IV

El resto del día consistió en dos cosas, la primera en ser presentado ante todos los soldados y guardias del sitio, el capitán Jeon es el único encargado del lugar por el momento y eran pocas veces que los llegaba a visitar algún general u otros capitanes, pero usualmente lo hacían cuando terminaba el segundo mes, esto con el fin de que los mantuvieran informados acerca de lo que pasaba allí dentro, pero supongo que el capitán Jeon omitía ciertas cuestiones. La segunda fue para darme a detalle las explicaciones de lo que hacían y omitían en ese lugar, había ciertas reglas que debían respetarse y otras más por las cuales se regían los soldados que se encargaban de hacer guardia en ese lugar, y aunque trataba de prestar mi total atención a lo que Jeon Jungkook decía, mi mente no podía dejar de divagar de vez en cuando en ese omega.

¿Qué estará haciendo en este momento? ¿Estará junto a los demás? ¿Podré verlo? No sabía exactamente como se encontraba, pues el capitán Jeon no tardo en salir del establo y dejar al omega adentro para después dirigirse hacia mí e irnos, no dijo más, ni siquiera una orden, lo que me daba a entender que los soldados ya estaban lo suficientemente amaestrados para saber lo que tenían que hacer en esta situación, pero eso también quería decir que aquel omega no era el único en su colección.

El campo es extenso, cuenta con varias áreas, la parte de atrás, y alrededor se encuentra bardeado por una gran muralla de concreto firme y gris, en donde se encuentran las viviendas de los soldados y guardias además del capitán Jeon, dentro del campo hay diversas cabañas, el capitán me indico que hay cabañas "especiales" a las cuales les llaman "duchas" no las ocupan a menos que sea por ordenes directas o por cargamentos de personas nuevas, las duchas consisten en dos grandes bloques con puertas metálicas pesadas de al menos cinco o siete kilogramos, no cuentan con ventanas, pero si con una pequeña chimenea metálica en la esquina derecha de la parte trasera del cubo, Jungkook menciono que es para que se disipe el olor, las duchas tienen la capacidad para ingresar aproximadamente cien personas, pero mencionan que usualmente suelen meter a más, porque tienen que darse prisa, porque son demasiadas personas.

Las caballas cuentan con literas de tres pisos, y cada cabaña alberga a más de cincuenta personas, todos están obligados a compartir camas, nadie tiene nada exclusivo, los prisioneros allí dentro deben de portar un uniforme, consistente en telas mal cocidas de color blanco con rayas negras, no tenían derecho a portar zapatos a menos que estuvieran por realizar alguna labor dentro de la casa de algún comandante o soldado, las mujeres debían portar batas enormes con las mismas características y todos sin excepciones debían tener cocido un numero y una estrella de David en el pecho justo del lado izquierdo, las mujeres debían tener el cabello totalmente rapado al igual que los hombros, estas eran las especificaciones para los alfas y algunos omegas los cuales el capitán Jeon consideraba como basuras, y sí, él así los denomina.

Para el capitán Jeon, para que un omega entrará en su "colección" debía tener ciertas características, su estatura no debía sobrepasar los ciento setenta metros de altura, su complexión debía ser delgada, las menos debían tener dedos delgados y finos, con uñas especialmente cortas, la piel debía tener una coloración blanca y que está sea derivada de diversos tonos de blanco, el capitán los clasificaba como tono lechoso, que era tan blanco como la misma leche, tono azucarado, con un leve toque de blanco y ligeramente bronceada como el azúcar refinada o de caña, tono níveo, lo consideraba tan blanco como las hojas nuevas de papel a la luz del sol, y el tono crema, según el capitán Jeon era uno de los tonos más difíciles de encontrar en las personas, porque era como el betún blanco de un pastel y que al mirarlo parecía igual de dulce y suave al tacto, también quería que la piel no tuviera imperfecciones como manchas grandes o lunares demasiado vistosos, estos omegas no debían cortarse el cabello como los desechados entre los alfas, tampoco debían portar el uniforme que los demás, y mucho menos debían convivir con los alfas y omegas desechados, el uniforme de la colección del capitán era en un tono blanco con rayas de color rosa oscuro, indicando exactamente que esos omegas son suyos y lo acreditaba con la marca de ganado en los costados, la marca en los omegas varones era del lado derecho y para las damas omegas era del lado izquierdo. La colección de omegas, se trataba de la más cuidada posible, tenían tareas especificas y Jeon solamente dejaba que se acostaran con ellos los más importantes al mando o soldados de su más pulcra confianza. La idea era repugnante.

