Capitulo 30

Mientras la habitación del ala izquierda de la fortaleza, habia sido destruida, al otro lado de la fortaleza, un una de las habitaciónes lejos del pasillo se encontraba el omega, vuelto un ovillo sobre su cama con las piernas a la altura de su pecho, sintiendo como su mente y corazón se rompían en mil pedazos que parecía no detener con sus manos, aferrándose a la tela de su ropa mientras mordía su labio inferior, evitando soltar lastimaron sollozos que lo pusiera en evidencia, sintiéndose el mismo chico débil que siempre había conocido, el mismo miedoso y débil que todos conocían, mientras su mano fue directo hasta su vientre, rezando a los dioses por que un cachorro no llegará a sus vidas. Pero nadie sabe de los planes de los dioses, si ellos quería, el llevaría a su bebé y si no era así, le tocaría vivir con el amargo rechazo de su alfa a un cachorro en su vientre y en su mente, con el dolor insoportable del abierto rechazo de quien era su pareja y la forma tan burlesca y cruel en que la vida y los dioses se habían burlado en su cara.

Los ruidos que se escucharon afuera no le inmutaron demasiado mientras yacía hecho un ovillo sobre esa cama que desconocía, ignorando el hecho de que su pecho aún seguía doliendo tal cual infierno quemando su piel. No hasta que la puerta fue abierta de golpe y su mirada borrosa cayó sobre unos soldados que usurparon su privacidad, obligándolo a ponerse de pie cuando ellos sonrieron con malicia al verlo.

- Mi lord - saludo uno de ellos y Lucien tembló en su lugar teniendo como única arma de defensa el libro, ya que su daga la había olvidado en su habitación - Olimos a omega, no sabíamos que era usted.

- Deben retirarse - trato de ordenarles pero uno de ellos solo río y Lucien limpio sus mejillas sonrojadas y llenas de lágrimas - Dije que se deben retirar, es una orden.

Los tres soldados rieron antes de cerrar la puerta de la habitación, acorralando al omega dentro de ella. Olfatearon el aroma a debilidad y fertilidad del omega mezclado con su tristeza y miedo, volviendolo vulnerable ante ellos, sobre todo porque no cargaba ninguna arma consigo. Lucien intento sobrepasarlos y caminar hasta la salida de la habitación antes de ser empujada por uno de ellos y regresarlo hasta la cama.

- No se acerquen - gruño. Los soldados rieron en su lugar mientras comenzaban a quitarse la armadura y Lucien tembló en su lugar - Si se acercan, mi esposo los hará pagar incluso mi familia. - los tres rieron de nuevo y uno de ellos dio un paso hacia adelante.

- ¿De verdad? Escuchamos los gritos y la pelea que recientemente tuvieron. ¿Tan seguro esta de que el principe Aeron vendrá al rescate de su dulce omega?

Lucien tembló tratando de ponerse de pie pero le fue inútil cuando uno de ellos lo tiro sobre la cama y él forcejeo para ser soltado.

- ¡No! ¡Déjenme, les ordenó que me dejen! ¡Malditos hijos de puta!

- La corte espera noticias, mi lord. Si el principe Aeron aún no planta su semilla en usted, podríamos hacerlo nosotros, como Sir Anthony lo hizo con la puta de su madre

- Te cortare la lengua si sigues refiriéndote de esa forma a mi madre - Amenazó el omega mientras flexionaba su pierna y golpeaba la entrepierna del soldado escuchándolo maldecirlo y aprovechó para correr hasta la puerta siendo detenido por el brazo que lo tomó y empujó contra una pared, haciéndolo gritar del miedo mientras su omega se inquietaba al ver las claras intenciones de los soldados de abusar de él.

- Maldito Bastardo, te enseñaremos a comportarte - dijo uno de los soldados mientras desgarraba su ropa, dejando al niño con la camisa rota y los pantalones bajos un poco más de su cadera.

El omega líbero sus feromonas, distrayendo a los soldados y haciendo que retrocedan un poco por el denso y agrio aroma que el omega estaba liberando. Nuevamente intento correr hacia la puerta pero una mano en su cabello rizado lo jalo hacia atrás tirandolo boca a bajó contra el duro suelo, lastimando su frente por el golpe.

- Bastardo - dijo uno de los soldados recuperándose - Te follaremos entre los tres, así no puedes usar tus malditas feromonas - gruño dándolo vuelta y golpeando su mejilla con brutalidad, sintiendo un líquido a sabor metálico recorrer su mandíbula y labios.

