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Chapter 3
Eran menos de las cinco de la mañana y el gallo cantó. Pan, automáticamente, se dio la vuelta sobre el camastro de paja y trató de ignorarle. Sin embargo, el cántico despertó a los rebaños de alrededor que se pusieron a balar como locos.
El sátiro se levantó de un salto y empezó a jurar en arameo. ¿Cómo era posible que el gallo cantara si aun no había luz en el horizonte? Pocos minutos después descubrió porqué. Hermes, su padre, al que tanto estimaba, se había aparecido antes del amanecer. ¡Ya los dioses ni respetaban las horas de sueño!
Con cara de pocos amigos, Pan se acercó al dios que adoptó un gesto de disculpa. Hermes estaba tan excitado con los acontecimientos del día anterior que tenía que gritarlo a los cuatro vientos.

"Tú dirás…"

"Pan, no sé lo que habéis hecho Dioniso y tú pero Atenea y Artemisa han comenzado a insinuárseme…"

El sátiro creyó haber oído mal.
"¿Cómo?"

"Eso quisiera saber yo. ¿Cómo?"

"No, no. No me habéis entendido." Pan se rascó la cabeza. "Yo no he hecho nada desde que os dije que Artemisa me largó con viento fresco"

"¿Y entonces?"

"¡Yo qué sé!" exclamó Pan de muy mal humor. "Es surrealista"

Hermes parecía un niño de cinco años al que por fin le han comprado una golosina.

"¿Seguro que no he entendido mal? ¿Artemisa se te ha…?"

"…Insinuado. Sí." Hermes parecía muy ufano.

"Bien. Vale" Pan se dio la vuelta.

"¿a dónde vas?"

"Al camastro. Es obvio que aun no me he despertado del todo. Incluso es posible que no haya salido del sueño…"

"Pan, idiota. Os estoy hablando en serio. No sé como, pero ayer por la noche las dos estaban profundamente interesadas en mí…"

"Sin intentar faltaros el respeto, es difícil comentar en una misma frase las palabras profundamente interesadas y Atenea y Artemisa"

"Difícil o no, ayer resultó"

"Lo dicho. Estoy en medio de una pesadilla. ¡Qué os salga bien el día" se despidió Pan.

Hermes se quedó solo, junto a un gallo que empezaba a buscarse el desayuno, y unas ovejas que se morían por salir del corral.

A la hora del desayuno todos estaban enterados de lo ocurrido la otra noche. La noticia corría de boca en boca, de dios en dios. Afrodita, incrédula se lo comentaba a su marido, Hefesto. Éste, nada más enterarse, empezó a dar golpes en la mesa rojo de ira.
Lo mismo le sucedió a Apolo, que quería matar a Hermes. A Ares se le atragantó el desayuno. Los demás simplemente se preguntaban cómo, dónde y porqué. Resultaba increíble que las dos diosas que más hombres rechazaban estuvieran interesadas concretamente en el mismo.
Eros, desde luego, no se lo esperaba. Dioniso le daba palmaditas en el hombro, considerando que había hecho un buen trabajo, pero lo cierto es que el dios del amor no sabía dónde meterse. ¿Y si el resto sospechaba que él tenía algo que ver?
Aquellos sucesos sirvieron para poner un paréntesis a los problemas entre Zeus y Hera. El dios de dioses se reía al pensar en la cara que se le debió quedar al pobre Hermes mientras que Hera le decía a sus hermanas lo mucho que detestaba a sus dos hijastras.
Lamentablemente para el resto de dioses, ni Hermes, Atenea o Artemisa se pasaron por el comedor a la hora del desayuno.
Ni siquiera a la hora de la comida.

Pero cuando Ares se preparaba para bajar a Esparta, petulante, por las peticiones que recibía de los espartanos para que les favoreciera en la guerra, Hermes le interceptó.

"¡Hermano! ¡Los planetas se han alineado! ¿No es cierto?"

Ares le miró como si se tratara de una aparición. Luego se dio cuenta de que no tenía nada que temer.
"¿Lo dices por los trucos de magia?"

