Capitulo 87: Te Extrañe.

Las emociones de Jayden se desbordaban mientras observaba la escena frente a él, sintiendo cómo las lágrimas llenaban sus ojos al ver a Aleksander, el amor de su vida, parado al lado de Guiliana, la hija de Daniel, quien había estado en sus pesadillas durante tanto tiempo. La presencia de la joven junto a Aleksander le parecía una serpiente venenosa, peligrosa, y no pudo evitar estremecerse.

De repente, sintió unos pequeños brazos rodear su cintura, y al bajar la mirada, vio a Aleksei, su hijo de cabellera albina, que lo miraba con los ojos llenos de lágrimas, aferrándose a él con todas sus fuerzas.

—Mamá...—la voz temblorosa de Aleksei resonó como un eco en su corazón, que se detuvo por un instante al escuchar a su hijo llamarlo de esa manera. La incredulidad lo invadió, y en un movimiento rápido, Jayden se arrodilló frente al niño, tomando su pequeño rostro entre sus manos temblorosas.

—Mi niño...—susurró Jayden con la voz quebrada, como si no pudiera creer lo que estaba viendo. Aleksei, su pequeño Aleksei, estaba frente a él, más alto y maduro que la última vez que lo vio.

—Mamá...—el niño no pudo contener las lágrimas, que comenzaron a correr por su rostro. Sin poder aguantar más, se lanzó a los brazos de su madre, sollozando incontrolablemente. Jayden lo envolvió en un abrazo desesperado, sintiendo cómo el pequeño cuerpo de su hijo temblaba contra el suyo.

—Perdóname, mi amor... perdóname...—Jayden sollozó, dejando besos desesperados en la cabellera albina de su hijo. Sentía el peso de la culpa aplastando su corazón, recordando el tiempo perdido, el tiempo que no estuvo allí para proteger y cuidar a su hijo.

Mientras lo abrazaba, Jayden levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los de Cassandra. Su corazón se encogió al ver a la joven parada a unos metros de distancia, observándolo con una mezcla de sorpresa y esperanza. Cassandra había crecido, ya no era la niña que recordaba, sino una joven con una madurez inesperada para su edad. Vestida de negro, con un aire de elegancia y superioridad, la joven parecía luchar contra las emociones que la invadían.

Jayden se incorporó lentamente, sin soltar la mano de Aleksei, y dio un paso hacia Cassandra, que lo miraba con ojos llenos de lágrimas, como si temiera que desapareciera en cualquier momento.

—¿No extrañaste a mamá?—preguntó Jayden en un susurro, con la voz entrecortada por la emoción. Apenas había terminado de hablar cuando Cassandra, sin pensarlo dos veces, corrió hacia él y lo abrazó con fuerza, como si quisiera asegurarse de que era real. Jayden la sostuvo con ambas manos, acariciando su largo cabello castaño mientras sentía las lágrimas de su hija empapar su camisa.

—Me hiciste falta, mamá... como no tienes idea...—la voz de Cassandra se quebró en un sollozo, y Jayden, incapaz de contenerse, dejó que sus propias lágrimas fluyeran libremente, sintiendo una mezcla de alivio y dolor.

—Tú también me has hecho falta, mi amor...—dijo Jayden, besando suavemente la coronilla de su hija—. No te imaginas cuántas veces soñé con este momento, cuántas noches anhelé tenerlos en mis brazos nuevamente...—mientras hablaba, miró a sus dos hijos mayores, notando lo mucho que habían crecido—. Mis niños... bueno, ya no son tan niños—dijo en un susurro, riendo suavemente a través de las lágrimas mientras acariciaba el cabello de ambos, dejando un beso en la frente de cada uno.

Con el corazón latiendo aceleradamente, Jayden desvió su mirada hacia un lugar en particular, y su atención se centró en Alice y los mellizos. Aleksander ya no importaba; esa conversación tendría que esperar. Lo único que deseaba en ese momento era ver y abrazar a esos dos pequeños que no había podido cuidar como debía.

Se separó un poco de Cassandra y Aleksei, y lentamente caminó hacia Alice, quien le sonrió a través de las lágrimas que caían por su rostro, su suegra también creía que era un sueño. Jayden se arrodilló a la altura de los mellizos, observándolos con el corazón en un puño. Ethan y Emma lo miraban con una mezcla de curiosidad y desconfianza, como si estuvieran examinando a alguien que apenas recordaban.

