capitulo 10

Naruto llamó antes de las ocho, justo cuando ella se estaba terminando su segunda taza de té.

- ¿Qué tal esta mañana?

Sakura procuró ignorar el salto que le había dado el corazón al escuchar su voz.

-Igual que ayer.

- ¿Igual de mal, eh?

Ella quería decirle que sí y que todo era culpa suya. Pero los dos eran culpables.

-Estaré bien -aunque estaría mucho mejor si no tuviera que pasar por todo eso ella sola.

-Te llamaré esta noche.

Sakura colgó y se dirigió a la ducha.
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Los siguientes días fueron bastante ajetreados. El trabajo le ocupó casi todas las horas del día. Iba a la oficina temprano, salía tarde y se llevaba trabajo a casa.

Naruto también estuvo muy atareado. La llamaba cada día, normalmente por la mañana, antes de salir de casa.

Cuando el miércoles por la mañana sonó el teléfono, no la sorprendió.

-Estoy a punto de salir por la puerta.

-O sea, que sea breve, ¿no?

-Por favor.

-Mañana vuelo a Melbourne para una reunión, pero volveré por la noche.

- ¿Va Hinata contigo?

-Sí.

«Genial».

- ¡Que te diviertas! -consiguió decir ella y escuchó la leve exasperación en la voz de él al decir:

-Te llamaré cuando vuelva.

-No hace falta -dijo muy tensa. Había intentado sonar amable, pero no lo había conseguido. Hinata tenía ese efecto en ella.

No le sentó nada bien que Hinata fuera a Melbourne por mucho que le dijera que era por negocios y que volverían en el vuelo de la noche.

El instinto le decía que las insinuaciones de Hinata eran mentira; pero aún le quedaba la duda.

- ¡Qué tengas buen viaje! -dijo de muy mal humor.

Enfadada consigo misma y con él, colgó el teléfono.

El día resultó bastante ajetreado, por lo que no tuvo mucho tiempo para pensar. Ni siguiera estuvo libre a la hora de la comida. Ese día, como tantos otros, se conformó con un sándwich entre cliente y cliente.

Se quedó hasta tarde, se llevó trabajo a casa y se acostó más tarde de lo normal. Después, se despertó antes de la hora, pero ya no consiguió volver a dormirse.

Entonces ya no pudo apartar la imagen de Naruto de su mente. No sabía qué pensar de él, si la propuesta se la habría hecho por obligación o porque realmente la quería. Después de la noche que habían pasado juntos, todo eran dudas.

¿Se cansaría él de insistir y se conformaría con ser un padre soltero?

O lo que era peor, ¿entablaría otra relación?
No se podía decir que no hubiera mujeres detrás de él listas para ocupar su lugar. Hinata solo era una de tantas. Solo pensar que podía perderlo la llenaba de temor.

¡Caramba! No podía quedarse allí tumbada, dándole vueltas a la cabeza. Iría a prepararse un té y una tostada. Después, conectaría el ordenador y se pondría a trabajar hasta que fuera la hora de darse una ducha e ir a la oficina.

Esa misma noche, llamaría a Naruto y le sugeriría que quedaran para intentar reconciliarse. Para ella no había otra salida y quiso creer que para él tampoco.

El día fue una réplica del anterior, con mucho trabajo y poco tiempo para pensar.

Cuando llegó a su apartamento a las seis, se preparó una ensalada de pollo y se la comió mientras hojeaba el periódico.

Cuando terminó, fregó los platos, se preparó un té y se fue a ver un rato la televisión.

Estaban dando las noticias y Sakura se concentró en la información sobre la crisis en Oriente Próximo. Después, la imagen desapareció y el presentador recibió un boletín informativo que comenzó a leer mientras en el monitor iba saliendo el teletipo.

-Ha habido una explosión en el aeropuerto Tulkamarine de Melbourne con el resultado de siete muertos y varios heridos. La terminal nacional ha sido evacuada, y todos los vuelos han sido cancelados hasta nuevo aviso.

Sakura sintió que se le encogía el estómago y el corazón se le paraba. Si eso podía suceder, ella experimentó las dos cosas al mismo tiempo.

