espalda a Irina con expresión malhumorada.

Aro miró con el rabillo del ojo a su público y a sus tropas, luego se volvió hacia Carlisle.

- Al parecer tenemos un misterio entre manos. Y por como la niña se agarra a la compañera de tu hijo, ¿me equivoco al aventurar que ha sido cosa suya? Sea como sea obtendré toda la verdad.

Edward miró a Bella y echó a andar por el campo nevado mientras que los demás se ponían nerviosos. Se detuvo frente a Aro y le ofreció la mano; éste la agarró y cerró los ojos. Se concentró en los recuerdos y todo terminó cuando abrió los ojos.

Lo único que no le dejó ver fue a su pequeña hermana Evangeline.

- ¿Puedo conocerla?

Edward asintió a regañadientes. Giró la cabeza y miró a su esposa; Bella miró a su hija y a Seth cuando comenzaron a andar, Emmett se les unió.

- Ah, Isabella, te sienta muy bien la inmortalidad.

Ella solo le miró.

- Oigo su extraño corazón - murmuró riéndose haciéndole parecer loco - ¿puedes acercarte?

- Hola Aro - saludó Renesmee, vio la mano que le ofrecía el Vulturi, pero ella puso la suya en su mejilla haciéndole ver sus recuerdos.

- Mitad mortal, mitad inmortal - anunció Aro sin apartar la mirada de la niña - ésta neófita la concibió en su vientre mientras todavía era humana.

- Imposible - interrumpió Cayo.

- ¿Crees que son capaces de engañarme, hermano?

Cayo torció el gesto.

- Obremos con calma hermano - le advirtió Aro - No es preciso aplicar justicia contra esta pequeña por razón de su origen. Hemos venido esperando solo justicia y la tristeza de una amistad traicionada, y ¡mira lo que hemos logrado a cambio! Un nuevo descubrimiento sobre nosotros mismos. Me pregunto sí... -  se fijó en Seth y luego recorrió con la mirada las dos líneas de licántropos situados detrás de los amigos de Carlisle.

- No nos pertenecen, Aro. No acatan nuestras órdenes cómo tú crees - dijo Edward - están aquí por voluntad propia.

Seth gruñó.

- Solo era una idea peregrina - rió Aro con jubilo.

Seth movió su cabeza hacia Edward.

- Está pensando como sería tener... perros guardianes - contestó Edward.

Se hizo el silencio y al cabo de un segundo, un coro de furibundos aullidos de toda la manada llenó el enorme claro hasta que Sam los calló.

- Supongo que eso responde a la pregunta - admitió Aro - esa manada ya a elegido bando. Queda mucho por discutir y más por decidir. Si me disculpáis, he de deliberar con mis hermanos.

Edward, Bella, Renesmee, Seth y Emmett se retiraron para situarse con los suyos.

- ¿Como soportas semejante infamia? - discutió Cayo.

- Porque es la verdad hasta la última palabra - respondió Aro con calma - Observa el número de testigos. Han visto a la niña crecer y madurar en el breve tiempo que la han conocido; todos se han percatado del calor de la sangre que corre por sus venas.

Cayo seguía con mala cara, sumido en sus pensamientos.

- Los hombres lobo - murmuró.

Todos se tensaron.

- Ah, hermano - contestó Aro con aspecto apenado.

- ¿También vas a defender esa alianza, Aro? - se molestó Cayo - los hijos de la luna han sido nuestros más acérrimos enemigos desde el alba de los tiempos. Les hemos dado caza hasta prácticamente extinguirlos en Europa y Asia; y a pesar de ellos, Carlisle dispensa un trato de familiaridad a esa inmensa plaga, sin duda en un intento de derrocarnos más adelante, lo que sea para proteger su corrupto estilo de vida.

Edward carraspeó de forma tan audible que el cabecilla le miró. Aro se cubrió la cara con la mano dando la impresión de estar avergonzado por el comportamiento de su hermano.

- Estamos en pleno mediodía, Cayo - comentó Edward señalando a Seth - resulta claro que no son hijos de la luna. No guardan ninguna relación con tus enemigos de allende los mares.

- Aquí criáis mutantes - le replicó de forma abrupta.

- Ni siquiera son hombres lobo - contestó Edward - Aro puede explicártelo si no me crees.

Bella miró a Seth confundida. Él alzó los lomos y los dejó caer como si se encogiera de hombros; él tampoco sabía de lo que hablaba Edward.

- Mi querido Cayo, te hubiera avisado de que no tocaras ese punto si me hubieras hecho partícipe de tus pensamientos - murmuró Aro - aunque se consideren licántropos, en realidad no lo son. Metamorfos les encaja mejor; en verdad te aseguro que esas criaturas no guardan relación alguna con los hijos de la luna. Únicamente han heredado esa habilidad de sus ancestros.

Cayo fulminó con la mirada a Aro.

- Conocen el secreto de nuestra existencia - expetó sin rodeos.

- También ellos son criaturas del mundo sobrenatural, hermano. Es difícil que nos expongan; ve con cuidado, Cayo. Los alegatos capciosos no nos conducen a ninguna parte.

