Capitulo 62: Arma Letal

— ¡Mamá! — Aleksei corrió hacía su madre cuando vio a sus padres bajar del coche.

— Mi dulce niño — Jayden abrió sus brazos para recibir al pequeño albino de ocho años.

Aleksei abrazo a su madre dejando besos por su rostro, Jayden soltó una risa ante la euforia de su hijo más pequeño.

— Te extrañe, mamá— Jayden acaricio su mejilla y dejo un beso sobre su frente.

— También te extrañe, mi dulce niño — Aleksei sonrió y dirigió su mirada detrás de su madre.

Aleksander bajo las maletas del coche, dandoselas a los sirvientes.

— ¡Papá! — exclamó el niño separándose de su madre y corriendo hacia su padre.

— Hola campeón. — el alfa desordeno el cabello de su hijo depositando un beso sobre su frente.

Jayden se incorporó y miro a sus alrededores buscando a su hija.

— No la encontrarás aquí. — Jayden miro hacia el frente, Alice junto con Kaiden y Nikolay se acercaron a la pareja.

— ¿Dónde está?— pregunta saludando a su suegra, y a su sobrino con un beso en la mejilla.

— Entrenando. — responde su cuñado y le da un corto abrazo en modo de saludo.

— ¿Entrenando? — pregunta Aleksander luego de saludar a su familia.

— Si. — Alice sonrió — Desde que ustedes se fueron de viaje hace tres meses, Cassy se ha dedicado a entrenar.

— ¿Sola?— inquiere Aleksander y Kaiden niega.

— Con Matthew. — responde — Mark se encarga de entrenar a su hijo para que el día de mañana este se vuelva uno de los mejores guardaespaldas y el guardaespalda personal de Cassy. — aclara — Ella también decidió entrenar, dijo que quería aprender. Mark no se negó, al contrario, para que ella no entrenará sola, los entrena a ambos.

— ¿Y a manejar armas?— pregunta Aleksander, Kaiden niega.

— Creemos que esa decisión les corresponde a ustedes. — dice Alice mirando a su hijo y yerno. — Claramente somos una mafia, una organización criminal. Sería bueno que ella maneje armas, pero a la vez creemos que no.

— Cuando Aleksei tenga diez, él comenzara a entrenar y sería bueno si Cassandra pudiera ayudarlo. — dice Jayden. Todos asienten de acuerdo a las palabras del omega.

— Iré a verla. — Jayden asiente, el albino deja un corto beso en sus labios antes de ir hacia el campo de entrenamiento.

Luego de unos minutos de camino, Aleksander llega al campo de entrenamiento. Matthew está en una pelea de cuerpo a cuerpo con su niña. Mientras que Mark camina al rededor de ellos, gritándoles a ambos, dándoles instrucciones, pero a la vez supervisando que no se hagan daño o que sobrepasen los límites.

Al fin y al cabo, la pelea inocente se trataba de un futuro guardaespaldas y la hija de los líderes.

En un repentino movimiento Matthew la dió vuelta, tirándola al suelo, cuando la castaña bajo la guardía.

— Suficiente. Eso ha Sido todo por hoy — habla Mark serio. — Mañana seguiremos con el entrenamiento.

Matthew extiende su mano hacia la castaña, pero está niega levemente. El pequeño suelta un suspiro y se aleja.

Al cabo de unos minutos, la joven niña queda sola en el campo de entrenamiento, sentada sobre la losa de concentro, abrazando sus rodillas y escondiendo su rostro sobre sus brazos.

Aleksander suelta un suspiro y va hacia su hija. La niña no se percata de la precensia de su padre, no siquiera se molesta en levantar el rostro cuando oye pasos acercándose.

— ¿Tan fácil te rendiste? — la castaña levanta su cabeza, observando a su padre.

— Papá...— susurra. Aleksander le da una media sonrisa y extiende su mano hacia su hija.

Cassandra acepta, poniéndose de pie y abrazándolo por el torso. Aleksander acaricio con delicadeza el cabello castaño de la joven.

— Volviste. — susurra la niña.

— Jamás te dejaría, pequeña. — dejo un beso sobre su cabellera.

