Capitulo 8
"Surcando Olas"
Nolan había acertado y una hora después, como él había asegurado, ya estábamos viendo el mar.
Yo hubiera preferido mil veces subir a la camioneta después de tachar el primer destino de la lista e ir por el siguiente, pero al final el chico me convenció de rentar una habitación para poder dormir en uno de los hoteles que estaban a la orilla de la playa. Debo especificar que casi se me cae la mandíbula cuando leí el precio por noche, pero al final tuve que acomodar el hueso con mi mano y pagar la mitad ya que de ninguna forma iba a dejar que él lo hiciera solo. Aún no sabía cómo me había dejado convencer de aquello, pero tenía que admitir que la habitación era hermosa.
Un gran ventanal daba la bienvenida a quien entrase por esa imponente puerta de madera. A un costado estaba una cama acolchonada desde la que se podía apreciar la blanca espuma del agua a través del cristal. Jamás había visto el mar, y en ese momento, al tenerlo enfrente, no se me antojaba nada que expresara libertad igual que él.
El edredón blanco que vestía el colchón se veía ideal para dejarme caer en él y colocar el letrero de "NO molestar" en la puerta para poder dormir toda una semana entera. Parecía un lugar en el que fácilmente podría hacer lo que yo quisiera sin recibir a cambio una sola reprimenda; un lugar en cual podía ser Moly sin sentir miedo de ello.
―Tengo una idea―anunció Nolan entrando a la habitación con las maletas.
No lo voltee a ver, mis ojos prefirieron seguir perdidos en el espectáculo que daba el cielo a través del cristal.
― ¿Cuál?
Escuché como dejaba las maletas en el suelo (aún no podía creer que él hubiera llevado más equipaje que yo) y después llegó a mis oídos el sonido del colchón amoldando el cuerpo del chico que se había aventado en él.
―¡Podemos ir a surfear!―su voz sonó feliz. Él siempre sonaba feliz.
Levanté una ceja aún sin verlo.
― ¿Surfear?
―Claro. Aún hay tiempo. Es medio día, Moly. Vamos al mar un rato y en la noche estaremos a tiempo en Mar y Arena para cenar.
Su propuesta llegó a mis oídos como si hubiera sido cantada por ángeles, mientras el mar me pedía a gritos que fuera a saborear la libertad que se hundía entre sus aguas. Las nuevas experiencias, la emoción, la adrenalina que me esperaba al poner los pies en la arena, era algo que no podía dejar pasar.
En otro momento le hubiera dicho que no, pero en definitiva no estaba allí para privarme de emociones. Tenía que hacer que el viaje valiera la pena.
―De acuerdo.
Podía sentir la emoción que irradiaba.
― ¡Sí!―exclamó―, pero esta vez recuerda llevar ropa para que no te metas al agua desnuda, Florecilla.
***
Cuando alguien te cuenta sobre el mar, omiten describir la sensación de la brisa marina golpeando el rostro. Ese sentido de poder, de que en cualquier momento puedes dar un clavado y viajar hasta el fin del mundo.
Haber aceptado fue la mejor sensación del mundo.
Ben, el chico que nos enseñaría a surfear, traía una trenza en su largo cabello castaño y una selección de tablas de las que podíamos elegir. Era una excelente persona, apenas unos años mayor que nosotros y no dejaba de parlotear sobre sus experiencias con los turistas. Tomé una tabla azul cielo con dibujos de olas espumosas, en lo que deseaba que guardara tan solo un segundo de silencio, y veía a Nolan elegir una verde mientras le seguía la conversación.
― ¿En serio no tenía una pierna?
―Te lo juro. Traía una prótesis y jamás he visto a nadie surcar las olas mejor que él―le contaba el instructor.
La clase duró aproximadamente una hora, entre lecciones e historias de Ben. Quise arrancarme los oídos en todo momento, pero cuando entré en el agua, todo pareció valer la pena.
―¡Ahí viene una ola, Florecilla!―había gritado Nolan, quien iba junto a mí en todo momento, haciendo que mis ojos discutieran entre verlo a él con aquel short playero o ponerle atención al agua.
Ambos tomamos la ola. La velocidad llevándonos a sentir como se nos hacia un nudo el estómago. Las manos cosquilleándonos de una emoción impresionante.
Sonreí mirando como Nolan se caía y soltaba profanidades antes de volverse a subir a la tabla. Yo me caí tres veces, y las tres lo volví a intentar hasta que sentí que lo dominaba. Jamás había creído que sería buena en ello, pero lo sentía tan mío, que parecía que llevaba toda la vida haciéndolo.
Pasamos toda la tarde en el mar y antes de partir no me pude quedar con el antojo de probar uno de los cocos que veía que disfrutaban muchas personas en el lugar. Me lo comí sentada en la arena mirando cómo se ocultaba el sol. Cada bocado lo daba despacio, saboreándolo. Aquí estaba el inicio de una buena vida.
A mi izquierda, Nolan no se preocupaba por nada. Llevaba un rato platicando con una chica de bañador rojo. Ambos reían. Parecía la típica escena normal del chico que llegaba a abordar a una chica bonita, de esas que eran la envidia de las demás, de esas que se veían perfectas con todo y no tenían por qué preocuparse de su apariencia.