A pesar de eso no podía simplemente oponerme a toda esa basura, si lo hacía tendría problemas.

Los horarios en el lugar eran variables, eran tres turnos de soldados, en la noche el trabajo comenzaba desde las cero horas hasta las cinco de la mañana, el diurno era de cinco de la mañana hasta las doce horas y el de la tarde era desde las doce horas hasta quince minutos antes de terminar las once de la noche, todos con horarios de comida y bebida y con la posibilidad de un relevo por cada dos o tres horas, todo era con el fin de vigilar a los prisioneros. El uniforme militar era un requisito sumamente obligatorio, nada de quitarse los cascos, nada de dejar de portar armas, el peso del uniforme debía seguir sobre nosotros con el fin de evitar posibles ataques sorpresa, aunque según el capitán Jeon jamás se atreven a emboscarlos en ese lugar, ni siquiera está a la vista del portador.

—Las cosas han estado calmadas en todo esté tiempo —el aroma del puro en sus labios me hacía sentir la garganta seca, el capitán seguía hablando y yo me mantenía firme escuchando—, pero siempre hay que prevenirse, bajar la guardia... significa la muerte y más cuando estamos aquí —se levanto de su sitio y le seguí con la mirada—, allá afuera los prisioneros no cuentan con armas, pero algunos tienen acceso inclusive a nuestros campos improvisados y las cocinas, pero —sonrió ladino—, ese tipo de tareas solo se las dejo a mis omegas.

Sus omegas...

Su colección está apartada, la cabaña de los omegas se encuentra muy cercana al edificio en donde estamos, apartada de los demás, el capitán Jeon les tiene un especial cariño a esos omegas, quizás sea porque los tiene a su disposición, quizás se sienta inclusive superior al tener su propio harem solamente para él, aún si es así, no puedo evitar sentir asco, y más porque ese bello omega de ojos azules ahora es parte de su colección.

—Aquí solamente tenemos sirvientes omegas, y todos me pertenecen —camino un par de pasos más, dirigiéndose a la ventana más cercana en su oficina y dándome la espalda con total confianza, como si no temiera de mí—, mis omegas se encargan por turnos de la limpieza, jardinería, cocina y por supuesto de atenderme cuando se los ordeno.

—Les tiene un gran aprecio —comente y él me miro sobre su hombro—, lo digo por el tono que utiliza al hablar de ellos, parece ser que son los más apreciados por usted.

—Lo son —dejo de mirarme—, ¿sabes? En el tiempo que estuve al frente del campo de batalla, me percate de que muchos de mis colegas dejaban morir a omegas que valían totalmente la pena, los rostros y cuerpos perfectos desperdiciados por las balas y bombas lanzadas me hacían sentir decepcionado, me jure avanzar en las tropas y salir con vida para hacer mi propio refugio de omegas —volvió a girar sobre sus talones y a caminar hacia su sitio detrás del escritorio—, claro que jamás pensé que subiría de rango militar —soltó una risa corta—, cuando me asignaron aquí pensé que sería una perdida de tiempo, pero estaba equivocado, y más porque tengo el control absoluto de este lugar.

—Supongo es benéfico para su colección —la ultima palabra me causaba nauseas—, de está forma puede escoger a los omegas que quiere.

—Exacto —chasqueo los dedos—, me comprende mejor de lo que creí, Park —su sonrisa era totalmente brillante, en verdad demostraba lo satisfecho que estaba con mis comentarios—, ¿Tiene alguna idea de cuantos omegas tengo en la actualidad?

—¿Diez quizás? —dije, pero él negó con la cabeza.

—Esa cantidad —recargo sus codos sobre el escritorio—, fue en realidad con la que empecé, mientras más cargamentos lleguen, más omegas acumulo, y como sabrá, no todos entran en mi colección, los selecciono a mi gusto y complacencia, deben tener ciertas características que ya sabe, y por supuesto tener una belleza natural, pocas veces es vista en omegas judíos, pero claro que hay sus excepciones, por lo que esos diez ahora se han convertido en veintisiete contando al omega que acaba de llegar, claro está.

—Veintisiete —elevé ambas cejas, eran menos de los que creí, pero al menos no eran más—, es un gran número.

—Lo es —sonrió levemente—, usualmente soy quien los cuida, por eso la cabaña esta cerca, soy quien los cuida, alimenta, y asea cuando me plazca, pero esto no puedo hacerlo siempre yo mismo, y más porque últimamente llegan más prisioneros alfas y tengo que hacer papeleo, informes, y mandar a más soldados, las vigilancias ya no las hago yo y eso tuvo sus consecuencias, y la razón por la que está aquí.