— Yo...falle, papá. Me descuide y Matthew... él sacó ventaja de mi distracción. — Aleksander se inca frente a su hija, tomando sus manos.

— Escúchame, eres Cassandra Romanova Ivanova, eres la joya rusa, la belleza de esta casa, la princesa de tu madre, y mi tesoro. — el alfa levantó el mentón de su hija. — Nunca más vuelvas a bajar la cabeza ante nadie, ya sea hombre o mujer, jamás vuelvas a bajar la cabeza, ¿Me has oído? — ella asintió. — Te hice una pregunta, Cassandra. — ella se enderezó mirándolo fijamente.

— Si, papá. — Aleksander asintió.

— Apartir de mañana, entrenarás conmigo, tres horas diarias. Luego, te enseñaré a disparar, eso serían dos horas en el campo de tiro.

— ¿Cinco horas?

— ¿Quieres ganarle a Matthew? — la niña asintió — entonces sin quejas. — Cassandra hizo una mueca pero asintió. — Bien. Ahora vámonos, tu madre debe estar ansiosa por tenerte en sus brazos. — Cassandra sonrió ante las palabras de su padre.

Y efectivamente no se equivocaban, apenas la castaña puso un pie dentro de la mansión, Jayden corrio hacia ella, abrazándola y repartiendo besos por todo su rostro, haciendo que está riera.

— ¡Mama!— exclama divertida la niña mientras su madre dejaba besos por su rostro.

— No tienes idea de cuánto te extrañe, princesa — Cassandra sonrió y abrazo al omega.

Estar tres meses lejos de sus hijos había sido lo peor. Claramente, los hubiesen llevado, pero no querían correr riesgos con los niños, no se querían arriesgar a qué alguno salga herido.

— Te extrañe, mama — Jayden sonrió.

— Yo también, mi niña.

Jayden se separó de su hija y tomaron asiento en uno de los sofás de la sala. Aleksander estaba al lado de Jayden, el albino tenía al niño sobre sus piernas, mientras que Jayden tenía a Cassandra a su lado.

— ¿Lograron cerrar el trato con Osmán? — pregunta Alice dejando la copa de vino sobre la pequeña mesa de cristal que había en la sala.

— Si. — Jayden sonrió — Debíamos participar, más bien, comprar en la subasta que él había hecho. — el Omega le hace una seña a una de las sirvientas.

— Ir a esa subasta, fue algo divertido, podría decirse. — Habla Aleksander dejando un beso sobre el dorso de la mano de su esposo.

— Siento pena por los miembros de servicio del hotel. — habla Kaiden divertido. — No me imagino el desastre que habrán causado ustedes dos, sobretodo sin niños que cuidar. — Aleksander rueda los ojos.

— Idiota. — Kaiden sonríe.

— Antes de pensar en nosotros, creo que deberías pensar en casarte, o al menos en salir con alguien. — Kaiden hizo una mueca ante las palabras de su cuñado. — Nikolay necesita una madre, y tú, querido cuñado necesitas a alguien que no sea una prostituta o mujeres interesadas que solo buscan dinero.

— Señor Jayden. — Zinnia entro a la sala con las bolsas elegantes que contenían las joyas.

La mirada de Kaiden se desvío hacia la sirvienta de su cuñado. Está lo miro por unos breves segundos, y se acercó a Jayden entregándole las bolsas.

— Gracias Zinnia — Jayden le sonrió, y aunque fingió que no se había dado cuenta, para el no había pasado por desapercibido las miradas que su cuñado y sirvienta personal se habían dado.

Jayden sacó las cajas de terciopelo negro de las bolsas.

— ¿Eso es...? — Jayden le extendió una de las cajas negras a su suegra.

— Esto es para usted. — Alice recibió la pequeña caja de terciopelo. Se volteo hacia su hija y le extendió la otra — Este es para tí. Y este es para Alyra, no tuve la oportunidad de dárselo. — aclaro guardando el estuche nuevamente en la bolsa.

— Es precioso. — sonríe Cassandra observando el broche delicado y elegante en el estuche.