«Naruto. Dios mío».

Tenía la sensación de que no podía respirar. Intentó tranquilizarse y corrió hacia el teléfono.

Si Naruto estuviera bien, la habría llamado desde su móvil. De alguna manera, el hecho de que no lo hubiera hecho aumentó su temor.

Marcó su número y recibió la señal de «apagado o fuera de cobertura». Lo más probable era que lo hubiera desconectado antes de subir al avión. Envió un mensaje a su móvil y esperó con ansiedad una respuesta, pero no llegó ninguna.

Debía haber un número de emergencia para que llamaran los familiares de las personas implicadas. Probablemente, lo dieran en televisión. Fue a encender el aparato y cambió de cadena en cadena hasta que dio con la que estaba dando la noticia y proporcionando un número teléfono. Entonces, se puso a marcar.

No tenían ninguna lista completa de pasajeros cuando ella llamó.

-No tenemos a nadie con ese nombre en la lista de los heridos -le dijo el operador-. Por favor, vuelva a llamar dentro de una hora.

Sakura sabía que se volvería loca si tenía que esperar una hora, pero no tenía otra alternativa. Así que se sentó a esperar al lado de teléfono, mientras miraba la información que iba saliendo por televisión.

Naruto tenía que estar vivo. Tenía que estar bien. Las palabras retumbaban en su cabeza como una oración.

De repente, empezó a ver algo con mucha claridad: la vida sin Naruto carecía de sentido.

Era algo que ella había sabido todo el tiempo, y sin embargo se había aferrado de manera estúpida a los principios, principios que ahora no significaban nada.

Sakura vio pasar las imágenes en la televisión y solo prestó atención cuando dieron las últimas noticias sobre el accidente.

Cinco minutos antes de que hubiera pasado la hora, volvió a llamar y tuvo que esperar un buen rato hasta que un operador le contestó.

Diez minutos después, le dijeron que el nombre de Naruto no estaba en la lista creciente de heridos.

Sentía la necesidad de tomar un vuelo y dirigirse allí en persona. Como si eso pudiera servir de algo... pero, al menos, estaría allí.

Dios Santo. Si le pasara algo, se moriría.

De repente, sonó el teléfono móvil y Sakura tardó una milésima de segundo en registrar lo que estaba pasando. Entonces, se abalanzó sobre el aparato y activó la llamada.

-Sakura-chan.

La voz de Naruto la llenó de alivio.

- ¿Estás bien? -apenas podía reconocer sus propia voz. Estaba tan ahogada que la pregunta había sido casi ininteligible.

-Uno o dos arañazos. Algunos trozos sueltos que salieron disparados me alcanzaron -no le dijo lo afortunado que había sido ni lo cerca que había estado de sufrir heridas graves-. Los de la Cruz Roja insisten en que nos lleven a todos al hospital. El teléfono móvil se quedó sin batería y esta es la primera ocasión que he tenido de llamarte. Nos van a llevar a un hotel para pasar la noche y, después, saldremos de otro aeropuerto. Ya te llamaré para darte más detalles -hizo una pausa y, después, añadió lentamente-: Te quiero.

A Sakura se le hizo un nudo en la garganta y cuando la comunicación se cortó, sintió deseos de llorar.

¿Cómo podía decirle aquello y después colgar? ¿Después de la horas horribles que había pasado imaginándose lo peor?

Se encontraba demasiado intranquila para sentarse, necesitaba actividad física, por lo que se puso a limpiar el apartamento. No es que estuviera muy sucio, pero ella necesitaba gastar energías.

Cuando acabó, ya eran más de la diez y decidió darse una ducha e irse a la cama.

¿Volvería a llamarla Naruto?

Ya llevaba una hora en la cama y no lograba conciliar el sueño. Cansada de dar vueltas, se levantó y fue al salón para ver qué echaban en la televisión.

Ya estaba amaneciendo cuando se estiró y se fue a la cama para dormir un rato. El despertador sonó al poco tiempo. En cuanto se despertó, comprobó el teléfono móvil por si tenía algún mensaje, se dio una ducha y desayunó. Después, se vistió para ir a trabajar.

