Capítulo LXIV
La mañana transcurrió, y los más jóvenes permanecieron en Grimmauld Place. Mientras tanto, el resto de la Orden se dirigió a cumplir con sus deberes. Hagrid, Sirius y Lupin se reunieron con otros miembros, mientras que Tonks, Arthur y Kingsley fueron al Ministerio para no levantar sospechas entre los mortífagos infiltrados.
En el otro extremo de la sala, Peter Parker estaba sentado en un viejo sofá, nerviosamente enrollando una telaraña entre sus dedos. A su lado, MJ intentaba calmarlo, mientras lanzaba miradas de reojo a Felicia Hardy y Fleur Delacour, que discutían sobre la mejor forma de reforzar los hechizos protectores de la casa.
Hadley: No podemos simplemente quedarnos aquí indefinidamente –murmuró, su tono impaciente-. Los mortífagos están cada vez más cerca, y es solo cuestión de tiempo antes de que descubran dónde estamos.
Hermione: Fleur y yo hemos hecho lo mejor que hemos podido con los encantamientos –replicó-. Pero tienes razón. Debemos estar preparados para movernos en cualquier momento.
Peter: Lo que necesitamos –dijo, levantándose del sofá-. Es una forma de golpear primero. No podemos seguir a la defensiva.
Gwen asintió, su mente claramente trabajando en un plan.
MJ: Es demasiado peligroso. No podemos arriesgarnos –dijo, su voz llena de preocupación.
El castaño tomó la mano de MJ y la apretó suavemente.
Peter: Lo sé, MJ, pero no podemos quedarnos aquí esperando a que nos encuentren. Si hay una forma de detenerlos, tenemos que intentarlo.
Mientras discutían las posibilidades, un golpe fuerte resonó en la puerta principal, haciendo que todos en la habitación se tensaran. Hermione y Hadley alzaron sus varitas instintivamente, mientras Peter y Gwen se movían hacia las sombras, preparados para cualquier eventualidad.
Pansy: ¿Quién podría ser? –susurró, con un leve temblor en su voz.
Antes de que alguien pudiera responder, la puerta se abrió lentamente, revelando a Kreacher, el elfo doméstico de la casa.
Kreacher: Esa cosa es muy molesta –dijo renegando-. Traer cosas muggles a la casa Black.
Pansy: ¿De qué habla? –preguntó con duda.
Kreacher: Esa caja con imágenes hace ruido cuando Kreacher intenta limpiarlo.
Hadley: Debe hablar de la televisión
Cuando la joven de cabello azabache pronunció esa palabra, notó que varias chicas la miraron fijamente.
Hadley: Cierto, no saben que es. Vengan.
La Gryffindor guio al grupo a otra habitación.
Hadley: Eso es una televisión.
Pansy: Es extraño –dijo mientras observaba una caja que mostraba imágenes acompañadas de sonido.
Fleur: Es increíble cómo los muggles pueden ver cosas que están pasando en lugares lejanos sin usar magia –comentó, observando con curiosidad la pantalla.
Hadley. Sí, es bastante útil –respondió con una sonrisa-. Y ni siquiera es tan complicado de usar. Mira, puedes cambiar de canal usando este control remoto.
Hadley tomó el control remoto y comenzó a cambiar los canales, mostrando una variedad de programas, desde dibujos animados hasta películas de acción.
Daphne Greengrass se inclinó hacia adelante, intrigada.
Daphne: ¿Cómo funciona exactamente? ¿Es una especie de encantamiento?
Hermione: No, es pura tecnología muggle –explicó-. Usan electricidad para alimentar estos dispositivos y señales de radio para transmitir imágenes y sonido.
Pansy Parkinson frunció el ceño, intentando asimilar la información.
Pansy: Sigue sonando como magia, pero de una forma extraña.
Hadley sonrió ante los intentos de las chicas por comprender.
Hadley: Es cuestión de acostumbrarse. Ahora, déjenme mostrarles algo más interesante...
Hadley presionó un botón en el control remoto y, de repente, la pantalla mostró un noticiero en vivo. La imagen era la de una calle en Londres, en el centro de la ciudad. Pero lo que captó la atención de todas fue la figura del Green Goblin. A su lado, atadas y visiblemente asustadas, estaban la tía May, Astoria Greengrass y Fiore Hardy, la hermana menor de Felicia.