— Realmente hermoso. — sonrió Alice poniéndose los aretes — Gracias, a ambos — la pareja asintió.

Cassandra se puso de pie y depósito un beso en la mejilla de su madre y en la mejilla de su padre.

— ¡Muchas gracias! — exclamó feliz.  — ¡Se lo mostraré a Matthew! — los alfas sueltan un gruñido ante las palabras de la niña. Cassandra los ignora y corre fuera de la mansión.

— Niña rebelde.... — Jayden suelta una risa ante las palabras de su esposo.

— Déjala tranquila, solo quiere mostrar su joya — Aleksander niega.

— No me gusta que Matthew este con mi hermana — habla el pequeño albino cruzándose de brazos.

— ¿Estás celoso de Matthew? — pregunta Jayden a su hijo y el niño entrecierra sus ojos —  No te pongas celoso cariño, Matthew tal vez sea tu futuro cuñado.

— ¡Jamás! — exclaman los alfas y el niño provocando aún más la risa del omega.

— Iré a buscar a mi hermana. — Aleksei se levanta de las piernas de su padre y sale de la sala.

Jayden niega divertido y toma la mano de Aleksander, el alfa sonríe levemente y deja un beso sobre su frente.

— Cassy cumplirá trece en unos meses. ¿Tienen pensado algo? — pregunta Alice y la pareja niega.

— No, aún....

—¡Mama! ¡Papá! — Aleksei entra corriendo a la sala, Jayden y Aleksander se ponen de pie rápidamente .

— ¿Que sucede? ¿Estás bien? — Jayden se inca frente a su hijo, examinandolo.

— Hay...una voz — susurra.

— ¿Una voz?— pregunta Aleksander — ¿A qué te refieres?

— No lo sé. Hay una voz en mi cabeza, repite la palabra "alfa". Mama tengo miedo.

Jayden sonrió, y miro a su esposo. Aleksander también sonrió.

— Está bien, cariño. — Jayden tomo las manos de su hijo. — Todo está bien, no tienes porque temer.

— Esa vocecita que oyes en tu cabeza, es tu lobo interno, campeón.

— ¿Mi lobo internó? — Jayden asintió.

— Eso significa que eres un alfa, cariño. Al igual que tú padre, al igual que tus tíos. — le explicó el Omega abrazándo a su hijo.

— Felicidades, cielo. — sonrió Alice.

— Eso significa que tenemos que preparar una fiesta para tu presentación — dice Kaiden y los presentes asienten. — Normalmente los niños se presentan a la edad de diez años, y este pequeño se adelantó dos años. Sorprendente.

Jayden le sonrió a su hijo. Aleksei le hacia acordar a él cuando era un niño, se había presentado como Omega a la edad de cinco años, fue un caso extraño para algunos, pero para Victoria había sido una oportunidad que no podría dejar pasar. Jayden no había tenido a nadie a su lado para que le explicará que era ser un Omega y que implicaba en un mundo lleno de alfas lujuriosos, o más bien, si había alguien, pero ese alguien apenas toleraba verlo.

Al menos su hijo tenía quien le explicará las cosas. Y él no sería forzado a nadie, porque Jayden prefería morir antes de obligar a su niño a hacer algo.

— Amor...— Aleksander puso una mano sobre el hombro de su omega. — Está bien. — Jayden asintió y dejo un beso sobre la frente de su hijo.

— Felicidades mi dulce niño.

Jayden debía dejar su pasado atrás, y estaba aprendiendo a hacerlo. Pero aún así, no podía evitar que algunos vagos recuerdos lo perturbaran, sin mencionar las heridas en su corazón que aún no habían sanado del todo.

— ¡Levántate! — gritó Aleksander. — ¡No te detengas! ¡Corre! ¡Corre!

La niña respiró agitada, era la vuelta veintidós, y su padre le ordenó treinta vueltas. El campo de entrenamiento era gigante, con obstáculos, terrenos irregulares y una pista que parecía interminable. El sol abrasador no daba tregua y el sudor le resbalaba por la frente, mezclándose con la tierra en su rostro.

— ¡Estoy cansada! — gritó Cassandra, sintiendo que sus piernas ya no podían más.