Después de una noche en vela, se sentía bastante confusa. Por un lado, estaba nerviosa y se moría de ganas de hablar con Naruto y, por otro, tenía un montón de dudas.

A las diez, sonó el móvil avisándole que tenía un mensaje.

" Volveré en el vuelo de la tarde. Estate lista a las siete. Pasaré a buscarte para salir a cenar."

Sakura le respondió al instante.

"De acuerdo."

Gracias a Dios. Primero, sintió un gran alivio y, después, un cosquilleo.

Con gran esfuerzo, se concentró en el trabajo e intentó no mirar el reloj cada cinco minutos.

A la hora de la comida, salió a la floristería y compró una rosa roja.

A las cinco en punto, cerró el ordenador, agarró su maletín y salió de la oficina. Teniendo en cuenta que era la hora punta, tardaría una media hora en llegar a su apartamento.

Tardó un poco menos. Cuando entró en casa, se fue directa a la ducha, se lavó el pelo y se lo arregló con el secador. Después, eligió un vestido blanco ajustado con manga francesa y con cuello de pico. Se puso unas sandalias de tacón de aguja y se maquilló con esmero. Cuando estuvo lista, agarró un bolso de mano y la rosa roja, y salió del apartamento.

Llevaba la imagen de Naruto grabada en la mente, y mientras bajaba en el ascensor sintió que los nervios en el estómago eran cada vez más fuertes.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, eran las siete en punto y Naruto estaba de pie junto a su coche.

En unos segundos, llegó a su lado y lo recorrió con la mirada buscando algún signo del accidente.

- ¿Estás herido? -preguntó con ansiedad sin tan siquiera saludarlo.

Él le pasó los dedos por el pelo y acercó la cara a la de ella para tomar posesión de su boca con un beso apasionado y hambriento. Se separó un instante y volvió a por más, pero esa vez con una ternura que la derritió por dentro.

Sakura tenía la gran necesidad de tocarlo, de abrazarlo con fuerza para nunca dejarlo marchar. Estaba encantada con el contacto físico, con saber que estaba allí, sano y salvo.

- ¿De verdad estás bien?

Él le rozó la mejilla con los labios.

-Solo un par de arañazos y unos moretones. He sido uno de los afortunados.

-Gracias a Dios -exclamó ella aliviada y vio la sonrisa en la cara de él-. ¿Qué tal Hinata?

-Se ha roto un brazo y varias costillas. Se quedará en Melbourne hasta que esté lo suficientemente recuperada para viajar.

Ella le acarició las mejillas y se quedó con las manos allí un rato; después le pasó un dedo por los labios y él le dio un beso.

- ¿Tienes hambre?

La pregunta tenía doble sentido y ella le respondió con una sonrisa.

-Estoy hambrienta. «De comida, pero también de ti», añadió con la mirada. Pero esperar un rato no les haría ningún daño.

Él le abrió la puerta del asiento delantero y esperó hasta que ella se hubo sentado para cerrar. Después, dio la vuelta al coche y se sentó al volante.

El restaurante estaba en las afueras, alejado de los lugares de moda del centro.

Sakura nunca había estado tan nerviosa y se preguntaba si Naruto era consciente de su pulso acelerado. Parecía que el corazón iba a salírsele del pecho.

Cuando llegaron al restaurante, el maître los acompañó a la mesa. Ella dejó la rosa y el bolso encima de la mesa mientras un camarero solícito la ayudaba a sentarse.

Naruto señaló al delicado capullo de rosa.

-Me imagino que eso tiene algún significado especial.

-Sí.

¿Le estarían temblando las manos mientras miraba el menú? Esperaba que no. «Fría, tranquila, calmada», se recordó en silencio.

Estaba demasiado nerviosa para comer, por lo que solo pidió una ensalada.

- ¿Qué tal la reunión?

Naruto la atravesó con la mirada.

-Fue bien. Estoy bastante contento.

¿Qué pasaba con ella? ¿Por qué se mostraba tan educada y distante? La confianza del principio había sido sustituida por la duda, reconoció ella en silencio.

Tenía que hacerle la pregunta, pero ¿diría él que sí?