Lucien intento liberar sus feromonas nuevamente, queriendo poder escapar de aquellos hombres, que eran más bestias que seres humanos. Pero un soldado sostuvo su cabeza entre sus manos, evitando que se levantará y ante el forcejeo del omega, golpeo su cabeza contra el suelo de la habitación desconcertando al omega.

«Alfa, Alfa, Alfa» su omega llamo por su vínculo desesperado de ayuda mientras pataleaba y los maldecia. Cerró sus ojos cuando los soldados comenzaron a desabrochar sus pantalones. Uno de ello se acercó al omega y Lucien mordió su oreja arrancandola de su lugar y escupiendola cuando el soldado lo volvió a abofetear.

«Alfa, Alfa, Alfa» llamó nuevamente, asustado cuando uno de los soldados se acercó haciéndolo joder asustado, viéndolo acercarse con cautela listo para atacarlo, ya no tenía fuerzas para luchar ni muchos poder levantarse del suelo, su cabeza dolía, su rostro y boca también.

«Alfa...»

La sangre salpicó su rostro cuando cerró sus ojos y el sonido seco del cuerpo cayendo contra el suelo los hizo abrirlos, pudiendo observar la cabeza del soldado rodando por el suelo con el cuerpo expulsando sangre. Su mirada temblorosa de encontró con esos ojos azules, mientras tragaba fuerte y las lágrimas se acumulaban en sus ojos.

- Aeron...- susurro con dolor, viéndolo guardar su espada y levantandolo del suelo. El alfa tiro de su mano para pegarlo a su pecho, ocultando su rostro en este con dolor y angustia carcomiendo cada fibra en su cuerpo. Lleno de dolor.

El ruido de los soldados ser sacados por el grupo de soldados que seguían y le eran leales a Aeron, llegaron hasta sus oidos pero no se apartó de su alfa, incluso si eso les doliera o los mataba a ambos, no pudieron apartarse, incluso siendo dos almas rotas envueltas en máscaras de mentiras, incluso si en un campo lleno de cenizas, una pequeña luz crecía. Casi nula entre ambos, casi inexistente.

Eran dos almas, destinadas a romperse en un limbo de dolor y salvación.

Cuando se cercioró de que todo estuviera en orden y por mucho que le costó soltarlo, lo dejo ir con su familia. Katherine habia llegado poco despues escandalizada junto a sus hijas, en busca de su pequeño niño quien se mantenia pegado al pecho de su esposo y este ultimo no lo soltaba, mirando con odio y resentimiento a quienes se atrevieron a tocarlo mientras los guardias se encargaban de sacar a quien ya habia decapitado. Incluida Rosalie, que habia decidido visitar a su familia.

Lucien se negaba a soltarlo mientras Katherine le suplicaba que dejara que el Sanador lo revisara. Aeron a duras penas logro hacerlo, incluso con la notable tension en su vinculo y entre ellos, el omega se dejo revisar y cuidar por el Sanador hasta que la madrugada cayo en Cuidad de Bronce. Sus ojos color circon se centro en los masacrados guardias que tenia frente a el, la sangre sobre su rostro luego de apuñalarlos en zonas de su cuerpo donde el dolor los consumira hasta la medula.

No le tomo mucho tiempo romperles algunos huesos y rebanarles partes escensiales de sus cuerpos, las cuales rebano y se las dejo en su boca como amordazas para que soportaran el dolor cuando las mutilaciones lentas y dolorosas se repartieron por todos sus cuerpos, la sangre salpicando el rostro del principe mientras disfrutaba con grata satisfaccion la forma en que ellos mordian sus propios miembros por el el dolor que les causaba todo lo que él les provocaba.

- No creo poder seguir con esto - le habia dicho a su madre cuado se quedo a solas con ella. Amelia lo miro a los ojos y acaricio su mejilla.

- Es nuestro deber mantener al reino y a la familia unida, Hijo. Su matrimonio durará si ambos saben como manejarlo - murmuro la mujer - Y saber perdonar, es algo por lo que deberian comenzar.

Su mirada recayó en uno de los tipos que tenía frente a él, mientras mutilaba sus dedos. Pateo los cuerpos y escupio con asco mientras limpiaba restos de sangre sobre su rostro, recordando con cierta amargura la conversacion que habia tenido con su madre. Los dejó atados frente al fuego que consumia las madera secas mientras los escuchaba suplicar, míseros e indignos del perdón, incluso del perdón de su omega.

