Capítulo 37: Escapo

Aleksander dejo un beso sobre la frente de su esposo, y sonrió cuando sintió los movimientos del bebé.

Su cachorro era energético, siempre daba pataditas. Y a pesar de que para Jayden era doloroso, el omega solo sonreía felizmente al sentir los movimientos de su bebé.

— ¿Alfa? — pregunta adormilado y el albino sonrió — ¿A donde vas? ¿Que hora es? — pregunta soltando un bostezo.

— Son las seis de la mañana, cariño. Descansa. Debo resolver unos asuntos — volvió a dejar un beso sobre la frente de su omega y este asintió antes de volver a cerrar sus ojos.

Aleksander se puso de pie y fue al baño para tomar una duña. Una vez aseado, se vistió con sus habituales colores, pantalon negro, camisa negra, y zapatos negros. Antes de ir hacia el estudio y terminar de firmar unos papeles, fue hacia la habitación de Cassandra.

Al entrar, la niña estaba durmiendo plácidamente en la cama —cuna— que había para su seguridad. Ella abrazaba uno de sus tantos peluches que había en la habitación. Un tigre de un metro.

Aquello hizo que le diera una idea. Ya sabía que le regalaría a su niña por su cumpleaños, el cual se acercaba en unas semanas.

Camino hacia ella y dejó un beso sobre su frente. Ella se removió un poco, pero aún así no abrió sus ojos, solo sonrió dormida. La cubrió bien con las mantas y salió del dormitorio para ir hacia el estudio.

Cuando estaba acercándose, vio como la puerta de su estudio estaba abierta. Mataría a las sirvientas por dejar la puerta del estudio abierta. Cuando entró, se sorprendió al ver una cabellera albina, sentada en uno de los asientos que daba a la ventana.

— ¿Lastochka? —la albina levanta su cabeza de sus brazos y mira a su hermano — ¿Estas bien? — Aleksander cierra la puerta del estudio y se acerca a su hermana. Arrodillandose a la altura de la albina.

— Horas — susurra y él frunce el ceño. — Solo faltan horas para que sirvientas entren a mi habitación y me vistan de novia — explica la joven volviendo a recostar su cabeza en sus brazos, mirando por la ventana.

— Aly...

— ¿Recuerdas cuando éramos niños, Alek? Cuando fuimos a la vida de una de las hijas de un socio de papa — su vos se rompe — Recuerdo haberle preguntando a nuestro padre, mientras veía como la muchacha se casaba, si él también me obligaría a casarme — sus ojos se llenaron de lágrimas — ¿Sabes lo que me dijo? — él nego. — Que él no era un monstruo. Que jamás me forzaría a hacer algo que yo no siquiera.

Aleksander lo recuerda. Cuando el tenía once años y ella siete, habían asistido a la boda de una de las hija de un socio de su padre. La joven había sido forzada a casarse para mantener el cincuenta por cierto de las acciones en una empresa, la cual quedó en la quiebra un año después.

Recuerda, como le había desagradado esa fiesta y como le había dicho a su madre, que no quería que Alyra sufriera lo mismo. Recuerda como su madre había dicho que ella se encargaría de que eso no sucediera. Pero su madre solo tenía veintisiete años, y su padre en ese momento la adoraba.

— Lo siento — Alyra lo miro. Aleksander jamás pedia perdón. — Soy el heredero de la mafia, pero solo es un título. No tengo el poder que me gustaría tener para evitar esto. Los miembros de la Organización, sin alfas viejos que dan órdenes y apoyan a nuestro padre. ¿Que puede hacer un adolescente como yo? — el toma las manos de la albina — No sabes cuanto deseo, romper ese compromiso. Evitar que vivas infeliz mente con un hombre como Colin. Deseo verte abrir tus alas y volar lejos. Donde seas feliz.

Ella sonrió tristemente y agarro el rostro de su hermano entre sus manos.

— He vivido en mi cajita de cristal por mucho tiempo. Pero a través del cristal he visto como tú y nuestros hermanos han asumido toda responsabilidad.

Aleksander negó.