«Hazla, ahora», le ordenó una vocecilla en silencio.

En unos segundos, sacó una tarjeta del bolso. Después, mirándolo a los ojos, se la entregó junto con la rosa.

-Un regalo -dijo ella por toda explicación. Para él, solo para él. Un regalo de ella y de su hijo por nacer.

¿Lo aceptaría? Esperaba que sí. Sentía que un puño le aferraba el corazón y le impedía respirar con normalidad.

No había nada claro en la expresión de él que indicara su reacción. Ella había esperado una sonrisa, quizá algunas palabras...

Sabía de memoria la que ponía en la tarjeta. Había utilizado unas cuantas hasta que había escrito lo que realmente quería.

Eres el amor de mi vida. ¿Quieres casarte conmigo?

Ella esperó, conteniendo el aliento. ¿Cuánto tiempo necesitaba para leer la nota? ¿Para asimilarla y responder?

Pareció que había pasado una eternidad cuando él levantó la cabeza y se encontró con la mirada de ella.

- ¿Quieres añadir algo más?

Sakura tragó con dificultad.

-No es por el niño, es por ti.

- ¿Has cambiado de opinión?

Por supuesto, no podía ser de otra manera. Después de haber hecho el amor de una manera tan exquisita, tan profunda y conmovedora.

-Sí.

¿Era ella consciente del impacto de aquella sencilla palabra? ¿De lo que había sufrido durante las últimas semanas, esperando, necesitando... llorando por ella? ¿Sintiéndose impotente por no poder hacer nada?

No había conseguido dormir bien ni una sola noche desde que se marchó de su piso. El mundo como lo había conocido hasta aquel momento se había derrumbado y se había convertido en un lugar en el que no quería estar sin ella.

El la miró, vio a la mujer, en lo que se había convertido, con su fuerza, sus valores, su integridad. El amor era un don que nos daba el corazón.

- ¿Vas a contarme qué es lo que te ha hecho cambiar de opinión?

Habían sido tantas pequeñas cosas, pero ella le contó la más importante de todas.

-Podías haberte alejado de mí, pero no lo hiciste-dijo ella con voz aterciopelada cargada de emoción.

El continuo sin decir nada. ¿Por qué no le decía que la quería?, ¿por qué no le decía que aceptaba?

-Te quiero -dijo con la voz temblorosa-. Solo a ti. Cuando me enteré de lo del avión..., y de que tú podrías haber muerto... -tardó unos segundos en poder hablar otra vez-. Mi vida no merecería la pena sin ti.

El suspiró en su interior. Todo había vuelto a cambiar, pero esta vez para mejor. Sintió que el corazón volvía a estar en su lugar y que la sangre le corría por las venas.

Había estado a punto de perderla. De hecho, durante un timepo, la había perdido. Pero él luchó, porque sabía que nada era gratis y menos el amor.

El regalo más precioso de todos, un regalo que no tenía precio.

El se inclinó hacia delante y le pasó un dedo por los labios.

-Sí.

«¿Sí?» ¿Quería decir...?

-Acepto tu propuesta.

Alivio y euforia fueron las dos emociones más inmediatas que experimentó. El vio cómo se le iluminaba la cara y sintió que el corazón se le encogía.

-Pronto -añadió con dulzura-. Muy pronto.

Quería que llevara su anillo en el dedo, no como prueba de propiedad, sino cono una evidencia visible de que se pertenecían el uno al otro.

El camarero apareció con una rosa roja que le entregó a ella.

-Para usted. De parte de un caballero.

A ella la conmovió tanto el gesto que tuvo que hacer un gran esfuerzo para contener las lágrimas.

-Dos mentes -dijo Naruto- en perfecta sintonía.

-Es preciosa -murmuró ella aspirando la delicada fragancia.

Naruto tuvo que controlarse para no tomarla en sus brazos allí mismo.

-Vámonos de aquí.

-No te has acabado el postre.

El llamó al camarero, pagó la cuenta y se llevó a Sakura a casa.

-Me dejaste marchar. Me diste espacio y tiempo para pensar. Quiero darte las gracias.

-Ha sido la cosa más difícil que he tenido que hacer en mi vida.