- ¿Por qué debería tener piedad por ustedes dos? - preguntó seco, mientras llevaba sus manos detrás de su espalda y los observaba retorcerse - Si ustedes no la tuvieron mientras mi omega les ordenaba que lo dejaran, desobedeciendo a un príncipe - Sus ojos azulados se tornaron en tonos más oscuros a medida los observaba sollozar y retorcerse por perdón.

«Pobres imbéciles» pensó al verlos casi mutilados y sangrientos mientras la misma suya hervía bajo su piel.

- La corte esta presionando por un heredero. Creen que apaciguara las protestas de ambas familias - dijo Amelia con total serenidad - Pero te dire algo, Aeron. No como reina, sino como madre; No traigas un bebe al mundo, si no tienes intenciones de amarlo.

Aeron miró a los hombres sobre el suelo, el olor a arrepentimiento y miedo pesaba en la atmósfera. Contuvo su respiración mientras desviaba su mirada hacia la fortaleza, de donde los había sacado apuntó de abusar de su omega, su alfa gruñendo y arañando en su interior ante el deseo de matarlos. Seposó altivo frente a ellos, con su mirada para nada benevolente los observo, con rabia y rencor, con frustración y desesperación.

- No volverán a tocarlo en sus putas vidas - gruñó mirando a su mano derecha quien traia una antochar en sus manos. Tras un asentimiento de cabeza, que el sirviente capto como una orden, tiro la antorcha sobre los cuerpos.

Y el fuego salió. Quemando ambos cuerpos mientras los veía arder en llamas; calcinando sus pieles, derritiéndose sobre su propio esqueleto quemado, ahogando los gritos que se escuchaban mientras el fuego los consumía. Sus manos se apretaron en sus brazos antes de verlos hacerse cenizas frente a sus ojos, con su mente hecha un lío

- Mi niño, falle en proteger y guiar a tu hermano. No pretendo hacer lo mismo contigo.

- Madre...

- Se que dicen que amar es debilidad, que solo trae dolor y desgracias y que es el peor sentimiento que uno podria experimentar. Que los sentimientos, te vuelven vulnerable y debil, y que los debiles no tienen cabidad en este mundo. Pero quiero que sigas a tu corazon, que no dejes que nadie manipule tu felicdad - Ella acaricio su cabello platinado - Es muy importante que dejes actuar al destino, que lo sigas, esa es la manera de ser realmente feliz. Esa es la manera de poder...amar.

El silencio reino por un momento dentro de la habitación cuando fue abandonada por el sanador luego de revisarlo e indicarle a su muy preocupada madre-tia que su hijo estaba bien y que debido al incidente, con un poco de reposo y unas medicinas, no le sucedería nada. Amelia también estaba ahí, incluso ahora, extrañamente la reina y su tia habian entablado una amistad, era extraño verla hasta preocupada por el hijo de quien fue alguna vez su amiga. Lucien guardo silencio en todo momento, su madre lo noto pero agradeció a los dioses que ella no preguntara nada y Amelia terminara de calmarla. Katherine se acercó hasta su niño, besando su frente y acariciando su sedoso cabello, volviendolo a besar para darle a conocer que estaba ahí, para él, porque sabía que a la mujer no le importa nada con tal de que sus hijos estuvieran a salvó. Lucien solo sonrió apenas, antes de verlas salir.

Se hundió en el agonizante silencio en la habitación, deshilando su corazón mientras veía con interés fingido sus manos sobre regazo, sobre esas sedosas sabanas, con la espalda apoyada sobre la cabecera de la cama. Su omega aún estaba luchando con el dolor que sentía y el dolor que se transmitía a través de su vínculo lo volvía insoportable, ambos dañandose incluso en la distancia. Sabiendo que el vínculo era lo más peligroso que ambos tenían.

El Omega parecía no querer aceptar el abierto rechazo de su alfa hacia sus sentimientos y hacia sus futuros cachorros, la idea de una pequeña criatura con la persona que calentaba su afligido y roto corazón, se iba desmoronando.

Un suspiro casi tembloroso salió de sus labios cuando la puerta fue abierta, observandolo ahí parado, mientras sus mejillas se teñian de un tono rosado por su esfuerzo de no llorar. Aeron llevaba su cabello atado a una coleta alta y sus ojos lo observaban a él, fijándose en algunas manchas de sangre en su ropa.