El rostro de Felicia palideció al instante.
Felicia: ¡No puede ser... Fiore! –gritó, levantándose de un salto.
Gwen se llevó una mano a la boca, horrorizada.
Hadley: ¡Tenemos que hacer algo! –exclamó, apretando los dientes.
Daphne se levantó, mostrando una determinación similar.
Daphne: Mi hermana está allí. No me quedaré sentada mientras corre peligro.
La conversación se detuvo cuando una voz siniestra provino de la televisión.
Green Goblin: Spider-Man, sé que estás viendo esto. Sabes lo que quiero –declaró, su tono cargado de veneno-. Tienes exactamente una hora para presentarte aquí, en la Torre del Reloj de Londres. Si no lo haces... bueno, digamos que estas preciosas damas pagarán el precio de tu cobardía.
Mientras hablaba, la cámara del noticiero mostró a las rehenes. Tía May, con su rostro lleno de preocupación, Astoria, que intentaba mantener la calma a pesar de su miedo evidente, y Fiore, que luchaba por contener las lágrimas. Las tres estaban atadas, Green Goblin parecía disfrutar del pánico que estaba causando.
Green Goblin: Recuerda, Spider-Man –continuó, con una risa siniestra-. Esto es solo entre tú y nosotros. No intentes enviar a alguien más, ni pensar en trucos. Si veo alguna señal de interferencia, acabaré con ellas al instante. Nos vemos en una hora... si tienes el valor.
La tensión en la sala se hacía palpable mientras todos intentaban asimilar la amenaza del Green Goblin.
Peter: Voy a ir por ellas –declaró, su voz firme, sin espacio para la duda-. No puedo dejar que les haga daño. Tía May, Fiore y Astoria están en peligro por mi culpa. Tengo que enfrentarme a él, y lo haré ahora mismo.
Hadley, que siempre había sido valiente y dispuesta a ayudar a sus amigos en cualquier situación, se acercó a Peter.
Hadley: Iré contigo, Peter.
Peter: No, Hadley –negó con la cabeza de inmediato-. No puedo permitir que te pongas en peligro. Si es una trampa, es mejor que solo uno de nosotros caiga en ella.
Hadley apretó los puños, luchando contra la frustración que sentía al verse apartada.
Hadley: Pero no tiene sentido que vayas solo. Sabemos que los mortífagos están involucrados de alguna manera, no podemos ignorarlo. ¿Cómo supieron la ubicación de Tía May y Fiore? Algo más está pasando aquí, y enfrentarlo solo podría ser más peligroso.
Peter la miró con gratitud, pero ya había tomado su decisión.
Peter: Hadley, lo sé, y agradezco que estés dispuesta a ayudar, pero si algo te pasara... no me lo perdonaría. Tú y los demás pueden ayudar asegurándose de que no haya más sorpresas. Yo me encargaré de esto.
Hermione: Podemos apoyarlo desde aquí, Hadley. Peter tiene razón, necesitamos mantener la cabeza fría y pensar estratégicamente. Si los mortífagos están involucrados, hay más en juego de lo que parece.
Peter miró a cada una de sus amigas, sabiendo que todos querían ayudar, pero también consciente de que la mejor manera de protegerlos era enfrentarse al Green Goblin solo.
Peter: Confíen en mí. Volveré con ellas sanas y salvas.
Hadley lo miró por un momento, luchando con su deseo de acompañarlo y su comprensión de que Peter tenía razón. Finalmente, asintió, aunque a regañadientes.
Hadley: Está bien, Peter. Pero si las cosas se complican, no dudes en pedir ayuda.
Peter: Lo haré –respondió, agradecido por su comprensión.
Luego, con un último vistazo al grupo, salió rápidamente por la puerta, dirigiéndose hacia la Torre del Reloj en Londres.
...
El viento azotaba con fuerza en la cima de la Torre del Reloj de Londres mientras Peter Parker, con su traje de Spider-Man. Frente a él, los seis villanos se alzaban. Cada uno de ellos había llegado con un único propósito, destruir a Spider-Man.
Mientras esquivaba una descarga eléctrica de Electro, conjuró un Protego que desvió el rayo justo a tiempo. A pesar de estar en desventaja numérica, Peter luchaba con una ferocidad que dejaba a sus oponentes atónitos.