Cayo respiró hondo y asintió. Luego ambos intercambiaron una larga y significativa mirada.

- Deseo hablar con la delatora - anunció Cayo mirando a Irina - ¡IRINA!

La vampira avanzó con paso vacilante.

- Has cometido un grave error en tus acusaciones, o eso parece.

Tanya y Kate se adelantaron presas de la ansiedad.

- Lo siento - respondió Irina en voz baja.

- Mi querido Cayo - terció Aro - ¿como puedes esperar que ella adivinara en un instante algo tan extraño e improbable?

Cayo removió los dedos para silenciarlo.

- Todos estamos al tanto de tu error - continuó con brusquedad - yo me refiero a tus motivos.

Irina estaba nerviosa.

- ¿Mis motivos?

- Sí, para empezar, ¿por qué viniste a espiarlos? Estabas molesta con los Cullen, ¿me equivoco?

- No, estaba enojada.

- ¿Y por qué...?

- Porque los licántropos mataron a mi amigo y los Cullen no se hicieron a un lado y no pude vengarle.

- Licántropos no, metamorfos - le corrigió Aro.

- Así pues, los Cullen se pusieron de parte de los metamorfos en contra de nuestra propia especie, incluso cuando se trataba del amigo de un amigo - resumió Cayo.

- Yo lo veo así - replicó Irina muy envarada.

Cayo se tomó su tiempo.

- Si deseas formular alguna queja contra los metamorfos y los Cullen por apoyar ese comportamiento, ahora es el momento - dijo esbozando una sonrisa de crueldad.

Irina apretó los dientes, alzó el mentón y cuadró los hombros.

- No deseo formular queja alguna contra los lobos ni los Cullen. Habéis venido para destruir al niño inmortal y no existe ninguno. Mío es el error y asumo por completo mi responsabilidad. Los Cullen son inocentes - miró a los nombrados - lo siento.

Cayo alzó la mano y tres soldados cayeron sobre Irina quedando oculta por las capas grises.

- ¡CAYO, NO! - gritó Edward.

El nombrado prendió fuego al cuerpo de Irina.

- Ahora si ha asumido por completo la responsabilidad de sus acciones - aseguró Cayo con una fría sonrisa.

Y miró a Tanya y Kate sin dejar de sonreír.

- ¡Detenedlas! - gritó Edward.

Kate fue atrapada por Garrett recibiendo descargas pero no la soltó. Y Tanya por Eleazar.

- Ciegalas - dijo Edward.

Zafrina las miró y las cegó.

- Devuelveme la vista - siseó Tanya.

- Escuchad - se acercó Edward - Si atacáis ahora, moriremos y eso es lo que quieren.

Zafrina les devolvió la vista al ver que dejaron de resistirse y volvieron a sus lugares mirando a Cayo desafiantes.

- Irina ha sido castigada por levantar falsos testimonios contra esa niña - dijo Aro - ¿No deberíamos volver al asunto principal, Cayo?

El interpelado se envaró y endureció la expresión hasta resultar inescrutable.

- Me gustaría hablar con unos cuántos testigos - se adelantó Aro - puros trámites. Hola Shiobam, estás tan hermosa como de costumbre - la vampira hizo una inclinación de cabeza y permaneció a la espera - Dime, ¿Os a llamado Carlisle para que oficiéis como testigos?

- Sí.

- ¿Y que puedes decir?

- Renesmee comprende los límites y no pone en peligro a los humanos. Es una mezcla de más calidad que nosotros, y no supone amenaza alguna para nuestra especie.

- ¿No se te ocurre ninguna? - preguntó Aro sombríamente.

Edward gruñó, los ojos carmesí de Cayo refulgieron, Renata tendió los brazos hacia su señor en ademán protector, y Garrett dio un paso adelante siendo retenido por Kate.

- Creo que no te sigo - contestó Siobham con lentitud.

- No se ha quebrantado ley alguna - Aro dio un paso atrás quedando más cerca de Renata, Félix y Demetri - ahora bien , ¿podemos deducir de eso la ausencia de peligro? No - sacudió la cabeza - son asuntos diferentes.

No hubo más reacción que una mayor tirantez en unos nervios ya tensos de por sí. Maggie, ubicada en los limites del grupo de luchadores, meneó la cabeza para sacarse la rabia de encima.

- La niña es única, sería un despilfarro acabar con una criatura tan adorable, sobre todo cuando podríamos aprender tanto de ella...- suspiró - pero existe un peligro imposible de ignorar, así de simple. No hay forma de conocer cuál será su naturaleza al crecer - hizo una pausa, y miró a los testigos de ambos lados - únicamente lo conocido es seguro y aceptable. Lo desconocido es...vulnerabilidad.

La sonrisa de Cayo se ensanchó de forma maliciosa.

- Te seguiré a donde quieras si sobrevivimos a esto - le aseguró Garrett a Kate.

- A buenas horas me los dices... - murmuró ella.

Todos empezaron a despedirse al ver que los Vulturis no tenían intención de dejarlos vivir.

- Preparaos - susurró Bella - está a punto de empezar.

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