"¿Trucos de magia?" Hermes estaba confundido.

"¡Has dejado a todos con la boca abierta! Deberías estar satisfecho"

"¡Lo estoy!" manifestó Hermes, muy contento.

Ares le dio una palmada que casi derriba al dios mensajero al suelo y se despidió.

"¡Espera! Entonces, ¿tengo vía libre con Afrodita, no?"

"¿Perdona?"

"¡Es obvio que he ganado la apuesta!"

"Yo no he dicho eso"

"No hace falta que lo digas. No solo una, sino las dos están interesadas en citarse conmigo. Así que, he ganado"

"Con trampas, sí"

"¿Cómo que con trampas?"

"Oh, venga. ¿Bromeas? ¿De verdad piensas que se han fijado en ti por lo maravilloso que eres?"

"Sí" contestó Hermes, honestamente.

"Vamos. Confiésalo. Te has columpiado. Nunca Artemisa y Atenea considerarían que les interesas"

"¿Cómo que no? ¿Por qué no?"

"Pues porque… porque…" Ares se vio encerrado en su propio juicio. "Porque es imposible. A Atenea y a Artemisa nunca les han interesado los hombres. ¿Y ahora da la casualidad de que a las dos les gustas? Venga…"

"¿Y qué si es casualidad? La apuesta consistía en que se me declararan. Pues ya lo han hecho. Que se considere posible o no, da igual. Ha pasado. No puedes negarlo"

"Claro que puedo. Hasta que no lo vea con mis propios ojos no me lo creeré. E, incluso de haber sucedido, habrás hecho trampas"

"Porque tú lo digas" manifestó Hermes, enfadado. "Ahora me entero de que eres el hermano con el don de la clarividencia"

"Vete al cuerno, Hermes" gritó Ares de muy malas maneras.

"No, vete tú. Yo he cumplido y tu no. ¡Eres un mierda!" y chocó intencionadamente con su hermano.
Dada la corpulencia de Ares, tuvo suerte de no caer al suelo.

Cuando Hermes iba a entrar al palacio principal del Olimpo le sorprendió encontrarse a Apolo y Hefesto de guardianes. Ambos estaban frente a la puerta, uno a la derecha y otro a la izquierda y ninguno sabía muy bien que hacía el otro allí.
De todas formas, cuando Hermes quiso pasar, Hefesto le cerró el paso. Hermes se le quedó mirando, atónito.

"Creo que hay dos mujeres a las que les debes una disculpa" bramó el dios del fuego.

"¿Perdón?"

"No te hagas el imbécil" dijo ahora Apolo. "Sabes muy bien de quienes te estamos hablando"

"¿Pero por qué les tengo que pedir disculpas?"

"Porque no estás interesado en ellas, ¿no es cierto?" Apolo miró a Hefesto que asintió con la cabeza.

"¿Y por qué no?"

"¡Porque no!" Hefesto sacó el martillo que tenía guardado detrás.

"¿Me estáis amenazando?" Hermes no podía creerlo.

"¿Y qué sí lo estamos haciendo?" volvió a bramar Hefesto. "¿Hay algún problema con eso?"

"Vuestras hermanas son mayorcitas para citarse con chicos, ¿sabéis?"

"Tú también eres mayorcito para saber que les pasa a los que no siguen las advertencias de otros" y Hefesto hizo un chasquido con la boca que no debía augurar nada bueno.

Entonces Hermes, que se dio la vuelta buscando algún apoyo por parte de alguien cercano, vio a Pan. ¡Qué sorpresa!

"¡Hijo!"

Pero Pan también vio a Hefesto y Apolo con cara de muy pocos amigos y decidió que más valía disculparse otro día. Se dio la vuelta e inmediatamente se fue corriendo, cual gamo.

"¿Será posible?"

"Espero que no tengamos que repetirlo" avisó Apolo a su hermano.

"Sí, no nos gustaría que uno de los favoritos de papá no pudiera ahora repartir la correspondencia por alguna lesión" rió Hefesto.

