11
Rayén se fue dando saltitos hasta la entrada de su casa, tocó tres veces la puerta antes de que su madre le abriera.
—Ya volviste, querida, no tardaste nada —comentó su madre.
—Como si fuera muy lejos —la chica rodó los ojos.
—¿Te dieron vuelto?
—50 centavos.
—¿Dónde fuiste a comprar?
—Al almacén de al lado —respondió la más joven.
—El pan cada vez está más caro —bufó su madre y le quitó la bolsa a Rayén —. Ve a lavarte las manos, ya estoy por servir la cena.
—Está bien.
La chica obedientemente se dirigió al baño para lavar sus manos en el lavabo, pero primero pasó a su habitación para dejar su reproductor de música sobre su cama.
Al terminar, Rayén bajó al comedor y se sentó a comer junto a su madre. El día de hoy comerían pan con jamón y queso acompañado de un té.
Su vida era tan normal y monótona, pero no le molestaba, estaba bien así. No se quejaba.
Rayén desvió su vista del televisor en el cual daban las comedias que su madre veía a diario para pisar su vista en la ventana que daba a la calle. Suspiró y algo pasó, un pegaso lila de cabellos rubios se posó afuera y le guiñó un ojo a la chica para luego irse volando.
—¿Ya tienes todo listo para la escuela?
—Sí, solo me falta terminar unos detalles de una tarea.
—Muy bien —su madre le sonrió.
—¡ASOPOTAMADRE! —gritó la chica cuando se le cayó lo que le quedaba de pan dentro del té salpicandole un poco de la bebida caliente en las manos y en la cara.
❇Fin❇
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