The Lizard avanzó con furia, pero Peter lo mantuvo a raya con una combinación de ataques físicos y un Desmaius que lo aturdió momentáneamente. Sandman, en un intento por sofocarlo, levantó una oleada de arena, pero Peter utilizó su agilidad para esquivar el ataque y contrarrestarlo con un potente hechizo que dispersó la masa arenosa en todas direcciones.
La batalla era intensa, y cada movimiento de Peter estaba dirigido no solo a vencer a sus enemigos, sino a salvar a las tres rehenes, Tía May, Fiore Hardy y Astoria Greengrass, que seguían atadas y en peligro.
Con una última y desesperada patada giratoria, Peter logró propulsar a todos sus adversarios lejos, creando un breve momento de respiro. Respirando con dificultad, su máscara empapada de sudor, Peter se preparó para el siguiente asalto, pero entonces, algo captó su atención. Escuchó un crujido sobrecogedor y se giró justo a tiempo para ver una enorme pared, debilitada por los ataques anteriores, comenzando a desplomarse.
Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio, con horror, que la pared estaba a punto de caer sobre las rehenes, su tía May, junto a Astoria y Fiore, estaban inmóviles, congeladas por el miedo. El corazón de Peter se detuvo por un segundo, sabiendo que no llegaría a tiempo. La desesperación le llenó el pecho, un sentimiento de impotencia que no había experimentado en mucho tiempo.
Sin embargo, algo increíble sucedió. Sandman, en un acto inesperado, se lanzó hacia ellas, envolviendo a las tres mujeres en su cuerpo arenoso, formando un escudo impenetrable justo cuando la pared se desplomaba. Los escombros cayeron, pero se desintegraron al contacto con la barrera de arena. El silencio momentáneo fue roto por el sonido de los escombros desmoronándose en el suelo, pero las rehenes estaban ilesas.
Astoria, recuperándose de la conmoción, miró al hombre de arena con una mezcla de gratitud y asombro.
Astoria: Gracias... gracias por salvarnos –dijo, su voz temblorosa pero sincera.
Sandman, manteniendo su forma protectora alrededor de ellas, la miró con una expresión sombría en su rostro granulado.
Sandman: No es seguro aquí. Deben alejarse ahora –dijo con una voz grave, pero no amenazante.
Mientras las tres mujeres se alejaban, Peter, aún en estado de shock, observó todo desde una distancia corta. No podía creer lo que acababa de suceder. Sin perder más tiempo, se lanzó hacia donde Sandman estaba, manteniendo la distancia, pero claramente queriendo hablar.
Sandman: ¿Por qué tengo que hacer esto? –se preguntaba, una y otra vez-. No quiero lastimar a nadie... pero Voldemort es mi padre, y él me dio vida. Debo obedecerlo... ¿o no?
De repente, su monólogo interno fue interrumpido por una voz familiar.
Peter: ¡Sandman! –gritó desde un edificio cercano, balanceándose en su telaraña antes de aterrizar suavemente en el suelo frente a él.
Sandman: ¿Qué haces aquí? –preguntó con un tono de desconcierto.
Spider-Man: He venido a detenerte –respondió, manteniendo una postura defensiva-. Pero también quiero hablar contigo. Sé que no eres malo, Sandman. Lo que haces no es porque lo quieras, sino porque te están obligando. Escúchame, puedes cambiar, puedes dejar de seguir a Voldemort.
Sandman sintió una punzada de duda en su pecho. Las palabras de Spider-Man resonaban con una verdad que él había intentado ignorar. Sin embargo, la imagen de Voldemort, su creador, se interponía en sus pensamientos como una barrera infranqueable.
Sandman: No puedo... no puedo traicionar a mi padre –murmuró, su voz temblando con indecisión.
Spider-Man dio un paso adelante, levantando las manos en señal de paz.
Spider-Man: Sandman, escucha. Voldemort no es tu padre, no en el sentido que tú crees. Él te creó para su propio beneficio, no porque le importe lo que te pase. Tienes el poder de elegir quién quieres ser. No tienes que hacerle daño a nadie más.
La tormenta interna de Sandman se intensificó.
Sandman: Pero... él me dio vida. Sin él, no existiría. ¿Cómo puedo abandonarlo?
