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La vacarafa pasó a los años después, esta se fue nadando por tierra, pero en el camino se lastimó una garra y Rayén junto a otros pasajeros tuvieron que descender y buscar otro transporte.

Por suerte, una hamburguesa voladora pasaba por ahí y se ofreció a terminar el recorrido. Volaron por bajo el nivel del agua, las ciudades pobladas de aves eran preciosas. Rayén anotó en su lista mental que debía ir de vacaciones ahí algún día con la compañía de su madre y de sus cumbias.

La hamburguesa después de 6 años de viaje,  la dejó a tres cuadras de su hogar. Al fin, después de un rato, volvería a su hogar y con los panes en bolsa.

Rodó por las calles hasta que vio una árbol florecer y no pudo controlar sus ganas de tomarle una fotografía con una piedra. Era muy bello, tanro que lágrimas cayeron de sus orejas.

Se hubiera quedado más tiempo, pero su madre ya debe estar preocupándose por su tardanza. No quería que su señora progenitora llamará a la base espacial ñara realizar una búsqueda intensiva en el universo.

Pasito a pasito, suave suavecito —Rayén cantaba camino a su hogar.

Tardó un mes en cruzar una de las calles más transitadas de su ciudad, los patos a rueda no tenían respeto por los peatones, pero no se quejó, era culoa del semáforo que nunca cambiaba del magenta al cyan.

Una vez llegó al otro lado, se hizo a un lado, los pandas ladraban cada vez que alguien pasaba por su cerca. Gracias a las pompas dd jabón que Rayén no tiene problemas al corazón, estos pandas daban grandes sustos.

Siguió girando y a la distancia de 7,89 metros, distinguió el ante jardín de su casa.

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