"¡Eres igual de retorcido que tu madre!"

La cara de Hefesto se encendió, súbitamente.
"¡¿QUÉ HAS DICHO?"

Para entonces Hermes ya estaba a la altura del segundo piso.

A la mañana siguiente, varios dioses estaban reunidos en torno a la pareja formada por Hermes y Artemisa, en el centro de la entrada del palacio.
Artemisa había vuelto a secuestrar a Hermes en la hora del desayuno. El dios había tratado de permanecer lejos de Hefesto y Apolo, por si acaso. Casualmente no se encontraban allí cuando la diosa le abordó.

"¡Nos vamos de picnic!" comentó resuelta tirando de Hermes.

"¿Qué? ¿De picnic?"

"Claro. Hace un día estupendo y tenemos caza de ayer. Pasaremos el día con mis ninfas"

"Artemisa yo…"

Hermes no estaba muy seguro de si esto era lo que quería. En realidad, todo se debía a una apuesta. Como bien habían adivinado sus dos hermanos, no estaba interesado en ellas en realidad. Solo quería la atención de Afrodita. Y ahora Artemisa le venía con pasar el día juntos. No estaba seguro de conocer muy bien a su hermana para saber qué significaba eso. ¿Y si resulta que Artemisa se había enamorado de él? ¿Y si se estaba ilusionando pensando que Hermes le correspondía? ¿Y sí creía que ahora eran pareja? Mierda. ¿Cómo se iba a tomar lo que en realidad sucedía?
La diosa no le vio cavilar o quizá le importaba bien poco el sentimiento de culpabilidad que anidaba ahora en Hermes, tiró de él hasta prácticamente la entrada donde un grupo de ninfas esperaban con los enseres para pasar un día fuera. A Hermes le dio la impresión de ser para varios días.

Mientras tanto, Ares que vio la escena a lo lejos y no quiere creerlo, se va en busca de Afrodita. La diosa aun está en sus aposentos, aparentemente dormida. Ares, sin más contemplaciones, la despierta con un movimiento brusco.

"Ares, dios mío, si pudiera, me hubieras matado de un susto" exclamó Afrodita, irritada.

"Mi madre lamenta que no sea así, seguro"

"¿Sabes? Eres lo más antirromántico que existe en todo el Olimpo. Hasta mi marido es más cuidadoso que tú"

"Y sin embargo me prefieres a mí, ¿verdad?" comentó Ares, socarrón.

Afrodita prefirió desperezarse en lugar de contestar a eso.

"¿Sabes la que ha liado Hermes?"

"¿Mi pequeño cuchicín de Hermes?"

"Afrodita, por favor. Céntrate"

"Es que es tan mono…"

"Sí, come plátanos y se despioja algunas veces" bromeó Ares. "Pero seguro que con lo que te diga ahora no te va a parecer tan "mono"

"Prueba"

"Resulta que…"

"¿DÓNDE ESTÁ? ¡LE VOY A PARTIR LAS PIERNAS!" Hefesto salió de entre la multitud rumbo a la pareja. Al ver Artemisa se quedó momentáneamente desconcertado.

"¿Dónde está quien?" preguntó la diosa.

Hermes prefirió esconderse detrás de ésta, por si acaso.

"Creí que…" comenzó a disculparse Hefesto.

"¿Dónde está?" era el turno de Afrodita que trataba de escapar de los brazos de un disgustado Ares.

"¿Qué quieres tú?" Hefesto se volvió hacia su esposa.

"¿Y tú?" pregunto ésta.

"Estoy buscando a Hermes"

"¿Tú también?"

"¿Cómo? ¿Tú también?"

"Sí…"

"Es igual. Hermes y yo no tenemos tiempo para tonterías" dijo Artemisa moviéndose. "Nos vamos a pasar el día fuera"

Hermes quedo momentáneamente descubierto y expuesto.