—¿Extrañaron a mamá?—preguntó Jayden con temor en la voz, temiendo que esos pequeños ojos no lo reconocieran, que hubieran olvidado quién era. Su corazón se rompió un poco más al pensar en el tiempo que había perdido, en todas las noches en que no estuvo para consolarlos, para protegerlos.

Justo cuando pensaba que tendría que levantarse y aceptar la distancia que el tiempo había creado entre ellos, Ethan, sin previo aviso, corrió hacia él, lanzándose a sus brazos con una fuerza sorprendente. Jayden sintió cómo el pequeño cuerpo de su hijo se acurrucaba contra su pecho, y, cuando escuchó la palabra "mamá" salir de los labios de Ethan, una oleada de felicidad lo invadió, haciéndole sentir que su corazón estaba a punto de estallar.

—Mamá...—repitió Ethan, aferrándose a él como si temiera que volviera a desaparecer.

Jayden lo sostuvo con fuerza, acariciando su cabecita mientras sus lágrimas caían sobre el cabello de su hijo. Miró a Emma, quien, aunque aún mostraba cierta reticencia, dio un paso hacia él, mirándolo con esos ojos grandes y curiosos.

— ¿Dónde estabas? — cuestiona la pequeña albina cruzándose de brazos.

— ¿Que...?

— Si eres nuestra madre, debes decirlo. — demanda y Jayden sonrió al oír la manera tan firme de hablar de la niña. — Dilo, debes decir que nos amas.

— Claro que los amo. ¿Cómo no sería capaz de amarlos? — Emma sonrió y eso fue todo lo que necesitaba oír antes de correr hacia los brazos de Jayden y unirse al abrazo, quedando al lado de su mellizo.

Jayden sollozo dejando varios besos sobre la niña. No podía creer todo lo que se había perdido, sus bebés estaban tan grandes, sus cuatro hijos estaban tan grandes que sentía que era un sueño.

—Lo siento tanto, mis pequeños—dijo Jayden, su voz quebrada por la emoción—. Lamento no haber estado allí, lamento no haber sido la madre que necesitaban... pero estoy aquí ahora, y nunca más los dejaré...—prometió mirando a sus hijos.

Aleksei y Cassandra se acercaron a su madre y no tardaron en unirse al abrazo. El Omega abrazo a sus cuatro hijos con tanta fuerza que temia que al momento de dejarlos estos desaparecieran.

— Aleksander — Guiliana tomó de la mano al albino — Aleksander, mírame. Tenemos que casarnos, es nuestra boda — se forzó a hablar entre dientes al ver cómo el albino no despegaba su mirada del omega.

Jayden levantó la mirada, apartándose con cuidado de sus hijos, y dirigió su atención a la mujer que parecía estar a punto de estallar. Una sonrisa burlona se dibujó en sus labios; la conocía lo suficiente como para saber quién era, sin contar que también había cruzado palabras con el despreciable Daniel.

— Me alegra volver a verte, cobra venenosa — sonrió Jayden acercándose a ella — ¿Me extrañaste?

Guiliana apretó la mandíbula al notar ese aire de superioridad en aquel omega.

— Debiste haber muerto...

— Bueno, no eres la primera en pensarlo — respondió con una sonrisa, acercándose más — Tú y tu padre... — se inclinó hacia ella y susurró — Son los primeros en mi lista. Les haré pagar por haber disfrutado de mi sufrimiento, por haber presenciado mi dolor y burlarse de mí.

— ¡Eres un...!

Jayden la tomó del cabello con fuerza, impidiendo que continuara, provocando que soltase un pequeño grito de dolor.

— ¡Cierra la boca, víbora! — tiró de su cabello hacia atrás — Tú, Guiliana Smith, pagarás junto con tu padre por lastimarme; él por usarme en sus asquerosos juegos, y tú, cariño, pagarás por intentar meterte entre las sábanas de mi esposo y en las vidas de mi familia.

— ¡No te...!

— Shh, shh. No me grites — tiró aún más de su cabello — No tienes derecho a dirigirme la palabra. — Sonrió, disfrutando de su control — Ahora, sufrirás de la misma manera en que yo sufrí. Verás a tu padre morir frente a tus ojos, y no te preocupes, me encargaré de que eso suceda. — La soltó con un empujón.

Jayden se volvió hacia los invitados en el salón, quienes habían permanecido en un silencio atónito.