— Gael se volvió el heredero para que yo no fuera usada como mercancía cuando tenía trece. Intento ser el primogénito más perfecto del mundo, pero según él, término siendo un desastre. Te casaste con Jayden, para evitar que yo lo hiciera, y me alegra que al menos logres ser feliz. Y Kaiden, nuestro hermano sigue herido. — ella suspiro triste — Se que no me lo dice, pero se que le duele mucho el haber perdido a Melissa. Yo fui la causante de la muerte de su primer amor. Todos ustedes, me protegieron, y me cuidaron. Pero yo solo les hice daño — sollozo la albina y Aleksander la abrazo.

— No digas eso, lastochka. Si nosotros hicimos todo eso, fue porque te amamos. Porqué eres nuestra hermanita, y no hay nada en este mundo que nos importe más que tú.

Ella sollozo y se abalanzó en los brazos de su hermano. Aleksander dejó un beso sobre la cabellera platinada de su hermanita, mientras la oía llorar en su pecho. El platinado acarició el cabello de su hermanita mientras esta se aferraba a él. Como si no quisiera que él la soltara. Quería permanecer así, siendo resguardada por su hermano. Siendo protegida y amada por él.

— Todo estará bien, lastochka. Todo estará bien.

Jamás se había sentido tan impotente como en ese momento. Jamás había escuchado el llanto de su hermanita ser tan desgarrador. Se sentía un completo idiota, un bueno para nada que no era capaz de proteger a su hermana, a su única hermanita.

Ella era extraordinaria. Divertida, con miles de cambio de humor y personalidades, pero eso solo la hacia más única y especial, alguien realmente excepcional.

Lamentablemente, él no podía hacer nada para evitarlo. Si hacia un cambio de planes, entonces habria un enfrentamiento entre ambas mafias, y él estaba seguro de que su padre cedería muy rápidamente. Sea cual sea la decisión, ellos terminaban perdiendo. Si evitaba la boda de su hermana, entonces habria un enfrentamiento. Si permite que la boda sea llevada a cabo, entonces condenaría a su adorada hermanita a la infelicidad.

Lo siento tanto, pequeña.

Dicen que una boda es uno de los eventos más hermosos y memorables en la vida de una persona. Es considerado un momento único e inolvidable, donde dos personas deciden unir sus vidas y prometerse amor y fidelidad hasta el final de sus días.

Se dice que aquellos que deciden casarse lo hacen porque se aman profundamente y están dispuestos a enfrentar todas las adversidades juntos, construyendo un futuro en común lleno de felicidad y estabilidad. Es la celebración del amor, la unión de dos almas que desean compartir cada instante de su existencia y crear momentos de dicha y plenitud.

Sin embargo, en ocasiones esta romántica idea no siempre se cumple. No todas las parejas que deciden casarse lo hacen movidas por el amor verdadero y la convicción de pasar el resto de su vida junto a la otra persona. En el caso de ella, ella no amaba al hombre con el que la comprometieron. Muy por el contrario, ella sentía miedo al pensar en unir su vida a la suya, sabiendo que aquel hombre solo le haría daño.

Era su sueño desde que era una niña: casarse vestida de blanco, con un radiante y largo velo que cubriría su rostro mientras caminaba con elegancia hacia el altar. Soñaba con unirse en sagrado matrimonio con el hombre ideal, aquel que había imaginado en sus sueños y con el que formaría una hermosa familia.

Deseaba ser una madre amorosa e increíble, al igual que su propia madre. Admiraba a esa mujer valiente y decidida, que no había tenido miedo de enfrentarse a la muerte y que siempre había dado todo por sus hijos, incluso cuando era joven e inexperta. A pesar de haber sido madre a los quince años, su madre nunca había dejado de desvelarse día y noche, asegurándose de que nunca faltara cariño y amor en sus vidas.

Ella anhelaba ser igual de perfecta como lo era su madre. Soñaba con ser una mujer dulce, amorosa y bondadosa, pero también con la fortaleza y determinación necesarias para tomar decisiones firmes cuando se requería. Quería ser una madre maravillosa, capaz de enfrentar cualquier desafío y superarlo con la misma entereza y dedicación que había admirado en su madre. Quien a pesar de que había cometido miles de errores o había fallado en protegerlos, para ella, era la mujer más fuerte y extraordinaria.

Con cada detalle que imaginaba sobre su boda y su futuro como madre, el anhelo crecía en su corazón. Visualizaba cómo sería su vestido de novia, los adornos florales que decorarían el lugar de la ceremonia y la recepción. Soñaba con ese momento mágico en el que se convertiría en esposa y prometería amor y fidelidad eterna.