Pero había merecido la pena, se dijo él en silencio.

Salieron del coche y con las manos entrelazadas caminaron hacia el ascensor. Mientras subían a su piso, él le tomó la cara entre tas manos y le dio un beso largo y dulce... y apasionado.

Parecía que solo había pasado un instante cuando las puertas se abrieron y Naruto la abrazó con fuerza mientras caminaban hacia la puerta.

Cuando cerró la puerta, Sakura metió las manos por debajo de la chaqueta y se la quitó. Después, le desabrochó los botones de la camisa y el del pantalón; luego, fue a por la cremallera.

¡Dios! Aquel aroma de él, fresco y varonil, enervaba sus sentidos. Saboreó su piel con los labios, y con la lengua le recorrió el pecho y los pezones. Después, continuó bajando.

Naruto la levantó, tomándola por las nalgas para subirla a la cintura, y la besó con ardor.

Entonces, llegó su turno de quitarle la ropa a ella, cosa que hizo en un momento. Después, se dio un festín con su pechos, succionando, mordisqueando.

La habitación, la cama. Deseaba llegar allí y hacerla suya.

Mientras seguían besándose y quitándose lo que les quedaba de ropa, se dirigieron a la habitación. Se tumbaron en la cama y se buscaron.

Él le acarició su parte más íntima; después la penetró y sintió cómo ella se arqueaba mientras gemía su nombre. Enseguida, se unió a él en el baile. Primero, suave y acompasado. A continuación, más rítmico y salvaje para, luego, volver a controlar el ritmo.

Aquello era bueno. Mucho mejor que bueno. Era delicioso. Magnífico.

Cuando terminaron, él permaneció tumbado sobre ella, besándole la frente. Después, deslizó los labios por la mejilla hasta la boca, suave y carnosa, y le dio un beso tan erótico y electrizante que casi la hizo llorar.

-No es justo -murmuró Sakura y lo empujó para que se tumbara en la cama. Después se subió encima de él.

- ¿Quieres jugar, eh?

Los ojos de él brillaron mientras ella se inclinaba para besarle el cuello.

-Me toca a mí.

Quería saborearlo, absorber su esencia, pero, sobre todo, quería volverlo loco. Loco de necesidad, de pasión y de deseo por ella. Solo por ella.

Y lo consiguió, con cada aliento de él, cada gemido.

Había una tremenda sensación de poder en darle placer a un hombre. En llevarlo a un lugar donde él no tuviera ningún control sobre lo que estaba pasando, donde estuviera a su completa merced.

Un hombre en su lado más vulnerable.

Le encantaba cómo le temblaba el estómago con su caricia, como apretaba los músculos cuando sus labios jugueteaban con ellos.

Fue un banquete sensual y delicioso del que los dos salieron satisfechos física y emocionalmente.

Durmieron un rato; después, se volvieron a despertar en mitad de la noche y se volvieron a buscar.

No tenían suficiente, nunca lo tendrían. Cuando el sol se levantó en el horizonte, Naruto la llevó a la ducha y se metió con ella. Agarró el jabón y, con una intimidad lujuriosa, comenzó a lavarle el cuerpo. Sakura cerró los ojos y se dejó acariciar.

La caricia fue tan suave que ella sintió deseos de llorar.

Cuando acabó, ella tomó el jabón para devolverle el favor. Entonces, vio los arañazos y los moretones que le había ocasionado la explosión y los besó con suavidad.

-Date la vuelta.

Él lo hizo y ella vio más heridas.

-Deberías habérmelo dicho. ¡Caramba, Naruto! Deberíamos haber tenido más cuidado.

-Entonces, no sentía nada -dijo él con un toque de humor.

Ella le dio una torta en las nalgas.

-Me encanta cuando recurres a la fuerza -le dijo mientras apagaba el grifo.

Ella le besó las heridas de la espalda con infinita ternura y él permaneció muy quieto. Cuando acabó, se dio la vuelta y la besó en los labios. Agarró una toalla y la secó con suavidad, antes de secarse él.

La volvió a llevar a la cama, se acurrucó junto a ella y se cubrió con las sábanas.

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