"Eres fea, Moly y si sigues comiendo así te pondrás gorda y provocaras que quiera arrancarme los ojos".
Escuché las palabras como si me las susurraran en el oído y provocaran un terremoto.
Recordé lo que siempre me decía mi familia, los insultos, las comparaciones, todo. Hice el coco a un lado sintiéndome insegura mientras me levantaba de la arena para volver al hotel.
"¿ A caso piensas que alguien te va a querer con esa barriga?"
Mientras llegaba a la habitación supe que tenía dos opciones: en la primera se me amargaba toda la noche y no probaba un solo bocado en la cena por estar pensando en las calorías que contenía, y en la segunda elegía el mejor vestido que me había traído, unos tacones altos y me arreglaba para mí, para verme genial y sentirme segura, para recordarme que era especial y que valía la pena.
Básicamente eran las mismas dos opciones siempre que algo me hacía daño y al final terminaba haciendo algo para que yo, y solo yo, sintiera que era buena, que como todos, tenía una pisca de brillo incrustada en la frente.
Y esa tarde, casi noche, llegué a la habitación, y sin dudarlo un poco, tomé mi vestido favorito y me metí a la ducha. El agua caliente limpió mi cuerpo de toda duda sobre mí misma. Me di un gusto al maquillarme suavemente y dejé suelto mi largo cabello. Tomé el labial y pinté mis labios tan rojos como el fuego.
―Que se jodan―le dediqué una sonrisa al espejo y salí del baño en busca de los tacones.
Cuando mis ojos apreciaron de nuevo el ventanal, ya era de noche y la luna brillaba en el agua.
―Wow... ¿acaso quieres que le dé un infarto a todos en el restaurante?
Escuché la voz de Nolan detrás de mí, quien de seguro había llegado cuando yo aún estaba en el baño. Me voltee sonriendo.
―Yo no me visto para eso.
Nolan sonrió con aquellas malditas sonrisas que hacían que mis piernas temblaran y dio un paso hacia mí.
― ¿Y a los de la playa si querías que les diera un infarto? Porque Ben no te quitaba los ojos de encima con ese traje de baño azul que traías―su voz se estaba haciendo gruesa. Dio otro paso al frente. Cada vez estaba más cerca de mí―. Y yo tampoco te podía dejar de ver―terminó en un susurro.
No sabía que tramaba, pero levanté la barbilla preparándome para todo.
― ¿En serio?, ¿no me podías dejar de ver? Porque yo vi a tus ojos muy entretenidos con la rubia de bañador rojo.
Su sonrisa creció más.
―Sí, Lucy es linda―terminó de llegar hasta donde yo estaba. Aún traía los shorts y la camisa mojada que había usado en el mar―, pero me gustan más las morenas.
Susurró agarrando un mechón chocolate de mi cabello y guiñándome un ojo. Todo mi cuerpo se puso en alerta mientras las piernas me comenzaban a temblar.
―Me ducharé―susurró yéndose al baño y dejándome en la habitación con la cabeza llena de dudas.
¿Me había coqueteado?
Me pregunté aquello durante el momento que tardé buscando los tacones en el equipaje. Nolan me estaba confundiendo. Había momentos donde era feliz, seductor y risueño, y otros en los que de repente se ponía serio y apagado. Tenía unos estados de ánimo que me confundían y apenas y tenía unos días de conocerlo.
―Busqué el restaurante en el GPS y está aquí cerca. Quizá podamos dejar a Charlie e irnos caminando. Me gustaría conocer esta ciudad de noche.
Levanté la cabeza de la maleta escuchando la voz de Nolan. ¿Enserio ya había terminado de ducharse...? Santo Dios. Mis ojos se abrieron enormes al encontrarlo saliendo del baño con una toalla en las caderas. Su pecho estaba mojado y del cabello le caían pequeñas gotas de agua.
« ¿¡A caso tú quieres que me dé un infarto a mí!?»
―Nolan, ¿qué haces?
Sus ojos azules me miraron con duda.
―Caminar por el cuarto, ¿no es obvio?―levantó una ceja―. Dejé mi jabón en la maleta.
― ¿Y por qué caminas por el cuarto sin ropa? Yo te lo pude haber pasado.
Me dedicó una de sus sonrisas.
― ¿Qué no se supone que debemos conocernos, Florecilla?―su voz sonaba como si estuviera jugando conmigo. ¿Qué diablos tramaba?
― ¡Pero no el cuerpo!
Su rostro quedó serio, plano.
― ¿Si yo ya conozco el tuyo, porque tú no conocerías el mío?―terminó de susurrar.
Mis mejillas se enrojecieron. En definitiva Nolan estaba jugando conmigo e ignoraba el hecho de que no me gustaba que me hicieran eso.
―No tengo tiempo para tus estupideces, Nolan.
Le dije colocándome los tacones e ignorándolo completamente.
El chico soltó una risa y tomó su jabón para volver al baño. No tardó nada de tiempo en salir deslumbrante, y por todos los cielos que se veía bien, pero lo que más llamaba la atención de Nolan, no era su apariencia, sino esa aura feliz que desprendía, como la brisa fresca del mar. Esa coquetería que flotaba entre sus sonrisas y esos ojos que hacían que mi alma insegura, se sintiera fuerte. Era como si lo conociera de toda la vida y no solamente de poco tiempo.
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