Aleksander negó enérgicamente con la cabeza, su rostro una máscara de severidad.

— ¡No quiero oír quejas, Cassandra! ¡Corre! ¡Muévete! — La niña respiró agitada, y aun así siguió corriendo. Cada paso resonaba con determinación. — ¡No quiero damiselas! ¡No quiero señoritas débiles! ¡Eres fuerte!

Era cierto. Ella era Cassandra Romanova, y no se rendiría. Las palabras de su padre resonaban en su mente, impulsándola a seguir adelante. Aumentó la velocidad, ignorando el ardor en sus músculos y el cansancio que nublaba su vista. Aleksander sonrió orgulloso al ver que su hija no se detenía.

Cuando la joven cumplió las treinta vueltas, se desplomó en el suelo, jadeando y tratando de controlar su respiración agitada. Aleksander se acercó a su hija y le extendió la mano. Cassandra, con los ojos entrecerrados y los pulmones quemándole, negó con la cabeza y, con un esfuerzo titánico, se puso de pie por sí sola.

— Bien. — Aleksander no mostró ni un ápice de compasión en su voz. — Veinte flexiones, veinte abdominales, veinte sentadillas con salto, quince fondos de tríceps, y por último, veinte zancadas. Luego iremos al campo de tiro.

La niña asintió, y se puso en posición inmediatamente. Empezó con las flexiones, sus brazos temblaban pero no se detuvieron. El suelo bajo sus manos estaba caliente y rugoso, pero ella siguió adelante, empujándose a sí misma con cada repetición.

Aleksander se hizo a un lado, manteniéndose al margen, observando cada movimiento con atención. Gael y Kaiden se acercaron al albino que se encontraba de brazos cruzados.

— ¿Cuándo volviste? — inquirió Aleksander cuando sus hermanos se pusieron a su lado.

— Llegué hace unos minutos. — respondió Gael, mirando a su sobrina con una mezcla de preocupación.

— ¿Tu prometido? — preguntó Aleksander, sin apartar la vista de Cassandra.

— En Italia. Tenía asuntos que resolver. — Aleksander asintió, entendiendo.

— Hermano, ¿no crees que estás siendo demasiado duro con ella? — preguntó Kaiden, refiriéndose a su sobrina, mientras observaba el esfuerzo tque Cassandra estaba haciendo.

Aleksander lo miró y negó lentamente, su expresión era firme.

— Es mi hija, y no la quiero débil, no la quiero tonta, ni blanda, ni mucho menos buena e ingenua. Necesito que me supere, y que sea y se sienta tan inalcanzable que ningún hombre, mujer o criatura se atreva a posar sus ojos en ella. — explicó Aleksander, con una intensidad que no admitía réplica.

— No será una damisela en apuros. — comentó Gael, observando a su sobrina, a la cual se le podía notar el cansancio en cada movimiento.

— Tampoco una señorita frágil y delicada. — prosiguió Kaiden, asintiendo con seriedad.

— Yo no necesito damiselas ni mucho menos señoritas. — el albino observó a su hija, que ya había terminado las flexiones y estaba pasando a las abdominales. — Necesito una fiera de carne y hueso que sepa volar sesos, que no tenga miedo al disparar un arma, que sea tan seductora como destructiva, y para eso debo empezar a crearla desde ya.

— ¿Quieres volverla poderosa? ¿Inigualable? — Aleksander asintió, con un brillo de satisfacción en sus ojos.

— Cassandra tal vez no sea mi heredera, pero es mi hija, es una Romanov, y estoy seguro de que ella hará valer el apellido. Y pobre de aquel que se atreva a cruzarse en su camino. — concluyó con voz firme.

— Será una joya. Una arma letal. — dijo Gael, con un tono de admiración.

— Lo sé. Eso es lo que deseo. — Aleksander cruzó los brazos, satisfecho al ver a Cassandra terminando las abdominales y pasando a las sentadillas con salto.

La volvería un arma letal. Tan seductora que tendrá a todos a sus pies, pero a la vez tan destructiva que no dudara en asesinar a aquel que se atreva a faltarle el respeto.


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