Más regalos y la hora del té
Cajitas pequeñas, cajas normales, cajas enormes. Envolturas de varios colores y algunas que otra golosina. Los presentes navideños eran dejados en las casas de los niños bien portados. Carbón o heces petrificadas de nutria para los malvados.
Algunos chicos dejaban galletitas y un vaso con leche al lado o cerca del árbol de sus casas. Un perro le mordió el trasero a Brandr porque defendió a Samuel.
Adolorido, continuó con el trabajo mientras los duendes le administraron una vacuna antirrábica.
Pasaron por muchas casas más, para más regalos dejar. Comieron galletas y tomaron su lechita.
Y entonces, llegaron a un orfanato. Dentro vivían muchos niños sin hogar, como pasaba con la amiga de Brandr.
—Pobrecitos de estos chicos. Espero que un día tengan una familia que los quiera mucho.
Y entonces, después de dejar los regalos, una figura peluda, con cuernos y de mal aspecto apareció.
—¡¿Un demoni...?! —intentó preguntar con asombro, siendo callado por los duendes. No querían que provocara que los niños despertasen.
—Es el Krampus —respondió un duende—. Es un viejo colega de Santa.
—¿No es el que devora niños mal portados? —cuestionó el muchachito.
—No, no —respondió ese mismo duende, saludando a la criatura de aspecto feroz—. Sólo los espanta por estar feo. A los niños inquietos que siguen despiertos les aplica un calzón chino. A las niñas las rapa.
—Eso no es mejor. —La cabeza de Brandr se movía de un lado a otro.
—Es la hora del té —anunció el Krampus con una voz bien gruesa.
—¿La hora del qué? —inquirió nuestro aventurero.
—Por eso vino —comentó el duendecillo—. El siempre nos trae un té bien calientito.
Y así, todos compartieron una bebida calientita y un poco de pan, para después más regalos entregar.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top