Sin embargo, a pesar de todos estos sueños, ella sabía que la realidad era diferente. No iba a casarse por amor, al contrario, estaba a horas de casarse por conveniencia, sin amor, y aquello solo la llenaba de tristeza y angustia.

Se miro en el gran espejo de aquella habitación. Sus ojos se llenaron de lágrimas al verse vestida de novia. Su vestido era blanco, con bordados florales en color dorado y toques azules. Su largo cabello platinado, el cual llegaba hasta debajo de sus glúteos, estaba recogido en un gran rodete sobre su cabeza, siendo sostenido por unas hebillas florales de plata.

— Se ve hermosa, señorita — aquello dejó un sabor amargo en la boca de la platinada.

Sabia que la sirvienta no lo hizo con mala intención pero aún así dolio. Aquel halago solo la había amargado más.

— Gracias — fue lo único que pudo decir.

Las sirvientas que la habían preparado se miraron entre ellas. La infelicidad de la joven era muy notable. Ni siquiera una chispa de alegría se podía divisar en esos azules ojos.

La puerta de la habitación fue abierta, haciendo que las sirvientas bajaran la cabeza en señal de respeto al ver a la omega luna de la manada y señora de la Organización.

— Déjenos solas — ordenó Alice. Las sirvientas asintieron antes de inclinar la cabeza y salir de la habitación.

Alice se acercó hacia su niña y apoyo su mentón sobre el hombro de Alyra. La joven miro a su madre por el reflejo del espejo.

— Cuando...— ella dio una pausa — Cuando te casaste con papá, ¿lo hiciste por amor? — Alice mordió su labio y entonces negó.

— No. — respondió en un susurro — Cuando me casé con tu padre yo acababa de cumplir quince años. No sabía nada sobre ser una esposa, mucho menos sobre ser señora de una organización. — musito.

— ¿Y ahora? — Alice fruncio el ceño — Tienes treinta y cuatro, mamá. Después de tanto tiempo ¿lo amas?

Ella mordió su labio. Un habitó que odiaba pues siempre se los lastimaba, pero desde que había sido agredida, el dolor en sus manos o el sabor de la sangre en su boca, era lo único que le recordaba que seguía viva.

Ella no amaba a Vladimir Románov. Jamás lo haría, ella jamás amaria al hombre que robo su inocencia una noche. Jamás amaria al hombre que le levanto la mano más de una vez. Al nombre que la hizo infeliz, el hombre que la manipuló, el hombre que la hizo pedazos.

Podía vivir con él, bajo el mismo techo. Pero eso no significaba que dormía con él en la misma cama y cumplía con sus deberes de esposa. Para algunos, ella tenía dependencia emocional hacia él. Para otros, ella solo había sido una mujer que se resignó a la vida que le tocó vivir, y que solo vive un día a la vez.

Ella no amaba a Vlad. Pero si a los hijos que tuvo con él. Tal vez sus hijos no fueron un fruto de amor, pero si fueron las luces de su vida, son su razón para vivir, odiaba su matrimonio, pero si le dieran a elegir si escapar con el amor de su vida o ser la madre de cuatro hermoso niños. Ella elegiría la segunda opción.

— Madre — Alice ladeo suavemente la cabeza y miro a su hija — ¿Lo amas? — volvió a preguntar la platinada.

— No, mi hermoso rubi. Pero si te amo a ti y a tus hermanos como jamás ame a alguien. — Alice la volteo y dejó un beso sobre su frente — Perdoname, cariño. Lamento no poder evitarte esto. — Alyra abrazo a su madre fuertemente.

— No. No es tu culpa mamá. No lo es — susurro.

Unos golpes en la puerta, las obligó a separarse. Una sirvienta entró a la habitación de la novia.

— Perdone la interrupción, mi señora. Pero requieren su presencia en el altar. — Alice asintió, miro a su hija y depósito un último beso en su frente, antes de dar media vuelta e irse.

Alyra volvió a mirarse en el espejo y su mirada se desvío hacia la ventana, el sol ya se había escondido.

Solo unas horas más y estaría condenada.

Unos golpes en la puerta llamaron la atención de la joven. Alyra pronunció un adelante y un beta entro a la habitación.

— ¿Jonh? — el beta bajo la cabeza.

— Joven ama, perdone la intromisión.