— ¡La boda se cancela! — gritó con voz firme — ¡Largo!

Sin más, los invitados se apresuraron a salir del salón. Algunos sonreían, otros estaban molestos, y otros parecían sorprendidos, como si acabaran de ver un fantasma. Cuando todos se fueron, y solo quedaron los miembros de su familia, el albino dio un paso adelante.

— Jayden...

El omega se volteó rápidamente, y un fuerte sonido de un golpe resonó en el salón. Jayden miró a Aleksander con ira, mientras que el alfa se llevaba una mano a la mejilla, sintiendo el ardor.

— Amor...

— ¿Amor? — preguntó incrédulo — ¡¿Ahora soy tu amor?! ¡Estabas a punto de casarte con una arpía sin corazón que iba a destruirte! — gritó con furia.

— Mi amor...

— ¡No! — exclama molesto — No me llames así. — Negó repetidamente, sus ojos llenándose de lágrimas — Estuviste a nada, Aleksander, a nada de casarte con una mujer más venenosa que yo. ¿Por qué? ¿Cuál era la necesidad de desposarla?

— Los mellizos necesitaban una madre...

— ¡¿Y yo qué soy?! — gritó, la frustración brotando de su voz — ¡Ellos tienen una madre! ¡Yo soy su madre! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué tuviste que casarte con otra mujer?!

— ¡Te creí muerto, Jayden! ¡Muerto! — gritó el albino, su voz jadeante — Cuatro años. Joder, cuatro años en los que no sabía qué hacer; no estabas aquí, Jayden. Te vi caer por ese jodido acantilado, vi cómo golpeaste tu cabeza contra las rocas y cómo el mar se llevó tu cuerpo. Joder.

— Te rendiste...

— Jayden... — el castaño negó con la cabeza.

— Cuando Roan me secuestró, viví un infierno, Aleksander. Un jodido infierno, quería morirme. Cada jodido día que pasaba encerrado allí, bajo su mando, ¡quería morirme! — gritó, sus ojos llenándose de lágrimas — Me sometió a drogas, terapia de electroshocks, todo para que me sometiera a él. Pero ¿sabes qué me mantuvo vivo? ¿Lo sabes? — el albino negó — Tú. Tú y mis hijos eran lo que me mantenía vivo. No me rendí, Alek. No me rendí a pesar de que estaba cansado, no me rendí a pesar de que cada día me inyectaban o me sometían a ridículos juegos donde debía luchar por mi vida si quería seguir viviendo. ¿Pero tú? Solo porque me viste caer de un maldito acantilado no buscaste más, solo porque viste cómo di contra las rocas no te esforzaste en buscar un cuerpo. ¡¿Pero sabes qué es lo que más me duele?! — preguntó, mientras la primera lágrima descendía por su mejilla — Volver y ver cómo mi esposo estaba a punto de casarse con otra mujer. ¡Y ver que usaste la excusa de que mis hijos necesitan una madre! ¡Yo soy su madre! — golpeó su pecho.

— ¡¿Qué esperabas que hiciera?!

— ¡Esperar! — gritó con dolor — ¡Debiste esperarme! Aún si creías que estaba muerto, debiste esperarme. ¡Me duele! ¡Me duele saber que mi esposo se dio por vencido! ¡Me duele! ¡Me duele en el alma saber que estuviste a punto de casarte con otra mujer!

Las palabras de Jayden resonaron en el aire, cargadas de dolor y desesperación, mientras el silencio se convertía en un abismo entre ellos, desnudando las heridas que ambos llevaban en el corazón.

Alice miró a su hijo y a su yerno. Sabía que ese no era el lugar ni el momento para que ellos estuvieran allí, y mucho menos para que los niños presenciaran lo que estaba por suceder. Con una mirada significativa, les indicó a sus hijos que la ayudaran a sacar a los pequeños del salón. Ellos comprendieron de inmediato y, sin perder tiempo, se apresuraron a guiar a los niños fuera del lugar. Cassandra y Damien se encargaron de distraer a los mellizos con dulces palabras y juegos.

Antes de salir, Alice se aseguró de que el salón estuviera vacío. Con un último vistazo, cerró la puerta, dejando a la pareja adentro, sabiendo que tenían mucho por resolver.