- Te llame - susurro tardío - ¡Te llame y no llegabas! - exclamó y sus ojos se cristalizaron.

- Lamento llegar tarde.

- ¡Dijieron que me enseñarian a comportarse! ¡Que me follarian entre todos para que no pudiera usar mis feromonas! - las lágrimas bajaron por su mejilla.

Aeron hizo puño sus manos, apretando tan fuerte que podía sentir sus uñas atravesando la piel de sus palmas.

- Pero aún así..llegaste - sollozo recordando la forma en que Aeron había decapitado al guardia frente a él antes de que abusaran de él, la forma tan dolorosa en que ambos corazones latieron cuando se unieron en un abrazo.

El alfa carraspeó un poco, cerrando la puerta y lo miró.

- Tú me llamaste - susurro.

El sonido de la leña carbonizándose frente a ellos sonó enseguida, Lucien mordió el interior de su mejilla, reteniendo aún más las lágrimas.

- ¿Qué fue lo que hiciste? - le preguntó. Aeron vacilo con su mirada sobre él.

- Los mate - dijo sin tapujos. Lucien lo miró sorprendido Y Aeron apretó su mandíbula - Ellos no merecían seguir respirando él mismo oxígeno que tú, Lucien. No merecían seguir viviendo y calcina sus cuerpos, era lo menos que merecían después de haber hecho lo que hicieron, después de haber querido tocar a mi Omega.

«incluso es lo que yo merezco» Aeron retuvo aquellas palabras.

Lucien lo miró, sintiendo como su corazón latía dolorosamente cuando lo miraba al rostro. Incluso Aeron sentía ese dolor en su pecho, similar al que su omega sentía.

Después de eso, ninguno de los dos dijo nada, solo se observaron unos segundos antes de que el alfa se perdiera en el baño de la habitación y el omega bajara la mirada hasta su regazo nuevamente. Supo que después de su pelea, Aeron había destruido la habitación que tenían por completo y todas sus pertenencias habían sido llevadas hasta la nueva habitación, el rey se había enterado de lo sucedido y ys hijo se había adelantado para tomar cartas sobre el asunto, calcinando y decapitado a los hombres que intentaron hacerle daño.

Pero su relación seguía tan tensa, como una cuerda apuntó de romperse en dos. Ambos jóvenes sintiendo el dolor del otro pero guardando silencio, intentando ignorar la extraña y lastimera atmósfera, después de todo, Aeron lo había dejado claro, pero eso no quitaba que la vaga esperanza y el vago querer aparecieran en su pecho. Lo vio salir con ropa más cómoda, lo vio tomar algunas cosas y estaba dispuesto a irse cuando él lo detuvo, su omega adolorido pero necesitado de su protección y su calor, incluso podía sentir que él orgulloso alfa de Aeron también lo necesitaba, tanto como él.

- ¿Te irás? - Aeron se quedó quieto cuando lo escuchó preguntar y Lucien observo la forma en que sud músculos se tensaron - ¿No te quedarás?

- ¿Quieres que me quede? - pregunto segundos después. Lucien mordió el interior de su mejilla y lo miró.

- Sí - susurro su respuesta y el alfa se giró.

Ambos se miraron en total silencio antes de verlo caminar hasta él con cierta cautela, Lucien por instinto se alejó del lugar dándole espacio.

- Me quedaré esta noche.

Dumb, dumb, dumb. Sus corazones latieron, sangrantes, desefrenados.

Lucien lo miró con un extraño brillo en sus ojos, mientras sus manos apretaban su sangrante corazón metafóricamente. Lo vio bajar la guardia y el alfa acortó la distancia entre ambos; las cosas no estaban bien, pero uno necesitaba al otro, incluso si eso los quemaba en el proceso, ambos se envolvieron entre las sábanas con la tenue luz de la fogata, acortando la poca distancia que sobraba. Con el dolor en sus pechos, Lucien se envolvió en los brazos de su esposo y éste no lo soltó, enterrando su nariz en su glándula para calmar los demonios que lo acechaban desde adentro, mientras el omega solo podía sollozar
contra su pecho, sintiendo como el alfa lo apretaba aún más a él, no queriendo soltarlo, incluso si era lo que más les dolía.

Ellos eran dos almas heridas que le tenían miedo al amor. Aferrándose a lo poco y nada que podían permitirse, pero no importaba cuan heridos estén, siempre volverían a buscar refugio en los brazos del otro.

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