— ¿Que sucede? — pregunta y el beta se acerca a ella, y le extiende una carta.

— Ha llegado esto para usted. Creo que es su oportunidad de ser feliz — ella agarro la carta y sonrió al ver la palabra mi rosa sobre el sobre.

— Gracias Jonh. — él le sonrió, hizo una pequeña inclinación y fue hacia la puerta.

— Señorita Alyra — la llamo y ella lo miro. — Se ve espléndida. — ella sonrió y él salió de la habitación.

La sonrisa de la albina se ensanchó al leer aquella carta que hizo latir fuertemente su corazón. Rápidamente fue hacia el tocador y saco un pedazo de papel y comenzó a escribir.

Jamás se había sentido tan alegre, tan feliz, tan viva.

— Mamá, quiero el...— Jayde miro a su hija, la niña señalo el vestido blanco con flores celestes bordadas.

— ¿Deseas ese vestido, princesa? — Cassandra asintió. Y Jayden le sonrió, miro a Zinnia, la doncella asintió y comenzó a preparar a la niña.

Jayden intento ponerse de pie pero falló. No tenía fuerzas suficientes ni para levantarse de la cama. Sus ojos se llenaron de lágrimas ante aquello. Volvió a intentar ponerse de pie pero sus piernas flaquearon rápidamente. Cayó sobre la cama y soltó un quejido de dolor.

— Señor — Zinnia corrió hacia Jayden — Usted no puede ponerse de pie sin ayuda. — la joven se arrepintió de sus palabras al ver las lágrimas en los ojos verdes del Omega — Perdóneme, no fue mi intención ofenderlo. — Jayden negó

— No dijiste nada malo, Zinnia. Eres mi amiga, no has dicho nada que no sea verdad — él le dio una sonrisa de lado. — ¿Podrías ayudarme a levantarme? Deseo vestirme, la boda esta por comenzar.

Zinnia asintió y lo ayudó a ponerse de pie. Jayden cerro sus ojos con fuerza al sentir un dolor proveniente de la parte baja de su vientre.

— Mi señor... — Jayden negó y tomó una gran bocanada de aire.

— Estoy bien. Solo es un dolor pasajero. — la joven asintió no muy convencida.

Por cada paso que daba el dolor se hacia más fuerte. Zinnia veía las muecas de dolor del Omega, y por alguna razón eso lo le causaba un mal presentimiento. Zinnia lo ayudo a vestirse y prepararse.

— ¿Estan listos? — Aleksander entra a la habitación acomodando las mangas de su traje.

Jayden mira a Zinnia y niega levemente con la cabeza, indicándole que no diga nada y que guarde silencio. Ella solo asiente.

Aleksander mira a su Omega y se acerca a él. Jayden le sonríe ignorando el dolor en su vientre y se aferra a su esposo. Zinnia se aleja y va hacia la niña de cuatro años.

— ¿Esta todo bien? — Jayden asiente.

— ¿Porque no lo estaría, cariño? — inquiere.

— Te noto raro, mi amor. También puedo sentir la tensión en el vínculo, te recuerdo que llevas mi marca. — Jayden planto un pequeño beso en los labios de su esposo.

— Estoy bien. Todo este asunto de la boda, y  las intenciones de Victoria me tienen estresado — Aleksander deja un beso en la frente de su omega.

— No debes pensar en eso. Todo estará bien, no deseo que esas emociones te hagan daño a tí o a nuestro bebé. Deseo que estés bien cariño — Jayden asintió.

Aleksander abrazo a su omega y Jayden recosto su cabeza en el pecho de su esposo. Aleksander liberó sus feromonas, podía sentir que su omega se encontraba raro y algo incómodo.

— Yo también quiero — Cassandra se acercó a sus padres y extendió sus manos hacia Aleksander. El platinado sonrió antes de cargar a su hija y depositar un beso sobre su frente.

Ella sonrió y escondió su cabeza en el cuello de su padre, sonriendo al sentir el cariño de sus padres.

Pero aquel momento, fue interrumpido cuando Kaiden entró rápidamente a la habitación exaltado.

— Hermano. — Aleksander deja a Cassandra en el suelo y mira al menor confundido

— ¿Que sucede? ¿Porque tanta prisa? — pregunta Aleksander acercándose a Kaiden.

— Alyra... Ella escapo.

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