Jayden soltó un profundo suspiro, dando media vuelta, incapaz de soportar más la carga de palabras no dichas. El cansancio lo envolvía como una sombra, y todo lo que anhelaba era dormir, dejar que el tiempo se detuviera y despertar con la calidez de sus hijos a su lado. Imaginar sus risas, los abrazos que no pudo darles en esos años de separación, lo llenaba de una melancolía abrumadora.

De repente, un sonido interrumpió su tormento interno. Al darse la vuelta, su mirada se posó en el suelo, donde el amor de su vida, Aleksander, yacía de rodillas. La imagen era desgarradora; la desesperación en su rostro lo atravesó como un rayo.

— Perdóname —suplicó, sus ojos brillando con un fuego que parecía consumirlo—. Por favor, perdóname. Sé que cometí un error al abrir esa puerta, al permitir que esa mujer entrara en nuestras vidas. Fallé al no protegerte, y me rendí demasiado pronto.

— Aleksander... —Jayden apenas pudo pronunciar su nombre, la voz entrecortada por una mezcla de rabia y dolor.

— No, no digas nada. —Alek levantó la mano, su voz temblando—. Solo escucha. No puedo imaginar mi vida sin ti. Eres el único que amo, el único que quiero. Te lo ruego, perdóname. No sé cómo seguir adelante sin ti. La idea de perderte me aterra. Me he sentido vacío, como si una parte de mí hubiera desaparecido.

Jayden lo miró, su corazón latiendo con fuerza, sintiendo el eco de cada palabra. La lucha interna en su pecho lo mantenía prisionero, pero el ruego en la voz de Aleksander resonaba en lo más profundo de su ser.

— Aleksander, esto no es fácil... —susurró, sin poder evitar la fragilidad en su tono.

— Lo sé, lo sé. —Aleksander se acercó, sus ojos azules inundados de lágrimas—. Pero te prometo que haré lo que sea necesario para enmendar mis errores. No soy el esposo perfecto, me equivoqué y te decepcioné. Pero por favor, dame una oportunidad. No puedo soportar esta vida sin ti a mi lado.

Jayden sintió que su resistencia se desmoronaba. Se acercó lentamente, y se arrodilló frente a él, tomando su rostro entre sus manos, obligándolo a mirarlo. Cuando sus miradas chocaron, el tiempo pareció detenerse. La conexión entre ambos era palpable, un hilo invisible que los unía, a pesar del dolor del pasado.

— Cuatro años... —susurró Jayden, su voz quebrándose—. Te he necesitado por cuatro jodidos años.

Aleksander, lo abrazó con fuerza, como si su vida dependiera de ello. Jayden correspondió al abrazo, dejando que las lágrimas fluyeran libremente, sintiéndose seguro y amado una vez más en los brazos de su esposo.

Cuando finalmente se separaron, Aleksander tomó su rostro con ternura, sus ojos reflejando una mezcla de anhelo y desesperación. Sin poder contenerse, lo besó con una pasión desbordante, como si cada segundo que habían estado separados se condensara en ese momento. El beso era una declaración no solo de amor, sino de necesidad. Sus labios se movían en perfecta sincronía, un baile de emociones profundas, de promesas no cumplidas.

El mundo a su alrededor se desvanecía; no había nada más que ellos dos y la intensidad de su conexión. Las manos de Alek se perdieron en el cabello de Jayden, mientras este lo atraía más cerca, como si temiera que pudiera desaparecer otra vez. El beso se volvió más ardiente, una explosión de sentimientos reprimidos, como si quisieran consumir cada rincón del alma del otro.

— Te extrañé... —susurró Jayden al separarse, su respiración entrecortada, los corazones latiendo al unísono—. Te extrañé como no tienes idea.

— También te extrañé... —murmuró Aleksander, acariciando dulcemente la mejilla de su esposo—. Cada día sin ti era una eternidad. Sentía que moría sin ti, mi amor.

Alek comenzó a dejar suaves besos sobre el rostro de Jayden, en su frente, en sus mejillas, como si quisiera sellar cada rincón de su ser con la certeza de que estaba allí, vivo y a su lado. Cada beso era un recordatorio de su amor, un pacto silencioso de que no volverían a separarse.

— Te amo, Jayden Ivanov —declaró con fervor, sus ojos brillando con la luz de mil promesas.

— También te amo, Aleksander Romanov —respondió Jayden, sintiendo que la esperanza renacía en su corazón.

Tenía una oportunidad. Ya no más. Cobraría venganza por todo el daño que le hicieron, Pero al mismo tiempo sería feliz con su familia.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top