"Ni hablar" ahora llegó Apolo y entró en escena. "Hermes no va a ninguna parte"

"¿Por qué no?" le preguntó su hermana con cara de pocos amigos.

"Porque le reclamo para mí sola" dijo Afrodita.

Ninguno de los dioses creyó haber oído bien. Hermes vaciló y dio un paso hacia ella, pero Apolo y Hefesto le cortaron el paso mientras que Artemisa le agarró por el brazo.

"La paliza que te espera va a ser de aupa" vaticinó Hefesto con una sonrisa cruel en los labios.

"Nadie va a pegar a nadie" respondió Afrodita adelantándose a su marido.

"Espera sentada" aseguró Apolo con cara de pocos amigos.

"¿A ti que te pasa?" dijo Artemisa a Apolo.

"¿Y a ti? ¿Te has vuelto loca o qué?"

"¿Perdona?"

"¿Cómo se te ocurre permitir que se te declare este imbécil?"

"Lo que yo permita o no, no es de tu incumbencia." contestó Artemisa visiblemente disgustada. "Deja de ser mi protector las veinticuatro horas del día. De vez en cuando me gusta respirar un poco de aire lejos de ti"

"¡Ártemis!" Apolo quería hacerle ver su punto de vista pero su hermana no estaba por la labor así que le empujó hacia atrás.

"Ahora vamos a ser todos amigos y a explicar nuestras diferencias. Noto mucha tensión por aquí" Afrodita se volvió hacia los cuatro. Hermes aun estaba confundido con la escena que le parecía dantesca. Hefesto y Apolo seguían visiblemente enfadados y Artemisa, contrariada.

"Apoyo lo de la paliza" dijo ahora Ares.

"¡Ni hablar! Nadie va a pegar a nadie" declaró Afrodita.

"¿Pero te has enterado de lo que te dije antes?"

"Perfectamente. Y por eso nadie va a pegar a nadie"

"¿De qué se ha enterado?" preguntó Hefesto tanto a su hermano como a su mujer.

"De la apuesta estúpida entre Hermes y él" interrumpió ahora Atenea bajando adusta las escaleras.

"¿Apuesta?"

Hermes tragó saliva. ¿Así que Atenea lo sabía? ¿Quién más lo sabía?

"Estos dos idiotas decidieron jugarse el favor de Afrodita con una apuesta. Hermes tenía que conseguir que Artemisa o yo estuviéramos interesadas en él antes de que acabara Julio." Explicó la diosa.

"¿Una apuesta? ¿Era todo una apuesta?" musitó Apolo mirando confuso a Hefesto que no tenía mejor cara que él.

"Así es" soltó Artemisa acercándose a Atenea y dejando a Hermes en medio del círculo. "Todo estaba ensayado. Cuando Atenea y yo lo supimos preferimos darles un escarmiento"

"Daros un escarmiento a todos, por imbéciles" dijo Atenea mirando a sus hermanos que contemplaban las baldosas del suelo, enrojecidos de vergüenza. "A ver si os enteráis ya que los líos amorosos nos importan una mierda y que no estamos interesadas en nadie"

"Eso" asintió Artemisa apretando uno de los hombros de su hermana con el brazo. "En nadie" recalcó.

"¿Entonces todo era una broma?" preguntó Apolo.

"Sí, idiota" contestó su hermana.

"Vaya. Me siento…"

"¿Estúpido? Ya somos dos" aseguró Hermes.

"¿Todo estaba preparado?" preguntó ahora Ares. "¿No estabais interesadas realmente en él?"

"¡No!" contestaron ambas al unísono.

"Estupendo" sonrió el dios. "¡Has perdido la apuesta!" le dijo ahora a su hermano.

"¿Pero queréis dejar la estúpida apuesta de una vez?" Atenea no podía creer que Ares fuera tan idiota.