—¿Qué paso? —pregunte, mi padre solamente me dijo del trabajo, pero jamás me especifico lo que haría, el capitán Jeon tenía esa respuesta y al parecer no sería solamente mantenerme vigilando a los demás prisioneros.

—Tiene apenas unos meses que ocurrió —soltó un suspiro—, como mis actividades aquí ahora son más exigentes con mi presencia, tuve que dejar de lado vigilar y cuidar de mi colección y depositar ese trabajo en manos de otro soldado, sinceramente no me gusta depositar mi confianza y mis omegas a otros, pero pensé que esté tipo podría hacer bien el trabajo, así que se lo deje —hizo una pequeña pausa—, los días pasaban, no había quejas, pero pude notar algo, algunos de mis omegas más preciados comenzaron a tener ciertas marcas muy visibles en brazos, cuello, mejillas... mordidas, arañones, uñas rotas, moretones —su lengua se pego en su mejilla abultándola levemente, en su mirada había furia contenida, y sus manos se cerraron en puños—, creo que enloquecí cuando vi a mi omega favorito con una mano marcada en su cuello, le exigí que me dijera lo que le paso, le golpee inclusive porque no me quería decir nada... —sonrió ladino—, solamente así fue cuando me entere de lo que paso.

Suponía algunas cosas, porque es evidente, algunos aquí no están bien de la cabeza, desafiar a los soldados de rangos superiores puede ser inclusive peor que ser un prisionero.

—Resulta —prosiguió el capitán—, que el tipo se metía en las noches a la cabaña de los omegas, amordazaba a uno y lo sacaba para después tener sexo y si el omega intentaba forcejear lo golpeaba o trataba de ahorcarlo, por supuesto no los mataba, porque sabía que sí lo hacía, entonces recibiría un castigo por mi parte, le pregunte a mi omega a cuantos les había hecho lo mismo, menciono que a diez de los treinta y seis, y solamente a esos diez, incluyéndolo... —su mirada se oscureció—, solamente pregunte en donde estaba... tome mi arma y salí a buscarlo, lo encontré junto a otros soldados, el malnacido estaba comiendo un emparedado mientras se reía, le apunte... y simplemente deje que mis dedos tirasen del gatillo una infinidad de veces, inclusive cuando me termine las balas, el susto que se llevaron todos fue extremadamente malo, y no podía detenerme, ni siquiera los demás soldados, procedí a acercarme a su cuerpo inerte y lo único que recuerdo es mi puño golpear y terminar de aplastar su asquerosa cabeza.

Trague saliva con pesadez al escuchar eso, la imagen era tan viva en mi mente que solamente me provoco escalofríos, ahora entendía lo tan importante que era esa colección de omegas para este alfa, la oscura mirada del capitán fue a dar hacia mí, y solamente se suavizo por breves momentos, pues parecía que los recuerdos aún le abrumaban.

—Luego de eso... me dispuse a deshacérseme de los omegas... ¿puedes creerlo? —sonrió sin gracia—. Me deshice de mi favorito todo por culpa de un imbécil que creyó podía apoderarse de mi colección sin mi consentimiento...

—Debió ser desgarrador terminar con la vida de su omega favorito.

—Lo fue —se encogió de hombros restándole importancia—, pero no importa —me miro a los ojos—, ahora eres tú quien se encargará de cuidarlos. Tu padre me dijo que siempre has respetado mucho a los omegas, ¿no es así?

—En efecto, capitán —respondí dando un asentimiento—, jamás le hice, ni haré daño a ninguno.

—Eso es bueno —dio un asentimiento—, serás quien se encargue de vigilarlos, te daré una lista de las actividades diarias de mis omegas, y tendrás que rondarlos y vigilarlos en todo momento para que no se escapen, sobre todo el recién llegado, ¿puedo confiar plenamente en que lo harás?

—Por supuesto, capitán Jeon —sonreí levemente—, le aseguro que sus omegas estarán a salvo conmigo y que los vigilaré en todo momento.

—Eso espero, Park —dio un breve asentimiento con la cabeza—, cumple con tu deber, si lo haces bien, puedes ser recompensado, pero... —su mirada volvió a oscurecerse—, si descubro que lo haces mal o que tienes alguna otra intención... obtendrás un castigo del cual jamás te recuperarás.

—Sí —me sorprendí al escucharme, pensé que mi voz saldría rota, pues la imagen del capitán Jeon disparando y rompiéndole la cabeza a puñetazos a ese soldado paso por mi mente... y a pesar de ser imaginaria, era muy real.

Las consecuencias de desobedecer a un superior son extremadamente peligrosas.

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