Spider-Man negó con la cabeza, con tristeza en sus ojos.
Spider-Man: Eso no significa que te quiera o que quiera lo mejor para ti. La verdadera paternidad no se trata de controlar a alguien o usarlo para tus propios fines. Se trata de amor, de guiar y apoyar. Voldemort no te ha dado eso, Sandman. Lo que él ha hecho es aprovecharse de tu inocencia. Tú no eres una herramienta, eres una persona con sentimientos, con la capacidad de tomar decisiones.
Durante unos instantes, el hombre de arena bajó la mirada, observando cómo sus manos arenosas caían al suelo, desmoronándose en millones de diminutos granos. ¿Era eso lo que él era realmente? ¿Una criatura sin forma, sin voluntad propia? O, ¿podía ser algo más?
Sandman: Yo... –comenzó, pero las palabras se le escapaban como arena entre los dedos-. No sé qué hacer.
Spider-Man dio un paso más, ahora a solo unos pocos metros de Sandman.
Spider-Man: Haz lo que sientas en tu corazón, Sandman. No eres malvado, lo sé. Puedes cambiar tu camino. Puedes elegir ser alguien que ayuda a otros, en lugar de alguien que les causa dolor. El primer paso es el más difícil, pero nunca es tarde para cambiar.
Pero antes de que pudiera decir más, una explosión resonó en la distancia, seguida del rugido de motores y risas desquiciadas. Spider-Man y Sandman se volvieron hacia la fuente del sonido, sus ojos encontrándose con un espectáculo temido, el resto de villanos de Spider-Man había llegado. Green Goblin lideraba la carga, con una sonrisa demente en su rostro. A su lado, The Lizard rugía con fiereza, mientras Electro emanaba chispas de energía, iluminando la noche. Detrás de ellos, Scorpion y Kraven avanzaban, preparados para la batalla.
Green Goblin: ¡Perfecto! Todos están aquí –dijo-. ¿Qué pasa, Sandman? ¿Ya te olvidaste de la misión? ¿O es que tu nuevo "amigo" te ha convencido de traicionarnos?
Sandman titubeó, sintiendo el peso de la situación. Miró a Spider-Man, quien se preparaba para lo inevitable.
Sandman: No quiero hacer esto –murmuró Sandman, casi inaudible.
Spider-Man: ¡Entonces no lo hagas! –exclamó, con la esperanza de que Sandman tomara una decisión.
Electro: ¡No hay tiempo para dudas, Sandman! –bramó, lanzando un rayo en dirección a Spider-Man, quien lo esquivó con agilidad-. ¡Estamos aquí para acabar con él!
Mientras los villanos caían uno a uno, Peter finalmente sintió que tenía la situación bajo control.
Respirando con dificultad, se acercó rápidamente a las rehenes para liberarlas.
Peter: Ya está, todo terminó –dijo con la voz entrecortada, mientras desataba las cuerdas con rapidez.
Pero justo cuando pensó que la pesadilla había terminado, su sentido arácnido falló por un segundo crucial.
Antes de que pudiera reaccionar, sintió un escalofrío en la nuca, el Green Goblin, quien había fingido estar derrotado, se lanzó sobre Peter con sus garras afiladas, directo a su cabeza. Peter giró con rapidez, pero debido a la sorpresa, no tenía tiempo suficiente para evitar el golpe. El ataque estaba a solo centímetros de su rostro, y en ese instante, Peter pensó que todo había terminado.
Pero en el último momento, algo completamente inesperado sucedió. Una figura se interpuso entre él y el ataque mortal. Con horror, Peter vio cómo su querida tía May se lanzó frente a él, recibiendo el golpe que estaba destinado a acabar con su vida.
Peter observó, horrorizado, cómo las garras del Green Goblin se clavaba profundamente en el abdomen de May. Su expresión era de dolor, mientras caía al suelo con una herida mortal.
Peter: ¡Tía May, no! –gritó, arrodillándose a su lado con desesperación.
Las lágrimas comenzaron a llenar sus ojos mientras sostenía su cuerpo herido, su máscara ya empapada por el dolor.
De repente, comenzó a escuchar voces acercándose rápidamente desde las escaleras. Eran aurores, alertados por la batalla y ahora dispuestos a capturar a cualquiera que hubiera roto el Estatuto Internacional del Secreto Mágico.