"Es que…"

"Que nada. Que lo dejéis ya. Que os larguéis con viento fresco y nos dejéis en paz" bufó Artemisa. Y dándole un último apretón a su hermana en el brazo, corrió hacia la salida. "Si no os importa me voy de caza. El día es inmejorable"

"Y yo ya he tenido suficiente tontería por un par de días" declaró Atenea. "Creo que me iré a Ítaca por un tiempo. Allí al menos tienen otras formas de matar el aburrimiento"

"Atenea, espera…"

Hermes trató de correr tras su hermana. Quería decirle lo mal que se sentía por todo esto. Quería sincerarse por fin. Quería confesar que lo que empezó siendo una broma de mal gusto le había llegado al corazón y que le importaba, que le importaba mucho. Pero Afrodita no le dejó. La diosa le sonreía de oreja a oreja y le pilló en un abrazo desprevenido.

"Mi Hermes chiquitín. ¡Ayyyy!"

"Pero si ha perdido" trató de meter baza Ares.

"Me da igual vuestra apuesta" le dijo Afrodita. "Todo lo que ha hecho Hermes por mí es prueba suficiente de su amor y por eso me declaro a él sin reservas"

"¿Perdona?" Ares creyó oír otra cosa.

"Hermes y yo nos queremos de verdad, ¿a qué sí?" pero Hermes no podía responder porque Afrodita le cogía de los mofletes con cierta violencia y se los estrujaba.

"Pues yo no estoy de acuerdo" respondió Ares cruzándose de brazos. "Ha hecho trampas además"

"Me da igual, Ares"

"A mí no"

"¡Piérdete!" le aconsejó su amante.

Los dioses comenzaron a irse, tras el follón inicial. La pelea perdía aliciente con Artemisa y Atenea fuera de escena. Ahora solo quedaban en la sala Afrodita, aun abrazando a Hermes, y Hefesto que se había mantenido tras el choque inicial en una esquina.

"¡Ay! Pero que tonto que es mi Hermes"

"Afrodita yo…"

"No tienes que disculparte, bobo" le dijo la diosa. "Pero hubiera sido mejor que hubieras recurrido a mí desde el principio."

"Es que… Ares…"

"Ares es muy tonto, sí" asintió Afrodita a pesar de que Hermes no pretendía decir eso. "Cuando me lo contó me reí mucho"

"¿Qué?"

"Cuando me contó que te habías declarado a Atenea y a Ártemis por mí"

"Bueno…" Hermes sintió un cosquilleo cuando su hermana mencionó a Atenea. Aun no había tenido tiempo de pensar claramente qué significaba todo aquello.

"No importa. Lo que importa es la intención, en realidad" siguió diciendo Afrodita. "Y yo te quiero. Con locura" confesó.

"¿Sí?"

"Sí, idiota…"

"Permitid que intervenga, si no os importa"

Afrodita y Hermes dieron un respingo. No sabían de la presencia de Hefesto.

"No es que no me haga gracia la situación tan romántica que tenéis los dos pero yo no soy imbécil como el resto y sí creéis que cuatro tonterías sobre una apuesta y no se que historias me van a engañar, lo lleváis claro"

"Hefesto, cariño…"

"Ni cariño ni hostias en vinagre" el color rojo de la cara del dios se confundía con el pelo. "A mí vosotros me respetáis. Tú la primera" señaló a Afrodita.

"Yo…"

"Y tú ya puedes ir echando a correr" le dijo el dios a Hermes. "Porque la paliza que te esperaba antes no va a ser nada comparada con la que te voy a propinar ahora"

Y durante un par de horas los tres dioses se persiguieron unos a otros. Hermes corría para salvar su vida, Hefesto para quitársela y Afrodita para impedirlo. El resto de dioses comentaban divertidos la escena. Pan diseñó una especie de fuga con la siringa que tenía por nombre "Las aventuras dislocadas de Hermes", Dioniso bebía a la salud de todos y la otra pareja de diosas, Artemisa y Atenea, se perdieron juntas por los bosques de Ítaca por un tiempo.

Ares, más amargado que de costumbre, sonreía al recordar como su hermano Hefesto corría detrás de Hermes. Ahora ya no era solo él el que había sido pillado infraganti con la esposa de otro._

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