Los vilanos, al ver que fueron derrotados y que habían logrado causarle daño al castaño, eligieron huir del lugar.
Mientras tanto, May miró a Peter con ojos llenos de amor y compasión, a pesar del dolor que la consumía.
May: Peter... mi niño... –susurró con voz débil, levantando una mano temblorosa para acariciar su rostro-. Siempre supe... que harías lo correcto... Estoy tan orgullosa de ti...
Peter, luchando por contener las lágrimas, negó con la cabeza.
Peter: No, Tía May... lo siento... esto es culpa mía...
May sonrió débilmente, sus fuerzas desvaneciéndose rápidamente.
May: No... no es culpa tuya... Tú eres... un héroe, Peter... Nunca olvides... lo que te enseñó tu tío Ben...
Peter: Un gran poder conlleva una gran responsabilidad –murmuró, repitiendo las palabras que había escuchado tantas veces de su tío.
May asintió ligeramente, su sonrisa desvaneciéndose mientras su vida se escapaba.
May: Eso es... Peter... no te rindas... nunca... sigue luchando.. siempre adelante...
Con esas últimas palabras, Tía May exhaló su último suspiro, su cuerpo quedando inmóvil en los brazos de Peter. El mundo parecía detenerse en ese instante, mientras Peter sentía que todo lo que amaba se desmoronaba a su alrededor.
Las voces y los pasos de los aurores se hacían más fuerte, lo que significaba que se acercaban.
Peter: ¡Fiore! ¡Astoria! –gritó, levantándose rápidamente mientras las lágrimas seguían cayendo-. ¡Tenemos que irnos, ahora mismo!
Fiore y Astoria, en estado de shock por lo que acababan de presenciar, apenas pudieron asimilar lo que estaba ocurriendo mientras Peter las tomaba de las manos y las arrastraba hacia una salida lateral. Los hechizos comenzaron a volar en su dirección mientras los aurores, sin comprender la situación, atacaban a Peter, creyendo que él era el causante de todo.
Con el corazón destrozado y la mente nublada por la tristeza, Peter supo que no podía quedarse. Con un último vistazo al cuerpo sin vida de Tía May, apretó los dientes y, con Fiore y Astoria a su lado, escapó, dejando atrás la Torre del Reloj y el dolor de su pérdida.
Mientras huían, las palabras de Tía May resonaban en su mente, "Sigue luchando... siempre adelante". Peter sabía que no podía rendirse. Porque, como le había enseñado su tío Ben, un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y él debía honrar ese legado, sin importar cuán doloroso fuera el camino por delante.
...
La casa en Grimmauld Place estaba en silencio, una tensión llenaba el aire mientras Hadley, Hermione, Gwen, Felicia, Fleur, MJ, Darcey, Daphne y Pansy esperaban con ansiedad alguna noticia. Habían visto en las noticias que la batalla en Londres había terminado, pero los detalles eran escasos. No sabían si Peter, May, Astoria y Fiore estaban a salvo.
Fleur: ¿Por qué no han regresado todavía? –murmuró, paseando por la sala.
Hadley intentaba mantener la calma, pero la preocupación en su rostro era evidente. Hermione, a su lado, se aferraba a su varita.
Hadley: No sabemos qué ha pasado, pero tenemos que confiar en que Peter lo logrará –dijo, tratando de sonar más convencida de lo que realmente estaba.
De repente, el sonido de la puerta principal al abrirse resonó en la casa. Sin esperar un segundo más, corrieron hacia el vestíbulo, donde vieron a Peter entrar, seguido por Astoria y Fiore. El alivio inicial de verlos a salvo se desvaneció rápidamente cuando notaron la expresión sombría en el rostro de Peter y las lágrimas silenciosas en los ojos de Astoria y Fiore.
Daphne: ¡Astoria! –exclamó, corriendo hacia su hermana menor, envolviéndola en un abrazo protector.
Felicia hizo lo mismo con Fiore, rodeándola con consuelo y cariño.
Gwen: ¿Qué pasó? –preguntó, su voz temblando mientras miraba a Peter, esperando una explicación.
Peter no respondió de inmediato. Su mirada estaba perdida, su cuerpo tenso como si llevara una carga demasiado pesada para soportar.
Peter: Están a salvo...
Las palabras eran simples, pero el dolor en su voz era inconfundible. Hermione dio un paso adelante, extendiendo una mano hacia él, pero Peter la esquivó suavemente.
Peter: Yo... necesito estar solo.
Hadley: Peter... –comenzó, su voz llena de preocupación, pero Peter ya estaba subiendo las escaleras.
Las chicas lo observaron en silencio, comprendiendo que algo terrible había sucedido. Felicia Hardy, cuya hermana Fiore todavía lloraba en sus brazos, miró a Peter con ojos llenos de preguntas, pero no se atrevió a detenerlo. Había un dolor en su andar que todas podían sentir, un sufrimiento que iba más allá de lo que estaban preparadas para consolar en ese momento.
Hadley: Esperen... ¿Dónde está May?
Fue entonces que las chicas entendieron la situación.
Peter llegó a su habitación, cerrando la puerta tras de sí. El silencio en la pequeña habitación era abrumador, pero también lo era el peso del vacío que sentía. May, la mujer que lo había criado, que lo había amado incondicionalmente, se había ido. Se había sacrificado por él.
Se dejó caer en la cama, cubriéndose el rostro con las manos mientras las lágrimas finalmente comenzaban a fluir. Había salvado a Astoria y a Fiore, había cumplido con su deber, pero el precio había sido demasiado alto. Se sentía perdido, como si una parte de su alma se hubiera ido con la tía May.
Las palabras de ella resonaban en su mente: "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Pero en ese momento, todo lo que podía sentir era la carga de ese poder, y el precio que había tenido que pagar.
Se acurrucó en la oscuridad de su habitación, solo con su dolor, sintiendo que la responsabilidad que siempre había llevado consigo ahora era más pesada que nunca.
...
Al día siguiente, Grimmauld Place estaba envuelta en una calma inquietante. Las horas habían pasado lentamente desde que Peter se había encerrado en su habitación. Habían pasado la noche en silencio, cada uno lidiando con sus propios pensamientos y emociones tras los eventos recientes.
Sirius entró en la sala común, donde Hadley, Hermione, Gwen, Felicia, Fleur, MJ, Darcey, Daphne y Pansy estaban reunidas, todas esperando alguna señal de que las cosas mejorarían.
Sirius: ¿Cómo está Peter? –preguntó en voz baja, observando los rostros cansados y preocupados de las chicas.
Hadley: No ha salido de su habitación desde anoche. Lo escuchamos moverse, pero no ha querido hablar con nadie.
Hermione: ¿Qué te trae por aquí, Sirius? ¿Hay alguna noticia?
Sirius asintió, sacando un pequeño paquete de su abrigo.
Sirius: McGonagall me pidió que les entregara esto. Esta mañana encontró una caja en la mesa de su despacho, y dentro había dos objetos. No sabe cómo llegaron allí, pero pensó que debían tenerlos.
Con cuidado, abrió la caja para mostrar su contenido. El primer objeto era una pequeña snitch dorada. Sirius la tomó y se la entregó a Hadley.
Sirius: Esto es para ti, Hadley.
Hadley tomó la snitch, sintiendo un extraño peso emocional en ella.
Hadley: ¿Por qué alguien me enviaría una snitch? –preguntó, mirando a Sirius con curiosidad y confusión.
Sirius: No lo sé –se encogió de hombros-. Pero estoy seguro de que hay una razón.
Hadley guardando la snitch en su bolsillo con la intención de descifrar su secreto más tarde.
Sirius luego tomó el segundo objeto de la caja, un ejemplar de "Los cuentos de Beedle el Bardo". Lo observó por un momento antes de entregárselo a Hermione.
Sirius: Y esto es para ti, Hermione.
Hermione: ¿Por qué alguien me lo enviaría?
Sirius: No estoy seguro –respondió-. Pero si llegó a ti, es por una buena razón. Quizás hay algo en esos cuentos que necesitas descubrir.
Hermione asintió, abriendo el libro con cuidado. Las páginas amarillentas crujieron bajo sus dedos.
Hadley y Hermione intercambiaron miradas.
.....
Pd: Esa trama que cree porque obviamente no hay boda xd
Gracias por leer.
Jouner927
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